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Febo y Bóreas

[Minicuento - Texto completo.]

Jean de La Fontaine

Febo y Bóreas vieron a un viajero, que se había armado bien contra el mal tiempo. Era a la entrada del otoño, cuando son más necesarias las precauciones; tan pronto llueve como hace sol, y la brillante cinta de Iris avisa a los perspicaces que en esa estación no está de más la capa. Nuestro hombre, pues, esperaba lluvias, y se proveyó de un capotón fuerte y grueso.

—Ha creído este –dijo Bóreas–, que lo ha previsto todo; pero no ha pensado que, si comienzo a soplar, se irá al diablo su soberbia capa. Será cosa divertida ver sus apuros. ¿Quieres que probemos?

—Apostemos, sin gastar tanta saliva –contestó Júpiter–, quién de los dos arrancará más pronto ese abrigo a los hombros del satisfecho jinete. Comienza tú, te permito oscurecer mis rayos.

No hubo de insistir más, porque Bóreas, en el acto, hinchose como un globo y haciendo un estrépito de mil diablos, silbó, bramó, sopló, y produjo tal huracán que por todas partes derribó casas y echó barcas a pique: ¡no más que por una capa!

El jinete puso todo su ahínco en evitar que el viento hiciese presa en ella. Y esto lo salvó. Bóreas perdió el tiempo: cuanto más se esforzaba, mejor se defendía el combatido caballero, bien enrollado con el capotón. Cuando el soplador perdió la partida, Febo disipó el nublado, acarició e hizo entrar en calor al caminante, que al poco rato, sudando y trasudando, se despojaba del ya molesto abrigo.

Más vale maña que fuerza: lo que no pudieron violencias y furores, lo logran la suavidad y la dulzura.

FIN



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