El trigal se ha entregado a la muerte. Ya las hoces cortan las espigas. Cabecean los chopos hablando con el alma sutil de la brisa.
El trigal sólo quiere silencio. Se cuajó con el sol, y suspira por el amplio elemento en que moran los ensueños despiertos. El día. ya maduro de luz y sonido, por los montes azules declina.
¿Qué misterioso pensamiento conmueve a las espigas? ¿Qué ritmo de tristeza soñadora los trigales agita…?
¡Parecen las espigas viejos pájaros que no pueden volar! Son cabecitas, que tienen el cerebro de oro puro y expresiones tranquilas.
Todas piensan lo mismo, todas llevan un secreto profundo que meditan. Arrancan a la tierra su oro vivo y cual dulces abejas del sol, liban el rayo abrasador con que se visten para formar el alma de la harina.
¡Oh, qué alegre tristeza me causáis, dulcísimas espigas! Venís de las edades más profundas, cantasteis en la Biblia, y tocáis cuando os rozan los silencios un concierto de liras.
Brotáis para alimento de los hombres. ¡Pero mirad las blancas margaritas y los lirios que nacen porque sí! ¡Momias de oro sobre las campiñas! La flor silvestre nace para el sueño y vosotras nacéis para la vida.
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