¡Romance de dorada lengua y laúd suave! ¡Oh sirena de bellas plumas, lejana Reina! Tus melodías deja en este día crudo, cierra tu libro añoso y quédate callada. ¡Adiós! Pues que, de nuevo, ya la enconada pugna entre dolor de Infierno y apasionado limo, ha de abrasarme todo; y probaré de nuevo esa dulzura amarga del fruto shakespiriano. ¡Poeta Rey! Y nubes, vosotras, las de Albión, creadores de nuestro profundo, eterno tema: cuando cruzado hubiere el robledal antiguo, no dejéis que divague por algún sueño inútil, y, consumido ya del Fuego, dadme nuevas alas de Fénix para mi vuelo deseado.