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La desolación de Soom

[Cuento - Texto completo.]

Clark Ashton Smith

Se dice que el desierto de Soom se extiende en un extremo del mundo, de difícil situación geográfica, entre tierras casi desconocidas y otras inimaginables. Los viajeros le tienen miedo porque sus arenas desérticas y movedizas no tienen oasis; además, cuenta la leyenda que allí habitaban horrores indescriptibles. En este sentido, existen numerosos relatos, cada cual distinto. Algunos dicen que no es ni visible, ni audible, y otros dicen que se trata de una mera quimera de muchas cabezas, cuernos y rabos, y una lengua cuyo sonido es semejante al tañido de las campanas en auditorios abovedados durante algún funeral solemne. Todas las caravanas y aventureros solitarios que regresaron de Soom contaban relatos extraños; otros ni pudieron regresar siquiera, y hubo incluso quien se volvió completamente loco a causa del terror y el vértigo provocados por un espacio infinito y vacío… En efecto, eran muchos los relatos que existían en torno a un ser que espiaba furtivamente, o a todo un ejército de mil diablos; se hablaba de algo que se escondía aguardando detrás de las dunas movedizas, o de algo que rugía y susurraba desde la arena o desde el viento, o se mueve invisible en un silencio opresor, o cae desde el aire como un insecto aplastante, o bosteza abriéndose como un pozo repentinamente ante los pies del viajero.

Pero hace mucho tiempo existió una pareja de amantes que llegaron al desierto de Soom y cruzaron las estériles arenas. Desconocían la existencia del mal por aquellos parajes, y como habían encontrado un acogedor edén en sus respectivos ojos, es posible que no se dieran cuenta de que atravesaban un desierto. Y entre todos los que se atrevieron a pisar la temible desolación fueron los únicos que no regresaron con una nueva historia sobre algo terrible, sobre algún horror que los hubiera seguido o espiado, algo visible o invisible, audible o inaudible. Para ellos no hubo ni quimeras de múltiples cabezas, ni pozos bostezantes, ni insectos monstruosos. Además, nunca pudieron comprender las historias que les relataron caminantes menos afortunados.

FIN



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