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Un comerciante engaña a la madre de su amante

Narración VII - El heptamerón

[Cuento - Texto completo.]

Margarita de Navarra

Un comerciante de París logra engañar a la madre de su amante para encubrir su falta

 

Había un comerciante en la ciudad de París que estaba enamorado de la hija de su vecina o, por mejor decir, él era más amigo de ella que ella de él, porque él pretendía amarla y protegerla para así encubrir otro amor más alto y honorable. Ella lo amaba tanto a pesar de verse engañada que había olvidado lo que todas las mujeres hacen al rechazar a los hombres.

El comerciante, después de frecuentar los lugares donde solía verla, la hizo ir adonde quería y su madre, que era honrada, se dio cuenta y le prohibió hablar más con él so pena de enviarla a un convento. Pero la joven amaba más y más al comerciante sin temer a su madre y quería estar siempre con él.

Pero estando ella sola un día en el guardarropas, entró el comerciante; viendo el lugar propicio, se puso a hablar con ella de cosas íntimas, pero viéndole entrar una doncella de cámara, corrió a decírselo a la madre, quien se apresuró a venir muy enfadada. Al oírla venir, la joven le dijo al comerciante:

-¡Ay de mí, amigo mío!; sí que me va a costar caro el amor que os tengo, pues ahora sabrá mi madre lo que siempre ha temido y sospechado.

El comerciante no pareció extrañarse y, separándose de ella, se echó en brazos de la madre, la estrechó entre sus brazos con todo el ardor que pudo, como si se tratara de la hija. La besó y la derribó sobre una cama. La pobre vieja, como encontró tan extraño todo que ocurría, no hacía más que repetir:

-¿Qué es lo que pretendéis? ¿Estáis soñando? -sin que él cesara de acosarla como si se tratara de la joven más bella del mundo.

Y si no hubiera sido por sus gritos que hicieron venir a los criados y doncellas, le habría ocurrido lo que ella temía de su hija. Rescataron por la fuerza a la pobre vieja de los brazos del comerciante sin que nunca se haya sabido por qué la había atormentado así.

Entretanto la hija pudo escaparse a la casa de al lado donde se celebraba una boda, y a partir de entonces el comerciante y la hija se rieron a cuenta de la pobre vieja sin que ésta cayera en la cuenta.

FIN



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