Aunque todos en este pueblo aplaudan y celebren
y me acusen de obstinada porfía
por desobedecer la costumbre y la ley del estado
que obliga a celebrar y aprobar lo que todos aprueban,
yo seguiré negándome a tales exaltaciones,
y no me siento réprobo
ni acreedor a castigo,
aunque sé que no tengo sino una sola razón a mi favor,
ni menor ni mayor que otra cualquiera esgrimida en mi contra,
y eso será mi fuerza y mi verdad:
sentir que así pervive la mayoría de uno.