| 
 Como el tiempo es la inteligente arena, 
el tabaco cruje en la bolsita… 
Y como la madera podrida de un viejo barco ballenero, 
así también ocurre con la gente y con las redes para pescar. 
Y feliz como un hombre viejo 
esas transparentes vallas 
hechas de viejas redes 
escuchan las ruidosas voces de los niños. 
Ellas han hecho muchas veces su trabajo 
y aunque están fuera de práctica todavía pescan 
algo de basura, lluvias y fósforos gastados. 
Ahora una estrella quedó atrapada en ellas 
ahora el balbuceo de un amor juvenil 
ahora unas malas palabras de alguien 
ahora un fugaz  suspiro. 
Ellas agarran de todo, la ráfaga del viento 
una frase o la canción que alguien canta 
y,  pescando un botón de ropa, 
lo sueltan levemente  pero sin mucho apuro. 
Y un viejo pescador 
(esos seres robustos que esquivan la muerte) 
comienza él mismo a hacerse una hamaca 
de viejas redes de pescar que hace mucho tiempo usó. 
Y escondiendo un dolor dentro de si 
iba reconociendo en los aislados pedazos 
de la grisácea red y sus nudos 
un sabor salado que se impregnaba en sus dientes. 
Se mece la hamaca con sabor a sal 
en el suave susurro de los pinos. 
Cada pescador que se jubila 
en algún momento viene a ser algo atrapado. 
Cuando somos viejos vivimos en una calle estrecha 
desde la cual miramos hacia nuestro pasado 
y nos retorcemos 
en nuestras olvidadas redes. 
Tú eras un conversador, un derrochador de dinero. 
Pero ahora no hay tiempo para peleas. Tu cuerpo tiene costras. 
Se mece la hamaca con sabor a sal 
creando una ilusión de las aguas del mar. 
Pero el mar no llegará a tus orillas 
y el cielo permanece traicioneramente despejado. 
Mecerse porque uno lo desea es muy diferente, 
eso requiere algo mucho más que ser sabio. 
Y él quiere vientos huracanados y tormentas 
¡al diablo con toda esta comodidad! 
Pero si su juventud volviera de nuevo. 
Sin embargo él ha renunciado a toda su sabiduría. 
Pero es falso que tú no seas feliz. 
Quien no ha conocido las tormentas no ha sido afortunado. 
Y tú eres tan distinta 
a cualquier otra hamaca que cuelga en una casa de campo. 
Tú has conocido cada golpe de las tormentas 
te arrastraron los huracanes más fuertes. 
Deja que las hamacas de agua dulce envidien 
esta hamaca con sabor a sal. 
Hay un sabor especial cuando se mece esta hamaca 
aún cuando traiga mala suerte. 
Mécete, hamaca con sabor a sal 
mécete, 
mécete 
mécete… 
 
1971
  |