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La epopeya del Cordero

[Poema - Texto completo.]

José de Diego

...En la penumbra
indecisa y lejana del otero,
súbitamente al águila columbra
absorta en devorar tierno cordero...
La epopeya del cóndor,
Aurelio Martínez Mutis.

Mas no fue en la penumbra del otero…
en una Isla alumbrada
por el sol tropical, gime el cordero,
con una cruz al cielo levantada…

Y un león extenuado, viejo y fiero,
que le guardaba, en desigual combate
trágicamente sucumbió primero.

Al poderoso embate
de sus alas de acero,
sobre un ciclón el Águila descuella:
írguese rápido el león guerrero,
mira al cénit: el águila del Norte
mira al abismo: y al fulgente corte
de sus miradas vibra una centella,
cual de dos meteoros
al chocar en los ámbitos sonoros.

Súbito el ave se inclinó en la altura:
silba una sombra en el rasgado ambiente
y una gran masa oscura
cae en el lomo del león rugiente,
que salta enloquecido por la ira.
la enorme fauce de estupenda hondura
en torno al cuello ensangrentado gira
y alcanza un ala, que en sus dientes cruje
como a un bote de lanza una armadura.

Brinca el león, con la cabeza vuelta,
y en vano acrece el prodigioso empuje:
no contiene la herida sus raudales,
la garra no le suelta,
ni descansan del pico los puñales.
Corre hacia el mar, en su último heroísmo,
como al sepulcro de los dos rivales,
pero, al tocar las ondas, se desprende
y el amplio vuelo tiende
el águila entre cánticos triunfales!…

Ruge al cielo el león, desde el abismo…
cércale el sol de rubias aureolas,
de círculos el agua y de rumores…
¡Y un instante, en grandioso simbolismo,
quedan sobre las cumbres de las olas
sangre, espumas melenas y fulgores
y un rosal de banderas españolas!

Volvió de los eternos resplandores
el ave constelada
de astros y azul, en explosión de albores,
y en la isla, atormentada
por la tragedia del León ibero,
místico y solitario halló al Cordero
con una Cruz al cielo levantada…

¡Con una cruz, que invita a una cruzada!
¡Con una cruz, que es el dolor fecundo,
a un tiempo cruz y espada,
conquista, escarnio y salvación do un mundo!

Aquí está el Águila de Jovc y ora,
junto al Cordero de San Juan posada,
no con el rudo pico le devora,
ni con la garra sin piedad lo hiere;
pero el Cordero de San Juan ¡se muere,
al contacto del ala enervadora
que le abrasa y consume,
no el blando cuerpo que a la cruz se inclina,-
sino aquella sutil, como el perfume
de un pebetero antiguo, alma latina!

¡El alma que resume,
como en su cáliz una flor el santo
prístino aroma del primer helecho
que germinó en la tierra, como el pecho
de una paloma el primitivo canto
que escuchó el bosque sorprendido, aquella
de veinte siglos transcendente vida,
que de lo alto del Gólgota destella,
como un fulgor, de una sangrante herida!

Espíritu de raza,
que a través de los tiempos infinitos
comunica y enlaza
a mil generaciones en sus ritos,
fe, historia, amor y pensamiento iguales,
los mismos ideales,
las mismas ansias y los mismos gritos
de triunfos y derrotas inmortales…

¡Tus gritos orquestales,
oh sinfónica lengua castellana,
que tienes en tus nítidas vocales
el estruendo, el murmullo,
el rugido, el arrullo,
y una clara cadencia de campana,
por donde vuela en ondas musicales
todo el registro de la voz humana!

En uno de esos gritos, tú, Poeta,
hierático en la sombra del misterio,
evocas el conjuro del Profeta,
para anunciar la ruina del Imperio
del Águila vencida
por el Cóndor del Sur, cuando la vida
del Cordero infeliz sacrificaba…

Si el caudal de tu voz sapiente y brava
descendiera del Ande por las cumbres
a los pueblos hermanos
y, en cien ríos de ideas y armonías,
hasta las tormentosas muchedumbres
y hasta los tormentosos Océanos,
para llenar de luces y alegrías
las regiones sombrías
de donde salen monstruos y tiranos…
¡Así no más, oh soñador, verías
brotar de sus arcanos
las nuevas profecías,
las nuevas albas de los nuevos días
surgentes de los términos lejanos!

No que haya de cumplirse el vaticinio
con que presagia tu indignado estro
del Águila rapaz el exterminio
por el Cóndor siniestro;
sino que, del radioso predominio
del magno Continente,
juntos y alegres cruzarán la esfera,
para imponer al mundo en su carrera
el astro de la gloria de Occidente,
¡y el mundo así en perpetuos arreboles
gozará eternamente
el contrapuesto giro refulgente
de la gloria y la luz, entre dos soles!

¿Cuándo? ¡No mientras las gigantes moles
de América contemplen en la sima
del Mar Caribe a la Isla sin ventura,
donde rebelde gima
el Cordero que el Águila tortura!
¡No en tanto caiga de San Juan la enseña
lívida y triste, de la Cruz al suelo,
como un sudario, en la cautiva peña,
donde llora su duelo
la Patria borinqueña,
que el Águila sacrílega domeña,
en una usurpación a tierra y cielo!

¡No podrá el Cóndor levantar su vuelo,
ni el Águila su canto, en la remota
visión del porvenir, si el Cóndor tiene
nuestra bandera, como un ala rota,
sobre la Cruz clavada,
y en el pico del Águila sostiene
el Cordero su Cruz atravesada!


Cantos de rebeldía, 1916


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