¡Cuán tristes, oh Primavera,
cuán tristes son hoy tus goces!
Vírgenes atribuladas
en ansioso tropel corren,
la túnica desceñida,
los cabellos en desorden,
y con ayes lastimeros
«¡Adonis!» gritan «¡Adonis!»
La luz apaga el ocaso,
y ellas, por valles y bosques,
agitando rojas teas,
van buscando y dando voces.
Y entre lágrimas y risas,
y lamentos y clamores,
el eco apesadumbrado
¡Adonis!» repite «¡Adonis!»
El más gallardo mancebo,
el más amoroso joven,
tendido entre rosas yace
helado, lívido, inmóvil;
la púrpura de sus venas
colora todas las flores,
y llena todos los aires
el grito «¡Adonis! ¡Adonis!»
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