Casa digital del escritor Luis López Nieves


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Hamlet

[Teatro - Texto completo.]

William Shakespeare

DRAMATIS PERSONAE

 

El ESPECTRO

HAMLET,              Príncipe de Dinamarca

El REY                   Claudio, hermano del difunto Rey Hamlet

La PEINA               Gertrudis, viuda del difunto Rey Hamlet y esposa del Rey Claudio

POLONIO,             dignatario de la corte danesa

OFELIA,                hija de Polonio

LAERTES,             hijo de Polonio

REINALDO,          criado de Polonio

HORACIO             amigos de Hamlet

ROSENCRANTZ  amigos de Hamlet

GUILDENSTERN amigos de Hamlet

VOLTEMAND      cortesanos

CORNELIO           cortesanos

OSRIC                    cortesanos

FRANCISCO         soldados

BERNARDO         soldados

MARCELO            soldados

FORTINBRÁS,       Príncipe de Noruega

Un CAPITÁN         del ejército noruego

El ENTERRADOR

SU COMPAÑERO

Un SACERDOTE

ACTORES

MARINEROS

SECUACES de Laertes

EMBAJADORES de Inglaterra

Cortesanos, mensajeros, criados, guardias, soldados, acompañamiento.


LA TRAGEDIA DE HAMLET,

PRÍNCIPE DE DINAMARCA

 

I.i Entran BERNARDO y FRANCISCO, dos centinelas.

 

BERNARDO

¿Quién va?

FRANCISCO

¡Contestad vos! ¡Alto, daos a conocer!

BERNARDO

¡Viva el rey!

FRANCISCO

¿Bernardo?

BERNARDO

El mismo.

FRANCISCO

Llegas con gran puntualidad.

BERNARDO

Ya han dado las doce: acuéstate, Francisco.

FRANCISCO

Gracias por el relevo. Hace un frío ingrato, y estoy abatido.

BERNARDO

¿Todo en calma?

FRANCISCO

No se ha oído un ratón.

BERNARDO

Muy bien, buenas noches.

Si ves a Horacio y a Marcelo,

mis compañeros de guardia, dales prisa.

 

Entran HORACIO y MARCELO.

 

FRANCISCO

Creo que los oigo. ¡Alto! ¿Quién va?

HORACIO

Amigos de esta tierra.

MARCELO

Y vasallos del rey danés.

FRANCISCO

Adiós, buenas noches.

MARCELO

Adiós, buen soldado. ¿Quién te releva?

FRANCISCO

Bernardo. Quedad con Dios.

 

Sale.

 

MARCELO

¡Eh, Bernardo!

BERNARDO

¡Eh! Oye, ¿está ahí Horacio?

HORACIO

Parte de él.

BERNARDO

Bienvenido, Horacio. Bienvenido, Marcelo.

MARCELO

¿Se ha vuelto a aparecer eso esta noche?

BERNARDO

Yo no he visto nada.

MARCELO

Dice Horacio que es una fantasía,

y se resiste a creer en la espantosa

figura que hemos visto ya dos veces.

Por eso le he rogado que vigile

con nosotros el paso de la noche,

para que, si vuelve ese aparecido,

confirme que lo vimos y le hable.

HORACIO

¡Bah! No vendrá.

BERNARDO

Siéntate un rato

y deja que asediemos tus oídos,

tan escudados contra nuestra historia,

diciéndote lo que hemos visto estas dos noches

HORACIO

Muy bien, sentémonos

y oigamos lo que cuenta Bernardo.

BERNARDO

Anoche mismo, cuando esa estrella

que hay al oeste de la polar se movía

iluminando la parte del cielo

en que ahora brilla, Marcelo y yo,

con el reloj dando la una…

 

Entra el ESPECTRO.

 

MARCELO

¡Chsss! No sigas: mira, ahí viene.

BERNARDO

La misma figura; igual que el rey muerto.

MARCELO

Tú tienes estudios: háblale, Horacio.

BERNARDO

¿No se parece al rey? Fíjate, Horacio.

HORACIO

Muchísimo. Me sobrecoge y angustia.

BERNARDO

Quiere que le hablen.

MARCELO

Pregúntale, Horacio.

HORACIO

¿Quién eres, que usurpas esta hora de la noche

y la forma intrépida y marcial

del que en vida fue rey de Dinamarca?

Por el cielo, te conjuro que hables.

MARCELO

Se ha ofendido.

BERNARDO

Mira, se aleja solemne.

HORACIO

Espera, habla, habla. Te conjuro que hables.

 

Sale el ESPECTRO.

 

MARCELO

Se fue sin contestar.

BERNARDO

Bueno, Horacio. Estás temblando y palideces.

¿No es esto algo más que una ilusión?

¿Qué opinas?

HORACIO

Por Dios, que no lo habría creído

sin la prueba real y terminante

de mis ojos.

MARCELO

¿Verdad que se parece al rey?

HORACIO

Como tú a ti mismo.

Tal era la armadura que llevaba

cuando combatió al ambicioso rey noruego.

Tal su ceño cuando, tras fiera discusión,

a los polacos aplastó en sus trineos

sobre el hielo. Es asombroso.

MARCELO

Con paso tan marcial ha cruzado ya dos veces

nuestro puesto a esta hora cerrada de la noche.

HORACIO

No puedo interpretarlo exactamente,

pero, en lo que se me alcanza, creo que esto

presagia conmoción en nuestro estado.

MARCELO

Bueno, sentaos, y dígame quien lo sepa

por qué se exige cada noche al ciudadano

tan estricta y rigurosa vigilancia;

por qué tanto fundir cañones día tras día

y comprar armamento al extranjero;

por qué se reclutan calafates, cuyo esfuerzo

no distingue el domingo en la semana.

¿Qué ejército amenaza para que prisa y sudor

hagan compañeros de trabajo al día y a la noche?

¿Quién puede informarme?

HORACIO

Yo puedo. Al menos, el rumor

que corre es este: nuestro difunto rey,

cuya imagen se nos ha aparecido ahora,

sabéis que fue retado por Fortinbrás

de Noruega, que se crecía en su afán

de emulación. Nuestro valiente Hamlet,

pues tal era su fama en el mundo conocido,

mató a Fortinbrás, quien, según pacto sellado,

con refrendo de las leyes de la caballería,

con su vida entregó a su vencedor

todas las tierras de que era propietario:

nuestro rey había puesto en juego

una parte equivalente, que habría recaído

en Fortinbrás, de haber triunfado éste;

de igual modo que la suya, según

lo previsto y pactado en el acuerdo,

pasó a Hamlet. Pues bien, Fortinbrás el joven,

rebosante de ímpetu y ardor,

por los confines de Noruega ha reclutado

una partida de aventureros sin tierras,

carne de cañón para un empeño

de coraje, que no es más,

como han visto muy bien en el gobierno,

que arrebatarnos por la fuerza

y el peso de las armas esas tierras

perdidas por su padre. Creo que esta es

la causa principal de los aprestos,

la razón de nuestra guardia, la fuente

del tráfago y actividad en nuestro reino.

 

Vuelve a entrar el ESPECTRO.

 

Pero, ¡alto, mirad! ¡Ahí vuelve! Le saldré

al paso, aunque me fulmine. ¡Detente, ilusión!

 

El ESPECTRO abre los brazos.

 

Si hay en ti voz o sonido, háblame.

Si hay que hacer alguna buena obra

que te depare alivio y a mí, gracia, háblame.

Si sabes de peligros que amenacen

a tu patria y puedan evitarse, háblame.

O, si escondes en el vientre de la tierra

tesoros en vida mal ganados, lo cual,

según se cree, os hace a los espíritus

vagar en vuestra muerte, háblame. ¡Detente y habla!

 

Canta el gallo.

 

¡Detenlo tú, Marcelo!

MARCELO

¿Le doy con mi alabarda?

HORACIO

Si no se para, dale.

BERNARDO

¡Está aquí!

HORACIO

¡Aquí!

 

Sale el ESPECRRO.

 

MARCELO

Se ha ido.

Hicimos mal en usar la violencia

con un ser de tanta majestad,

pues es invulnerable como el aire

y pretender agredirle es una burla.

BERNARDO

Iba a hablar cuando cantó el gallo.

HORACIO

Y se sobresaltó como un culpable

citado por el juez. He oído decir

que el gallo, clarín de la mañana,

despierta con su voz altiva y penetrante

al dios del día y que, alertados,

en tierra o aire, mar o fuego,

los espíritus errantes en seguida

se recluyen: de que es verdad

ha dado prueba este aparecido.

MARCELO

Se esfumó al cantar el gallo.

Dicen que en los días anteriores

al del nacimiento de nuestro Salvador

el ave de la aurora canta toda la noche;

entonces, dicen, no vagan los espíritus,

las noches son puras, los astros no dañan,

las hadas no embrujan, las brujas no hechizan:

tan santo y tan bendito es este tiempo.

 

HORACIO

Eso he oído, y lo creo en parte. Mas mirad:

con manto cobrizo, el alba camina

sobre el rocío de esa cumbre del oriente.

Dejemos la guardia y, si os parece,

vamos a contar al joven Hamlet

lo que hemos visto esta noche, pues, por mi vida,

que el espectro, mudo con nosotros, le hablará.

¿Estáis de acuerdo en que debemos informarle,

como exigen la amistad y nuestro deber?

MARCELO

Sí, vamos, que sé dónde podemos

hallarle fácilmente esta mañana.

 

Salen.

 

I.ii     Entran Claudio, REY de Dinamarca, la REINA Gertrudis, HAMLET, POLONIO, LAERTES y su hermana OFELIA, señores y acompañamiento.

 

REY

Aunque la muerte de mi amado hermano Hamlet

sigue viva en el recuerdo, y procedía

sumirse en el dolor y fundirse todo el reino

en un solo semblante de tristeza,

no obstante, tanto han combatido la cordura

y el afecto, que ahora le lloro con buen juicio

sin haber olvidado mi persona.

Por eso, a quien fuera mi cuñada, hoy mi reina,

viuda corregente de nuestra guerrera nación,

con, por así decir, la dicha ensombrecida,

con un ojo radiante y el otro desolado,

con gozo en las exequias y duelo en nuestra boda,

equilibrando el júbilo y el luto,

la he tomado por esposa. Y no he desestimado

vuestro buen criterio, que siempre prodigasteis

en el curso de este asunto. Por todo ello, gracias.

Ahora sabed que Fortinbrás el joven,

juzgando mal nuestra valía o creyendo

que, tras la muerte de mi amado hermano,

la nación está descoyuntada y en desorden,

y movido por sueños de ventaja,

no ha dejado de asediarme con mensajes

que reclaman la entrega de las tierras

perdidas por su padre y en buena ley ganadas

por mi valiente hermano. Esto, en cuanto a él.

 

Entran VOLTEMAND y CORNELIO.

 

Respecto a mí y a la presente reunión,

el caso es como sigue: he escrito esta carta

al rey noruego, tío de Fortinbrás el joven,

quien, sin fuerzas y postrado, apenas sabe

la intención de su sobrino, pidiéndole

que detenga su avance, ya que toda

la tropa reclutada se compone

de súbditos suyos. Y así os envío,

queridos Cornelio y Voltemand,

como portadores de mi saludo al viejo rey,

sin daros más poder personal

para negociar con el noruego que el fijado

ampliamente en estas cláusulas. Adiós,

y que vuestra rapidez sea prueba de lealtad.

VOLTEMAND

En esto como en todo veréis nuestra lealtad.

REY

No puedo dudarlo. Cordialmente, adiós.

 

Salen VOLTEMAND y CORNELIO.

 

Bien, Laertes, ¿qué hay de nuevo?

Me hablaste de una súplica. ¿Cuál es, Laertes?

Al rey danés nada que sea de razón

le pedirás en vano. ¿Qué solicitas, Laertes,

que no pueda ser mi ofrecimiento, y no tu ruego?

La cabeza no será tan afín al corazón,

ni la mano diligente con la boca

como el trono de Dinamarca con tu padre.

¿Qué deseas, Laertes?

LAERTES

Augusto señor, la merced

de vuestra venia para regresar a Francia,

pues, aunque vine a Dinamarca de buen grado

a mostraros mi lealtad en vuestra coronación,

ahora confieso que, cumplido mi deber,

mis pensamientos y deseos miran a Francia

y se inclinan en demanda de permiso.

REY

¿Tienes la venia de tu padre? ¿Qué dice Polonio?

POLONIO

Sí, mi señor.

Os suplico que le deis vuestra licencia.

REY

Disfruta de tus años, Laertes; tuyo sea el tiempo

y emplea tus buenas prendas a tu gusto. –

Y ahora, sobrino Hamlet e hijo mío…

HAMLET

Más en familia y menos familiar.

REY

¿Cómo es que estás siempre tan sombrío?

HAMLET

No, mi señor: es que me da mucho el sol.

REINA

Querido Hamlet, sal de tu penumbra

y mira a Dinamarca con ojos de afecto.

No quieras estar siempre, con párpado abatido,

buscando en el polvo a tu noble padre.

Sabes que es ley común: lo que vive, morirá,

pasando por la vida hacia la eternidad.

HAMLET

Sí, señora, es ley común.

REINA

Si lo es, ¿por qué parece para ti tan singular?

HAMLET

¿Parece, señora? No: es. En mí no hay «parecer».

No es mi capa negra, buena madre,

ni mi constante luto riguroso,

ni suspiros de un aliento entrecortado,

no, ni ríos que manan de los ojos,

ni expresión decaída de la cara,

con todos los modos, formas y muestras de dolor,

lo que puede retratarme; todo eso es «parecer»,

pues son gestos que se pueden simular.

Lo que yo llevo dentro no se expresa;

lo demás es ropaje de la pena.

REY

Es bueno y digno de alabanza, Hamlet,

que llores a tu padre tan fielmente,

pero sabes que tu padre perdió un padre,

y ese padre perdió al suyo; y que el deber filial

obligaba al hijo por un tiempo

a guardar luto. Pero aferrarse

a un duelo pertinaz es conducta

impía y obstinada, dolor poco viril,

y muestra voluntad contraria al cielo,

ánimo débil, alma impaciente,

entendimiento ignorante e inmaduro.

Pues, sabiendo que hay algo inevitable

y tan común como la cosa más normal,

¿por qué hemos de tomarlo tan a pecho

en necia oposición? ¡Vamos! Es una ofensa al cielo,

ofensa al muerto, ofensa a la realidad

y hostil a la razón, cuya plática perpetua

es la muerte de los padres, y que siempre,

desde el primer cadáver hasta el último,

ha proclamado: «Así ha de ser.» Te ruego

que entierres esa pena infructuosa y que veas

en mí a un padre, pues sepa el mundo

que tú eres el más próximo a mi trono,

y que pienso prodigarte un género de afecto

en nada inferior al que el más tierno padre

profese a su hijo. Respecto a tu propósito

de volver a la universidad de Wittenberg ,

no podría ser más contrario a mi deseo,

y te suplico que accedas a quedarte,

ante el gozo y alegría de mis ojos,

cual cortesano principal, sobrino e hijo mío.

REINA

Que tu madre no te ruegue en vano, Hamlet:

quédate con nosotros, no vayas a Wittenberg.

HAMLET

Haré cuanto pueda por obedeceros, señora.

REY

Una respuesta grata y cariñosa.

Sé como yo mismo en Dinamarca. -Venid, señora.

El libre y gentil asentimiento de Hamlet

sonríe a mi corazón; en gratitud

el rey no brindará en este día

sin que el cañón a las nubes lo proclame

y mi brindis retumbe por el cielo,

repitiendo el trueno de la tierra. Vamos.

 

Salen todos menos HAMLET.

 

HAMLET

¡Ojalá que esta carne tan firme, tan sólida,

se fundiera y derritiera hecha rocío,

o el Eterno no hubiera promulgado

una ley contra el suicidio! ¡Ah, Dios, Dios,

que enojosos, rancios, inútiles e inertes

me parecen los hábitos del mundo!

¡Me repugna! Es un jardín sin cuidar,

echado a perder: invadido hasta los bordes

por hierbas infectas. ¡Haber llegado a esto!

Muerto hace dos meses… No, ni dos; no tanto.

Un rey tan admirable, un Hiperión

al lado de este sátiro, tan tierno con mi madre

que nunca permitía que los vientos del cielo

le hiriesen la cara. ¡Cielo y tierra!

¿He de recordarlo? Y ella se le abrazaba

como si el alimento le excitase

el apetito; pero luego, al mes escaso…

¡Que no lo piense! Flaqueza, te llamas mujer.

Al mes apenas, antes que gastase los zapatos

con los que acompañó el cadáver de mi padre

como Níobe, toda llanto, ella, ella

(¡Dios mío, una bestia sin uso de razón

le habría llorado más!) se casa con mi tío,

hermano de mi padre, y a él tan semejante

como yo a Hércules; al mes escaso,

antes que la sal de sus lágrimas bastardas

dejara de irritarle los ojos,

vuelve a casarse. ¡Ah, malvada prontitud,

saltar con tal viveza al lecho incestuoso!

Ni está bien, ni puede traer nada bueno.

Pero estalla, corazón, porque yo debo callar.

 

Entran HORACIO, BERNARDO y MARCELO.

 

HORACIO

Salud a Vuestra Alteza.

HAMLET

Me alegro de veros…

¡Horacio, o no sé quién soy!

HORACIO

El mismo, señor, y vuestro humilde servidor.

HAMLET

Mi buen amigo, y yo servidor tuyo.

¿Qué te trae de Wittenberg, Horacio?-

¡Marcelo!

MARCELO [saludando]

   Mi señor…

HAMLET

Me alegro de verte. [A BERNARDO] Buenas tardes.

Pero, ¿qué te trae de Wittenberg, Horacio?

HORACIO

Mi afición a la vagancia, señor.

HAMLET

Que no me lo diga tu enemigo,

ni tú ofendas mis oídos confiándoles

una imagen tan adversa de ti mismo.

Sé que no eres ningún vago.

Dime, ¿qué estás haciendo en Elsenor?

Te enseñaremos a beber a gusto antes de irte.

HORACIO

Señor, he venido al funeral de vuestro padre.

HAMLET

Compañero, no te burles, te lo ruego:

di más bien a la boda de mi madre.

HORACIO

La verdad es que vinieron muy seguidos.

HAMLET

Ahorro, Horacio, ahorro: los pasteles funerarios

han sido el plato frío de la boda.

Antes encontrar en el cielo a mi peor enemigo

que haber visto ese día, Horacio.

Mi padre… Creo que veo a mi padre.

HORACIO

¿Dónde, señor?

HAMLET

En mi pensamiento, Horacio.

HORACIO

Yo le vi una vez: era un rey admirable.

HAMLET

Era un hombre, perfecto en todo y por todo;

ya nunca veré su igual.

HORACIO

Señor, creo que le vi anoche.

HAMLET

¿Viste? ¿A quién?

HORACIO

Señor, a vuestro padre el rey.

HAMLET

¡A mi padre el rey!

HORACIO

Templad por un instante vuestro asombro

y escuchad con atención la maravilla

que voy a relataros, con estos dos

señores por testigos.

HAMLET

¡Por Dios santo, cuéntame!

HORACIO

Dos noches seguidas, a estos dos señores,

Marcelo y Bernardo, haciendo guardia

en el vacío sepulcral de media noche,

se les ha aparecido una figura

igual que vuestro padre, armada de pies a cabeza,

que ante ellos camina solemne,

con paso lento y grave. Tres veces anduvo

ante sus ojos aterrados y suspensos,

a la distancia de su bastón de mando,

mientras ellos, encogidos de pavor,

se quedaban mudos sin hablarle. A mí

me lo contaron con miedo y sigilo,

y la tercera noche yo velé con ellos;

y allí, tal como dijeron, la hora,

la figura, hasta la última sílaba,

llegó el aparecido. Era vuestro padre,

como iguales son mis manos.

HAMLET

Pero, ¿dónde fue eso?

MARCELO

Señor, en la explanada donde hacíamos la guardia.

HAMLET

¿Y no le hablaste?

HORACIO

Le hablé, señor, pero él no contestó;

aunque una vez, alzando la cabeza,

se movió como si fuese a hablar,

pero entonces cantó fuerte el gallo mañanero

y, al oírlo, el espectro se esfumó

y desapareció de nuestra vista.

HAMLET

Asombroso.

HORACIO

Alteza, por mi vida que es verdad;

pensamos que era nuestra obligación

hacéroslo saber.

HAMLET

Sí, sí, claro; pero me inquieta. –

¿Hacéis guardia esta noche?

BERNARDO y MARCELO

Sí, señor.

HAMLET

¿Decís que armado?

BERNARDO y MARCELO

Armado, señor.

HAMLET

¿De pies a cabeza?

BERNARDO Y MARCELO

Señor, de la cabeza a los pies.

HAMLET

Entonces no le visteis la cara.

HORACIO

Sí, señor: la visera estaba en alto.

HAMLET

¿Tenía mirada fiera?

HORACIO

Un semblante de pesar más que de ira.

HAMLET

¿Pálido o encendido?

HORACIO

No, muy pálido.

HAMLET

¿Y te miraba de frente?

HORACIO

Con la vista clavada.

HAMLET

¡Quién hubiera estado allí!

HORACIO

Os habría aterrado.

HAMLET

Sí, seguramente. ¿Se quedó mucho tiempo?

HORACIO

Lo que se tarda en contar cien sin mucha prisa.

BERNARDO y MARCELO

Más tiempo, más.

HORACIO

Cuando yo le vi, no.

HAMLET

Tenía la barba cana, ¿o no?

HORACIO

La tenía igual que en vida:

de un negro plateado.

HAMLET

Esta noche velaré.

Quizá vuelva a aparecerse.

HORACIO

Seguro que vuelve.

HAMLET

Si adopta la figura de mi noble padre

le hablaré, aunque se abra la boca del infierno

y me mande callar. Os lo suplico,

si no habéis revelado aún la aparición,

seguid manteniéndola en secreto,

y a lo que vaya a suceder en esta noche

podéis darle sentido, mas no lengua.

Premiaré vuestra amistad. Y ahora, adiós:

en la explanada, entre las once y las doce,

me reuniré con vosotros.

LOS TRES

Nuestra lealtad a Vuestra Alteza.

HAMLET

Decid afecto y recibid el mío. Adiós.

 

Salen [todos menos HAMLET].

 

¿El espectro de mi padre en armas? Algo pasa.

Sospecho una traición. ¡Ojalá fuese de noche!

Mientras, alma mía, aguarda: la ruindad,

por más que la entierren, se descubrirá.

 

Sale.

 

I.iii Entran LAERTES y OFELIA.

 

LAERTES

Mi equipaje está embarcado. Adiós.

Hermana, siempre que el viento sea próvido

y zarpe algún barco, no descanses

hasta haberme escrito.

OFELIA

¿Lo dudas?

LAERTES

Respecto a Hamlet y su vano galanteo,

tenlo por capricho e impulsiva liviandad,

por violeta de su joven primavera:

precoz, mas transitoria; grata, mas huidiza;

perfume y pasatiempo de un minuto, nada más.

OFELIA

¿Nada más?

LAERTES

Seguro que nada más.

No crecemos solamente en tamaño

y en vigor, sino que con nuestro cuerpo

aumenta la eficacia de la mente

y el espíritu. Tal vez te quiera ahora

y no haya mancha ni doblez que empañe

sus nobles intenciones. Mas desconfía:

su grandeza le impide su deseo

y su regia cuna le somete.

Él no puede hacer su voluntad

como la gente sin rango, pues de su elección

depende el bienestar de todo el reino,

y por eso su elección se supedita

al voto y aquiescencia de ese cuerpo

del cual él es cabeza. Si te dice que te quiere,

podrá creerlo tu prudencia en la medida

en que él, por su altura y posición,

pueda cumplirlo, es decir, no más allá

del sentir general de Dinamarca.

Así que considera tu deshonra

si, crédula, escuchas su cantar,

le das tu corazón o le abres

tu casto tesoro a su empeño inmoderado.

Cuidado, Ofelia, ten cuidado, hermana mía;

mantente en retaguardia del cariño,

no te expongas al peligro del deseo.

La más recatada se prodiga

si a la luna revela su belleza.

Ni la virtud escapa a la calumnia.

El gusano estraga los renuevos

antes que florezcan, y en la aurora

y el fresco rocío de nuestros años

es cuando las plagas más corrompen.

Guárdate; el temor es la mejor defensa:

la sangre joven, sin tentarla, se subleva.

OFELIA

El sentido de tu buena lección

será el guardián de mi pecho. Mas, hermano,

no me enseñes, como el mal sacerdote,

la espinosa pendiente del cielo

mientras tú, cual fatuo libertino,

sigues la senda florida del placer

y no tus propios consejos.

LAERTES

No temas por mí.

 

Entra POLONIO.

 

Me estoy demorando. Aquí está nuestro padre.

Doble bendición es doble fortuna:

feliz ocasión para otra despedida.

POLONIO

¿Aún aquí, Laertes? ¡Por Dios, a bordo, a bordo!

El viento ya ha hinchado tus velas, y están

esperándote. Llévate mi bendición

y graba en tu memoria estos principios:

no le prestes lengua al pensamiento,

ni lo pongas por obra si es impropio.

Sé sociable, pero no con todos.

Al amigo que te pruebe su amistad

sujétalo al alma con aros de acero,

pero no embotes tu mano agasajando

al primer conocido que te llegue.

Guárdate de riñas, pero, si peleas,

haz que tu adversario se guarde de ti.

A todos presta oídos; tu voz, a pocos.

Escucha el juicio de todos, y guárdate el tuyo.

Viste cuan fino permita tu bolsa,

mas no estrafalario; elegante, no chillón,

pues el traje suele revelar al hombre,

y los franceses de rango y calidad

son de suma distinción a este respecto.

Ni tomes ni des prestado, pues dando

se suele perder préstamo y amigo,

y tomando se vicia la buena economía.

Y, sobre todo, sé fiel a ti mismo,

pues de ello se sigue, como el día a la noche,

que no podrás ser falso con nadie.

Adiós. Mi bendición madure esto en ti.

LAERTES

Humildemente de vos me despido.

POLONIO

El tiempo te llama. Corre, los criados esperan.

LAERTES

Adiós, Ofelia, y recuerda bien

lo que te he dicho.

OFELIA

Lo he encerrado en la memoria,

y tú guardarás la llave.

LAERTES

Adiós.

 

Sale.

 

POLONIO

¿Qué es lo que te ha dicho, Ofelia?

OFELIA

Con permiso, una cosa del Príncipe Hamlet

POLONIO

Vaya, ha hecho bien.

Me han dicho que últimamente te dedica

mucho tiempo y que tú le dispensas

tu atención con gran esplendidez.

Si es así, como me han insinuado

a modo de aviso, debo decirte

que no pareces comprender con claridad

tu lugar como hija mía ni tu honra.

¿Qué hay entre vosotros? Dime la verdad.

OFELIA

Señor, últimamente me ha dado

muchas muestras de su afecto.

POLONIO

¿Afecto? ¡Bah! Veo que estás verde

e inexperta en cuestión tan peligrosa.

¿Crees en sus muestras, como tú las llamas?

OFELIA

Señor, no sé qué pensar.

POLONIO

Pues yo te enseñaré. Considérate una niña

al haber dado por valiosas unas muestras

que no son de ley. Muéstrate más cauta

o, por no agotar el término acosándolo,

harás que yo sea muestra de idiotez.

OFELIA

Señor, me ha galanteado

de un modo decoroso.

POLONIO

Ya, a modo de capricho. ¡Vamos, vamos!

OFELIA

Y me ha corroborado sus palabras

con todos los divinos juramentos.

POLONIO

Sí, cepos para pájaros. Sé bien

que, cuando arde la sangre, el alma se prodiga

en juramentos. Hija, esas llamaradas,

que dan más luz que calor y se extinguen

cuando parece que prometen,

no las tomes por fuego. Desde ahora, hija,

escatima un poco más tu virginal presencia,

haz que tus encuentros exijan algo más

que la orden de acudir. Respecto a Hamlet,

créele en la medida en que es joven,

y piensa que el ronzal con que se mueve

es mucho más largo que el tuyo. En suma, Ofelia,

no creas sus juramentos, pues son intermediarios

de distinto color del que los viste,

abogados de causas impías, que se expresan

como santos y piadosos alcahuetes

para seducirte mejor. No lo repetiré:

hablando claro, no quiero que en adelante

deshonres ni un momento de tu ocio

conversando con el Príncipe Hamlet.

Haz lo que te digo. Vamos, ven.

OFELIA

Os obedeceré, señor.

 

Salen.

 

I.iv Entran HAMLET, HORACIO y MARCELO.

 

HAMLET

El viento corta implacable. Hace mucho frío.

HORACIO

Este viento hiela y te traspasa.

HAMLET

¿Qué hora es?

HORACIO

Creo que casi las doce.

MARCELO

No, ya las han dado.

HORACIO

¿Ah, sí? No he oído nada.

Entonces se acerca la hora

en que el espectro acostumbra a vagar.

 

Toque de trompetas y dos salvas.

 

¿Qué significa esto, señor?

HAMLET

El rey trasnocha y alza el codo,

está de borrachera, baila como un remolino

y, cada vez que se atiza su vino del Rin,

rebuznan las trompetas y timbales

celebrando su brindis.

HORACIO

¿Es la costumbre?

HAMLET

Vaya que sí.

Pero, a mi juicio y aunque vine al mundo aquí

y estoy hecho a ella, es una costumbre

que más honra perder que conservar.

 

Entra el ESPECTRO.

 

HORACIO

¡Mirad, señor, ahí viene!

HAMLET

¡Los ángeles del cielo nos protejan!

Seas espíritu del bien o genio maldito,

traigas auras celestiales o rachas del infierno,

sean tus propósitos malvados o benignos,

tu aspecto tanto mueve a preguntar

que voy a hablarte. Te llamaré Hamlet,

rey, padre, excelso danés. ¡Ah, contesta!

No me dejes que estalle en la ignorancia,

sino dime por qué tus restos consagrados

han roto su mortaja, por qué el sepulcro

al que en calma descendiste abre ahora

sus pesadas mandíbulas de mármol

para arrojarte de sí. ¿Qué puede suceder

para que tú, estando muerto, bajo la tenue luna

aparezcas otra vez revestido de acero,

llenando la noche de espanto, y a nosotros,

juguetes de la vida, nos perturbes

con pensamientos que rebasan nuestra mente?

¿Por qué? Di. ¿Por qué razón? ¿Qué hemos de hacer?

 

El ESPECTRO le hace señas.

 

HORACIO

Os llama para que le sigáis,

como si quisiera haceros una confidencia.

MARCELO

Mirad, con un gesto cortés

os llama a un lugar más apartado.

¡No vayáis!

HORACIO

No, de ningún modo.

HAMLET

Se niega a hablar. Tengo que seguirle.

HORACIO

¡Señor, no!

HAMLET

Pero, ¿a qué viene el miedo?

Mi vida no vale para mí ni un alfiler

y, en cuanto a mi alma, ¿qué puede él hacerle

si es tan inmortal como él mismo?

Me vuelve a llamar. Voy a seguirle.

HORACIO

Señor, ¿y si os condujese hacia las aguas

o a la espantosa cima de la roca

que se descuelga amenazante sobre el mar

y adoptase alguna forma aterradora

que os privara del poder de la razón

y os llevase a la locura? Pensadlo bien.

HAMLET

Me sigue llamando. – Ya voy, te sigo.

MARCELO

No debéis ir, señor.

HAMLET

¡Quítame las manos!

HORACIO

Hacednos caso, no vayáis.

HAMLET

Me llama el destino, y la más fina

arteria de este cuerpo es tan potente

cual las fibras del león de Nemea.

Aún me hace señas. ¡Soltadme, señores!

Por Dios, que a quien me pare volveré un espectro.

¡Fuera ya! – Vamos, te sigo.

 

Salen el ESPECTRO y HAMLET.

 

HORACIO

Sus fantasías le trastornan.

MARCELO

Sigámosle. No conviene obedecerle.

HORACIO

Vamos tras él. ¿Adónde puede llevar esto?

MARCELO

Algo podrido hay en Dinamarca.

HORACIO

El cielo dispondrá.

MARCELO

Nosotros sigámosle.

 

Salen.

 

I.v Entran el ESPECTRO y HAMLET.

 

HAMLET

¿Adónde me llevas? No pienso seguir.

ESPECTRO

Escúchame.

HAMLET

Habla.

ESPECTRO

Se acerca la hora en que he de entregarme

al tormento de las llamas sulfúreas.

HAMLET

¡Ah, pobre ánima!

ESPECRRO

No me compadezcas, sino presta

oído atento a lo que voy a revelarte.

HAMLET

Habla, he de oírte.

ESPECTRO

Y habrás de vengarme cuando oigas.

HAMLET

¿Qué?

ESPECTRO

Soy el alma de tu padre,

condenada por un tiempo a vagar en la noche

y a ayunar en el fuego por el día

mientras no se consuman y purguen los graves

pecados que en vida cometí. Si no me hubieran

prohibido revelar los secretos de mi cárcel,

oirías una historia cuya más leve palabra

desgarraría tu alma, te helaría la sangre,

como estrellas te haría saltar los ojos

de sus órbitas, y erizaría tu liso cabello,

poniendo de punta cada pelo,

como púas de aterrado puercoespín.

Pero esta proclamación del más allá

no es para oídos de mortales. ¡Ah, Hamlet, escucha!

Si alguna vez quisiste a tu padre…

HAMLET

¡Santo Dios!

ESPECTRO

… venga su inmundo y monstruoso asesinato.

HAMLET

¡Asesinato!

ESPECTRO

Inmundo asesinato como todos, pero éste

harto inmundo, inusitado y monstruoso.

HAMLET

Vamos, cuéntamelo ya y, con alas tan veloces

como el meditar o el amoroso pensamiento,

correré a la venganza.

ESPECTRO

Te veo dispuesto; si no reaccionases,

serías más insensible que la planta

que lánguida se pudre en la inacción

a orillas del Leteo. óyeme, Hamlet.

Propagaron que, durmiendo en el jardín,

me mordió una serpiente: con una historia falsa

de mi muerte burdamente han engañado

a toda Dinamarca. Mas atiende, noble hijo:

la serpiente que arrancó la vida de tu padre

lleva ahora su corona.

HAMLET

¡Ah, mi alma profética! ¿Mi tío?

ESPECTRO

Sí, esa bestia incestuosa, ese adúltero,

con su astuta brujería y sus pérfidas prendas

(¡ah, astucia que daña, prendas que seducen!)

se atrajo a su lascivia ignominiosa

el deseo de una reina honesta en apariencia.

¡Oh, Hamlet, qué deslealtad! Conmigo,

cuyo amor fue siempre tan perfecto

que iba en armonía con las promesas

que le hice al desposarla, para hundirse

con un mísero cuyas dotes naturales

eran pobres al lado de las mías.

Pero si la virtud no se deja seducir

aunque el vicio la tiente bajo forma divina,

la lujuria, aunque unida a un ángel radiante,

se sacia en un lecho celestial

y se ceba en la inmundicia.

Espera. Creo que siento el olor de la mañana.

He de ser breve. Durmiendo en el jardín,

como era mi costumbre por la tarde, tu tío,

a esa hora insospechada, se acercó sigiloso

con un frasco de esencia ponzoñosa

y vertió en los portales de mi oído

el tósigo ulcerante, cuyo efecto

a la sangre del hombre es tan hostil

que al punto recorre como azogue

las venas y conductos corporales

y con súbito poder cuaja y coagula,

como gotas de ácido en la leche,

la sangre más fluida y saludable. Lo hizo con la mía

y al instante me vi como un leproso,

mi piel lisa arrugada en una costra

infecta y repugnante.

Así, mientras dormía, el acto de un hermano

de un golpe me arrancó vida, corona, esposa,

me segó en la flor de mis pecados,

sin viático, asistencia, extremaunción

y, mis cuentas sin rendir, me envió a juicio

con todas mis imperfecciones sobre mí.

¡Fue horrendo, horrendo, harto horrendo!

Si tienes sentimientos, no lo sufras;

no consientas que el tálamo real de Dinamarca

sea lecho de lujuria y vil incesto.

Mas, cualquiera que sea tu proceder,

no ensucies tu alma, ni acometas

ninguna acción contra tu madre. Déjala al cielo

y a las espinas que, clavadas, le hieren

su propio corazón. Adiós ya.

La luciérnaga anuncia la mañana:

su llama mortecina palidece.

Adiós, adiós, Hamlet. Acuérdate de mí.

 

Sale.

 

HAMLET

¡Ah, legiones celestiales! ¡Ah, tierra! – ¿Qué más?

¿Afiado el infierno? ¡No! – Resiste, corazón,

y vosotras, mis fibras, no envejezcáis

y mantenedme firme. ¿Acordarme de ti?

Sí, pobre ánima, mientras resida memoria

en mi turbada cabeza. ¿Acordarme de ti?

Sí, de la tabla del recuerdo borraré

toda anotación ligera y trivial,

máximas de libros, impresiones, imágenes

que en ella escribieron juventud y observación,

y sólo tus mandatos viviran

en mi libro del cerebro, sin mezcla

de asuntos menos dignos. ¡Sí, sí, por el cielo!

¡Ah, perversa mujer!

¡Ah, infame, infame, maldito infame sonriente!

Mi cuaderno, mi cuaderno; he de anotarlo:

uno puede sonreír y sonreír, siendo un infame.

Al menos, seguro que es posible en Dinamarca.

Bueno, tío, ahí tienes. Y ahora, mi consigna:

«Adiós, adiós, acuérdate de mí.»

Lo he jurado.

HORACIO y MARCELO [dentro]

¡Señor, señor!

 

Entran HORACIO y MARCELO.

 

MARCELO

¡Príncipe Hamlet!

HORACIO

Que Dios le proteja.

HAMLET

Así sea.

HORACIO

¡Eh-oh! ¡Eh-oh, señor!

HAMLET

¡Hucho, hucho-hó! ¡Vuelve, pájaro!.

MARCELO

¿Cómo estáis, noble señor?

HORACIO

¿Qué ha ocurrido, señor?

HAMLET

¡Ah, qué prodigio!

HORACIO

Mi buen señor, contadlo.

HAMLET

No, que lo divulgaréis.

HORACIO

Yo no, señor, por el cielo.

MARCELO

Ni yo, señor.

HAMLET

¿Qué me decís? ¿Quién pensaría que … ?

¿Guardaréis el secreto?

HORACIO y MARCELO

Sí, por el cielo.

HAMLET

No hay un solo canalla en Dinamarca

que no sea un pillo redomado.

HORACIO

Señor, para oír eso no hace falta

que salga de la tumba espectro alguno.

HAMLET

Sí, claro, desde luego.

Entonces, sin más ceremonia, es mejor

que nos demos la mano y nos vayamos: vosotros,

adonde os lleven vuestros asuntos y deseos,

pues cada cual tiene sus asuntos y deseos,

los que sean; en cuanto a mí, ¿sabéis?,

me voy a rezar.

HORACIO

Señor, habláis sin orden ni medida.

HAMLET

Siento haberte ofendido, de veras,

lo siento de veras.

HORACIO

No hay ofensa, señor.

HAMLET

Por San Patricio, sí que hay ofensa, Horacio,

y mucha. En cuanto a esta aparición,

es un espectro de verdad, os lo aseguro.

Por lo que hace a vuestro deseo de saber

lo que me ha dicho, dominadlo. Y ahora,

pues sois amigos y hombres de armas y letras,

concededme un humilde favor.

HORACIO

Sí, señor. ¿Cuál?

HAMLET

No revelar lo que habéis visto esta noche.

HORACIO y MARCELO

No lo haremos, señor.

HAMLET

Pues juradlo.

HORACIO

Juro que no, señor.

MARCELO

Juro que no, señor.

HAMLET

Sobre mi espada.

MARCELO

Señor, ya hemos jurado.

HAMLET

Vamos, sobre mi espada. Vamos.

 

Grita el ESPECTRO bajo el escenario.

 

ESPECTRO

¡Jurad!

HAMLET

¡Ajá, muchacho! ¿Tú también? ¿Estás ahí,

buen hombre? – Vamos, ya oís al del sótano

Prestaos a jurar.

HORACIO

Proponed el juramento, señor.

HAMLET

No decir jamás lo que habéis visto.

Jurad sobre mi espada.

ESPECTRO

¡Jurad!

 

[Juran.]

 

HAMLET

Hic et ubique ?. Pues cambiemos de sitio.

Venid, señores y volved a poner vuestras manos en mi espada:

no decir jamás lo que habéis oído.

Jurad sobre mi espada.

ESPECTRO

¡Jurad!

 

[Juran.]

 

HAMLET

Muy bien, viejo topo. ¡Qué rápido escarbas!

¡Vaya zapador! – Cambiemos de nuevo, amigos.

HORACIO

¡Día y noche, esto es harto extraño!

HAMLET

Pues igual que al extraño, acógelo bien.

Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio,

de las que sueña nuestra filosofía. Vamos,

como antes: jurad que nunca, Dios mediante,

por rara o extraña que sea mi conducta

(pues tal vez desde ahora crea conveniente

adoptar un talante estrafalario),

si me veis en tal tesitura, jamás,

doblando así los brazos, meneando la cabeza

o diciendo expresiones equívocas, como

«Nosotros lo sabemos», o «Queriendo, podríamos»,

o «Si fuésemos a hablar» o «Los hay que si pudieran»,

mostrando con frases tan ambiguas

que sabéis algo de mí… Jurad

que, Dios mediante y toda la gracia divina,

no haréis nada de eso.

ESPECTRO

¡Jurad!

 

[Juran.]

 

HAMLET

¡Descansa, ánima inquieta! – Señores,

de corazón a vosotros me encomiendo;

y todo lo que un ser tan humilde como Hamlet

pueda hacer por demostraros su estima,

si Dios quiere, nunca faltará. Entremos todos.

Y, os lo ruego, el dedo siempre en el labio.

Los tiempos se han dislocado. ¡Cruel conflicto,

venir yo a este mundo para corregirlos!

Venid. Vamos todos.

 

Salen.

 

II.i Entran POLONIO y REINALDO.

 

POLONIO

Dale este dinero y estas notas, Reinaldo.

REINALDO

Sí, señor.

POLONIO

Obrarás con prudencia, buen Reinaldo,

si, antes de visitarle, te informas

de su género de vida.

REINALDO

Señor, es lo que iba a hacer.

POLONIO

Estupendo, estupendo. Atiende: primero

averigua cuántos daneses hay en París,

y cómo, quién, qué medios, dónde viven,

sus compañías, sus gastos; y así,

con estos rodeos y preámbulos, cuando veas

que conocen a mi hijo, más cerca estarás

que si preguntas por él directamente.

Finge, es un decir, que le conoces a lo vago,

diciendo: «Conozco a su padre y a los suyos,

y un poco a él.» ¿Te fijas, Reinaldo?

REINALDO

Perfectamente, señor.

POLONIO

«Y un poco a él, pero», y añades, «no mucho,

aunque si es el que pienso, es un juerguista,

muy dado a esto y aquello». Entonces le imputas

los cuentos que te plazcan. Bueno, no tan graves

que puedan deshonrarle, de eso guárdate;

sólo los deslices bulliciosos y alocados

que notoria y comúnmente se asocian

con la libre juventud.

REINALDO

¿Como el juego, sefíor?

POLONIO

Sí, o la bebida, la esgrima, la blasfemia,

las peleas, las rameras… Hasta ahí.

REINALDO

Señor, eso le deshonraría.

POLONIO

Pues no, mientras moderes los cargos.

No le hagas imputaciones de otro modo,

diciendo que es muy dado al desenfreno,

eso no: tú habla de sus faltas con tal arte

que parezcan las lacras de su libertad,

el estallido de un ánimo fogoso,

la braveza de una sangre indómita

que a todos les asalta.

REINALDO

Pero, señor…

POLONIO

¿Por qué todo esto?

REINALDO

Sí, señor. Desearía saberlo.

POLONIO

Pues, mira, te explico mi intención,

y entiendo que la maña es legítima.

Achacándole a mi hijo esas leves faltas

como si fueran polvo del camino,

fíjate, si aquel a quien pretendes sondear

ha visto que el joven de quien hablas

es culpable de las lacras antedichas,

seguro que concuerda contigo como sigue:

«Señor» o algo así, «amigo», o «caballero»,

con arreglo a la expresión y el título

de la persona y el país.

REINALDO

Entendido, sefíor.

POLONIO

Y entonces él va y… él va y… ¿Qué iba yo a decirte? Por

la misa, que iba a decir algo. ¿Dónde me he quedado?

REINALDO

En «concuerda como sigue», en «amigo o algo así», en «caballero».

POLONIO

En «concuerda como sigue». ¡Eso es!

Él concuerda diciéndote: «Conozco al caballero,

le vi ayer, o el otro día, el otro

o el otro, con éste y aquél, y, como decís,

estaba jugando, o inundado de bebida,

o discutiendo en el tenis»; o te dice:

«Le vi entrar en tal casa de trato»,

es decir, un burdel, y así.

¿Te das cuenta? Con un cebo

de mentiras pescas el pez de la verdad.

Así es como los hombres prudentes y capaces,

con rodeos y requilorios,

desviándonos damos con la vía.

Y tú, siguiendo mi enseñanza y mi consejo,

lo lograrás con mi hijo. ¿Entendido?

REINALDO

Perfectamente, señor.

POLONIO

Entonces, ve con Dios.

REINALDO [despidiéndose]

   Mi señor…

POLONIO

Observa tú mismo su conducta.

REINALDO

Sí, señor.

POLONIO

Y que siga con su música.

REINALDO

Muy bien, señor.

 

Sale.

Entra OFELIA.

 

POLONIO

Adiós. – ¿Qué hay, Ofelia? ¿Qué pasa?

OFELIA

¡Ah, seiior, me he asustado tanto!

POLONIO

Por Dios, ¿cómo ha sido?

OFELIA

Señor, mientras cosía en mi aposento,

aparece ante mí el Príncipe Hamlet

con el jubón desabrochado, sin sombrero

con las calzas sucias y caídas, como argollas

al tobillo, más pálido que el lino,

temblando las rodillas, y el semblante

tan triste en su expresión que parecía

huido del infierno para hablar de espantos.

POLONIO

¿Está loco por ti?

OFELIA

Señor, no lo sé, pero lo temo.

POLONIO

¿Qué te dijo?

OFELIA

Me agarró de la muñeca y me apretó.

Entonces extendió todo su brazo

y con la otra mano haciendo de visera

se puso a escudriñarme la cara,

cual si fuera a dibujarla. Así, un buen rato.

Al final, sacudiéndome el brazo levemente

y alzando y bajando así tres veces la cabeza,

lanzó un suspiro tan profundo y lastimero

que pareció destrozarle todo el cuerpo

y acabar con su existencia. Entonces me soltó

y, vuelta la cabeza sobre el hombro,

parece que encontró el camino sin mirar,

pues salió sin ayuda de los ojos

y los tuvo en mí clavados hasta el fin.

POLONIO

Anda, ven conmigo. Voy a ver al rey.

Eso es el delirio del amor,

que por su propia violencia se aniquila

y lleva a las acciones más desesperadas,

como sucede cada vez con las pasiones

que tanto nos afligen. Siento…

¿Le has hablado con dureza últimamente?

OFELIA

No, señor. Sólo cumplí vuestras órdenes:

le devolví sus cartas y rechacé su presencia.

POLONIO

Eso le ha enloquecido. Siento

no haber acertado al observarle.

Pensé que jugaba contigo y que sería

tu perdición. ¡Malditos mis recelos!

Parece natural en la vejez

excedernos en la desconfianza,

igual que es propio de los jóvenes

andar escasos de juicio. Ven, vamos con el rey.

Esto ha de saberse, que obrar con sigilo

traerá más desgracia que enojo el decirlo.

 

Salen.

 

II.ii    Entran el REY, la REINA, ROSENCRANTZ, GUILDENSTERN y otros.

 

REY

Bienvenidos, Rosencrantz y Guildenstern.

Además de lo mucho que ansiábamos veros,

os mandamos llamar a toda prisa

porque os necesitábamos. Habéis oído hablar

de la transformación de Hamlet: la llamo así

puesto que no parece el mismo,

ni por fuera ni por dentro. Qué pueda ser,

si no es la muerte de su padre,

lo que le tiene tan fuera de sí,

no acierto a imaginarlo. Os ruego a los dos

que, habiéndoos criado con él desde la infancia

y conociendo tan de cerca su carácter,

accedáis a quedaros en la corte

por un tiempo, de modo que vuestra compañía

le aporte distracción y permita averiguar,

mediando ocasiones favorables,

si algo ignorado le perturba

que, descubierto, podamos remediar.

REINA

Caballeros, él ha hablado mticho de vosotros

y me consta que no hay dos en todo el mundo

a quien tenga más afecto. Si os complace

mostrar la cortesía y gentileza

de pasar algún tiempo con nosotros

en ayuda y cumplimiento de nuestra esperanza,

vuestra visita recibirá la gratitud

que a la real largueza corresponde.

ROSENCRANTZ

El poder soberano de Vuestras Majestades

puede hacernos cumplir vuestros augustos deseos

sin tener que suplicarnos.

GUILDENSTERN

Con todo, obedecemos

y nos brindamos con toda nuestra entrega,

poniendo a vuestros pies nuestros servicios

y aguardando vuestras órdenes.

REY

Gracias, Rosencrantz y noble Guildenstern.

REINA

Gracias, Guildenstern y noble Rosencrantz.

Os suplico que al instante visitéis

a mi hijo, ahora tan cambiado. – Que uno de vosotros

lleve a estos señores donde esté Hamlet.

GUILDENSTERN

¡Quiera Dios que nuestra presencia y nuestro esfuerzo

le sirvan de alivio y ayuda!

REINA

Así sea.

 

Salen ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN [con un criado].

Entra POLONIO.

 

POLONIO

Señor, nuestros embajadores

han vuelto felizmente de Noruega.

REY

Siempre fuisteis portador de buenas nuevas.

POLONIO

¿Lo creéis, señor? Os aseguro, Majestad,

que tanto mi lealtad como mi alma

están al servicio de Dios y de mi rey.

Y creo, a no ser que este mi cerebro

ya no siga el rastro de la astucia

tan bien como solía, que he encontrado

la causa de la insania de Hamlet.

REY

Decídmela, que ansío conocerla.

POLONIO

Primero, recibid a los embajadores.

Mi noticia será el postre del banquete.

REY

Pues honrad los entrantes y traedlos.

 

[Sale POLONIO.]

 

Mi reina, dice que ya ha averiguado

la causa del trastorno de tu hijo.

REINA

Temo que ya la conozcamos: la muerte

de su padre y nuestra boda apresurada.

REY

Bien, le sondearemos.

 

Entran POLONIO, VOLTEMAND y CORNELIO.

 

Bienvenidos, amigos. ¿Qué hay

de nuestro hermano el noruego?

VOLTEMAND

Os devuelve complacido deseos y saludos.

Así que nos oyó, ordenó que detuviesen

las levas del sobrino, que él había tomado

por un reclutamiento contra el rey de Polonia,

pero que, tras indagaciones, resultó

que apuntaban contra Vuestra Majestad.

Así, dolido al ver que se habían aprovechado

de su afección, vejez y decaimiento,

ordenó a Fortinbrás que desistiera.

Éste al punto obedeció, fue reprimido

por el rey, y al final le hizo promesa

de no volver a tomar armas contra vos,

ante lo cual, lleno de gozo, el rey noruego

le dio una anualidad de tres mil coronas

y permiso para usar sus tropas reclutadas

contra el rey de Polonia, con el ruego,

consignado en este documento,

de que os dignéis conceder paso franco

por vuestros dominios a esta expedición,

con tales garantías y licencias

como en él se recogen.

REY

Me complace,

y en tiempo conveniente he de leer,

contestar y ponderar todo este asunto.

Mientras, gracias por empresa tan lograda.

Id a descansar; por la noche, venid al festín.

Sed muy bienvenidos.

 

Salen los embajadores.

 

POLONIO

El asunto acabó bien.

Mi soberano, mi reina, controvertir

qué pueda ser la majestad, el deber, por qué

el día es día, la noche noche, y el tiempo tiempo,

sería perder noche, día y tiempo.

Así que, pues lo breve es el alma del buen juicio

y lo extenso, los miembros y adornos exteriores,

seré breve. Vuestro noble hijo está loco.

Digo «loco», pues, para definir la locura,

¿no tendría uno que estar loco?

Pero dejemos esto.

REINA

Más sustancia y menos arte.

POLONIO

Señora, os juro que hablo sin arte.

Que está loco es cierto; es cierto que es lástima

y es lástima que sea cierto… ¡Qué torpe figura!

Ya basta, que no pienso hablar con arte.

Admitamos que está loco; sólo resta

averiguar la causa del efecto

o, mejor dicho, la causa del defecto,

pues el efecto defectivo tiene causa.

Por tanto, sólo resta… Lo restante, por tanto…

Ponderad. Tengo una hija (la tengo mientras sea mía)

que, fijaos, en su lealtad y obediencia,

me ha entregado esto. Sacad vuestras conclusiones.

 

[Lee] la carta.

 

«Al ídolo de mi alma, la celestial y hermoseada Ofelia … » Este término es horrible, infame; «hermoseada» es un término infame. Pero escuchad: «… esta carta; a su blanquísimo pecho, esta carta».

REINA

¿Es Hamlet quien se lo ha escrito?

POLONIO

Tened paciencia, señora. Voy a leerla fielmente.

 

«Duda que ardan los astros,

duda que se mueva el sol

duda que haya verdad,

mas no dudes de mi amor.

¡Ah, querida Ofelia! Los versos se me dan mal. No tengo arte para medir mis lamentos. Pero que te amo más que a nadie, mucho más, créelo. Adiós.

Tuyo siempre, queridísima amada

mientras mi cuerpo sea mío,

Hamlet.»

Esto me lo ha mostrado mi obediente hija

y, además, a mi oído ha confiado

todos sus galanteos, tal como sucedieron

en tiempo, modo y lugar.

REY

Y ella, ¿cómo le ha respondido?

POLONIO

¿Qué opináis de mí?

REY

Que sois hombre leal y de bien.

POLONIO

Procuro serlo. ¿Qué habríais pensado

si, cuando vi en acción su amor ardiente

(pues yo me percaté, tenedlo en cuenta,

antes que mi hija me avisara); qué habríais pensado

vos o mi querida Majestad, la reina,

si yo hubiera sido el cuaderno de sus notas,

o me hubiera hecho el distraído,

o no hubiera dado importancia a estos amores?

¿Qué habríais pensado? No, yo no perdí el tiempo

y le hablé a mi jovencita de este modo:

«El Príncipe Hamlet no es de tu esfera;

esto se acabó.» Entonces le ordené

que si él venía a verla se encerrara,

no admitiera sus mensajes, ni recibiera prendas.

Lo hizo, y mi consejo le dio fruto,

pues, para abreviar, al verse por ella rechazado,

le entró melancolía, después inapetencia,

después insomnio, después debilidad,

después mareos y, siguiendo este declive,

la locura que le hace delirar

y que todos lamentamos.

REY

¿Tú crees que es eso?

REINA

Tal vez. Es Posible.

POLONIO

Decidme, ¿ha ocurrido alguna vez

que yo haya dicho con certeza «Es tal cosa»

y me haya equivocado?

REY

Que yo sepa, no.

POLONIO [señalando su cabeza y sus hombros]

Separad ésta de aquí si me equivoco.

Habiendo indicios que me guíen,

daré con la verdad, aunque se oculte

en el centro de la tierra.

REY

¿Cómo podemos comprobarlo?

POLONIO

Sabéis que a veces pasea largo rato

por esta galería.

REINA

Desde luego.

POLONIO

La próxima vez, le suelto a mi hija.

Vos y yo nos pondremos detrás de algún tapiz.

Observad su encuentro. Si no está enamorado

y por estarlo no ha perdido el juicio,

haced que yo cese en mi puesto de gobierno

y me ocupe de una granja y de sus cuadras.

REY

Lo probaremos.

 

Entra HAMLET leyendo un libro.

 

REINA

Mirad qué, absorto en su lectura viene el pobre.

POLONIO

Retiraos, os lo ruego, retiraos.

Voy a hablarle. Con permiso.

 

Salen el REY y la REINA.

 

¿Cómo está mi Príncipe Hamlet?

HAMLET

Bien, gracias.

POLONIO

¿Sabéis quién soy, sefíor?

HAMLET

Perfectísimamente: sois un pescadero.

POLONIO

¿Yo? No, señor.

HAMLET

Pues ojalá fueseis tan honrado.

POLONIO

¿Honrado, señor?

HAMLET

Claro: tal como va el mundo, ser honrado es ser uno entre diez mil.

POLONIO

Muy cierto, seiior.

HAMLET

Pues si el sol cría gusanos en un perro muerto, que es carnaza digna de besar… ¿Tenéis una hija?

POLONIO

Sí, señor.

HAMLET

Que no salga al sol. Concebir es una dicha, mas no como pueda concebirlo vuestra hija. Amigo, cuidado.

POLONIO

[aparte] ¿Qué te parece? Siempre con mi hija. Aunque al principio no me conoció: dijo que yo era pescadero. Está ido, ido. La verdad es que yo, en mi juventud, también sufrí penas de amor, casi tanto como él. Le hablaré otra vez. – ¿Qué leéis, señor?

HAMLET

Palabras, palabras, palabras.

POLONIO

¿De qué tratan, señor?

HAMLET

¿Tratan, quién?

POLONIO

Quiero decir lo que leéis, señor.

HAMLET

Son calumnias, pues el satírico granuja dice aquí que los viejos tienen la barba cana, la cara llena de arrugas, los ojos segregando resina o savia de ciruelo, y que andan escasos de juicio y flojos de muslos. Todo lo cual, señor, aunque lo creo con firmeza y entereza, no me parece correcto escribirlo así. Vos mismo os volveríais de mi edad si pudierais andar para atrás como un cangrejo.

POLONIO

[aparte] Será locura, pero con lógica. – ¿Queréis pasar donde no haga aire?

HAMLET

¿A mi tumba?

POLONIO

Ahí sí que no hace aire. [Aparte] ¡Qué atinadas suelen ser sus respuestas! La locura acierta a veces cuando el juicio y la cordura no dan fruto. Voy a dejarte, y en seguida urdiré el modo de que se encuentre con mi hija. – Honorable señor, humildemente pido licencia para retirarme.

HAMLET

No podéis pedirme nada que yo no os dé con mayor gusto; salvo mi vida, mi vida. POLONIO

Adiós, señor.

HAMLET

¡Viejos tontos y cargantes!

 

Entran ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.

 

POLONIO

Si buscáis al Príncipe Hamlet, ahí está.

ROSENCRANTZ [a POLONIO]

Id con Dios, señor.

 

[Sale POLONIO.]

 

GUILDENSTERN

¡Respetable señor!

ROSENCRANTZ

¡Queridísimo señor!

HAMLET

¡Mis magníficos amigos! ¿Qué tal, Guildenstern? ¡Ah, Rosencrantz! ¿Cómo estáis, muchachos?

ROSENCRANTZ

Igual que el común de los mortales.

GUILDENSTERN

Contentos de no pasar de contentos: del gorro de la Fortuna no somos la borla.

HAMLET

¿Ni las suelas de sus zapatos?

ROSENCRANTZ

Tampoco, señor.

HAMLET

Entonces vivís por su cintura o en el centro de sus favores.

GUILDENSTERN

En su intimidad.

HAMLET

¿Así que en sus partes? ¡Ah, claro! Es una golfa. ¿Qué hay de nuevo?

ROSENCRANTZ

Nada, señor: que el mundo se ha vuelto honrado.

HAMLET

Estará cerca el Día del Juicio. No, vuestra noticia no es cierta. Dejad que os pregunte con más precisión. ¿Qué habéis hecho, queridos amigos, para que la Fortuna os traiga a esta cárcel?

GUILDENSTERN

¿Cárcel, señor?

HAMLET

Dinamarca es una cárcel.

ROSENCRANTZ

Entonces lo es el mundo.

HAMLET

Sí, una cárcel espléndida, con muchas celdas, encierros y calabozos, y Dinamarca es de los peores.

ROSENCRANTZ

No somos de esa opinión, señor.

HAMLET

Porque no lo es para vosotros, pues no hay nada bueno ni malo: nuestra opinión le hace serlo. Para mí es una cárcel.

ROSENCRANTZ

Así lo ve vuestra ambición: es poco país para vuestro ánimo.

HAMLET

¡Dios santo! Encerrado en una cáscara de nuez me tendría por rey del espacio infinito, si no fuera porque tengo malos sueños.

GUILDENSTERN

Sueños que son ambición, pues la esencia del ambicioso es la sombra de un sueño.

HAMLET

Y un sueño es una sombra.

ROSENCRANTZ

Cierto, y considero a la ambición de sustancia tan etérea que sería la sombra de una sombra.

HAMLET

Entonces los mendigos son cuerpos, y los reyes y los héroes engolados, sombras de mendigos. ¿Vamos a la corte? Más no puedo discurrir.

ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN

Os acompañaremos.

HAMLET

De ningún modo. No pienso mezclaros con mis sirvientes, pues, para ser sincero, estoy pésimamente atendido. Pero, pon la franqueza de nuestra amistad, ¿qué hacéis en Elsenor?

ROSENCRANTZ

Visitaros, señor, nada más.

HAMLET

Pobre como soy, no tengo ni gracias para dar. Pero os lo agradezco, aunque mi gratitud no valga un centavo. ¿No os han hecho venir? ¿Fue iniciativa vuestra? ¿Es visita voluntaria? Vamos, sed sinceros conmigo. Venga, vamos, hablad ya.

GUILDENSTERN

¿Qué vamos a decir, señor?

HAMLET

Lo que sea, con tal que haga al caso. Os han hecho venir: hay en vuestra mirada una confesión que vuestro pudor no es capaz de disfrazar. Sé que los buenos reyes os han hecho venir.

ROSENCRANTZ

¿Con qué fin, señor?

HAMLET

Eso decídmelo vosotros. Mas permitid que os conjure, por los derechos de nuestro compañerismo, por la armonía de nuestros años mozos, por la obligación de una amistad tan duradera y por todo lo que otro podria proponer: sed abiertos y sinceros y decidme si os han hecho venir o no.

ROSENCRANTZ [aparte a GUILDENSTERN]

¿Qué dices tú?

HAMLET

Cuidado, que os vigilo. Si me apreciáis, no calléis.

GUILDENSTERN

Señor, nos han hecho venir.

HAMLET

Yo os diré por qué. Me adelantaré a lo que vais a revelarme y así no sufrirá menoscabo la discreción que prometisteis a los reyes. últimamente, no sé por qué, he perdido la alegría, he dejado todas mis actividades; y lo cierto es que me veo tan abatido que esta bella estructura que es la tierra me parece un estéril promontorio. Esta regia bóveda, el cielo, ¿veis?, este excelso firmamento, este techo majestuoso adornado con fuego de oro, todo esto me parece nada más que una asamblea de emanaciones pestilentes e inmundas. ¡Qué obra maestra es el hombre! ¡Qué noble en su raciocinio! ¡Qué infinito en sus potencias! ¡Qué perfecto y admirable en forma y movimiento! ¡Cuán parecido a un ángel en sus actos y a un dios en su entendimiento! ¡La gala del mundo, el arquetipo de criaturas! Y sin embargo, ¿qué es para mí esta quintaesencia del polvo? El hombre no me agrada; no, tampoco la mujer, aunque por tus sonrisas pareces creer que sí.

ROSENCRANTZ

Señor, no había en mí tal pensamiento.

HAMLET

Entonces, ¿por qué te has reído cuando he dicho que el hombre no me agrada?

ROSENCRANTZ

Señor, de pensar en la cuaresma que les vais a dar a los cómicos. Los dejamos atrás cuando venían hacia aquí a ofreceros sus servicios.

HAMLET

El que haga de rey será bienvenido; a su majestad le pagaré tributo. El caballero andante usará su espada y su rodela, el amante no suspirará en vano, el excéntrico acabará su papel en paz, el gracioso hará reír a los que pronto se disparan y la dama hablará sin cortapisas, que, si no, el verso suelto andará cojo. ¿Qué cómicos son éstos?

ROSENCRANTZ

Los que tanto os agradaban: los actores de la ciudad.

HAMLET

¿Cómo es que viajan? Siendo estables gozaban de más fama y beneficios.

ROSENCRANTZ

Creo que les prohibieron actuar tras el reciente disturbio.

HAMLET

¿Y son tan renombrados como cuando yo estaba en la ciudad? ¿Tienen tanto público?

ROSENCRANTZ

No, desde luego que no.

HAMLET

¿Cómo es eso? ¿Es que están pasados?

ROSENCRANTZ

No, se mantienen a su altura. Pero ha nacido una parvada de chiquillos, unos pollitos que chillan a más no poder y se les aplaude escandalosamente. Están de moda, y tanto se meten con los teatros populares, como ellos los llaman, que el galán de espada al cinto tiene miedo de la pluma y ya no vuelve a frecuentarlos.

HAMLET

¿Así que chiquillos? ¿Quién los patrocina? ¿Cómo se mantienen? ¿Seguirán en el oficio cuando muden la voz? Y si luego acaban en los teatros populares, que será lo más probable si no hay otra cosa, ¿no dirán que sus poetas los malean obligándolos a criticar su propio futuro?

ROSENCRANTZ

La verdad es que ha habido mucho ruido en ambas partes, y la gente no ve nada malo en provocarlos al debate. Durante un tiempo no se vendía un argumento en que no se enzarzasen autores contra actores.

HAMLET

¿Es posible?

GUILDENSTERN

Bueno, se ha vertido mucho ingenio.

HAMLET

¿Y se llevan la palma los chiquillos?

ROSENCRANTZ

Sí, señor, y a Hércules mismo con su carga.

HAMLET

Tan extraño no es, pues mi tío es rey de Dinamarca, y los que en vida de mi padre le hacían muecas dan ahora veinte, cuarenta, cincuenta, cien ducados por su retrato en miniatura. Voto a Dios, que hay algo anormal en todo esto, como podría demostrar la filosofía.

 

Toque de trompetas.

 

GUILDENSTERN

Ahí están los cómicos.

 

HAMLET

Caballeros, sed bienvenidos a Elsenor. Dadme la mano, vamos. A toda bienvenida corresponde ceremonia y cortesía. Permitid que cumpla con vosotros de este modo, no sea que mi acogida a los actores (que, os lo advierto, será espléndida) parezca más calurosa que la vuestra. Bienvenidos. Pero mi tío-padre y mi tía-madre se equivocan.

GUILDENSTERN

¿En qué, mi señor?

HAMLET

Yo sólo estoy loco con el nornoroeste; si el viento es del sur, distingo un pico de una picaza.

 

Entra POLONIO.

 

POLONIO

Mis saludos, caballeros.

HAMLET

Escucha, Guildenstern, y tú también: a cada oído, un oyente. Esa gran criatura que veis ahí todavía va en pañales.

ROSENCRANTZ

Será la segunda vuelta, pues dicen que el viejo vuelve a ser niño.

HAMLET

Profetizo que viene a hablarnos de los cómicos. Atended… Tenéis razón, pues así fue el lunes por la mañana.

POLONIO

Señor, tengo noticias para vos.

HAMLET

Y yo noticias para vos. Cuando Roscio era actor en Roma…

POLONIO

Señor, han llegado los actores.

HAMLET

¡Ya, ya!

POLONIO

Os lo juro…

HAMLET

Cada actor llegó en su burro.

POLONIO

Los mejores actores del mundo, tanto en lo trágico como en lo cómico, lo histórico, pastoril, cómico-pastoril,histórico-pastoril, trágico-histórico, trágico-cómico-histórico-pastoril, la obra unitaria o la pieza libre. Séneca no será tan grave ni Plauto tan leve. Se observen las reglas o se desatiendan, ellos no tienen igual.

HAMLET

¡Ah, Jefté, juez de Israel, qué tesoro tienes!

POLONIO

¿Qué tesoro tenía?

HAMLET

Pues,

«Hija hermosa, nada más,

y la quería de verdad.»

POLONIO [aparte]

   Y dale con mi hija.

HAMLET

¿No estoy en lo cierto, Jefté?

POLONIO

Señor, si me llamáis Jefté, sí que tengo una hija y la quiero de verdad.

HAMLET

No, eso no se sigue.

POLONIO

Pues, ¿cómo se sigue?

HAMLET

Asi:

«Por azar, cual Dios dirá.»

Que sabéis que continúa:

«Sucedió, como se vio … »

Lo demás lo tenéis en la primera estrofa de la devota canción, que aquí llegan pasatiempos.

 

Entran cuatro o cinco ACTORES.

 

Bienvenidos, señores, bienvenidos todos. – Me alegra verte tan bien. – Bienvenidos, amigos. – ¡Mi viejo amigo! Te ha salido barba desde que te vi. ¿No te subirás a mis barbas aquí, en Dinamarca? – ¡Ah, mi joven señora! Válgame, desde la última vez que os vi, vuestra merced se ha acercado al cielo en la altura de un chapín. Dios quiera que no hayas mudado la voz y suene a moneda falsa. – Señores, sed todos bienvenidos. Ahora, a lanzarse contra lo que salga, como cetreros franceses. Anda, a recitar. Venga, una prueba de tus dotes; vamos, un fragmento que conmueva.

 

ACTOR 1.0

¿Cuál, señor?

HAMLET

Te oí una vez recitar un fragmento que nunca se representó; a lo sumo, una sola vez. La obra, lo recuerdo bien, no gustó a la multitud, era caviar para el público. Pero, en mi sentir y en el de otros cuyo juicio en la materia pesa más que el mío, era una obra magnífica, bien concertada, y compuesta con tanta mesura como arte. Recuerdo que alguien dijo que no había pimienta en los versos que los hiciera picantes, ni nada en el lenguaje que pudiera acusar al autor de afectación, sino que tenía un estilo comedido. En ella me gustaba más que nada un fragmento, el relato de Eneas a Dido, especialmente la parte que trata de la muerte de Príamo. Si aún vive en tu memoria, empieza donde dice… A ver, a ver:

«El áspero Pirro, cual la fiera hircana…»

No, así, no. Empieza con Pirro:

«El áspero Pirro, con sable armadura,

negra cual su intento e igual que la noche

cuando en el funesto corcel iba oculto,

ha untado su negra y horrífica efigie

de heráldica infausta. De pies a cabeza

vestido de gules, hebras pavorosas

de sangre de padres, madres, hijas, hijos,

cocida y reseca por calles que abrasan

y dan una luz violenta y maldita

a su odiosa muerte. Quemado de furia

y fuego, cubierto de sangre cuajada,

carbunclos sus ojos, Pirro infernal busca

al anciano Príamo.»

Sigue tú.

POLONIO

Por Dios, que lo habéis dicho muy bien, con buena dicción y gran mesura.

ACTOR 1.0

«Al punto le halla

en vana ofensiva. Su espada vetusta

yace donde cae, hostil a sus órdenes,

rebelde a su brazo. En lid desigual

Pirro embiste a Príamo y yerra en su rabia,

pero con el soplo de su rudo acero

el anciano cae. La inánime Ilión,

cual sintiendo el golpe, con torres en llamas

se viene a tierra, y su hórrido estruendo

a Pirro suspende: he ahí que su espada,

en trance de herir la nívea cabeza

del viejo patriarca, se paró en el aire.

Cual imagen de un tirano quedó Pirro,

quien, inmóvil entre propósito y acto,

no hacía nada.

Mas (tal como ocurre ante una tormenta,

el cielo callado, las nubes tranquilas,

los vientos en calma, y toda la tierra

muda cual la muerte), de pronto el trueno

estremece el aire; así, tras la pausa,

se excita otra vez la venganza de Pirro;

y nunca golpeó el martillo de un cíclope

con menos piedad la armadura de Marte,

de forja perpetua, que ahora golpea

a Príamo el arma sangrienta de Pirro.

¡Atrás, ramera Fortuna! ¡Oíd, dioses!

¡En santo concilio quitadle su fuerza,

rompedle a su rueda los radios y pinas,

haciendo que el cubo ruede desde el cielo

y caiga en el tártaro!»

POLONIO

Demasiado largo.

HAMLET

Irá al barbero, junto con tu barba. – Sigue, te lo ruego. Éste sólo quiere mojigangas o cuentos verdes; si no, se duerme. Sigue. Llega a lo de Hécuba.

ACTOR 1.0

«Mas quien a la reina viese en su arrebozo … »

HAMLET

¿«Arrebozo»?

POLONIO

Está bien; «arrebozo» está bien.

ACTOR 1.0

«… corriendo descalza, un río de lágrimas

conminando al fuego; paño y no corona

sobre la cabeza; vestido su cuerpo,

flaco y extenuado de tanto engendrar,

con manta cogida en la prisa del miedo…

Quien todo esto viese, con voz venenosa

contra el poder de Fortuna se alzaría.

Hubiéranla visto entonces los dioses,

cuando ella vio a Pirro en cruel pasatiempo

cortando a su esposo en tristes pedazos,

a no ser que lo mortal no los conmueva,

el mero estallido de pena y dolor

habría hecho llorar a los ojos del cielo

y sufrir a los dioses».

 

POLONIO

Mirad: se le altera el semblante y le brotan las lágrimas. – No sigas, te lo ruego.

HAMLET

Ya basta. Pronto declamarás el resto. – Mi buen señor, ¿queréis cuidaros de hospedar bien a los actores? Oídme: que sean bien tratados, pues son el compendio y la crónica del mundo. Más os vale un mal epitafio a vuestra muerte que sufrir en vida su censura.

POLONIO

Señor, los trataré como se merecen.

HAMLET

¡Cuerpo de Dios, mucho mejor! Tratad a cada uno como se merece y, ¿quién escapa al látigo? Tratadlos según vuestro honor y dignidad: cuanto menos merezcan, más mérito tendrá vuestra largueza. Acompañadlos.

POLONIO

Venid, señores.

 

Sale con [todos] los ACTORES [menos el primero].

 

HAMLET

Seguidle, amigos. Mañana habrá función. – Oye, amigo, ¿podéis representar «El asesinato de Gonzago»?

ACTOR 1.0

Sí, mi señor.

HAMLET

Será para mañana noche. Si es preciso, ¿podrías aprenderte de memoria un fragmento de doce a dieciséis versos que yo puedo escribir e intercalar?

ACTOR 1.0

Sí, mi señor.

HAMLET

Muy bien. Sigue al caballero y no te burles de él.

 

[Sale el ACTOR I.0]

 

Mis buenos amigos, hasta la noche. Sed bienvenidos a Elsenor.

ROSENCRANTZ [despidiéndose]

Mi señor…

 

Salen ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.

 

HAMLET

Quedad con Dios. – Ahora ya estoy solo.

¡Ah, qué innoble soy, qué mísero canalla!

¿No afea mi conducta el que este actor,

en su fábula, fingiendo sentimiento,

acomode su alma a una imagen

al punto que su rostro palidezca,

le broten lágrimas, el semblante se le mude,

la voz se le entrecorte, y que aplique todo el cuerpo

a la expresión de su imagen? Y todo por nada.

¿Por Hécuba?

¿Quién es Hécuba para él, o él para Hécuba,

que le hace llorar? ¿Qué haría si tuviese

el motivo y la llamada al sentimiento

que yo tengo? Ahogar el teatro con sus lagrimas,

atronar con su clamor los oídos del público,

enloquecer al culpable y aterrar al inocente,

pasmar al ignorante y suspender

los sentidos de la vista y el oído. Mas yo,

vil desganado, me arrastro en la apatía

como un soñador, impasible ante mi causa

y sin decir palabra; no, ni por un rey

cuya vida, su bien más preciado,

fue ruinmente aniquilada. ¿Soy un cobarde?

¿Quién me llama infame, me da en la cabeza,

me arranca la barba y me la sopla a la cara,

me tira de la nariz, me acusa de embustero

en cuerpo y alma? ¿Quién?

¡Voto a … ! Lo sufriría. Pues seguro

que soy dulce cual paloma y no tengo la hiel

que encona los agravios, que, si no,

ya habría cebado a los milanos del cielo

con la asadura de este ruin. ¡Canalla inhumano

rijoso, sensual, desleal, desnaturalizado!

¡Oh, venganza!

¡Ah, qué torpe soy! Sí. ¡Buen lucimiento!

Yo, hijo de un padre querido al que asesinan,

movido a la venganza por cielo e infierno,

como una puta me desfogo con palabras

y me pongo a maldecir como una golfa

o vil fregona. ¡Ah, qué vergüenza!

Actúa, cerebro. He oído decir

que unos culpables que asistían al teatro

se han impresionado a tal extremo

con el arte de la escena que al instante

han confesado sus delitos; pues el crimen,

aunque es mudo, al final habla

con lengua milagrosa. Haré que estos actores

reciten algo como el crimen de mi padre

en presencia de mi tío. Observaré sus gestos,

le hurgaré la herida. Al menor sobresalto

ya sé qué hacer. El espíritu que he visto

quizá sea el demonio, cuyo poder le permite

adoptar una forma atrayente; sí, y tal vez

por mi debilidad y melancolía,

pues es poderoso con tales estados,

me engaña para condenarme. Quiero pruebas

concluyentes: el teatro es la red

que atrapará la conciencia de este rey.

 

Sale.

 

III.I Entran el REY, la REINA, POLONIO, OFELIA, ROSENCRANTZ y

GUILDENSTERN.

 

REY

¿Y a través de circunloquios no podéis

averiguar por qué afecta ese trastorno

y se crispa el sosiego a tal extremo

con su demencia destemplada y peligrosa?

ROSENCRANTZ

Reconoce que se siente perturbado,

mas no hay modo de que diga por qué causa.

GUILDENSTERN

Ni parece que se deje sondear:

cuando queremos llevarle a que revele

su estado verdadero, rehúye la ocasión

con su locura fingida.

REINA

¿Os acogió bien?

ROSENCRANTZ

Como todo un caballero.

GUILDENSTERN

Y, sin embargo, muy forzado.

ROSENCRANTZ

Se resistía a conversar, mas respondió a nuestras preguntas sin reservas.

REINA

¿Le animasteis con alguna distracción?

ROSENCRANTZ

Señora, sucedió que, de camino,

dejamos atrás a unos actores. Le hablamos de ellos

y, por lo visto, se alegró con la noticia.

Ahora ya se encuentran en la corte

y creo que tienen el encargo

de actuar esta noche en su presencia.

POLONIO

Muy cierto, y me ha rogado

que suplique a Vuestras Majestades

que asistáis a la función.

REY

Con toda el alma, y me complace sumamente

que esté con ese ánimo. – Caballeros,

alentadle un poco más y seguid

llevándole hacia estas diversiones.

ROSENCRANTZ

Sí, Majestad.

 

Salen ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.

 

REY

Querida Gertrudis, déjanos tú también,

pues hemos planeado que venga aquí Hamlet

para que pueda encontrarse con Ofelia

como por azar.

Su padre y yo mismo, legítimos espías,

haremos de tal modo que, viendo sin ser vistos,

podamos juzgar el encuentro con certeza

y deducir de su conducta

si lo que tanto le aqueja es realmente

una afección amorosa.

REINA

Te obedezco.

-En cuanto a ti, Ofelia, me alegraría

que la causa de la insania de Hamlet

fueran tus encantos, como espero

que, por el bien de los dos, tus virtudes

le devuelvan al camino acostumbrado.

OFELIA

Así lo espero, señora.

 

[Sale la REINA.]

 

POLONIO

Ofelia, pasea por aquí. – Majestad, si os place,

vamos a ocultarnos. – Tú lee este libro:

tal muestra de recogimiento explicará

tu soledad. – En esto no obramos bien:

como prueba la experiencia, con el rostro devoto

y el acto piadoso hacemos atrayente

al propio diablo.

REY [aparte]

¡Gran verdad!

¡Qué duro latigazo a mi conciencia!

La cara de una golfa, repintada de color,

no es más fea con el afeite que se aplica

que mis actos con mis falsas palabras.

¡Ah, qué pesada carga!

POLONIO

Ya viene; retirémonos, señor.

 

Salen [el REY y POLONIO].

Entra HAMLET.

 

HAMLET

Ser o no ser, esa es la cuestión:

si es más noble para el alma soportar

las flechas y pedradas de la áspera Fortuna

o armarse contra un mar de adversidades

y darles fin en el encuentro. Morir: dormir,

nada más. Y si durmiendo terminaran

las angustias y los mil ataques naturales

herencia de la carne, sería una conclusión

seriamente deseable. Morir, dormir:

dormir, tal vez soñar. Sí, ese es el estorbo;

pues qué podríamos soñar en nuestro sueño eterno

ya libres del agobio terrenal,

es una consideración que frena el juicio

y da tan larga vida a la desgracia. Pues, ¿quién

soportaría los azotes e injurias de este mundo,

el desmán del tirano, la afrenta del soberbio,

las penas del amor menospreciado,

la tardanza de la ley, la arrogancia del cargo,

los insultos que sufre la paciencia,

pudiendo cerrar cuentas uno mismo

con un simple puñal? ¿Quién lleva esas cargas,

gimiendo y sudando bajo el peso de esta vida,

si no es porque el temor al más allá,

la tierra inexplorada de cuyas fronteras

ningún viajero vuelve, detiene los sentidos

y nos hace soportar los males que tenemos

antes que huir hacia otros que ignoramos?

La conciencia nos vuelve unos cobardes,

el color natural de nuestro ánimo

se mustia con el pálido matiz del pensamiento,

y empresas de gran peso y entidad

por tal motivo se desvían de su curso

y ya no son acción. – Pero, alto:

la bella Ofelia. Hermosa, en tus plegarias

recuerda mis pecados.

OFELIA

Mi señor, ¿cómo ha estado Vuestra Alteza

todos estos días?

HAMLET

Con humildad os lo agradezco: bien, bien, bien.

OFELIA

Señor, aquí tengo recuerdos que me disteis

y que hace tiempo pensaba devolveros.

Os lo suplico, tomadlos.

HAMLET

No, no. Yo nunca os di nada.

OFELIA

Mi señor, sabéis muy bien que sí,

y con ellos palabras de aliento tan dulce

que les daban más valor. Perdida su fragancia,

tomad vuestros presentes: para el ánimo noble,

cuando olvida el donante se empobrecen sus dones.

Tomad, señor.

HAMLET

¡Ajá! ¿Eres honesta?

OFELIA

¡Señor!

HAMLET

¿Eres bella?

OFELIA

¿Qué queréis decir?

HAMLET

Que si eres honesta y bella, tu honestidad no debe permitir el trato con tu belleza. OFELIA

¿Puede haber mejor comercio, señor, que el de honestidad y belleza?

HAMLET

Pues sí, porque la belleza puede transformar la honestidad en alcahueta antes que la honestidad vuelva honesta a la belleza. Antiguamente esto era un absurdo, pero ahora los tiempos lo confirman. Antes te amaba.

OFELIA

Señor, me lo hicisteis creer.

HAMLET

No debías haberme creído, pues la virtud no se puede injertar en nuestro viejo tronco sin que quede algún resabio. Así que no te amaba.

OFELIA

Más me engañé.

HAMLET

¡Vete a un convento! ¿Es que quieres criar pecadores? Yo soy bastante decente, pero puedo acusarme de cosas tales que más valdría que mi madre no me hubiese engendrado. Soy muy orgulloso, vengador, ambicioso, con más disposición para hacer daño que ideas para concebirlo, imaginación para plasmarlo o tiempo para cumplirlo. ¿Por qué gente como yo ha de arrastrarse entre la tierra y el cielo? Todos somos unos miserables: no nos creas a ninguno. Venga, vete a un convento. ¿Dónde está tu padre?.

OFELIA

En casa, señor.

HAMLET

Cerrad bien las puertas, que sólo haga el bobo allí dentro. Adiós.

OFELIA

¡El cielo le asista!

HAMLET

Si te casas, sea mi dote esta maldición: serás más casta que el hielo y más pura que la nieve, y no podrás evitar la calumnia. Vete a un convento, anda, adiós. O si es que has de casarte, cásate con un tonto, pues el listo sabe bien los cuernos que ponéis, A un convento, vamos, deprisa. Adiós.

OFELIA

¡Santos del cielo, curadle!

HAMLET

Sé muy bien lo de vuestros afeites. Dios os da una cara y vosotras os hacéis otra. Andáis a saltitos o pausado, gangueando bautizáis todo lo creado, y hacéis pasar por inocencia vuestros dengues. Muy bien, se acabó; me ha vuelto loco. Ya no habrá más matrimonios. De los que ya están casados vivirán todos menos uno. Los demás, que sigan como están. ¡A un convento, vamos!

 

Sale.

 

OFELIA

¡Ah, qué noble inteligencia destruida!

Del cortesano, él sabio y el soldado,

el ojo, la lengua, la espada. Esperanza y flor

de nuestro reino, espejo de elegancia

y modelo de conducta, blanco de observantes,

y ahora destrozado. Y yo, la mujer más abatida,

que gozó de la miel de sus promesas,

veo ese noble y soberano entendimiento

destemplado cual campanas que disuenan,

esa estampa sin par de perfecta juventud

perdida en el delirio. ¡Pobre de mí!

Tener que ver esto, y no lo que vi.

 

Entran el REY y POLONIO.

 

REY

¿Amor? No, por ahí no se encamina

y, aunque fuera algo confuso, lo que ha dicho

no es indicio de locura. Algo lleva en el alma

que su melancolía está incubando

y temo que al romperse el cascarón

habrá peligro. Para evitarlo,

como medida inmediata he decidido

que parta sin demora hacia Inglaterra

a reclamar el tributo que nos debe.

Quizá la travesía, el cambio de país

y de escenario consigan arrancarle

de su pecho la inquietud tan arraigada,

que no deja reposo a su cerebro

y le saca de sí mismo. ¿Qué os parece?

 

POLONIO

Le hará bien. Aunque yo sigo creyendo

que la causa y fundamento de su mal

es amor desestimado. – ¿Qué hay, Ofelia?

No nos cuentes lo del Príncipe Hamlet:

lo hemos oído todo. – Señor, obrad como gustéis,

mas, si os parece, después de la función,

permitid que su madre la reina le inste a solas

a que revele sus penas. Que sea clara con él.

Yo, con vuestra venia, pondré mi oído

al alcance de su plática. Si nada descubre,

mandadle a Inglaterra o recluidle

donde juzguéis conveniente.

REY

Vigiladle.

La locura de un grande no debe descuidarse.

 

Salen.

 

III.ii Entran HAMLET y dos o tres ACTORES.

 

HAMLET

Te lo ruego, di el fragmento como te lo he recitado, con soltura de lengua. Mas si voceas, como hacen tantos cómicos, me dará igual que mis versos los diga el pregonero. Y no cortes mucho el aire con la mano, así; hazlo todo con mesura, pues en un torrente, tempestad y, por así decir, torbellino de emoción has de adquirir la sobriedad que le pueda dar fluidez. Me exaspera ver cómo un escandaloso con peluca desgarra y hace trizas la emoción de un recitado atronando los oídos del vulgo, que, en su mayor parte, sólo aprecia el ruido y las pantomimas mas absurdas. Haría azotar a ése por inflar a Termagante: eso es más herodista que Herodes. Te lo ruego, evítalo.

ACTOR 1.0

Esté segura Vuestra Alteza.

HAMLET

Tampoco seas muy tibio: tú deja que te guíe la prudencia. Amolda el gesto a la palabra y la palabra al gesto, cuidando sobre todo de no exceder la naturalidad, pues lo que se exagera se opone al fin de la actuación, cuyo objeto ha sido y sigue siendo poner un espejo ante la vida: mostrar la faz de la virtud, el semblante del vicio y la forma y carácter de toda época y momento. Si esto se agiganta o no se alcanza, aunque haga reír al profano, disgustará al juicioso, cuya sola opinión debéis valorar mucho más que un teatro lleno de ignorantes. No quiero ser irreverente, pero he visto actores (elogiados por otros en extremo) que, no teniendo acento de cristiano, ni andares de cristiano, pagano u hombre alguno, se contonean y braman; de tal modo que parece que los hombres fuesen obra de aprendices de la Naturaleza, viendo lo vilmente que imitan a la humanidad.

ACTOR 1.0

Señor, espero que eso lo tengamos bastante dominado.

HAMLET

Dominadlo del todo. Y que el gracioso no se salga de su texto, pues los hay que se ríen para hacer reír a un grupo de pasmados, aunque sea en algún momento crítico del drama. Eso es infame, y demuestra una ambición muy lamentable en el gracioso. Anda, preparaos.

 

Salen los ACTORES.

Entran POLONIO, ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.

 

¿Qué hay, señor? ¿Va a asistir el rey a la función?

POLONIO

Con la reina, y en seguida.

HAMLET

Apremiad a los actores.

 

Sale POLONIO.

 

¿Queréis ayudarle a darles prisa?

ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN

Sí, Alteza.

 

Salen.

Entra HORACIO.

 

HAMLET

¡Eh, Horacio!

HORACIO

Aquí estoy, mi señor, a vuestras órdenes.

HAMLET

Horacio, eres el más ponderado de cuantos hombres haya conocido.

HORACIO

Querido señor…

HAMLET

No, no pienses que te adulo.

¿Qué ventaja podría yo esperar de ti,

que no tienes más renta para comer y vestirte

que tus propias cualidades? ¿A qué adular al pobre?

No, que la lengua melosa endulce vanidades

y se doblen las solícitas rodillas

si el halago rinde beneficio. Escucha.

Desde que mi persona aprendió a escoger

y supo distinguir, su elección

recayó en ti. Tú has sido como aquel

que, sufriéndolo todo, nada sufre;

un hombre que, sereno, recibe por igual

reveses y favores de Fortuna. Dichoso

el que armoniza pasión y buen sentido

y no es flauta al servicio de Fortuna

por sonar como le plazca. Dame un hombre

que no sea esclavo de emociones, y le llevaré

en mi corazón; sí, en el corazón del corazón,

como yo a ti. Pero ya basta.

Esta noche actúan ante el rey.

Las circunstancias de una escena se aproximan

a las que ya te dije de la muerte de mi padre.

Te lo ruego, cuando presenten el hecho

observa a mi tío con la máxima atención

que te dé el alma. Si durante un fragmento

no sale a la luz su escondida culpa,

el espectro que hemos visto está maldito

y mis figuraciones son inmundas

cual la fragua de Vulcano. Fíjate en él;

yo pienso clavarle mis ojos en su cara.

Después uniremos pareceres

cuando juzguemos su reacción.

HORACIO

Sí, Alteza. Si durante la comedia

hurta algo a mi atención y se me escapa,

yo pagaré el robo.

HAMLET

Ya vienen a la función. Me haré el loco.

Búscate un sitio.

 

Marcha danesa. Toque de clarines. Entran el REY, la REINA, POLONIO, OFELIA, ROSENCRANTZ, GUILDENSTERN y NOBLES del séquito, con la Guardia Real llevando antorchas.

 

REY

¿Cómo lo pasa mi sobrino Hamlet?

HAMLET

Pues muy bien; con el yantar camaleónico: vivo del aire, relleno de promesas. Ni el capón se ceba así.

REY

¡No entiendo tus palabras, Hamlet. A mí no me responden.

HAMLET

Ni a mí tampoco. [A POLONIO] Señor, actuasteis una vez en la universidad, ¿no es así?

POLONIO

Sí, Alteza, y me tenían por buen actor.

HAMLET

¿Y qué papel representasteis?

POLONIO

El de Julio César. Me mataron en el Capitolio. Me mató Bruto.

HAMLET

Bruto capital tenía que ser para matar a ese cabestro.

– ¿Están listos los cómicos?

ROSENCRANTZ

Sí, Alteza. Esperan vuestra orden.

REINA

Mi buen Hamlet, ven; siéntate a mi lado.

HAMLET

No, buena madre; aquí hay un imán más atrayente.

POLONIO [al REY]

¡Vaya! ¿Habéis oído?

HAMLET

Señora, ¿puedo echarme en vuestra falda?

OFELIA

No, mi señor.

HAMLET

Quiero decir apoyando la cabeza.

OFELIA

Sí, mi señor.

HAMLET

¿Creéis que pensaba en el asunto?

OFELIA

No creo nada, señor.

HAMLET

No está mal lo de echarse entre las piernas de una dama.

OFELIA

¿Cómo, señor?

HAMLET

Nada.

OFELIA

Estáis alegre, señor.

HAMLET

¿Quién, yo?

OFELIA

Sí, Alteza.

HAMLET

¡Vaya por Dios! ¡Vuestro autor de mojigangas! Pero, ¿qué puede hacer uno sino estar alegre? Mirad lo contenta que está mi madre, y mi padre murió hace menos de dos horas.

OFELIA

No, hace dos veces dos meses.

HAMLET

¿Tanto? Entonces al diablo estas ropas, que mi luto será fastuoso. ¡Por Dios! ¡Muerto hace dos meses y aún no olvidado! Entonces hay esperanza de que el recuerdo de un gran hombre le sobreviva seis meses. ¡Por la Virgen! Tendrá que construir iglesias o soportar el olvido, igual que el caballito, cuyo epitafio reza: «¡Qué pecado! Al caballito olvidaron.»

 

Suenan oboes. Se inicia la pantomima.

Entran un rey y una reina, abrazándose con gran ternura. La reina se arrodilla y con gestos le asegura su amor. El rey la levanta, le pone la cabeza sobre el hombro y se tiende sobre un lecho de flores. Ella, al verle dormido, se aleja. Pronto entra un hombre, que le quita la corona, la besa, vierte veneno en los oídos del rey y sale. Vuelve la reina, le ve muerto y hace gestos de dolor. El envenenador, con dos o tres comparsas, vuelve a entrar y da muestras de condolencia. Se llevan el cadáver. El envenenador corteja a la reina con regalos. Al principio, ella parece reacia y opuesta, pero alfinal acepta su amor.

 

Salen.

 

OFELIA

¿Qué significa eso, señor?

HAMLET

Es un malhecho al acecho, que quiere decir desastre.

OFELIA

Tal vez la pantomima exprese el argumento de la obra.

 

Entra el FARAUTE.

 

HAMLET

Éste nos lo dirá. Los cómicos no saben guardar secretos; lo cuentan todo.

OFELIA

¿Explicará lo que hemos visto?

HAMLET

Eso o lo que queráis enseñarle. Si no os da reparo que mire, a él tampoco le dará deciros qué significa.

OFELIA

¡Qué malo, qué malo sois! Voy a seguir la obra.

FARAUTE

Al presentar la tragedia

rogamos vuestra clemencia

y vuestra atenta paciencia.

 

[Sale.]

 

HAMLET

¿Qué es esto, un prólogo o un lema de sortija?

OFELIA

Ha sido breve, señor.

HAMLET

Como amor de mujer.

 

Entran [dos ACTORES], REY y REINA.

 

ACTOR REY

El carro de Febo ya dio treinta vueltas

al mar de Neptuno y al orbe de Gea,

y al mundo han bañado treinta veces doce

lunas rutilantes otras tantas noches

desde que Himeneo y Amor nos juntaron

las manos y almas en vínculo santo.

ACTOR REINA

Haya tantos giros de luna y de sol

antes que se pierda nuestro inmenso amor.

Mas, ¡pobre de mí! Te veo tan doliente

y sin la alegría que has gozado siempre,

que estoy alarmada. Mas, aunque esté inquieta,

señor, tú no debes sentir impaciencia,

pues ansia y amor de mujer cambian juntos:

ambos en exceso o nada ninguno.

Ya te he demostrado cuán grande es mi amor,

y de esa medida ahora es mi temor.

ACTOR REY

Muy pronto, mi amor, habré de dejarte,

pues ya no soy dueño de mis facultades.

Honrada y amada, sola quedarás

en el bello mundo; y esposo, quizá,

con igual carifio…

ACTOR REINA

¡No sigas, no sigas!

Traición a mi alma tal amor sería.

Si tomo otro esposo, él sea mi infierno,

pues quiere un segundo quien mató al primero.

HAMLET

¡Ajenjo, ajenjo!

ACTOR REINA

A otro matrimonio nunca dan lugar

razones de amor, mas de utilidad.

A mi esposo muerto mataría otra vez

si en el lecho a otro yo fuese a ceder.

ACTOR REY

No dudo que sientas lo que ahora me dices,

mas muchos designios no suelen cumplirse;

pues son los esclavos de nuestra memoria:

fuertes cuando nacen, mas su fuerza es corta.

Como el fruto verde, se aferran al árbol;

cuando están maduros, caen sin tocarlos.

Todos olvidamos, y por conveniencia,

pagarnos nosotros nuestras propias deudas.

Si nos proponemos algo con pasión,

veremos que muere pasado el ardor;

pues, cuando es violenta, la pena o la dicha

en sus propios actos se mata a sí misma.

Donde hay grande dicha, la pena más daña:

la dicha y la pena oscilan por nada.

El mundo es fugaz, y extrañar no debe

que nuestro amor mismo cambie con la suerte,

pues al juicio nuestro queda la cuestión:

si amor guía a fortuna o fortuna a amor.

Cuando el grande cae, sus íntimos huyen;

no tendrá enemigos el pobre que sube.

El amor, por tanto, sirve a la fortuna,

y para el pudiente amigos abundan;

pruebe a un falso amigo quien sufra escasez

y un gran enemigo pronto ha de tener.

Mas, para acabar donde he comenzado,

deseo y destino corren tan contrarios

que nuestros designios siempre se deshacen:

la intención es nuestra, mas no el desenlace.

Dices que no piensas casarte con otro;

morirá tu idea tras morir tu esposo.

ACTOR REINA

Ni frutos la tierra, ni luz me dé el cielo,

ni solaz el día, ni la noche el sueño.

¡Que todo contrario que enturbie la dicha

destruya los grandes deseos de mi vida!

¡Que aquí y más allá me acose la angustia

si vuelvo a casarme cuando yo sea viuda!

HAMLET

¡Como no lo cumpla…!

ACTOR REY

Solemne promesa. Y ahora déjame:

el sueño me vence y deseo distraer

el tiempo durmiendo.

 

Se duerme.

 

ACTOR REINA

Tu mente descanse,

y que la desgracia jamás nos separe.

 

Sale.

 

HAMLET

Señora, ¿qué os parece la obra?

REINA

Creo que la dama promete demasiado.

HAMLET

Mas cumplirá su palabra.

REY

¿Conoces el argumento? ¿No hay nada que ofenda?

HAMLET

No, no. Todo es simulado, incluso el veneno. No hay nada que ofenda.

REY

¿Cómo se llama la obra?

HAMLET

«La ratonera.» ¿Que por qué? Es metafórico. La pieza representa un crimen cometido en Viena. El duque se llama Gonzago; su esposa, Baptista. Ya veréis. Una canallada, pero, ¿qué más da? A Vuestra Majestad y a los libres de culpa no nos toca. El jamelgo, que respingue, que nuestros lomos no pican.

 

Entra LUCIANO.

 

Este es un tal Luciano, sobrino del rey.

OFELIA

Hacéis muy bien de coro, Alteza.

HAMLET

Podría decir el diálogo entre vos y vuestro amado si viera a los títeres en danza. OFELIA

Estáis muy mordaz, señor.

HAMLET

Quitarme el hambre os costará un buen suspiro.

OFELIA

Cuanto mejor, peor.

HAMLET

Así confundís a los maridos. – Empieza, criminal. ¡Venga! Déjate de muecas y empieza. Vamos, que el cuervo ha graznado en son de venganza.

LUCIANO

Negros pensamientos, poción, manos prestas,

sazón favorable, nadie que lo vea;

ponzoña de hierbas en sombras cogidas,

tres veces por Hécate infecta y maldita,

tu natural magia e influjo maléfico,

la salud y vida róbenle al momento.

 

Le vierte el veneno en el oído.

 

HAMLET

Le envenena en el jardín para quitarle el reino. Se llama Gonzago. La historia se conserva y está escrita en espléndido italiano. Ahora veréis cómo el asesino se gana el amor de la esposa de Gonzago.

OFELIA

El rey se levanta.

HAMLET

¡Cómo! ¿Le asusta el fogueo?.

REINA

Mi señor, ¿qué os pasa?

POLONIO

   ¡Cese la función!

REY

Traedme luz. Vámonos.

NOBLES

¡Luces, luces, luces!

 

Salen todos menos HAMLET y HORACIO.

 

HAMLET

 

Dejad que, herido, llore el corzo

y brinque el gamo ileso,

pues, si unos duermen, velan otros

y el mundo sigue entero.

Amigo, si la suerte fuese a abandonarme, con esto, un penacho de plumas y dos rosetas de Provenza en mis zapatos calados, ¿verdad que entraría de socio en una tropa de actores?

HORACIO

Con media participación.

HAMLET

No, una entera.

Mi buen Damón, ya te he contado

que el reino fue muy pronto

de nuestro Jove despojado

y ahora reina un… mico.

HoRACIO

Así no hay rima.

HAMLET

¡Ah, Horacio! Mil libras a que el espectro no mintió.

¿Te has fijado?

HORACIO

Perfectamente, Alteza.

HAMLET

¿Al mencionarse el veneno?

HORACIO

Le observé muy bien.

 

Entran ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.

 

HAMLET

¡Ajá! ¡Vamos, música! ¡Venga, las flautas!

Pues si al rey no le gusta la función,

será que no le gusta, y se acabó.

¡Vamos, música!

GUILDENSTERN

Señor, concededme un momento.

HAMLET

Todo un siglo.

GUILDENSTERN

El rey…

HAMLET

Ah, sí, ¿qué le pasa?

GUILDENSTERN

Está en sus aposentos y alterado.

HAMLET

¿Por el vino?

GUILDENSTERN

No, Alteza, de cólera.

HAMLET

Tenías que haber sido más sensato y decírselo a su médico, pues, si de mí depende el que se purgue, quizá se agrave su cólera.

GUILDENSTERN

Mi señor, poned en orden las palabras y no os apartéis tan bruscamente de mi asunto.

HAMLET

Estoy suave. Declama.

GUILDENSTERN

Vuestra madre la reina, con el ánimo angustiado, me envía a vos.

HAMLET

Sé bienvenido.

GUILDENSTERN

No, Alteza; esta clase de cumplido no es de buena ley. Si tenéis a bien darme una respuesta sana, cumpliré el encargo de vuestra madre. Si no, vuestro permiso y mi vuelta pondrán fin a este asunto.

HAMLET

No puedo.

GUILDENSTERN

¿No podéis qué, señor?

HAMLET

Darte una respuesta sana: mi cabeza está enferma. Pero, en fin, cuantas respuestas pueda darte serán tuyas o, como dices, más bien de mi madre. Conque basta y al grano. Mi madre, dices…

ROSENCRANTZ

Dice que vuestra conducta la ha sumido en el pasmo y desconcierto.

HAMLET

¡Qué maravilla de hijo, que tanto asombra a su madre! Pero, ¿qué cola trae la materna admiración?

ROSENCRANTZ

Antes que os acostéis desea hablar con vos en su aposento.

HAMLET

Será obedecida, así fuera diez veces mi madre. ¿Alguna otra cosa?

ROSENCRANTZ

Señor, antes me apreciabais.

HAMLET

Y ahora también, por mis manos pecadoras.

ROSENCRANTZ

Señor, ¿a qué se debe vuestro mal? Os empeñáis en negaros vuestra propia libertad al no confiar vuestras penas a un amigo.

HAMLET

Señor, no puedo medrar.

ROSENCRANTZ

¿Cómo es posible, si tenéis el voto del rey para sucederle en Dinamarca?

HAMLET

Sí, pero, entre tanto, «el que espera … ». El refrán ya está pasado.

 

Entra uno con una flauta.

 

¡Ah, la flauta! A ver. – En confianza, ¿por qué dais tantas vueltas y me ahuyentáis como si me empujarais a una trampa?

 

GUILDENSTERN

Mi señor, si mi lealtad es tan osada, mi afecto es descortés.

HAMLET

No entiendo bien eso. ¿Quieres tocar esta flauta?

GUILDENSTERN

Señor, no sé.

HAMLET

Te lo ruego.

GUILDENSTERN

Creedme, no sé.

HAMLET

Te lo suplico.

GUILDENSTERN

Señor, no sé tocarla.

HAMLET

Tan fácil es como mentir. Tapa estos agujeros con los dedos y el pulgar, dale aliento con la boca y emitirá una música muy elocuente. Mira, estos son los agujeros.

GUILDENSTERN

Pero no sabré sacarles ninguna melodía. Me falta el arte.

HAMLET

Vaya, mira en qué poco me tienes. Quieres hacerme sonar, parece que conoces mis registros, quieres arrancarme el corazón de mi secreto, quieres tantearme en toda la extensión de mi voz; y, habiendo tanta música y tan buen sonido en este corto instrumento, no sabes hacerle hablar. ¡Voto a … ! ¿Crees que yo soy más fácil de tocar que esta flauta? Ponedme el nombre de cualquier instrumento; aunque me destempléis, no soltaré nota.

 

Entra POLONIO.

 

Dios os guarde, señor.

POLONIO

Señor, la reina quiere hablar con vos en seguida.

HAMLET

¿Veis esa nube que tanto se parece a un camello?

POLONIO

Por Dios que es igual que un camello.

HAMLET

Parece una comadreja.

POLONIO

El lomo es de comadreja.

HAMLET

¿No parece una ballena?

POLONIO

Igual que una ballena.

HAMLET

Entonces iré pronto con mi madre. – [Aparte] Me agotan el histrionismo. – Iré pronto.

POLONIO

Se lo diré.

 

Sale.

 

HAMLET

«Pronto» se dice pronto. – Y ahora, dejadme, amigos.

 

[Salen todos menos HAMLET.1

 

Ya es la hora embrujada de la noche

en que se abren los sepulcros y el infierno

exhala al mundo su infección. Ahora bebería

sangre caliente y cometería atrocidades

que, al verlas, el día se estremeciera.

Ya basta. Ahora, con mi madre. No te corrompas,

corazón. Que el alma de Nerón no invada mi ánimo

Pierda yo bondad, mas no sentimiento.

Le diré venablos, pero sin herirla.

Haya hipocresía entre mi alma y mi lengua.

Aunque la repruebe con duras palabras,

ponerlas por obra no quiera mi alma.

 

Sale.

 

III.iii Entran el REY, ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.

 

REY

No me gusta su actitud, ni conviene

a mi seguridad dejar tan libre su locura.

Así que preparaos: os expido el nombramiento

y él parte a Inglaterra con vosotros.

Mi condición no puede tolerar

un peligro tan cercano como el que engendra

de hora en hora su delirio.

GUILDENSTERN

Estaremos aprestados.

Es un desvelo sagrado y piadoso

proteger al sinnúmero de súbditos

que viven y se nutren de Vuestra Majestad.

ROSENCRANTZ

La vida personal está obligada

a preservarse de los daños con la fuerza

y las armas de la mente; con más razón

un espíritu de cuyo bienestar

dependen tantas vidas. Cuando muere un rey

no muere solo, sino que, cual remolino,

arrastra cuanto le rodea. Es una rueda ingente,

colocada en la cima del monte más alto,

en cuyos radios enormes se entallan diez mil

piezas menudas, de modo tal que, cuando cae,

todo aditamento, todo apéndice acompaña

a su ruina estrepitosa. Pues jamás

gimio un rey sin lamento general.

REY

Preparaos para la inminente travesía.

Le pondremos cadenas al peligro

que se mueve con tanta libertad.

ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN

Nos apresuraremos.

 

Salen. Entra POLONIO.

 

POLONIO

Señor, se dirige al aposento de su madre.

Yo me esconderé tras los tapices

para oírlo. Seguro que le riñe a fondo.

Y, como dijisteis, y dijisteis sabiamente,

conviene que alguien más que una madre,

pues ellas son parciales por naturaleza,

escuche la plática a escondidas. Adiós, Majestad.

Antes que os acostéis, pasaré a veros

y contaros lo que sepa.

REY

Gracias, señor.

 

Sale POLONIO.

 

¡Ah, inmundo es mi delito, su hedor llega hasta el cielo!

Lleva la primera y primitiva maldición

el fratricidio. Rezar no puedo.

Fuertes son inclinación y voluntad,

pero más fuerte es la culpa, y las derrota.

Como un hombre enfrentado a un doble objeto,

dudo por cuál he de empezar

y no emprendo ninguno. ¿Y si esta mano maldita

se agrandara con la sangre de un hermano,

no habría lluvia en los cielos piadosos

para dejarla más blanca que la nieve?

¿Para qué sirve la gracia si no es para mirar

al pecado cara a cara? ¿Y qué hay en la oración

sino el doble poder de impedirnos obrar mal

o perdonarnos si caemos?. Tendré ánimo.

El daño está hecho, mas, ¿qué suerte de oración

me serviría? ¿«Perdona mi inmundo asesinato»?

Imposible, pues aún gozo de los frutos

por los que cometí el asesinato:

la corona, la reina, mi ambición.

¿Nos pueden perdonar sin quitarnos el provecho?

En la usanza corrupta de este mundo

la mano dadivosa del culpable

desplaza a la justicia; y es sabido

que el propio botín compra a la ley. Mas no en el cielo:

allí no hay fraude, allí el acto muestra

su color verdadero, y nos obligan,

habiendo de hacer frente a nuestras faltas,

a declarar contra nosotros. Entonces, ¿qué me resta?

Ver qué puede el arrepentimiento. ¿Qué no podrá?

Mas, ¿qué puede cuando uno ya no puede arrepentirse?

¡Mísero estado! ¡Corazón más negro que la muerte!

¡Oh, alma atrapada, que luchando por librarse

más se enreda! ¡Amparadme, ángeles, queredlo!

Doblaos, rígidas rodillas, y tú, pecho de acero,

sé tierno como un recién nacido.

Tal vez sea posible.

 

Se arrodilla

Entra HAMLET.

 

HAMLET

Ahora es buen momento, está rezando; voy a hacerlo ya.

 

[Desenvaina.]

 

Entonces sube al cielo

y esa es mi venganza. Esto hay que razonarlo.

Un ruin mata a mi padre, y yo,

su único hijo, por ello mando al cielo

a ese ruin.

Ah, esto es paga y recompensa, no venganza.

Mató a mi padre en la impureza, saciado,

en la flor de sus culpas, en plena lozanía.

¿Quién sabe cómo están sus cuentas, salvo el cielo?

Mas, según nuestro saber y modo de pensar,

su caso es grave. ¿Me habré vengado

matándole mientras él purga su alma,

cuando está preparado para el tránsito? No.

Adentro, espada, y conoce sazón más horrorosa.

Cuando duerma borracho o esté ardiente,

o en el lecho del placer incestuoso,

blasfemando en el juego o en un acto

que no tenga señal de salvación,

entonces le derribas; que dé coces al cielo

y su alma sea más negra y más maldita

que el infierno adonde va. Mi madre aguarda.

Tu rezo los días enfermos te alarga.

 

Sale.

 

REY

Vuelan mis palabras, queda el pensamiento.

Palabras vacías no suben al cielo.

 

III.iv Entran la REINA y POLONIO.

 

POLONIO

Viene en seguida. Censuradle a fondo.

Decid que sus excesos ya son insufribles

y que Vuestra Majestad le ha protegido

de las iras. No voy a hablar más.

Os lo ruego, sed clara con él.

HAMLET [dentro]

¡Madre, madre, madre!

REINA

Así lo haré. Perded cuidado. Escondeos, que ya viene.

 

Entra HAMLET.

 

HAMLET

Y bien, madre, ¿qué ocurre?

REINA

Hamlet, has ofendido mucho a tu padre.

HAMLET

Madre, tú has ofendido mucho a mi padre.

REINA

Vamos, vamos, replicas con lengua muy suelta.

HAMLET

Venga, venga, preguntas con lengua perversa.

REINA

¿Qué es esto, Hamlet?

HAMLET

¿Qué ocurre ahora?

REINA

¿Olvidas quién soy?

HAMLET

Por la cruz, nada de eso. Eres la reina,

esposa del hermano de tu esposo

y, ojalá no lo fueras, pero eres mi madre.

REINA

Muy bien. Te mandaré a quien sepa hablarte.

HAMLET

Vamos, vamos, siéntate. Tú no te mueves

ni te vas hasta que ponga frente a ti

un espejo que te enseñe tus adentros.

REINA

¿Qué vas a hacer? ¿No irás a matarme?

¡Ah, socorro, socorro!

POLONIO [detrás del tapiz]

¡Ah, socorro, socorro, socorro!

HAMLET

¡Cómo! ¿Una rata? ¡Por un ducado la mato!

 

Mata a POLONIO [atravesando el tapiz].

 

POLONIO

¡Ah, me han matado!

REINA

¡Ay de mí! ¿Qué has hecho?

HAMLET

Pues no sé. ¿Es el rey?

REINA

¡Ah, qué locura criminal es esta!

HAMLET

¿Criminal? Casi tanto, buena madre,

como matar a un rey y casarse con su hermano.

REINA –

¿Matar a un rey?

HAMLET

Sí, señora, eso he dicho. –

Y tú, bobo, imprudente, entrometido, adiós.

Te creí tu superior. Acepta tu suerte.

Pasarse de curioso trae peligro. –

No te retuerzas más las manos. Calma, siéntate;

yo seré quien te retuerza el corazón

si está hecho de materia permeable

y la ruin costumbre no lo ha vuelto tan duro

que no pueda expugnarlo el sentimiento.

REINA

¿Qué he hecho yo para que me hables así

con lengua tan ruidosa y ofensiva?

HAMLET

Una acción tal que empaña

el cándido rubor de la decencia,

llama hipocresía a la virtud, quita

la rosa de la frente al amor puro

dejándole un estigma, vuelve los esponsales

tan falsos como juramentos de tahúr.

Ah, tal acción que del sagrado contrato

arranca el alma, cambiando en palabrería

la santa religión. El cielo enrojece

sobre esta sólida esfera y, con triste semblante,

como si aguardara el Día del Juicio,

está angustiado por tu acción.

REINA

¡Ay de mí! ¿Qué acción,

que se anuncia tronando y rugiendo?

HAMLET

Mira este retrato, y ahora éste;

imágenes son de dos hermanos.

Ve la gallardía de este rostro,

los rizos de Hiperión, la frente de Júpiter,

los ojos de Marte, que ordenan o amenazan;

el porte de Mercurio el mensajero

posándose en una montaña sublime.

En verdad, una alianza y una forma

en que los dioses dejaron su sello

para ratificar lo que es un hombre.

Él fue tu marido. Mira lo que sigue.

Este es tu marido, espiga podrida

que infecta a su hermano. ¿Tienes ojos?

¿Dejaste de pastar en tan hermoso monte

para cebarte en este páramo? ¿Eh? ¿Tienes ojos?

No lo llames amor, pues a tu edad

el ardor de la sangre está amansado

y se somete al juicio. ¿Y qué juicio

llevaría de éste a éste? ¿Qué demonio

te ha engañado a la gallina ciega?

¡Ah, vergüenza! ¿Y tu rubor? Ardiente infierno,

si te inflamas en cuerpo de matrona,

en la fogosa juventud la castidad

sea como cera y en su fuego se derrita.

No hables de impudicia si se enciende

la indómita pasión cuando el hielo también arde

y la razón sirve al deseo.

REINA

¡Ah, Hamlet, no sigas! Me vuelves

los ojos hacia el fondo de mi alma,

y en ella veo manchas negras y profundas

que no pueden borrarse.

HAMLET

No, vivirán

en la náusea y el sudor de una cama pringosa,

cociéndose en el vicio y la inmundicia

entre arrullos y ternezas.

REINA .

¡No sigas hablando! Cual puñales

tus palabras me traspasan los oídos.

¡Basta, buen Hamlet!

HAMLET

Un asesino, un infame;

un canalla que no llega a los talones

del que fue tu marido; un payaso de rey,

el ratero del reino y el poder,

que robó la corona del estante

para echársela al bolsillo…

REINA

¡Basta!

HAMLET

Un rey de parches y pingajos…

 

Entra el ESPECTRO en ropa de noche

 

¡Salvadme y envolvedme en vuestras alas,

ángeles del cielo! ¿Qué deseas, noble figura?

REINA

¡Ay, está loco!

HAMLET

¿Vienes a reñirle a tu hijo indolente

que, dejando pasar tiempo y fervor,

no pone por obra tu fiero mandato? ¡Habla!

ESPECTRO

No lo olvides. Esta aparición

sólo quiere aguzar tu embotado propósito.

Pero mira el desconcierto de tu madre.

Interponte entre ella y su alma en lucha.

La imaginación de los más débiles

opera con más fuerza. Háblale, Hamlet.

HAMLET

¿Cómo estás, madre?

REINA

¡Ah! ¿Cómo estás tú,

que clavas la mirada en el vacío

y conversas con el aire incorpóreo?

Por tus ojos asoma tu ánimo agitado

y, como guerreros despertados por la alarma,

tu liso cabello se levanta cual si fuera

una excrecencia viviente. ¡Ah, hijo mío!

Rocía el fuego y ardor de tu mal

con la fría quietud. ¿Qué es lo que miras?

HAMLET

¡A él, a él! ¡Mira qué semblante demacrado!

Si predicase a las piedras, su causa

y su figura las ablandaría. – No me mires,

no sea que tu acto compasivo

cambie mi duro propósito. Mi objeto

perdería su color: llanto en vez de sangre.

REINA

¿A quién le dices eso?

HAMLET

¿No ves nada ahí?

REINA

No, nada; aunque veo todo lo que hay.

HAMLET

¿Ni has oído nada?

REINA

No, sólo nuestras voces.

HAMLET

¡Ah, mira! ¡Ve cómo se aleja!

¡Mi padre, vestido como en vida!

¡Mira cómo sale por la puerta!

 

Sale el ESPECTRO.

 

REINA

No es más que un ensueño de tu mente.

El delirio es muy hábil

en crear apariciones.

HAMLET

¿Delirio?

Mi pulso late acompasado como el tuyo

y da una música tan sana. No es locura

lo que he dicho. Ponme a prueba y yo

repetiré mis palabras, de lo cual

huiría la locura. Madre, por el cielo,

no pongas un bálsamo a tu alma

que muestre mi demencia y no tu culpa.

Será una fina piel sobre la llaga,

mientras, invisible, la inmunda podredumbre

por dentro todo infecta. Confiésate al cielo,

llora el pasado, evita tentaciones;

no quieras abonar la mala hierba

y hacerla más frondosa. Perdona mi virtud,

pero en estos tiempos de molicie y saciedad

la virtud ha de excusarse con el vicio

e implorar que le deje socorrerle.

REINA

¡Ah, Hamlet! Me has partido en dos el corazón.

HAMLET

Pues tira la peor parte

y con la otra mitad vive más pura.

Buenas noches. No vayas al lecho de mi tío.

Aparenta virtud, aunque no tengas.

Esta noche abstente;

eso dará mayor facilidad

a la próxima abstinencia. Buenas noches otra vez.

Cuando ruegues la divina bendición,

yo te pediré la tuya. – En cuanto a este caballero,

lo siento de veras. Pero el cielo ha querido,

haciéndome su azote y su verdugo,

castigarme a mí con él y a él conmigo.

Le sacaré de aquí y responderé

de su muerte. Una vez más, buenas noches.

Tengo que ser cruel sólo por afecto.

Lo peor vendrá; esto es el comienzo.

REINA

¿Qué puedo hacer?

HAMLET

De ningún modo lo que yo te diga:

dejar que el fláccido rey te atraiga a su lecho,

te pellizque la cara, te llame paloma

y que, por un par de besos inmundos,

o sobándote el cuello con sus dedos malditos,

consiga que le aclares el enigma:

que, en realidad, toda mi locura

es fingimiento. Estaría bien decírselo.

¿Podría una reina gentil, modosa, prudente,

ocultarle cuestiones de tal entidad

a un sapo, un murciélago, un morrongo?

¿Podría? No: a despecho de juicio y reserva,

abre la jaula en el tejado, deja volar

a los pájaros y, como el célebre mono,

haz la prueba metiéndote en la jaula

y estréllate al caer.

REINA

Si el habla es aliento, y el aliento, vida,

te aseguro que vida no tendré

para contar lo que has dicho.

HAMLET

He de ir a Inglaterra. ¿Lo sabías?

REINA

¡Ah, lo había olvidado! Está decidido.

HAMLET

Éste va a adelantarme el viaje.

Le arrastraré el pellejo a la otra estancia.

Madre, buenas noches ya. Este dignatario,

que en vida fue un torpe y servil palabrero,

ahora es un sepulcro callado y secreto. –

Vamos, señor, acabemos el asunto. –

Buenas noches, madre.

 

Sale arrastrando a POLONIO.

 

 

IV.i Entra el REY.

 

REY

Algo hay en tus suspiros y sollozos.

Tienes que explicármelo. Es propio que lo sepa.

¿Dónde está tu hijo?

REINA

¡Ay, esposo, lo que he visto esta noche!

REY

¡Pobre Gertrudis! ¿Cómo está Hamlet?

REINA

Más loco que el viento y el mar cuando ambos

luchan a porfía. En su paroxismo,

al ver que algo se movía tras el tapiz,

desenvaina gritando «¡Una rata, una rata!»

y en su frenética ilusión ha matado

al pobre anciano allí escondido.

REY

¡Ah, grave acción!

De haber estado allí, habría sido mi muerte.

Su libertad es una amenaza:

para ti, para mí, para todos.

¿Y cómo defender tal acto de violencia?

Yo seré el responsable: por previsión

tenía que haber atado corto y recluido

al joven demente. Mas tanto era mi afecto

que no quise entender lo inexcusable

y, como el que padece una inmunda dolencia,

por no divulgarlo, he dejado

que corrompa hasta el tuétano. ¿Adónde ha ido?

REINA

A llevarse el cadáver de su víctima,

con quien su demencia, como veta de oro

en una mina de viles metales,

se muestra pura y llora lo ocurrido.

 

REY

Ven, Getrudis,

Antes de que el sol toque la montaña

ya le habré embarcado. A este acto vil

habré de hacerle frente y excusarlo

con toda majestad y diplomacia. – ¡Guildenstern!

 

Entran ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.

 

Amigos, procuraos más ayuda.

En su demencia, Hamlet ha matado a Polonio

y le ha sacado a rastras del cuarto de su madre.

Buscadle, habladle cortésmente y llevad

el cuerpo a la capilla. Os lo ruego, daos prisa.

 

Salen ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.

 

Ven, Gertrudis; reunamos a los sabios amigos

e informémosles de esta desgracia

y de nuestras decisiones. ¡Ven ya, vamos!

Mi alma está llena de angustia y desánimo.

 

Salen.

 

IV.ii Entra HAMLET.

 

HAMLET

A buen recaudo.

ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN [dentro]

¡Hamlet! ¡Príncipe Hamlet!

HAMLET

¿Qué ruido es ese? ¿Quién llama a Hamlet? ¡Ah, aquí están!

 

Entran ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.

 

ROSENCRANTZ

Señor, ¿qué habéis hecho con el cadáver?

HAMLET

Mezclarlo con el polvo, su pariente.

ROSENCRANTZ

Decidnos dónde está, para sacarlo

y llevarlo a la capilla.

HAMLET

Ni lo creáis.

ROSENCRANTZ

¿Creer qué?

HAMLET

Que puedo guardar vuestro secreto y no el mío. Además, si me interroga una esponja, ¿qué respuesta puede dar el hijo de un rey?

ROSENCRANTZ

¿Me tomáis por una esponja, señor?

HAMLET

Sí, que chupa el favor del rey, sus recompensas, sus poderes. Al final, quien mejor sirve al rey sois vosotros; como un mono, él os guarda en un rincón de su mandibula: primero os saborea y luego os traga. Cuando necesite lo que hayas indagado, te exprime y la esponja vuelve a quedar seca.

ROSENCRANTZ

No os entiendo, señor.

HAMLET

Me alegro. Palabra punzante no entra en oído de necio.

ROSENCRANTZ

Señor, tenéis que decirnos dónde está el cuerpo y venir con nosotros ante el rey.

HAMLET

El cuerpo está con el rey, pero el rey no está con el cuerpo. El rey es una cosa.

GUILDENSTERN

Señor, ¿una cosa?

HAMLET

Una cosa de nada. Llevadme a él. ¡Que te pillo, escóndete!.

 

Salen.

 

IV.iii Entra el REY.

 

REY

He mandado buscarle y hallar el cadáver.

Es un peligro dejar que siga libre.

Mas no conviene que le caiga todo el peso

de la ley: le quiere la confusa multitud,

que no ama con el juicio, sino con los ojos,

y atiende al sufrimiento del culpable,

no a la culpa. Para evitar sobresaltos,

su marcha repentina debe parecer

decisión bien ponderada. Dolencias extremas

exigen remedios extremos o jamas se curan.

 

Entra ROSENCRANTZ.

 

¿Qué hay? ¿Qué ha ocurrido?

ROSENCRANTZ

Señor, se niega a decirnos

dónde ha dejado el cadáver.

REY

¿Y él dónde está?

ROSENCRANTZ

Fuera, vigilado y esperando vuestra orden.

REY

Traedle a mi presencia.

ROSENCRANTZ

¡Guildenstern! Trae al príncipe.

 

Entran HAMLET, GUILDENSTERN [ y acompañamiento].

 

REY

Bien, Hamlet, ¿dónde está Polonio?

HAMLET

De cena.

REY

¿De cena? ¿Dónde?

HAMLET

No donde come, sino donde es comido: tiene encima una asamblea de gusanos políticos. El gusano es el gran emperador de la dieta. Nosotros engordamos engordando animales, y así estamos gordos para los gusanos. El rey gordo y el mendigo flaco son dos viandas posibles: dos platos, la misma mesa. Ahí se acaba.

REY

¿Qué quieres decir con eso?

HAMLET

Nada, sólo mostraros cómo un rey puede viajar por las tripas de un mendigo.

REY

¿Dónde está Polonio?

HAMLET

En el cielo. Mandad que le busquen. Si allí no le encuentra el mensajero, buscadle vos mismo en el otro sitio. Si no le encontráis de aquí a un mes, os llegará el olor al

subir a la galería.

REY

¡Buscadle allí!

HAMLET

Os estará esperando.

 

[Salen algunos del acompañamiento.]

 

REY

Hamlet, por tu propia seguridad,

que tanta inquietud me produce

como llanto lo que has hecho, tu acción

exige tu marcha inmediata. Prepárate,

La nave está presta, el viento acompaña,

te aguarda la escolta y todo está a punto

para ir a Inglaterra.

HAMLET

¿Inglaterra?

REY

Si, Hamlet.

HAMLET

Bueno.

REY

Así lo verás cuando sepas mi intención.

HAMLET

Veo un querubín que ya la ha visto. – Bueno, vamos.

¡A Inglaterra! Adiós, querida madre.

REY

Tu tierno padre, Hamlet.

HAMLET

Madre. Padre y madre son marido y mujer, marido y mujer son una carne, así que madre. – Vamos. ¡A Inglaterra!

 

Sale.

REY

Seguidle de cerca; embarcadle sin demora.

No os retraséis: le quiero fuera esta noche.

En marcha, que, en lo que atañe a este asunto,

todo está ultimado. Daos prisa.

 

Salen todos menos el REY.

 

Inglaterra, si mi afecto en algo tienes

(como tal vez te aconseje nuestra fuerza,

pues la cicatriz de nuestro acero danés

aún sigue roja, y nos pagas tributo

de buen grado), no puedes tratar con ligereza

mi real orden que, en carta especial

y por extenso, reclama encarecidamente

la muerte inmediata de Hamlet. Hazlo, Inglaterra,

pues él, como fiebre, me quema la sangre

y tú eres mi cura. Mientras no esté hecho,

nada me traerá dicha ni contento.

 

Sale.

 

IV.iv Entra FORTINBRÁS con su ejército.

 

FORTINBRÁS

Capitán, al rey danés presenta mis respetos.

Dile que, según nos concedió, Fortinbrás

reclama la escolta prometida

para cruzar su reino. Sabes dónde nos reunimos.

Si Su Majestad quiere algo de mí,

le expresaré mi lealtad en su presencia.

Házselo saber.

CAPITÁN

Así lo haré, señor.

FORTINBRÁS

Marchad seguros.

 

Salen.

 

IV.v Entran la REINA y HORACIO.

 

REINA

No quiero hablar con ella.

HORACIO

Insiste en veros, desvaría. Su estado da pena.

REINA

¿Qué quiere?

HORACIO

Habla mucho de su padre, de las trampas

de este mundo; balbucea y se da

golpes de pecho; se ofende por minucias;

habla sin concierto. Lo que dice es absurdo,

mas lleva a quien la oye a interpretar

su incoherencia. Se hacen conjeturas;

amoldan a su idea las palabras que juntan,

las cuales, a juzgar por los gestos y los guiños,

darían pie a sospechas que, aun siendo

infundadas, serían maliciosas.

REINA

Habrá que hablar con ella, no sea que siembre

dudas peligrosas en mentes malévolas.

Hazla pasar.

 

[HORACIO se dirige a la puerta.]

 

[Aparte] En mi alma enferma, pues vive en pecado,

cualquier nadería predice un gran daño.

La culpa no sabe fingir su recelo

y al fin se traiciona queriendo esconderlo.

 

Entra OFELIA tocando un laúd, con el pelo suelto y cantando.

 

OFELIA

¿Dónde está la hermosa majestad de Dinamarca?

REINA

¿Qué ocurre, Ofelia?

OFELIA [canta]

¿Cómo conoceré a tu amor

entre los demás?

Con venera y con bordón

y sandalias va.

REINA

¡Ah, pobre Ofelia! ¿A qué viene esa canción?

OFELIA

¿Decíais? Atended, os lo ruego.

[Canta] Ya murió, señora, y se fue,

ya murió y se fue:

césped a su cabecera

y piedra a sus pies.

REINA

Pero, Ofelia…

OFELIA

Atended, os lo ruego.

[Canta] Su mortaja, blanquísima…

 

Entra el REY.

 

REINA

¡Ah, mírala, esposo!

OFELIA [canta]

… cubierta de flor,

a la tumba fue sin llevar

lágrimas de amor.

 

REY

¿Cómo estás, linda Ofelia?

OFELIA

Bien, Dios os lo pague. Cuentan que la lechuza era la hija de un panadero. ¡Señor! Sabemos lo que somos, no lo que podemos ser. ¡Dios bendiga vuestra mesa!

REY

Fantasea sobre su padre.

OFELIA

Os lo ruego, no hablemos de esto. Cuando os pregunten qué significa, decid:

[Canta] «Mañana es el día de San Valentín,

temprano, al amanecer,

y yo estaré en tu balcón;

tu enamorada seré.»

 

Entonces él se levantó y vistió

y a la doncella hizo entrar

que de su alcoba doncella

ya nunca saldría jamás.

 

REY

Linda Ofelia…

OFELIA

Pues sí, y sin blasfemar le pondré fin:

[Canta]¡Jesús, caridad cristiana!

Vergüenza le tiene que dar.

Si puede, un joven te goza:

¡Su potra, eso está mal!

«Juraste antes de tumbarme

hacer de mí tu mujer.»

«¡Y ya lo serías si en mi cama

no te llegas a meter!»

 

REY

¿Cuánto hace que está así?

OFELIA

Espero que todo irá bien. Hay que tener paciencia. Pero lloro sin remedio de pensar que lo enterraron en la fría tierra. Mi hermano ha de saberlo. Así que gracias por el buen consejo. ¡Vamos, mi carruaje! Buenas noches, señoras, buenas noches, buenas noches.

 

Sale.

 

REY

Síguela de cerca. Vigílala bien, te lo ruego.

 

[Sale HORACIO.]

 

Ah, este es el veneno de la honda tristeza;

todo viene de la muerte de su padre. ¡Ah, Gertrudis!

Las penas nunca vienen como espías de avanzada,

sino en batallones. Primero, su padre muerto;

después, tu hijo ausente, el más violento autor

de su propia partida; el pueblo, enturbiado,

revuelto con tantas sospechas y rumores

sobre la muerte de Polonio (y fue una ingenuidad

enterrarle bajo mano); la pobre Ofelia,

trastornada y privada de razón,

sin la cual todos somos pinturas o animales;

por último, y peor que todo lo demás,

su hermano ha regresado de Francia en secreto,

se nutre de su asombro, vive en la penumbra

y no le faltan chismosos que le infectan

los oídos con infundios sobre la muerte de su padre.

En tal apuro, y escaseando los hechos,

no dudarán en acusar a mi persona

en sus rumores. Querida Gertrudis,

todo esto, cual disparos de metralla,

me da muerte superflua en muchas partes.

 

Ruido dentro. Entra un MENSAJERO.

 

REINA

¡Ah! ¿Qué ruido es ese?

REY

¡Mi guardia suiza! ¡Que defiendan la puerta!

¿Qué ocurre?

MENSAJERO

Salvaos, señor.

El océano, rebasando sus orillas,

no sumerge los llanos con más ímpetu

que Laertes, con sus amotinados, arrolla

a vuestra guardia. La chusma le llama señor

y, cual si el mundo fuese a empezar hoy

y no hubiera costumbres ni pasado

(garantía y sostén de las palabras),

gritan: «¡Elijamos nosotros!. ¡Laertes será rey!»

Al cielo vuelan gorros, aplausos y vítores:

«¡Laertes será rey, Laertes rey!»

REINA

¡Qué alegres ladran tras la pista falsa!

¡Rastreáis al revés, perros daneses!

 

Ruido dentro.

 

REY

¡Han roto las puertas!

 

Entra LAERTES con sus SECUACES.

 

LAERTES

¿Dónde está ese rey? – Quedaos todos fuera.

SECUACES

No, entremos.

LAERTES

Dejadme, os lo ruego.

SECUACES

Muy bien, señor.

LAERTES

Gracias. Guardad la puerta.

 

[Salen loS SECUACES.]

 

¡Ah, vil rey! ¡Dadme a mi padre!

REINA

Quieto, buen Laertes.

LAERTES

La gota de mi sangre que esté quieta

me acusará de bastardo, gritará «cornudo»

a mi padre y pondrá el estigma de ramera

en la frente casta y pura de mi madre.

REY

Laertes, ¿cuál es el motivo

de esta rebelión tan gigantesca? –

Suéltale, Gertrudis. No te inquiete mi persona.

Hay tal divinidad guardando a un rey

que la traición apenas si vislumbra su objetivo

y no llega a actuar. – Laertes, dime

lo que tanto te ha inflamado. – Suéltale, Gertrudis. –

Habla ya.

LAERTES

¿Dónde está mi padre?

REY

Muerto.

REINA

Pero no a sus manos.

REY

Que pregunte a placer.

LAERTES

¿Cómo murió? Nada de trampas.

¡Al infierno la lealtad! ¡Al más negro diablo

juramentos! ¡Al más profundo abismo

la gracia y la conciencia! No temo condenarme.

A tal punto he llegado que no me importa nada

esta vida, la otra, cualquier cosa:

tomaré plena venganza por mi padre.

REY

¿Quién te frenará?

LAERTES

Juro que ni el mundo entero.

Y mis medios voy a administrarlos

de modo que lo poco rinda mucho.

REY

Buen Laertes, si deseas conocer

la verdad de la muerte de tu padre,

¿está escrito en tu venganza que tu juego

barra de montón a amigo y enemigo,

al que gane y al que pierda?

LAERTES

Sólo a sus enemigos.

REY

¿Quieres conocerlos?

LAERTES

A sus amigos les abro los brazos

y, como el pelícano, generoso les daré

vida y alimento con mi sangre.

REY

Ahora hablas

como un buen hijo y todo un caballero.

Que soy inocente de la muerte de tu padre

y la he llorado con honda tristeza

entrará tan de lleno en tu razón

como el día en tus ojos.

 

Ruido dentro.

 

VOCES [dentro]

¡Dejadla pasar!

LAERTES

¿Eh? ¿Qué ruido es ese?

 

Entra OFELIA como antes.

 

¡Fiebre, sécame el cerebro! ¡Lágrimas amargas,

quemadme el sentido y poder de mis ojos!

Juro que tu demencia será pagada en peso

hasta que la balanza se incline de mi lado.

¡Rosa de mayo, querida doncella, hermana, Ofelia!

¡Dios! ¿Es posible que un juicio tan tierno

sea tan mortal como la vida de un anciano?

El amor nos perfecciona, y nos hace

enviar una valiosa parte nuestra

tras el ser al que amamos.

OFELIA [canta]

Su ataúd descubierto va,

ay, nony, nony, no, nony, no,

y en la tumba le lloran ya.

Adiós, mi paloma.

LAERTES

Si estuvieras en tu juicio y clamases venganza,

no conmoverías tanto.

OFELIA

Vos cantad «Do-re-dó», y vos «Do-re-fá». ¡Ah, qué bien le va el estribillo! El pérfido mayordomo raptó a la hija del amo.

LAERTES

Ese absurdo dice mucho.

OFELIA

Esto es romero, para recordar. Acuérdate, amor. Y esto pensamientos, para pensar.

LAERTES

La lección de la locura: ajusta el pensamiento y el recuerdo.

OFELIA

Esto es hinojo, para vos, y aguileña. Y esto ruda, para vos; y una poca para mí. Los domingos la llamamos hierba de la gracia. ¡Ah, vos llevad la ruda por otro motivo! Esto es una margarita. Os daría violetas, pero todas se mustiaron al morir mi padre; dicen que tuvo buena muerte.

[Canta] Pues Robin el guapo es mi ilusión.

LAERTES

Pesadumbre y tristeza, dolor, el infierno,

ella los convierte en dulzura y encanto.

 

OFELIA [canta]

¿Y ya nunca volverá?

¿Y ya nunca volverá?

No, no, no, muerto está,

y tú muere ya,

pues él jamás volverá.

 

La barba, níveo blancor,

el pelo, rubio color;

Ya murió, ya murio.

¿A qué más dolor?

Acoja su alma Dios. Y todas las almas cristianas, si Dios quiere. Adiós.

 

Sale.

 

LAERTES

¿Ves esto, Dios?

REY

Laertes, debo compartir tu pena;

no me niegues mi derecho. Ahora sal

y escoge a tus amigos más juiciosos

para que oigan y arbitren entre tú y yo.

Si me creen implicado, de manera

personal o coligada, yo, en desagravio,

te daré mi reino, mi vida, mi corona

y todo lo que es mío. Mas, si no es así,

accede a dispensarme tu paciencia

y obraré en alianza con tu alma

por dejarte satisfecho.

LAERTES

Conforme. El modo

en que murió, su oscuro entierro (sin emblema,

espada, ni blasón sobre sus restos,

rito noble o ceremonia funeral);

todo esto clama tanto del cielo a la tierra

que exijo que se indague.

REY

Así se hará;

y donde haya crimen, el hacha caerá.

Te lo ruego, ven conmigo.

 

Salen.

 

IV.vi Entra HORACIO con un CRIADO.

 

HORACIO

¿Quiénes son los que quieren hablarme?

CRIADOS

Marineros, señor. Dicen que os traen una carta.

HORACIO

Que pasen.

 

[Sale el CRIADO.]

 

No sé quién en todo el mundo

va a escribirme, si no es el propio Hamlet.

 

Entran loS MARINEROS.

 

MARINERO 1.0

Dios os guarde, señor.

HORACIO

Igualmente.

MARINERO 1.0

Él os oiga. Señor, os traigo esta carta de parte del embajador que iba a Inglaterra, si, como me han hecho saber, vuestro nombre es Horacio.

HORACIO [lee]

«Horacio: Cuando hayas leído esto, haz que estos hombres tengan acceso al rey. Traen carta para él. No llevábamos dos días en el mar cuando un barco pirata bien armado nos dio caza. Al ser lentas nuestras velas, hubimos de mostrarnos animosos, y en el choque lo abordé. Al instante se soltaron de nuestro barco, y yo quedé su solo prisionero. Me han tratado cual ladrones compasivos. Pero saben lo que hacen: tengo que pagarles el favor. Que el rey lea la carta que le mando, y reúnete conmigo tan deprisa como huirías de la muerte. Te diré algo al oído que, aunque sea muy leve para el calibre del hecho, te va a dejar sin habla. Estos buenos hombres te llevarán donde estoy. Rosencrantz y Guildenstern siguen con rumbo a Inglaterra. De ellos tengo mucho que contarte. Adiós.

 

Siempre tuyo,

Hamlet.»

 

Venid, daré curso a vuestra carta

y, por cierto, a toda prisa, pues habéis

de llevarme al que os la dio.

 

Salen.

 

IV.vii Entran el REY y LAERTES.

 

REY

Tu conciencia debe ahora sancionar

mi absolución, y tu pecho acogerme como amigo,

pues has podido oír y comprobar

que el hombre que mató a tu noble padre

atentaba contra mí.

LAERTES

Es evidente. Mas decidme

por qué no procedisteis contra hechos

tan graves y tan ciertos de pena capital,

cuando a ello tanto os obligaban

vuestra seguridad, prudencia y más motivos.

REY

Por dos razones especiales

que, aunque a ti te parezcan harto endebles,

tienen fuerza para mí. Su madre, la reina,

le idolatra y, en lo que a mí respecta

(sea mi suerte o mi desgracia, no sé cuál),

tal es mi conjunción con ella en cuerpo y alma

que, cual astro que sólo gira dentro de su esfera,

yo fuera de ella no existo. La otra razón

para no haber hecho cargos públicos

es el cariño que las gentes le profesan:

un afecto que, sumergiendo sus delitos,

cambiaría sus culpas en virtudes

cual la fuente que transmuta en piedra la madera.

Así, mis flechas, de ingrávida vara

para viento tan fuerte, habrían regresado

a mi arco sin hacer diana.

LAERTES

Y yo me encuentro sin mi noble padre

y a mi hermana en condiciones angustiosas,

que, si elogio lo que fue, desde una cumbre

podía haber retado al mundo entero

a emular sus perfecciones. Mas ya me vengaré.

REY

Por eso no pierdas el sueño. No creas

que estoy hecho de sustancia tan inerte

que dejo que el peligro me tire de la barba

y lo tomo a simple juego. Pronto has de oír más.

Yo quería a tu padre, y me quiero a mí mismo,

y esto espero que te enseñe a imaginar…

 

Entra un MENSAJERO.

 

¿Qué pasa? ¿Hay noticias?

MENSAJERO

Señor, cartas de Hamlet.

Ésta para Vuestra Majestad, ésta para la reina.

REY

¿De Hamlet? ¿Quién las ha traído?

MENSAJERO

Señor, dicen que marineros. Yo no los vi.

Me las dio Claudio; él las recibió.

REY

Laertes, tú has de oírlo. –

Déjanos.

 

Sale el MENSAJERO.

 

[Lee] «Excelsa Majestad: Sabed que, despojado, he puesto pie en vuestro reino. Mañana he de pediros licencia para presentarme ante vos y, con vuestra venia, exponeros las razones de mi pronto e insólito regreso.

Hamlet.»

¿Qué significa esto? ¿Han vuelto los demás?

¿O es alguna trampa y todo es falso?

LAERTES

¿Conocéis la letra?

REY

Es la de Hamlet. «Despojado.»

Y en posdata dice «solo». ¿Te lo explicas?

LAERTES

Señor, no entiendo nada. Pero que venga.

Alivia la dolencia de mi pecho

pensar que viviré para decirle a la cara:

«¡Así mataste!»

REY

Laertes, en tal caso (y parece extraño, pero cierto),

¿dejarás que yo te guíe?

LAERTES

Sí, mientras no me desviéis hacia la paz.

REY

Hacia tu paz. Si ahora ha regresado

tras cortar su travesía y no piensa

reemprenderla, le induciré

a un encuentro cuya trama está madura

y en el cual sin remedio ha de caer.

Por su muerte no habrá un hálito de culpa:

ni su madre advertirá la maña

y la creerá un accidente. Hace unos dos meses

estuvo aquí un caballero normando.

Yo he visto a los franceses, he luchado contra ellos,

y son diestros a caballo, pero este valiente

tenía magia. Clavado a la silla,

conseguía del animal tales prodigios

cual si fuese un solo cuerpo con la bestia

y de su especie por mitad. Tanto rebasaba

mi inventiva que yo, imaginando piruetas,

quedaba atrás de las suyas.

LAERTES

¿Normando decíais?

REY

Normando.

LAERTES

Seguro que Lamord.

REY

El mismo.

LAERTES

Le conozco bien. Es la gala y la gema de su tierra.

REY

Dio testimonio de ti

y alabó de tal modo tu destreza

en el arte y ejercicio de la esgrima,

sobre todo tu dominio del estoque,

que exclamó: «¡Qué espectáculo sería

si él tuviera un rival!» Este elogio

envenenó de envidia a Hamlet, a tal punto

que no hacía sino pedir y desear

tu rápido regreso por luchar contra ti.

De todo esto…

LAERTES

De todo esto, ¿qué, señor?

REY

Laertes, ¿no querías a tu padre?

¿O eres como imagen del dolor,

como un rostro sin alma?

LAERTES

¿Por qué lo preguntáis?

REY

No es que crea que no querías a tu padre;

es que sé que el amor está sujeto al tiempo

y veo, pues lo prueba la experiencia,

que el tiempo le resta su fuego y ardor.

Hamlet regresa. ¿A qué estarías dispuesto

por mostrar, más en hechos que en palabras,

que eres digno de tu padre?

LAERTES

A degollarlo en la iglesia.

REY

Ni al crimen debe darse refugio en sagrado,

ni poner freno a la venganza. Mas, buen Laertes,

si piensas actuar, permanece en tu aposento.

Hamlet sabrá que has regresado.

Haré que algunos elogien tu excelencia

y den doble barniz al gran renombre

que el francés te dispensó, os junten finalmente

y arreglen las apuestas sobre ambos.

El, como es despreocupado, noble e incapaz

de estratagemas, no mirará las armas; así,

con sutileza de manos, te será fácil

escoger una espada con punta

y, de una artera estocada, desquitarte.

LAERTES

Lo haré; y a ese fin

untaré mi espada de veneno.

Le compré un ungüento a un charlatán,

tan mortal que un cuchillo en él mojado

donde hiere no hay emplasto milagroso

compuesto con las hierbas mas energicas

del mundo que salve de la muerte

a quien sólo haya arañado. Pondré el veneno

en la punta y bastará con que le roce

para que sea su muerte.

REY

Lo estudiaremos. Pondera

qué momento y qué medios favorecen

nuestro objeto. Si éste fracasara

y nuestra mala actuación mostrase el plan,

más valdría no intentarlo. Por tanto, a tu proyecto

hay que añadirle otro de reserva

por si fuera a malograrse. Espera, a ver.

Haré una apuesta solemne por vuestra maestría.

Eso es. Cuando el esfuerzo os dé calor y sed

(y habrás de hacer más violentos los asaltos),

y él pida de beber, le tendré preparada

una copa a propósito; con que la sorba,

aunque escape a tu golpe envenenado,

nuestro plan se habrá cumplido.

 

Entra la REINA.

 

¿Qué hay, querida esposa?

 

REINA

Una pena le pisa los talones a la otra;

tan rápido se siguen. – Laertes, tu hermana se ha ahogado

LAERTES

¿Ahogado? ¿Dónde?

REINA

Sobre un arroyo, inclinado crece un sauce

que muestra su pálido verdor en el cristal.

Con sus ramas hizo ella coronas caprichosas

de ranúnculos, ortigas, margaritas, y orquídeas

a las que el llano pastor da un nombre grosero

y las jóvenes castas llaman «dedos de difunto».

Estaba trepando para colgar las guirnaldas

en las ramas pendientes, cuando un pérfido mimbre

cedió y los aros de flores cayeron con ella

al río lloroso. Sus ropas se extendieron,

llevándola a flote como una sirena;

ella, mientras tanto, cantaba fragmentos

de viejas tonadas como ajena a su trance

o cual si fuera un ser nacido y dotado

para ese elemento. Pero sus vestidos,

cargados de agua, no tardaron mucho

en arrastrar a la pobre con sus melodías

a un fango de muerte.

LAERTES

Ah, así que está ahogada.

REINA

Ahogada, ahogada.

LAERTES

Pobre Ofelia, bastante agua has tenido:

me prohibo llorar. Y sin embargo,

es humano; se impone la naturaleza,

aunque sea vergonzoso. Cuando cese mi llanto,

ya no habrá mujer. – Adiós, señor.

Tengo palabras de fuego queriendo encenderse,

pero este desliz las apaga.

 

Sale.

 

REY

Sigámosle, Gertrudis.

Mucho me ha costado aplacar su ira,

y ahora me temo que vuelve a empezar.

Sigámosle.

 

Salen.

 

V.i Entran dos RÚSTICOS [el ENTERRADOR y su COMPAÑERO].

 

ENTERRADOR

¿Se va a dar cristiana sepultura a la que conscientemente buscó su salvación?

COMPAÑERO

Te digo que sí, conque cava ya la fosa. El juez ha visto el caso y dice que cristiana.

ENTERRADOR

¿Cómo es posible si no se ahogó en defensa propia?

COMPAÑERO

Pues eso ha decidido.

ENTERRADOR

Entonces habrá sido se offendendo; no pudo ser otra cosa. La cuestión es esta: si yo me ahogo a sabiendas, esto arguye un acto; un acto tiene tres ramas: hacer, obrar, realizar. Ergu ella se ahogó a sabiendas.

COMPAÑERO

Escucha, señor cavador…

ENTERRADOR

Perdona. Aquí está el agua: bien. Aquí, el hombre: bien. Si el hombre va al agua y se ahoga, quieras que no, es él quien se va. ¿Te fijas? Pero si el agua viene a él y le ahoga, él no se ahoga a sí mismo. Ergu quien no es culpable de su muerte no pudo acortar su vida.

COMPAÑERO

¿Esa es la ley?

ENTERRADOR

¡Pues claro! La ley que lo investiga.

COMPAÑERO

¿Quieres saber la verdad? Sí no es una señora, no le dan cristiana sepultura.

 

ENTERRADOR

Exacto. Y es una pena que los grandes tengan más derecho a ahogarse o colgarse que sus hermanos cristianos. ¡Venga, la pala! En la antigüedad no había más señores que los jardineros, cavadores y sepultureros. Tenían el oficio de Adán.

COMPAÑERO

¿Adán fue caballero?

ENTERRADOR

El primero en armarse.

COMPAÑERO

¡Pero si no tenía armas!

ENTERRADOR

¿Tú es que eres pagano? ¿No dice la Biblia que Adán tuvo que labrar la Tierra? Luego se armó de paciencia. Voy a hacerte otra pregunta. Si no la contestas, confesión y…

COMPAÑERO

Venga.

ENTERRADOR

Albañil, calafate o carpintero: ¿Quién construye más fuerte que los tres?

COMPAÑERO

El que hace la horca: el armazón sobrevive a mil ocupantes.

ENTERRADOR

Eso me ha gustado, de veras. Lo de la horca está bien. Pero, ¿para quién? Está bien para los que hacen mal. Entonces está mal decir que una horca es más fuerte que una iglesia; ergu la horca estará bien para ti. Otra vez, venga.

COMPAÑERO

¿Que quién construye más fuerte que albañil, calafate o carpintero?

ENTERRADOR

Vamos, dilo y a correr.

COMPAÑERO

¡Ya lo tengo!

ENTERRADOR

Venga.

COMPAÑERO

¡Dios, no lo sé!

 

Entran HAMLET y HORACIO a distancia.

 

ENTERRADOR

No te devanes los sesos, que, por más que le pegues, tu burro no irá más rápido. Cuando te vengan con esa pregunta, tú di que el sepulturero, porque las casas que hace duran hasta el Día del Juicio. Vamos, corre a la taberna y tráeme una jarra de aguardiente.

 

[Sale el COMPAÑERO.]

 

[Canta]        De joven yo amé, amé;

me pareció muy grato

menguar mis anos con placer;

igual no lo había probado-

HAMLET

¿Es que  este hombre no tiene sentido de su oficio, que cava tumbas cantando?

HORACIO

Con la costumbre se vuelve una cuestión de indiferencia.

HAMLET

Cierto. La mano que poco labra tiene el sentido más fino.

ENTERRADOR [canta]

Mas con sigilo la vejez

ha hecho presa en mí

y me transporta a la región

como al que no ha gozado así.

 

Arroja una calavera.

 

HAMLET

Esa calavera tenía lengua y podía cantar. Este bribón la estrella contra el suelo como si fuera la quijada de Caín, que cometió el primer crimen. Tal vez fuese la cabeza de un político, ahora avasallado por un asno, capaz de engañar a Dios, ¿no crees?

HORACIO

Tal vez, señor.

HAMLET

O la de un cortesano, que diría: «Buenos días, mi señor. ¿Cómo estáis, mi buen señor?» Sería el señor don Tal, que elogiaba el caballo del señor don Cual cuando pensaba pedírselo, ¿verdad?

HORACIO

Sí, mi señor.

HAMLET

Pues claro, y ahora es de don Gusano, sin mandíbulas y con la crisma sacudida por el sepulturero. Bonita transmutación, si supiéramos verla. ¿Tan fácil ha sido crear estos huesos que ahora sólo sirven para jugar a los bolos? Los míos me duelen de pensarlo.

ENTERRADOR [canta]

Un pico y una pala, pal,

envuelto en un sudario,

y un hoyo para huésped tal

será lo necesario.

 

[Arroja otra calavera.]

 

HAMLET

Otra más. ¿No podría ser la de un abogado? ¿Dónde están ahora sus argucias, sus distingos, sus pleitos, sus títulos, sus mañas? ¿Cómo deja que este bruto le sacuda el cráneo con una pala sucia sin denunciarle por agresión? ¡Mmm … ! Tal vez fuese en vida un gran comprador de tierras, con sus gravámenes, conocimientos, transmisiones, fianzas dobles, demandas. ¿Transmitió sus transmisiones y demandó sus demandas para acabar con esta tierra en la cabeza? ¿Le negarán garantía sus garantes, aun siendo dos, para una compra que no excede el tamaño de un contrato? Todas sus escrituras apenas caben en este hueco. ¿No tiene derecho a más el hacendado?

HORACIO

Ni a una pizca más, señor.

HAMLET

Los pergaminos, ¿no son de piel de carnero?

HORACIO

Sí, Alteza, y de becerro.

HAMLET

Carnero y becerro ha de ser quien crea que aseguran algo. Hablaré con este hombre. – Tú, ¿de quién es esta fosa?

ENTERRADOR

Mía, señor.

[Canta]               … y un hoyo para huésped tal

será lo necesario.

HAMLET

Será tuya porque te has metido dentro.

ENTERRADOR

Y como vos estáis fuera, no es vuestra. Yo en esto no me he metido, pero es mía.

HAMLET

Te has metido y has mentido diciendo que es tuya. Es para un muerto, no para un vivo; así que has mentido.

ENTERRADOR

Señor, es una mentira viva y ahora vuelve con vos.

HAMLET

¿Para qué hombre la cavas?

ENTERRADOR

Para ningún hombre, señor.

HAMLET

¿Para qué mujer?

ENTERRADOR

Para ninguna, tampoco.

HAMLET

Pues, ¿a quién van a enterrar?

ENTERRADOR

A una que fue mujer, pero, que en paz descanse, está muerta.

HAMLET

¡Qué rotundo es el granuja! Como no hilemos delgado nos matarán los equívocos. De veras, Horacio; lo he notado en los últimos tres años: nos hemos vuelto tan finos que hasta el más palurdo le pisa el talón al cortesano y le roza el sabañón. – ¿Desde cuándo eres sepulturero?

ENTERRADOR

De todos los días del año, desde aquel en que nuestro difunto rey Hamlet venció a Fortinbrás.

HAMLET

Y de eso, ¿cuánto hace?

ENTERRADOR

¿No lo sabéis? ¡Si hasta los tontos lo sabenl Fue el día en que nació el joven Hamlet, el que estaba loco y mandaron a Inglaterra.

HAMLET

Sí, claro. ¿Y por qué le mandaron a Inglaterra?

ENTERRADOR

Pues porque estaba loco. Allí recobrará el juicio y, si no, poco importa.

HAMLET

¿Por qué?

ENTERRADOR

No se lo notarán: allí todos están igual de locos.

HAMLET

¿Cómo se volvió loco?

ENTERRADOR

De un modo extraño.

HAMLET

¿Cómo «extraño»?

ENTERRADOR

Vaya, pues perdiendo el juicio.

HAMLET

¿De dónde salió su locura?

ENTERRADOR

Pues de aquí, de Dinamarca. Mozo y hombre, yo llevo aquí de sepulturero treinta años.

HAMLET

¿Cuánto tarda en pudrirse un muerto enterrado?

ENTERRADOR

Bueno, si no se ha podrido antes de morir (pues hoy en día nos traen muchos venéreos que apenas se pueden enterrar), os puede durar unos ocho o nueve años. Un

curtidor os dura nueve años.

HAMLET

¿Y él por qué más que otros?

ENTERRADOR

Pues, señor, porque tiene la piel tan curtida que el agua no la atraviesa en mucho tiempo, y el agua descompone bien a todo puto cadáver. Aquí hay una calavera; lleva enterrada veintitrés años.

HAMLET

¿De quién es?

ENTERRADOR

De un puto chiflado. ¿Quién creéis que era?

HAMLET

No lo sé.

ENTERRADOR

¡Mala peste de loco! Un día me vació en la cabeza una jarra de vino del Rin. Esta calavera, señor, es la de Yorick, el bufón del rey.

HAMLET

¿Ésta?

ENTERRADOR

La misma.

HAMLET

Deja que la vea. ¡Ay, pobre Yorick! Yo le conocía, Horacio: tenía un humor incansable, una agudeza asombrosa. Me llevó a cuestas mil veces. Y ahora, ¡cómo me repugna imaginarlo! Me revuelve el estómago. Aquí colgaban los labios que besé infinitas veces. Y ahora, ¿dónde están tus pullas, tus brincos, tus canciones, esas ocurrencias que hacían estallar de risa a toda la mesa? ¿Ya no tienes quien se ría de tus muecas? ¿Estás encogido? Vete a la estancia de tu señora y dile que, por más que se embadurne, acabará con esta cara. Hazla reír con esto. – Horacio, dime una cosa.

HORACIO

Sí, mi señor.

HAMLET

¿Tú crees que Alejandro tenía este aspecto bajo tierra?

HORACIO

El mismo.

HAMLET

¿Y olía así? ¡Uf!

HORACIO

Igual, señor.

HAMLET

¡En qué bajos usos podemos caer, Horacio! ¿No podría la imaginacion rastrear el noble polvo de Alejandro y encontrarlo taponando un barril?

HORACIO

Sería una busca demasiado rebuscada.

HAMLET

No, nada de eso; habría que seguirle con mesura llevados de lo probable. Es decir: Alejandro murió, Alejandro fue enterrado, Alejandro se convirtió en polvo. El polvo es tierra, con la tierra se hace el barro, y con el barro en que se convirtió, ¿por qué no se puede tapar un barril de cerveza?

Muerto y hecho barro, el imperial César

rellena un boquete y el aire intercepta.

¡Ah, que aquella tierra que al mundo arredró

tape una pared y corte un ventarrón!

Pero, alto. Apartémonos: se acerca el rey,

la reina, cortesanos.

 

Entran, siguiendo un féretro, el REY, la REINA, LAERTES, otros CORTESANOS y un SACERDOTE.

 

¿A quién siguen? ¿Por qué un rito tan menguado? Eso indica que el difunto al que siguen, temerario se quitó su propia vida. Y era de alto rango. Vamos a escondernos y mirar.

LAERTES

¿Qué más ceremonias?

HAMLET

Este es Laertes, un joven noble. Atiende.

LAERTES

¿Qué más ceremonias?

SACERDOTE

Sus exequias las hemos extendido

hasta el límite aprobado. Su muerte fue dudosa;

de no haberlo impedido una orden superior,

yacería en lugar no consagrado

hasta el Día del Juicio. En vez de plegarias, l

e habrían arrojado cascotes, guijas y piedras.

Pero aquí se le permiten ritos virginales,

flores de doncella y entierro en sagrado

con toque de campana y funeral.

LAERTES

¿Sin hacer nada más?

SACERDOTE

Nada más. Profanaríamos el oficio de difuntos

entonando un solemne responso y rezándole

como a las almas que mueren en paz.

LAERTES

Dadle sepultura

y que broten violetas de su carne

pura y sin mancha. Cruel sacerdote, yo te digo

que mi hermana será un ángel providente

cuando tú estés aullando en el averno.

HAMLET

¿Cómo? ¿La bella Ofelia?

REINA [esparciendo flores]

Flores a esta flor. Adiós.

Confiaba en que serías la esposa de mi Hamlet.

Querida niña, creí que iba a engalanar

tu lecho de bodas, no tu sepultura.

LAERTES

¡Ah, que un triple dolor

diez veces triplicado caiga sobre ese maldito

cuyo crimen te privó de tu excelsa cordura! –

Esperad, no la sepultéis hasta que yo

la tenga una vez más entre mis brazos.

 

Salta a la fosa.

 

¡Apilad ahora tierra sobre vivos y muertos

hasta hacer de este llano una montaña

que descuelle sobre el monte Pelión

o la cumbre celeste del Olimpo!

HAMLET [adelantándose]

¿Quién es este

que vocea su dolor con tanto ímpetu

y hechiza a los planetas con su angustia,

dejándolos suspensos como a oyentes asombrados?

Aquí está Hamlet de Dinamarca.

 

Salta dentro tras LAERTES.

 

LAERTES

¡Que el diablo te lleve!

HAMLET

¡Qué mal rezas!

Quítame esos dedos de la garganta,

pues, aunque no soy impulsivo ni colérico,

en mí hay algo peligroso

que más te vale temer. ¡Quítame esa mano!

REY

¡Separadlos!

REINA

¡Hamlet, Hamlet!

TODOS [LOS CORTESANOS ]

¡Señores!

HORACIO

Calmaos, Alteza.

HAMLET

Por esta causa lucharé con él

hasta que mis párpados dejen de moverse.

REINA

¿Qué causa, hijo mío?

HAMLET

Yo quería a Ofelia. Ni todo el amor

de veinte mil hermanos juntos sumaría

la medida del mío. – ¿Qué piensas hacer por ella?

REY

¡Ah, está loco, Laertes!

REINA

¡Por el amor de Dios, no le oigas!

HAMLET

¡Voto a … ! Dime lo que harás.

¿Piensas llorar, luchar, ayunar, desgarrarte?

¿O beber vinagre, comerte un cocodrilo?

Yo también. ¿Has venido aquí a lloriquear,

a rebajarme tirándote a la fosa?

Si te entierras con ella, yo también.

Y si hablas de montañas, que nos echen encima

fanegas a millones hasta que la tierra

se queme la cabeza en el círculo solar

y el Osa parezca una verruga. Si voceas,

yo hablaré tan hinchado como tú.

REY

Esto es pura demencia;

el acceso no puede durarle mucho tiempo.

Muy pronto estará manso como una paloma

al salir del cascarón sus doradas parejas

y se hundirá en el silencio.

HAMLET

Oídme bien. ¿Por qué me tratáis así?

Yo siempre os aprecié. Pero no importa.

Que Hércules haga lo que se le antoje;

el gato maúlla y el perro se impone.

 

Sale.

 

REY

Acompáñale, Horacio, te lo ruego.

 

Sale HORACIO.

 

Lo que hablamos anoche debe darte paciencia;

lo pondremos por obra de inmediato.

Gertrudis, haz que vigilen a tu hijo.

Esta tumba tendrá su perenne monumento.

Muy pronto veremos la hora tranquila;

mientras, la paciencia será nuestra guía.

 

Salen.

 

V.ii Entran HAMLET y HORACIO.

 

HAMLET

De eso nada más. En cuanto al resto, veamos.

¿Te acuerdas de todo mi relato?

HORACIO

¡Cómo no acordarme, señor!

HAMLET

Había en mi alma una especie de lucha

que me tenía despierto. Me sentí peor

que un amotinado en los grilletes.

En un rapto… Benditos los arrebatos:

admitamos que a veces el impulso

nos es más útil que el cálculo, lo que nos muestra

que hay una divinidad que modela nuestros fines,

cualquiera que haya sido nuestro esbozo.

HORACIO

Así es.

HAMLET

Salí del camarote y, envuelto

en mi tabardo marinero, anduve

a tientas en las sombras hasta hallarlos

les quité los documentos y volví

finalmente al camarote, permitiéndome

abrir el real comunicado, mis temores

venciendo mis modales. Horacio, en él leí

(¡ah, regia canallada!) la orden expresa,

guarnecida de razones muy variadas

sobre el bien de Dinamarca e Inglaterra,

con, ¡ah!, todos los duendes que me hacen peligroso,

de que, a su lectura y en el acto,

sin esperar a que afilasen el hacha,

me cortaran la cabeza.

HORACIO

¡No es posible!

HAMLET

Aquí está el comunicado. Léelo sin prisa.

¿Quieres saber cómo procedí?

HORACIO

Os lo ruego.

HAMLET V

Véndome atrapado por infames

(antes que le diera un resumen al cerebro,

él ya veía la acción), me senté, proyecté

una nueva orden, la escribí con buena letra.

Al igual que los políticos, yo antes

menospreciaba la caligrafía

y me esforcé en olvidarla, pero ahora

me ha prestado un fiel servicio.

¿Te digo el contenido de la orden?

HORACIO

Sí, Alteza.

HAMLET

Fue un ruego muy solemne de parte del rey:

Puesto que Inglaterra ha sido su leal tributaria

y sus lazos deben florecer cual la palmera,

puesto que la paz debe llevar siempre

su guirnalda de espigas y unirlos en su afecto,

con otros muchos «puestos» bien colmados,

que, a la vista y lectura del escrito,

sin debate y cumpliéndolo a la letra,

se dé a sus portadores la muerte inmediata

sin lugar a confesión.

HORACIO

¿Y cómo lo sellasteis?

HAMLET

Hasta en eso fue el cielo providente:

llevaba en la bolsa el anillo de mi padre,

cuyo sello es idéntico al del rey;

doblé el escrito a la manera del otro,

lo firmé, sellé y reemplacé sin que nadie

advirtiera ningún cambio. Al otro día

fue el combate naval; lo que sigue

ya lo sabes.

HORACIO

Y Guildenstern y Rosencrantz fueron a su muerte

HAMLET

¡Pero si estaban prendados de su oficio!

No me rozan la conciencia. Su caída

resulta de su propia intromisión.

El inferior corre peligro atravesándose

entre los fieros golpes y estocadas

de rivales poderosos.

HORACIO

¡Qué rey es este!

HAMLET

¿No crees que ya es mi turno?

Mata a mi padre, prostituye a mi madre,

se mete entre la elección y mi esperanza

y a mi propia vida le echa el anzuelo

con toda esa maña. ¿No sería de conciencia

pagarle con mi brazo? ¿Y no sería condenarse

permitir que esta úlcera se extienda

y siga corrompiendo?

HORACIO

Tendrá pronto noticias de Inglaterra

informándole de todo lo ocurrido.

HAMLET

Muy pronto. Pero el intervalo es mío.

Una vida no dura más que decir «uno».

Pero me ha dolido mucho, buen Horacio,

haberme propasado con Laertes,

pues en el rostro de mi causa puedo ver

el reflejo de la suya. Me ganaré su favor.

Sin embargo, sus alardes de angustia

dispararon mi arrebato.

HORACIO

¡Chsss! ¿Quién viene?

 

Entra el joven OSRIC.

 

OSRIC

Alteza, sed muy bienvenido a Dinamarca.

HAMLET

Con humildad os lo agradezco. – ¿Conoces a esta libélula?

HORACIO

No, mi señor.

HAMLET

Más gracia para tu alma, que conocerle es pecado. Posee tierras, muchas y fértiles. Con que un animal sea dueño de animales, ya tiene el pesebre en la mesa del rey. Este es un rústico, pero, como digo, con grandes extensiones de estiércol.

OSRIC

Mi querido señor, si vuestra gentileza se hallara ociosa, os transmitiría un mensaje de Su Majestad.

HAMLET

Señor, le prestaré oídos con toda entrega de espíritu. Dadle a vuestro gorro el uso debido: es para la cabeza.

OSRIC

Gracias, Alteza. Hace mucho calor.

HAMLET

No, creedme: hace mucho frío. El viento es del norte.

OSRIC

En efecto, señor; hace bastante frío.

HAMLET

Para mi complexión hace un calor sofocante.

OSRIC

Sobre manera, Alteza. Hace mucho bochorno, como quien dice… ¿Cómo decirlo? Pero, señor, Su Majestad me manda participaros que ha hecho una gran apuesta en favor vuestro. Señor, se trata de…

HAMLET

Acordaos de cubriros.

OSRIC

No, mi buen señor, de veras; por respeto. Alteza, no ignoráis la excelencia de Laertes con su arma.

HAMLET

¿Y cuál es?

OSRIC

Estoque y daga.

HAMLET

Son dos armas. Pero, en fin…

OSRIC

Señor, el rey ha apostado seis corceles berberiscos, a los cuales, según creo, Laertes ha contrapuesto seis estoques y puñales franceses con todos sus adherentes, tales como el cinto, los tahalíes, etcétera. En verdad, tres de las portaderas son muy gratas al gusto, muy acordes con la empuñadura, un auténtico primor y de extremada fantasía.

HAMLET

¿A qué llamáis «portaderas»?

ORISC

Señor, las portaderas son las correas.

HAMLET

El término sería más propio si pudiéramos ceñirnos un cañón. Entre tanto, llámense correas. Mas sigamos. Seis caballos berberiscos contra seis espadas francesas, con sus adherentes y tres portaderas de extremada fantasía. Es la apuesta francesa contra la danesa. ¿Por qué se ha «contrapuesto», como vos decís?

OSRIC

Señor, el rey ha apostado que en doce asaltos entre vos y Laertes, él no os ganará por más de tres. Laertes ha apostado por nueve de los doce. Podría ponerse a prueba de inmediato si Vuestra Alteza se dignase responder.

HAMLET

¿Y si respondo que no?

OSRIC

Señor, quiero decir si accedierais a enfrentaros.

HAMLET

Señor, pasearé por este salón. Si le place a Su Majestad, es mi hora de ejercicios. Si traen las armas, y está dispuesto el caballero, y el rey mantiene su apuesta, haré que gane si puedo. Si no, me ganaré la deshonra y los golpes en cuestión.

OSRIC.

¿Transmito así vuestra respuesta?

HAMLET

En tal sentido, señor, con los floreos que os dicte vuestro estilo.

OSRIC

Me recomiendo con lealtad a Vuestra Alteza.

HAMLET

Todo vuestro.

 

Sale OSRIC.

 

Hace bien en recomendarse, pues nadie lo hará por él.

HORACIO

Este chorlito se va con el cascarón en la cabeza.

HAMLET

Le hacía ceremonias a la teta antes de mamar. Éste y otros muchos de su cuerda, que tanto cautivan a nuestro frívolo mundo, sólo han pescado la jerga de moda y las fórmulas externas: un surtido de pamemas que los saca adelante entre las mentes más cultas; pero prueba a soplarles y les revientas las pompas.

HORACIO

Perderéis este encuentro, señor.

HAMLET

No lo creo. Desde que él marchó a Francia, no he dejado de practicar, y con tal apuesta ganaré. Aunque no te imaginas el malestar que siento. Pero no importa.

HORACIO

¿Qué es, señor?

HAMLET

Una tontería; uno de esos presentimientos que turbarían a una mujer

HORACIO

Si vuestro ánimo está inquieto, obedecedlo. Haré que no vengan y diré que no estáis listo.

HAMLET

Nada de eso; los augurios se rechazan. Hay singular providencia en la caída de un pájaro. Si viene ahora, no vendrá luego. Si no viene luego, vendrá ahora. Si no viene ahora, vendrá un día. Todo es estar preparado. Como nadie sabe nada de lo que deja, ¿qué importa dejarlo antes? Ya basta.

 

Entran el REY, la REINA, LAERTES, cortesanos, [OSRIC] y acompañamiento con trompetas, tambores, cojines, espadas de esgrima y manoplas,- una mesa con jarras de vino.

 

REY

Ven, Hamlet; ven y toma esta mano.

 

[Pone la mano de LAERTES en la de HAMLET.]

HAMLET

Perdonadme, señor. Os he agraviado.

Perdonad como caballero. Los presentes

bien saben y a vos de cierto os han dicho

que estoy aquejado de un grave trastorno.

Si rudamente he provocado

vuestros sentimientos, honor y disgusto,

aquí proclamo que ha sido locura.

¿Fue Hamlet quien hirió a Laertes? Jamás.

Si Hamlet ha salido de sí

y, no siendo él mismo, agravia a Laertes,

no es Hamlet quien obra; Hamlet lo niega.

Entonces, ¿quién obra? Su locura. Si es así,

Hamlet es también de la parte agraviada

y la locura es su cruel enemiga.

Señor, ante esta asamblea:

que mi negación de un mal pretendido

me absuelva en vuestro noble pensamiento,

como si mi flecha, volando por encima

de la casa, hubiera herido a mi hermano.

LAERTES

Lo admito en mis sentimientos,

que son los que más deberían moverme

a la venganza. Respecto a mi honor

me reservo, y no deseo reconciliarme

hasta que voces de probada autoridad

emitan juicio y precedente de concordia

y mi buen nombre salga intacto. Hasta entonces

acojo como afecto el afecto declarado

y no lo menosprecio.

HAMLET

Lo acepto muy gustoso, y lucharé

abiertamente en este encuentro fraternal. –

Traed las espadas, vamos.

LAERTES

Venga, una para mí.

HAMLET

Laertes, os daré realce. Mi torpeza

hará que vuestro arte brille tanto

como un astro en la noche más oscura.

LAERTES

Os burláis, señor.

HAMLET

No, os lo juro.

REY

Dales las espadas, joven Osric. Hamlet,

¿conoces la apuesta?

HAMLET

Perfectamente, señor.

Vuestra Majestad ha apostado por el débil.

REY

No me inquieta; os he visto a ambos.

Mas, como él es un maestro, se te ha dado ventaja.

LAERTES

Ésta es muy pesada. A ver otra.

HAMLET

Ésta me gusta. ¿Son todas del mismo largo?

OSRIC

Sí, Alteza.

 

Se disponen a luchar.

 

REY

Poned las jarras de vino en esa mesa.

Si Hamlet da el primer golpe o el segundo,

o se desquita en el tercer asalto,

que en todas las almenas disparen los cañones.

El rey beberá por el vigor de Hamlet

y en la copa echará una perla más valiosa

que la que cuatro reyes sucesivos

en la corona danesa portaron.

Dadme las copas; el timbal hablará a la trompeta,

la trompeta al cañón de la muralla,

el cañón al cielo y el cielo a la tierra, diciendo:

«El rey bebe ahora por Hamlet.» Empezad.

Jueces, vosotros siempre vigilantes.

HAMLET

Vamos.

LAERTES

Vamos, señor.

 

Luchan.

 

HAMLET

¡Uno!

LAERTES

¡No!

HAMLET

¿Jueces?

OSRIC

Un punto, un punto muy claro.

LAERTES

Bien, sigamos.

REY

Alto. Traed el vino. Hamlet, tuya es esta perla.

Bebo a tu salud.

 

Suenan tambores y trompetas, y disparan una salva.

 

Dadle la copa.

HAMLET

Primero, este asalto. Dejadla a un lado. –

Vamos.

 

Vuelven a luchar.

 

Otro punto. ¿Qué decís?

LAERTES

Otro punto, lo confieso.

REY

Ganará nuestro hijo.

REINA

Está sudando y sin aliento.

Hamlet, toma mi pañuelo, sécate la frente.

La reina bebe por tu suerte, Hamlet.

HAMLET

Gracias, madre.

REY

Gertrudis, no bebas.

REINA

Quiero beber, esposo; con permiso.

 

Bebe [y ofrece la copa a HAMLET].

 

REY [aparte]

Es la copa envenenada. Ya es tarde.

HAMLET

Aún no me atrevo, señora. Beberé luego.

REINA

Ven, deja que te seque la cara.

LAERTES

Majestad, esta vez le toco.

REY

No lo creo.

LAERTES [aparte]

Esto va casi contra mi conciencia.

HAMLET

Vamos al tercero, Laertes. No dais en serio.

Os lo ruego, atacad con más ardor.

Temo ser vuestro juguete.

LAERTES

¿Eso creéis? Vamos.

 

Luchan.

 

OSRIC

Ningún punto para nadie.

LAERTES

¡En guardia!.

 

Hiere a HAMLET. Hay un forcejeo y se cambian los estoques. HAMLET hiere a LAERTES.

 

REY

¡Separadlos! Están furiosos.

HAMLET

No, sigamos.

 

Cae la REINA.

 

OSRIC

¡Atended a la reina!

HORACIO

Sangran ambos. – ¿Cómo estáis, Alteza?

OSRIC

¿Cómo estáis, Laertes?

LAERTES

Como pajaro cogido en mi trampa, Osric.

Mi propia traicion me da justa muerte.

HAMLET

¿Cómo está la reina?

 

REY

Se ha desmayado al verlos sangrar.

REINA

¡No, no, el vino, el vino! ¡Ah, mi buen Hamlet!

¡El vino, el vino! ¡Me ha envenenado!

 

Muere.

 

HAMLET

¡Ah, infamia! ¡Que cierren la puerta!

¡Traición! ¡Descubridla!

 

[Sale OSRIC.]

 

LAERTES

Está aquí, Hamlet. Hamlet, estás muerto.

No hay medicina que pueda salvarte.

No te queda ni media hora de vida.

El arma traidora está en tu mano,

con punta y envenenada. La vileza

se ha vuelto contra mí. Mira: yo,

caído para siempre, y tu madre, envenenada.

No puedo más. ¡El rey, el rey es el cuípable!

HAMLET

¿Con punta y envenenada? ¡Pues a lo tuyo, veneno!

 

Hiere al REY.

 

TODOS [LOS CORTESANOS]

¡Traición, traición!

REY

¡Amigos, defendedme! Sólo estoy herido.

HAMLET

¡Toma, maldito danés, criminal, incestuoso!

¡Bébete la pócima!

 

[Obliga a beber al REY.]

 

¿Está ahí tu perla? Sigue a mi madre.

 

Muere el REY.

 

LAERTES

Recibió su merecido:

es veneno que él mismo preparó.

Perdonémonos, mi noble Hamlet.

¡No caigan sobre ti mi muerte ni la de mi padre,

ni la tuya sobre mí!

 

Muere.

 

HAMLET

El ciclo te absuelva. Voy a seguirte.

Me muero, Horacio. – ¡Adiós, pobre reina!

Vosotros, que palidecéis y tembláis

ante esta desdicha, comparsas o testigos

mudos de esta obra, si me quedara tiempo

(pues el esbirro de la muerte siempre arresta),

ah, os contaría… Ya basta. Horacio, me muero;

tú vives: relata mi historia y mi causa

a cuantos las ignoran.

HORACIO

Nada de eso.

Más que danés soy antiguo romano.

Aún queda bebida.

HAMLET

Como hombre que eres,

dame esa copa. ¡Suéltala! ¡Por Dios, dámelal

¡Ah, buen Horacio! Si todo queda oculto,

¡qué nombre tan manchado dejaré!

Si por mí sentiste algún cariño,

abstente de la dicha por un tiempo

y vive con dolor en el cruel mundo

para contar mi historia.

 

Marcha a lo lejos y cañonazo.

 

¿Qué es ese ruido de guerra?

 

Entra OSRIC.

 

OSRIC.

El joven Fortinbrás, de vuelta victoriosa

de Polonia, dispara esta salva marcial

en honor de los embajadores de Inglaterra.

HAMLET

¡Ah, ya muero, Horacio!

El fuerte veneno señorea mi ánimo.

No viviré para oír las nuevas de Inglaterra,

pero adivino que será elegido rey

Fortinbrás. Le doy mi voto agonizante.

Díselo, junto con todos los sucesos

que me han llevado… El resto es silencio.

 

[Lanza un hondo suspiro y ] muere.

 

HORACIO

Ha estallado un noble pecho. Buenas noches,

buen príncipe; que cánticos de ángeles

te lleven al reposo. – ¿Por qué vienen los tambores?

 

Entran FORTINBRÁS y los EMBAJADORES de Inglaterra, con tambores, estandartes y acompañamiento.

 

FORTINBRÁS

¿Dónde está la escena?

HORACIO

¿Qué queréis ver? Si es algo

de asombro o dolor, cese vuestra busca.

FORTINBRÁS

Esta sangre pregona matanza. Muerte altiva,

¿qué festín preparas en tu celda infernal,

que con tal violencia hieres a la vez

a tantos príncipes?

EMBAJADOR

El cuadro es angustioso y nuestra embajada de Inglaterra llega tarde.

Sordos están los oídos que nos deben

dar audiencia, pues su orden fue cumplida

y Rosencrantz y Guildenstern han muerto.

¿Quién nos dará las gracias?

HORACIO

Su boca, no, aunque en ella

hubiera vida para agradecéroslo;

él nunca dio la orden de matarlos.

Mas, puesto que llegáis en hora tan sangrienta,

vos, de la guerra con Polonia, y vos,

de Inglaterra, disponed que los cadáveres

sean expuestos en alto a la vista de todos

y permitid que cuente al mundo, pues lo ignora,

todo cuanto sucedió. De este modo sabréis

de actos lascivos, sangrientos e inhumanos,

castigos fortuitos, muertes casuales

y otras que se deben a engaños y artificios;

y, por último, de intrigas malogradas

vueltas contra sus autores. Todo esto

fielmente os contaré.

FORTINBRÁS

Apresurémonos a oírlo,

y que esté presente toda la nobleza.

En cuanto a mí, acojo mi destino con dolor.

Sobre este reino tengo derechos históricos

y ahora es la sazón para reivindicarlos.

HORACIO

Hablaré también de ello

y del voto que otros muchos atraerá.

Mas cumplamos sin tardanza lo propuesto,

ahora que los ánimos se encienden, no sea

que a estas tramas sucedan más desdichas.

FORTINBRÁS

Cuatro capitanes portarán

a Hamlet marcialmente al catafalco,

pues, de habérsele brindado, habría sido

un gran rey. Su muerte será honrada

con sones militares y ritos de guerrero.

Llevaos los cadáveres. Esta escena,

más propia de batalla, aquí disuena.

Vamos, que disparen los soldados.

 

Salen en marcha solemne, seguida de una salva de cañón.

FIN



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