Cuán largas son las horas de sufrimiento! Cuán tristes son las noches de los enfermos!
Por el día, los ruidos y el movimiento; el calor de los rayos de un sol de fuego, y la brisa que pura restaura el pecho;
El jugar de los niños, siempre contentos, El estar en la casa todos despiertos, la abundancia de vida y el bien ajeno, Sobre los propios males extiende un velo.
Mas cuando el sol se oculta, y en el silencio acrecienta las penas insomnio eterno, y cruzamos el mundo de los recuerdos amargando el presente goces que fueron;
Cuando sólo se escucha rugir el viento; el reló perezoso marcando el tiempo, y el respirar forzado de nuestro pecho.
Cuando no hay en la casa risas ni juegos; Cuando todos dormidos parecen muertos y cuando ya la aurora luce en el cielo, corona de zafiros, manto de fuego, y a la luz de la vida y el movimiento el mundo se despierta feliz, risueño, el reposo buscamos, y sobre el lecho se desploma el rendido mísero cuerpo,
Los que pasáis la noche placer bebiendo, en el baile y la orgía, teatro y concierto, el espíritu alegre, robusto el cuerpo, que ignoréis siempre, siempre, pido en mi ruego,
¡Cuán largas son las horas de sufrimientos! ¡Cuán tristes son las noches de los enfermos!
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