a cada rato vuelve
a mí,
allá en su cama, ciego,
siendo lentamente consumido,
el pequeño bulldog,
las enfermeras merodeando, corriendo
las cortinas, las persianas, las sábanas.
viendo si aún seguía con vida.
el chico de Colorado.
el coraje de American Mercury.
el chico malo católico de Mencken.
que fue a Hollywood.
y se echó en su orilla.
consumiéndose, consumiéndose, consumiéndose,
hasta que se fue.
él nunca supo que sería famoso.
me pregunto si le hubiera
importado.
yo creo que sí.
John, este es tu gran momento.
entraste en los libros de la
eternidad
ahí junto a Dostoievski,
Tolstói, y tu pequeño
Sherwood Anderson
Te lo dije.
y tú decías
“¿no le echarías mierda a un viejo ciego,
verdad?”
ah, no hay necesidad de eso,
bulldog.
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