Soñé la muerte y era muy sencillo;
una hebra de seda me envolvía,
y a cada beso tuyo
con una vuelta menos me ceñía.
Y cada beso tuyo
era un día;
y el tiempo que mediaba entre dos besos,
una noche. La muerte era muy sencilla
y poco a poco fue desenvolviéndose
la hebra fatal. Ya no la retenía
sino por solo un cabo entre los dedos…
Cuando de pronto te pusiste fría,
y ya no me besaste…
Y solté el cabo y se me fue la vida.