Cuando canta en la enramada mi buen gallo canagüey y se cuela en el batey el frío de la madrugada; cuando la mansa bueyada se despierta en el corral, y los becerros berrear se oyen debajo del rancho, y la hija del viejo Pancho va las vacas a ordeñar
entonces viene a mi hamaca un olor como de selva que no sé si esta en la yerba o en las crines de las jacas o en las ubres de las vacas o en el estiércol del rancho todo tiene un hondo y ancho olor a felicidad; y ese olor quien me lo da es la hija del viejo Pancho.