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 Roma reemplazaba a Esparta, 
Ya Napoleón se asomaba bajo Bonaparte, 
Y del primer cónsul, ya en muchos lugares, 
La frente del emperador rompía la estrecha máscara. 
Entonces en Besanzón, vieja ciudad española, 
Arrojado como semilla al capricho del viento que vuela, 
Nació de una sangre bretona y lorenense a la vez 
Un niño sin color, sin mirada y sin voz; 
Tan débil que fue, como una quimera, 
Abandonado por todos, excepto por su madre, 
Y su cuello doblado como un frágil junco 
Hizo al mismo tiempo su ataúd y su cuna. 
Ese niño que la vida borraba de su libro, 
Y que ni siquiera tenía un mañana para vivir, 
Soy yo. – 
Quizás algún día les contaré 
Qué leche pura, qué cuidados, qué votos, qué amor, 
Prodigados para mi vida condenada al nacer, 
Me hicieron dos veces el hijo de mi madre obstinada, 
Ángel que sobre tres hijos atados a sus pasos 
Derramaba su amor y no medía! 
¡Oh, el amor de una madre! ¡Amor que nadie olvida! 
¡Pan maravilloso que un dios comparte y multiplica! 
¡Mesa siempre servida en el hogar paterno! 
¡Cada uno tiene su parte y todos lo tienen todo! 
Podré decir algún día, cuando la noche dudosa 
Haga hablar las noches mi vejez narradora, 
Cómo este alto destino de gloria y de terror 
Que movía el mundo a los pasos del emperador, 
En su aliento tormentoso me llevó sin defensa, 
A todos los vientos del aire hizo ondear mi infancia. 
Porque, cuando el aquilón golpea sus ondas palpitantes, 
El océano convulsivo atormenta al mismo tiempo 
Al barco de tres puentes que retumba con la tormenta, 
¡Y la hoja escapada de los árboles de la orilla! 
Ahora, aún joven y a menudo probado, 
Tengo más de un recuerdo profundamente grabado, 
Y se pueden distinguir muchas cosas pasadas 
En estos pliegues de mi frente que mis pensamientos han cavado. 
Ciertamente, más de un anciano sin llama y sin cabello, 
Cansado al final de todos sus deseos, 
Palidecería si viera, como un abismo en las olas, 
Mi alma donde mi pensamiento habita, como un mundo, 
Todo lo que he sufrido, todo lo que he intentado, 
Todo lo que me ha mentido como un fruto abortado, 
Mi tiempo más hermoso pasado sin esperanza de que renazca, 
Los amores, los trabajos, los duelos de mi juventud, 
Y aunque aún en la edad en que el futuro sonríe, 
¡El libro de mi corazón escrito en cada página! 
Si a veces mis pensamientos vuelan de mi pecho, 
Mis canciones por el mundo en harapos dispersas; 
Si me place esconder el amor y el dolor 
En un rincón de una novela irónica y burlona; 
Si sacudo la escena con mi fantasía, 
Si choco ante los ojos de una multitud selecta 
Otros hombres como ellos, viviendo todos a la vez 
De mi aliento y hablando al pueblo con mi voz; 
Si mi cabeza, horno donde mi espíritu se enciende, 
Arroja el verso de bronce que bulle y que humea 
En el ritmo profundo, molde misterioso 
De donde sale la estrofa abriendo sus alas en los cielos; 
Es porque el amor, la tumba, y la gloria, y la vida, 
La ola que huye, perseguida constantemente por la ola, 
Todo aliento, todo rayo, ya sea propicio o fatal, 
Hace brillar y vibrar mi alma de cristal, 
Mi alma de mil voces, que el Dios que adoro 
Puso en el centro de todo como un eco sonoro! 
Además, he pasado puramente los días malos, 
Y sé de dónde vengo, si ignoro a dónde voy. 
La tormenta de las facciones con su viento de llama 
Sin alterarla ha agitado mi alma. 
Nada inmundo en mi corazón, ningún limo impuro 
Que espere solo un viento para perturbar su azur! 
Después de haber cantado, escucho y contemplo, 
Al emperador caído levantando en la sombra un templo, 
Amante de la libertad por sus frutos, por sus flores, 
El trono por su derecho, el rey por sus desdichas; 
Finalmente fiel a la sangre que han vertido en mi vena 
Mi padre viejo soldado, mi madre vendeano! 
FIN 
 
Fragmento de Las hojas de otoño, 1831
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