En el silencio áspero retumban los martillos. Es una nueva música de vigoroso ritmo. Es música que expone, con masculino empuje, la rígida grandeza del proletario espíritu.
En el silencio áspero retumban los martillos.
Oyendo las canciones eróticas y burdas, de tono desmayado, se cansan los oídos. El hombre de hoy reclama la brusca sinfonía forjada por la mano brutal de nuestro siglo.
En el silencio áspero retumban los martillos.
Retumban en talleres de llama y humareda. Retumban, anchurosos, potentes, los martillos. Y, al retumbar, descubren el alma del acero. El alma del acero se entrega en el sonido.
En el silencio áspero retumban los martillos.
Retumban los martillos, retumban los martillos. Retumban, anchurosos, potentes, los martillos. Y apagan las dulzuras del piano y de la viola, sutiles instrumentos de enervador fluido.
En el silencio áspero retumban los martillos.
Gavotas, minuetos, romanzas y oberturas denuncian una época de magistral estilo; pero la sinfonía de los martillos dice de la pujanza cruda de un tiempo vasto en ímpetus.
En el silencio áspero retumban los martillos.
No es hora del perfume, ni es hora de las citas. No es hora del deleite, ni es hora de los vinos. No es hora del poema de untuosos maquillajes. Es hora del poema del músculo y del grito.
En el silencio áspero retumban los martillos.
Retumban los martillos, retumban los martillos. Retumban, anchurosos, potentes, los martillos. Retumban los martillos. Su ruda sinfonía me enseña la energía compacta de lo físico.
En el silencio áspero retumban los martillos.
En el silencio áspero retumban los martillos. Es una nueva música de vigoroso ritmo. Es música que expone, con masculino empuje, la rígida grandeza del proletario espíritu.
En el silencio áspero retumban los martillos.
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