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Estela del prodigio

[Poema - Texto completo.]

Ramón del Valle Inclán

Aromaban las yerbas todas,
Con aroma de santidad,
Y el sendero se estremecía
Bajo el orbillo matinal,
Cuando a su retiro del monte
Se tornaba, San Gundián.

Tañía en la gloria del alba
Una campana celestial,
Y el alma de las yerbas, iba
Trémula de amor y humildad,
A juntarse con la campana
Por la senda llena de paz.

Estábase una molinera
De su molino en el umbral:
En la cinta tiene la rueca
Y en los labios tiene un cantar.
Aquel molino el ermitaño
No lo había visto jamás.

Molino que estás hilando
A la vera de tu huedad,
Quieres decirme, si lo sabes,
A dónde este camino va
Que me basta a desconocerlo
De una noche la brevedad.

A la cueva de un penitente
En la hondura de un peñascal.
—Nunca falte lino a tu rueca
Ni verdores a tu linar
Ni a las piedras de tu molino
El agua que impulso les da.

La bendijo el santo ermitaño
Y se alejó con lento andar.
Cuando llegaba a su retiro,
Halló que un viejo con sayal,
Leyendo estaba en un infolio
Sobre una piedra del lindar.

Ermitaño que penitencia
Haces en esta soledad:
¿Cómo llegaste a mi cabaña
Donde nadie llegó jamás?
¿Cómo el roble que ayer nacía
Parece cien años contar?

El penitente alzó los ojos
Inclinados sobre el misal
Y saludó haciendo tres cruces
Con reverente cortedad,
Que en sueños le fuera anunciado
El retorno de San Gundián.

Padre de la barba florida
Por tres siglos de santidad,
Desde que oíste al ruiseñor
Primaveral y celestial,
Cinco ermitaños hemos sido
De este monte en la austeridad.

El santo sintió del milagro
El hálito ardiente en su faz,
Y bajo el roble, que de rosas
Se cubría como un rosal,
Vio que dos ángeles estaban
Una sepultura a cavar!…



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