Al contemplar el cuadro majestoso
Que hoy ante mí se ofrece,
Mi espíritu se eleva, se engrandece,
Y el corazón dichoso
Admira en él al Todopoderoso.
El céfiro que gime en la enramada,
El agua, que rugiendo
Y entre desnudas peñas descendiendo,
Forma espuma rizada
Por la inmensa corriente arrebatada;
El bosque umbrío, el valle de verdura,
El ruiseñor que canta,
El álamo que al cielo se levanta,
Todo alegre murmura
E infunde al alma plácida ventura!
¡Oh! dulzura del campo, siempre ajena
Del pesar y del dolo,
Que el bullicio del mundo guarda sólo;
Del corazón la pena
Das al olvido con tu paz serena!
Busque el bullicio en incesante anhelo
Quien dicha en él apura;
Yo busco en el retiro mi ventura,
Que en él extiendo el vuelo
Y de este mundo me remonto al cielo!
Por eso siempre, de dolor ajeno
Tu recuerdo querido,
Calma del valle, llevaré escondido,
Y él conmoverá el seno
De tus recuerdos y dulzuras lleno.
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