A mitad de camino
a través de la niebla que cubría
carreteras fantasmas,
que no hace mucho tiempo recorríamos
con la alegría de ver árboles
apenas agitados en su diálogo
por el viento que venía de la costa cercana,
íbamos y vivíamos ahora el desconcierto
de viajar en el contrasentido
de la felicidad.