Ni es un dragón
ni es un juguete, Marta.
Es un regalo religioso,
el último regalo del Señor.
Para que no te pierdas demasiado
en el trajín de la casa;
para que no digas ya más,
primero es la obligación que la devoción.
Y para que no te distraigas en el templo
pensando en el horno, en la rueca
y en el esclavo perezoso.