Estatuas sucesivas
[Poema - Texto completo.]
Franklin Mieses Burgos
Yo también soy tu hijo no obstante el diferente cristal con que te miro. Con que te miro absorto y angustiado, desde mi propio clima de internas aguas hondas, donde una eterna noche del trópico vendimia la luz de sus estrellas. Si no te miro igual ha sido únicamente porque en mi ser tú estabas de un modo diferente, total y primitiva, retornada al origen de tu fuente primera, lejos de la epidermis banal donde se quedan, varadas, otras voces, otros sueños quebrados, que no podrán ya nunca llegar hasta la orilla solitaria del cauce donde tu sangre corre, precipitada, roja; y en donde, subterránea, suena la voz eterna de las negras campanas, que habitan en el fondo marino de tus sombras. Yo también soy tu hijo no obstante el hecho insólito de alzar mi oscura torre, desvelada de sueños, en medio del escándalo de sol de tus riberas; frente a tu mar repleto de estatuas sucesivas, e inmediato a tu duro, desolado arrecife de verdades en donde, murieron, para siempre, las últimas sirenas pobladoras del mar de tus primeras algas. ¿Cómo llegar entonces, desde mi honda noche, hasta la superficie donde tu luz levanta sus áureos monumentos; donde tu mismo ser limita sus estatuas; y tú, toda encendida, estás como una firme hoguera derrumbando, estrepitosamente, todo un callado cielo de enterrados matices donde mi humana voz procura sus alondras? Tenía que ser así, desde mi mundo; desde mi propio mundo, terrible, sin fronteras. Donde la esencia misma de las cosas, va quebrando la forma tradicional del verbo humano que limita los confines del sueño donde la etérea vida de la poesía vaga, sonámbula, flotando, como una voz perdida, caída desde el noble lenguaje de los ángeles. |