Estaba hoy en la cola del banco
cuando al viejo que tenía enfrente
se le cayeron las gafas (afortunadamente
dentro de la funda)
y vi lo difícil que le resultaba
inclinarse
y le dije: “espere, permítame
que se lo recoja”
pero cuando las estaba recogiendo
se le cayó el bastón,
un bastón
precioso, negro, pulido,
y le devolví las gafas
luego fui por el bastón
y el viejo recuperó el equilibrio
cuando se lo di.
No dijo nada,
solo me sonrió.
Luego se volvió
hacia adelante.
Y yo seguí detrás de él esperando
mi turno.