La corte del León
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Jean de La FontaineSu Majestad el León quiso conocer un día a todos los pueblos, de los que, por merced del cielo, era amo y señor. Envió, pues, una circular, autorizada con su regio sello, para congregar a sus vasallos de todas clases y categorías. Anunciaba la circular que durante un mes el Rey celebraría corte plena, que debía comenzar por un gran banquete seguido de las mojigangas de Fagotín¹. Con estos rasgos de esplendidez demostraba el monarca su grandeza a sus súbditos.
Les obsequió en su palacio: ¡qué palacio! Verdadero muladar, cuyo tufo dio en las narices a todos. Tapóselas el Oso; ¡nunca lo hubiera hecho! Notose el ademán, y el monarca, irritado, enviole a los infiernos. Aprobó el Mono aquella severidad, y con baja adulación elogió la cólera y las garras del Príncipe, y la real caverna, y el hedor que exhalaba. No había ámbar ni flor alguna que a su lado no pareciese ajos y cebollas. Sus necias alabanzas no tuvieron mejor éxito; fueron igualmente castigadas; debía ser aquel León pariente de Calígula. Llegole el turno al Zorro, y le dijo Su Majestad:
—¿Hueles algo? Dímelo con toda franqueza.
¿Qué le contestó el astuto animal? Que tenía un fuerte resfriado y no podía decir nada, porque había quedado sin olfato. Y salió del apuro. Aprovechen esta lección. En la Corte, no sean ni aduladores insulsos ni habladores imprudentes; y si se ven en algún aprieto, háganse el sueco.
FIN