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La espiga de oro

[Cuento - Texto completo.]

Hermanos Grimm

En aquellos tiempos en que Dios Nuestro Señor andaba aún por el mundo, la fertilidad del suelo era mucho mayor que hoy; entonces llevaban las espigas, no cincuenta o sesenta veces la semilla, sino cuatrocientas o quinientas veces. Los granos salían en el tallo desde arriba hasta el suelo: todo el tallo era espiga. Pero así son los hombres: en la abundancia se olvidan de que aquella bendición les viene de Dios, y se vuelven indiferentes y frívolos.

Un día pasaba una mujer por un campo de trigo, y su hijito, que iba con ella, se cayó en una charca y se ensució el vestidito. La madre arrancó un puñado de hermosas espigas y las usó para limpiar la ropita del niño. Al verlo Nuestro Señor, que acertaba a pasar también por allí, dijo, indignado:

– En adelante, el tallo del trigo no llevará espiga; los hombres no merecen los dones del cielo.

Los presentes, al oír aquellas palabras, se asustaron y, cayendo de rodillas, suplicaron al Señor que dejase algo de grano en el tallo; si ellos no lo merecían, que lo hiciera, al menos, en consideración a los inocentes pollos, que, de otro modo, habrían de morir de hambre.

El Señor, previendo la miseria a que los condenaba, apiadose y accedió a su ruego. Y de este modo quedó la espiga en la parte superior, tal como la vemos hoy.

*FIN*



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