Nos mandaron para atrapar luciérnagas
en la espesura del sueño;
a fermentar los días
que cuelgan del emparrado de
los siglos.
Nos mandaron sin piel
botando de un polo a otro, sin resguardo
desorbitados, hendiendo
con alas incendiadas
Sólo salpicamos de tamo luminoso
las huellas del camino.
la obscuridad.