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Las alforjas

[Minicuento - Texto completo.]

Jean de La Fontaine

Dijo un día Júpiter:

-Comparezcan a los pies de mi trono los seres todos que pueblan el mundo. Si en su naturaleza encuentran alguna falta, díganlo sin empacho: yo pondré remedio. Ven, señor Mono, habla primero; razón tienes para este privilegio. Mira los demás animales; compara sus perfecciones con las tuyas: ¿estás contento?

-¿Por qué no? ¿No tengo cuatro pies, lo mismo que lo demás? No puedo quejarme de mi estampa; no soy como el Oso, que parece medio esbozado nada más.

Llegaba en esto, el Oso, y creyeron todos que iban a oír largas lamentaciones. Nada de eso; se alabó mucho de su buena figura; y se extendió en comentarios sobre el Elefante, diciendo que no sería malo alargarle la cola y recortarle las orejas; y que tenía un corpachón informe y feo.

El Elefante, a su vez, a pesar de la fama que goza de sesudo, dijo cosas parecidas: opinó que la señora Ballena era demasiado corpulenta. La Hormiga, por lo contrario, tachó al pulgón de diminuto.

Júpiter, al ver cómo se criticaban unos a otros, los despidió a todos, satisfecho de ellos. Pero entre los más desjuiciados, se dio a conocer nuestra humana especie. Linces para atisbar los flacos de nuestros semejantes; topos para los nuestros, nos lo dispensamos todo, y a los demás nada. El Hacedor Supremo nos dio a todos los hombres, tanto los de antaño como los de ogaño, un par de alforjas: la de atrás para los defectos propios; la de adelante para los ajenos.

FIN



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