Una abeja zumbadora, un pequeño y susurrante arroyo un par de halcones girando al vuelo en clamorosa agitación alrededor de la cima de una alta roca-su aérea citadela; por cada una y todas estas cosas gozó el oído pensativo en el silencio que siguió, cuando hubimos pasado por el umbral de la cabaña y al fondo de ese solitario valle, se destacaba, una vez más, debajo de la bóveda azul y sin una sola nube.