Esta es la historia de tres princesas,
que parece una fábula de esas
en que se impone verso español…
¡Esta es la historia o el cuento de Hadas
de tres princesas enamoradas
—a un mismo tiempo las tres— del Sol!
La una es negra, de ojos ardientes
y labios rojos, en que los dientes
jáctanse de una risa cruel:
limpio azabache su carne dura,
por un milagro se hace escultura,
porque en tal carne no entra el cincel.
India es la otra, de faz cobriza,
por sobre cuya tez se desliza
y se difunde gota de miel:
temblor de plumas le hace guirnalda
cruje haz de flechas sobre su espalda
corren tatuajes bajo su piel…
la otra es blanca como la nieve;
por sus cabellos oro llueve
sobre los hombros en plenitud.
Ella es la rubia virgen incauta:
sus labios piden sólo una flauta;
sus manos sueñan con un laúd…
(El Sol las llama… Las tres amantes
salen un día de sus distantes
tierras en busca del dulce bien;
y, así, la suerte juntarlas quiso
donde el Sol puso su paraíso,
en el que luego formó un harén.)
Cuando el Sol, harto ya de su noche,
saltaba a tierra, pasar la noche,
solía en juegos de tanto afán,
que al fin, tejía red de placeres,
con que, en los brazos de tres mujeres,
se iba él durmiendo como un sultán…
La amante negra entretenía
con cuentos de ardua filosofía;
la india, siempre danzando a un son;
la rubia, apenas con el hechizo
que por los labios en un carrizo
le iba fluyendo del corazón…
—Cuenta tus cuentos, amada mía.
Te los oyera yo hasta que el día
me hiciese, al cabo, volver en mi…
(El Sol le hablaba, y ella no oía.)
Responde. ¿Tú eres la poesía?
—Ella temblando murmuró: —Si…
—Baila tus bailes, mi amada bella.
Sabré con besos borrar la huella
que en mis alfombras dejen tus pies….
(el Sol corría siempre tras ella.)
¿Tú eres la danza? —Ya tú lo ves…
—Sopla el carrizo, mi bien amada.
¿Quién no es, si te oye, sierpe encantada?..
(El Sol la urgía con intención..)
¿Tú eres la Música? —Ella apegada
contra el carrizo, no dijo nada,
más siguió dándole ese corazón…
Sucedió entonces que el Sol —tal quiso
volver el trópico un Paraíso—
por arte mágico hizo ante el
echar raíces a sus amantes;
y las princesas que fueron antes,
néctar se hicieron y aroma y miel…
Besó en los ojos a la de obscura faz,
e infundiole sacra locura:
la fiebre insomne del Ideal…
Su cabellera soltó ella al viento,
y a sus espaldas, en un momento.
brotó el prodigio de un cafetal…
El café lírico es la princesa
que nunca duerme y acaba presa
dentro de un grano como un coral:
el sueño quita y hace derroches
de fantasía mil y una noches,
como el bello libro oriental.
A la cobriza princesa, el fuego
del Sol un ósculo impuso luego
sobre los leves y ágiles pies;
y retorciéndose en espirales,
se hundió ella en tierra: sus funerales
fueron ceniza y humo después…
En el tabaco duerme escondida
una princesa que huye a otra vida
entre chispazos de íntimo hogar:
sale del trágico encantamiento,
y en el velo blanco se arroja al viento,
y a paso lento rompe a bailar…
A la princesa rubia, en la frente,
por fin, besola trémulamente
el Sol: ella hubo tanta emoción,
que clavó en tierra la flauta, en donde
desde ese instante su miel esconde
la melodía de una canción.
Caña de azúcar es soñadora
princesa, en cuyos labios ya ahora
la flauta no hace ritual papel;
mas si en obsequio de los sentidos
no da esa caña dulces sonidos,
es porque en cambio destila miel…
Una princesa borda el desvelo,
otra en su danza sacude un velo
y otra ha una torre de albo cristal.
El café iluso provoca el vuelo…
El tabaco hace mirar al cielo..
La caña triunfa sobre el panal.
Esta es la historia de tres princesas,
que parece una fábula de esas
en que se impone verso español.
Esta es la historia o el cuento de hadas
de tres princesas enamoradas
—a un mismo tiempo— las tres del Sol!
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