Hemos de ser justos, hemos de ser buenos,
Hemos de embriagarnos de paz y amor,
Y llevar el alma siempre a flor de labios
Y desnudo y limpio nuestro corazón.
Hemos de olvidarnos de todos los odios,
de toda mentira, de toda ruindad
hemos de abrasarnos en el santo fuego
de un amor inmenso, dulce y fraternal.
Hemos de llenarnos de santo optimismo,
tender nuestros brazos a quien nos hirió;
y abrazar a todos nuestros enemigos
en un dulce abrazo de amor y perdón.
Olvidar pasiones, rencores, vilezas…
Ser fuertes, piadosos, dando bien por mal:
¡Que esa es la venganza de las almas fuertes
Que viven poseídas de un santo ideal!
“Hemos de estar siempre gozosos”, tal dijo
Pablo el elegido, con divina voz,
y a través de todos los claros caminos
caminar llevando puesta el alma en Dios.
Hemos de acordarnos que somos hermanos,
hemos de acordarnos del dulce Pastor.
Que crucificado, lacerado, exánime…
para sus verdugos imploró perdón.
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