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Lanzó el cacique belicoso grito…

[Poema - Texto completo.]

José de Diego

I

Lanzó el cacique belicoso grito,
al avanzar de la española quilla,
pero dobló indefenso la rodilla
ante la Cruz del Redentor bendito.

Y en las propias murallas de granito
que alzó a su ilustre pabellón Castilla,
hoy la bandera americana brilla,
como un fragmento azul del Infinito,

¿Bajó el cielo a la tierra borinqueña?
¡Ay, la gloriosa insignia iluminada
entre sombríos ámbitos domeña!

Y, como el indio ante la cruz sagrada,
so inclina del pueblo, ante la noble enseña
puesta, como la cruz, sobre la espada…

II

El Hijo Dios, en el sepulcro inerte,
marcó a los hombres su infeliz destino
y siempre llega, desde el Ser divino,
la redención en símbolos de muerte.

Mas, por influjo de la misma suerte,
al término angustioso del camino,
de la honda tumba al cielo cristalino
surge el dolor, que en triunfo se convierte.

Tú, Patria, no: vivificante lumbre
te envuelve con magníficos fulgores,
a la entrada del nicho funerario…

Vas al Gólgota, esperas en la cumbre;
ni mueres, ni resurges… ¡tus dolores
te llevan de un Calvario a otro Calvario!

III

¿Qué más? De un pueblo poderoso y justo
llegó a tu suelo el pabellón triunfante,
en que la libertad marcha radiante,
como la hostia bajo el palio augusto.

Y aun, en las sombras del poder vetusto,
miras la nueva redención delante
¡y vives por su luz, agonizante,
en el lecho de hierro de Procusto!

Contempla, desdo el fondo de la umbría,
el humo azul de tus ficciones bellas
en la fugaz constelación que ardía…

¡Sigue en la oscuridad sus vagas huellas!
¡Para ti, desgraciada tierra mía,
se apagan en los mares las estrellas!

IV

Se apagan las estrellas en los mares
y, en medio de la sombra que te encierra,
buscan tus hijos en lejana tierra
otra luz, otra patria, otros altares.

Al son de los clarines militares,
entraban los valientes de la guerra
y la mísera grey, que se destierra,
los recibió con palmas y cantares.

Por aquel sitio fue que los caudillos,
del navío rugiente al duro estruendo,
llegaron con fusiles y cuchillos…

¡Por allí mismo, y en opuesto bando,
entraron los exóticos riendo
y salen los nativos sollozando!

V

Con ellos vino el arma vencedora,
la fuerza, la conquista, el vasallaje…
El derecho no salta al abordaje,
la ley se asusta de la mar traidora…

Aquella gran Constitución, aurora
de un siglo, cual de un mundo, es un celaje;
brilla en su cielo, flota en su paisaje,
pero encerrada en su paisaje llora…

¡Llora!… Sobre sus tablas ofendidas,
el Águila se eleva soberana
con el rayo en las garras encendidas…

¡Llora, porque es la Libertad humana!
¡Llora por las colonias oprimidas,
si es libertad y si es americana!

VI

¡Oh, Libertad de América! Tú tienes
la bandera y el libro de los mundos;
tus dogmas son, como del cielo oriundos,
vivo y perpetuo manantial de bienes.

Tú que, cual Dios, propagas y mantienes
el cosmos en los círculos profundos;
tú, que llevas los gérmenes fecundos,
vendrás al pueblo que en tu fe sostienes.

Vendrás al pueblo que en tu amor se forma,
circundada de aquellos resplandores
que dejan una estrella en cada rastro…

Si se perdiera tu divina norma,
Washington y Bolívar creadores
descenderían a formar el astro.

VII

¡Resurge, Patria! Si el dolor te oprime,
es que el fuego de Dios te constituye;
porque del choque y del combate fluye,
como do Dios, la creación sublime.

¡Ay, cuando un pueblo en la impotencia gime
y en fratricida guerra se destruye,
ni vence como Júpiter, ni huye
como Astrea inmortal, ni se redime!

¡Otro es el triunfo y otra la pelea!
¡Resurge, Madre, ante la luz preclara,
y une a tus hijos en la santa idea!

Te enardece el amor; la fe te ampara…
Si hay que llegar al sacrificio… ¡sea!
¡¡y de rodillas todos en el ara!!…


Cantos de rebeldía, 1916


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