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Las exequias de Sarpedón

[Poema - Texto completo.]

Constantino Cavafis

Profundo dolor tiene Zeus. Ha dado muerte
Patroclo a Sarpedón; y ahora se abalanzan
el hijo de Menecio y los aqueos a arrebatar
el cuerpo y ultrajarlo
Pero esto no agrada en absoluto a Zeus.
A su hijo amado -al que dejó
morir: tal era la ley-
al menos muerto lo honrará.
Y he aquí que envía a Apolo a la llanura
instruido de cómo cuidar el cuerpo.
Con unción y dolor el cadáver del héroe
levanta Apolo y lo lleva hasta el río.
Lo limpia del polvo y de la sangre;
cura las horribles heridas, sin dejar
que aparezca vestigio alguno; vierte sobre él
los aromas de la ambrosía; y con espléndidos ropajes
olímpicos lo viste.
Blanquea su cutis; y con una peineta de perlas
sus cabellos negrísimos peina.
Los hermosos miembros los arregla y recuesta.
Ahora parece un joven rey auriga –
en sus veinticinco años, en sus veintiséis-
que reposa después haber ganado,
con un carro de oro y velocísimos caballos,
en un certamen famoso el galardón.
En cuanto Apolo hubo terminado
su misión, llamó a los dos hermanos
al Sueño y a la Muerte, ordenándoles
que el cuerpo llevaran a Licia, ese rico país.
Y hacia allá al rico país, a Licia,
viajaron estos dos hermanos
Sueño y Muerte, y cuando ya llegaron
a la puerta de la casa real,
entregaron el glorificado cuerpo,
y volvieron a sus otras preocupaciones y quehaceres.
Y cuando 1o recibieron allí; en la casa, comenzó
con procesiones, y honras, y lamentos,
y con abundantes libaciones en sagradas crateras,
y con todo lo necesario, la triste sepultación;
y después hábiles artesanos de la ciudad
y afamados artífices de la piedra
vinieron a labrar el túmulo y la estela.



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