Múcaro, múcaro, múcaro tu carcajada profunda va resonando en la noche como un rosario de angustia. órgano de los crepúsculos que en el follaje te ocultas, te estoy oyendo sin verte, pero estás en la penumbra, sobre. un cafeto posado, bajo la bóveda oscura del retorcido ramaje donde tus ojos relumbran, donde en la sombra retumba, con su escala de amargura, con su rumor de liturgia, Múcaro, múcaro, múcaro, tu carcajada profunda.
Suspenso a veces te quedas, suspenso a veces te inmutas, y tus pupilas redondas, Cual dos topacios translúcidos fíjanse como en un éxtasis escudriñando la hondura, donde el “aguaje” aparece, donde al clamor de la luna pasa vestido de blanco la Ánima Sola errabunda…
La densidad del silencio ni un leve soplo perturba hasta que otra vez resuena tu doliente cornamusa y se hunde en las espesuras con la desgarrada música de su responso de tumba, Múcaro, múcaro, múcaro, tu carcajada profunda.
Tú eres el buho de Palas, tú eres el ave que estudia la navidad de la aurora bajo la noche fecunda, el origen de la vida en remembranzas confusas de tinieblas y místenos Y de tránsitos y luchas. Tú eres del sagrado bosque el ave cogitabunda y tienes el rostro humano, y en tus pupilas perduran afinidades extrañas, reminiscencias absurdas; y tal vez, cuando tus ojos pensativos nos escrutan, tienen y evocan visiones de pretéritas figuras; y es, quizás, vago remedo de una tragedia de gruta, ese clamor de socorro, ritmo de vientos y lluvias, esa invocación de ayuda, ese treno de pavura con que en las noches ulula Múcaro, múcaro, múcaro, tu carcajada profunda.
En la frondosa arboleda, que mis jardines circunda, tras el estrépito urbano cayendo las noches mudas, sorprendió tu canto el alba de cincuenta plenilunas; y hora, aquí en los cafetales, que esconden la casa rústica, vuelvo a oir en mis insomnios tu cadencia gemebunda desgranarse entre las sombras como un rosario de angustia.
¿Qué me dices? ¿Qué me quieres? ¿Qué me avisas? ¿Qué me buscas? Nueva, no puede advenirme ya ninguna desventura, y es vieja ya la esperanza, en mi ocaso firme y última, de que un día mi bandera florezca en mi sepultura. si de esa esperanza sabes de esa esperanza me anuncia y alza el vuelo indicativo del rumbo de la fortuna que así tus alas trazaron a Julio César la ruta de sus águilas triunfantes sobre la ciudad augusta
Mas ¿qué triunfo augurar puedes, si no hay victoria sin pugna y en inercia y desaliento dóblanse las almas mustias al favor que las deshonra y al poder que las subyuga? canta, buho solitario, que tu canción es la única buena y amable a la noche que nos envuelve en sus brumas; y hasta que el Señor encienda las alboradas futuras. desgránese entre las sombras como un rosario de angustia, ruede por valles y alturas y se prolongue y difunda en la soledad nocturna, Múcaro, múcaro, múcaro, tu carcajada profunda.
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