Hace una pena,
ella a quien yo abrazaba en los pastos y la flor,
golpeada por el agua desde la espina en forma de guadaña.
mar y viento de infierno,
un tallo abigarrado que asaltaba la torre,
doncella rosa y macho,
o, venus en el mástil, que a través de la cuenca del remero
navegaba hacia el sol;
ella, la que es mi pena,
una crisálida abriéndose en el hierro.
arrebatada por mi dedo macho, el plomizo capullo
disparado a través de la hoja,
era quien se doblaba sobre la vara florida
Aarón rosa arrojada al infortunio,
el cuerno y la bola del agua sobre la rana
que moraba en la costa.
Y ella la que reposa,
como el éxodo, un capítulo más allá del jardín.
fulgurante en su anillo la cólera del lirio,
arrastraba en los días
las jarcias de su herencia, las guerras del perdón,
sobre el campo y la arena
los doce triángulos del viento querubín
cincelaban sus pasos.
Entonces, ¿quién es ella,
ella la que me abraza? El mar de gente la transita
expulsa al padre del asolado campamento;
las cavernas de la forma
forman todos sus vástagos con la voz larga del agua.
porque ella a quien poseo,
tumba de manos rústicas encajonada en el amor,
se alza ante las tinieblas.
Y la noche está cerca,
es una macilenta forma que salta sobre ella, tiempo y ácido
yo le digo: antes que el gallo sol
eche al fuego sus huesos
que respire a sus muertos, por la semilla y la materia
que se arrastra en sus mares,
así cruza la mano con sus severos y gitanos ojos
y se cierra su puño.
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