Casa digital del escritor Luis López Nieves


Recibe gratis un cuento clásico semanal por correo electrónico

La pastora Teolinda recuerda un poema de su enamorado Artidoro

[Poema - Texto completo.]

Miguel de Cervantes Saavedra

Pastora en quien la belleza
en tanto extremo se halla,
que no hay a quien comparalla
sino a tu misma crüeza.

Mi firmeza y tu mudanza
han sembrado a mano llena
tus promesas en la arena
y en el viento mi esperanza.

Nunca imaginara yo
que cupiera en lo que vi,
tras un dulce alegre sí,
tan amargo y triste no.

Mas yo no fuera engañado
si pusiera en mi ventura,
así como en tu hermosura,
los ojos que te han mirado.

Pues cuanto tu gracia extraña
promete, alegra y concierta,
tanto turba y desconcierta
mi desdicha, y enmaraña.

Unos ojos me engañaron,
al parecer pïadosos.
¡Ay, ojos falsos, hermosos!,
los que os ven, ¿en qué pecaron?

Dime, pastora crüel:
¿a quién no podrá engañar
tu sabio honesto mirar
y tus palabras de miel?

De mí ya está conocido
que, con menos que hicieras,
días ha que me tuvieras
preso, engañado y rendido.

Las letras que fijaré
en esta áspera corteza
crecerán con más firmeza
que no ha crecido tu fe;

la cual pusiste en la boca
y en vanos prometimientos,
no firme al mar y a los vientos,
como bien fundada roca.

Tan terrible y rigurosa
como víbora pisada,
tan crüel como agraciada,
tan falsa como hermosa;

lo que manda tu crueldad
cumpliré sin más rodeo,
pues nunca fue mi deseo
contrario a tu voluntad.

Yo moriré desterrado
porque tú vivas contenta,
mas mira que Amor no sienta
del modo que me has tratado;

porque, en la amorosa danza,
aunque Amor ponga estrecheza,
sobre el compás de firmeza
no se sufre hacer mudanza.

Así como en la belleza
pasas cualquiera mujer,
creí yo que en el querer
fueras de mayor firmeza;

mas ya sé, por mi pasión,
que quiso pintar natura
un ángel en tu figura,
y el tiempo en tu condición.

Si quieres saber do voy
y el fin de mi triste vida,
la sangre por mí vertida
te llevará donde estoy;

y aunque nada no te cale
de nuestro amor y concierto,
no niegues al cuerpo muerto
el triste y último vale;

que bien serás rigurosa,
y más que un diamante dura,
si el cuerpo y la sepultura
no te vuelven piadosa.

Y en caso tan desdichado
tendré por dulce partido,
si fui vivo aborrecido,
ser muerto y por ti llorado.



Más Poemas de Miguel de Cervantes Saavedra