Finales abiertos y cerrados:
Instrucciones para escribir cuentos o novelas
[Cómo escribir cuentos o novelas]
Luis López Nieves
En términos generales un cuento o una novela puede tener dos tipos de finales: abierto o cerrado.
El final cerrado es cuando la historia termina definitivamente.
El final abierto es cuando algún elemento de la historia ha quedado abierto a la imaginación.
Supongamos que se trata de una novela ubicada en el siglo XVIII. Ayana, una africana joven y bella, es secuestrada en su tierra por piratas ingleses y llevada a Estados Unidos como esclava. Contamos los horrores de su travesía en el barco, el maltrato, la falta de comida y agua, las violaciones, las enfermedades, el hacinamiento, etc. En Estados Unidos la venden a una hacienda de algodón donde trabaja la tierra. El espíritu de Ayana es rebelde y ella busca escapar. Varias veces intenta fugarse y recibe castigos espantosos. Su espalda está cubierta de cicatrices debido a las tantas veces que la han azotado con el látigo.
Finalmente, luego de 300 páginas de sufrimientos, durante un intento de fuga Ayana es capturada y luego azotada hasta la muerte por su amo, con el fin de darle un ejemplo a los demás esclavos. La novela ha terminado definitivamente. Es un final cerrado.
¿Por qué? Porque para que exista un cuento o una novela tiene que haber un conflicto. En el caso del final cerrado, el conflicto ya no existe: Ayana ha muerto, ya no puede recuperar su libertad. Este es el caso de la mayoría de los cuentos de hadas como “La Caperucita Roja”, “La Cenicienta”, “La bella durmiente” o “La bella y la bestia”: el cuento (su conflicto particular) ha terminado.
Pero supongamos que el final de Ayana ha sido otro. Luego de 300 páginas de sufrimientos, un joven pasa a caballo y ve a Ayana trabajando la tierra. A pesar de sus tribulaciones, sigue bella. El hombre (David) se enamora de Ayana y ofrece comprársela al amo. Al principio el amo se resiste, porque de vez en cuando le gusta usar a Ayana para satisfacerse sexualmente, pero David sigue subiendo el precio hasta que el amo ya no puede resistir: vende a Ayana. El nuevo amo lleva a Ayana a su mansión y lo primero que hace es regalarle la libertad a cambio de nada. Le dice que puede quedarse en la casa y vivir como una dama hasta que se conozcan mejor. David le asigna sirvientes a Ayana, le compra la mejor ropa, la coloca en una estupenda habitación de la mansión. Poco a poco Ayana va bajando la guardia y descubre que las intenciones de David son genuinas: la ama. Un día el joven le ofrece matrimonio. Ayana le dice que agradece mucho todo lo que él ha hecho por ella, pero le confiesa que está indecisa: no sabe si casarse con él o regresar a su hogar en África. Suben a una colina. La tarde es fresca. Abrazados, miran el atardecer. David le dice a Ayana que la ama, pero que ella es libre. Ser su marido lo haría feliz, pero la decisión está en manos de ella. Si Ayana decide regresar a África, él la llevará personalmente para garantizar su seguridad. Se besan y termina la novela.
En este caso se trata de un final abierto. ¿Por qué? Para empezar, no sabemos qué decisión tomará Ayana. Basados en lo que conocemos de su carácter y sentimientos, podemos especular. Por tanto, en cierta medida un aspecto del conflicto ha quedado en el aire. Pero, aclaro, en realidad la parte principal del conflicto -la esclavitud y el sufrimiento de Ayana- ha quedado resuelto. Ya no es esclava ni sufre. En ese sentido, el conflicto ha terminado. Por eso sentimos que realmente estamos ante el final de una novela, que no es una novela incompleta. Pero la decisión definitiva de Ayana, que no se nos revela, hace que el final quede abierto… a la interpretación o especulación.
En resumen: ambos finales son igualmente válidos y agradables. La diferencia principal es que en el final cerrado el conflicto ha quedado absolutamente resuelto. En el final abierto queda una porción del conflicto abierto a la imaginación del lector.
FIN