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Las fortunas de Andrómeda y Perseo

[Teatro - Texto completo.]

Pedro Calderón de la Barca

Personas que hablan en ella:
  • PERSEO
  • BATO, villano
  • GILOTE, villano
  • RISELO, villano
  • ERGASTO, villano
  • CARDENIO
  • DANAE
  • POLÍDITES
  • FINEO
  • CELIO, criado
  • LIDORO
  • MEDUSA
  • LIBIO, criado de Polídites
  • LIBIA
  • SIRENE
  • PALAS
  • MERCURIO
  • ANDRÓMEDA
  • MORFEO
  • Las tres FURIAS
  • JÚPITER
  • JUNO
  • La DISCORDIA
  • El REY Cefeo, de Trinacria, viejo
  • Una DUEÑA
  • Cuatro DAMAS
  • LAURA, dama de Andrómeda
  • Seis NEREIDAS
  • MÚSICOS
  • CRIADOS
  • VILLANOS

JORNADA PRIMERA

 

Descúbrese el teatro de las caserías nevadas, dicen dentro y salen después BATO, GILOTE, ERGASTO y RISELO, villanos, [y tras ellos, sale PERSEO]

RISELO:           ¡Huye, Gilote!
GILOTE:                          ¡Huye, Bato!
BATO:          ¡Huye, Ergasto!
ERGASTO:                      ¡Huye, Riselo!
PERSEO:        ¡Vive Júpiter, villanos,
               que habéis morir!

Sale RISELO
RISELO:                            Los fresnos
               me amparen.

Sale ERGASTO
ERGASTO:                      A mí los chopos.

Sale GILOTE
GILOTE:        A mí los álamos negros.

Sale BATO
BATO:          A mí las cepas y parras,
               los pampanos y sarmientos,
               árboles santos, pues siempre
               por ermitas los encuentro.                        
GILOTE:        El diabro mos trujo acá
               este mochacho soberbio
               para que mos mande a todos.
ERGASTO:       Cuando los montes cubiertos
               de nieve, tiene ateridos                          
               la ancianidad del invierno,
               es quando más solicita
               llevarmos por juerza a ellos,
               para que a sus caserías 
               le sirvamos los ogeos.                            
RISELO:        Un lobo, que diz que anda     
               en la sierra, es el intento
               con que hoy pretende llevarnos.
ERGASTO:       ¿Lobo?
GILOTE:                Sí.
BATO:                       No es lo peor eso.
RISELO:        ¿Qué es?
BATO:                    Que el lobo es un perdido,              
               jugador, y mojeriego;
               que a ser un lobo apricado
               de estos que llaman caseros,
               el primero huera yo
               que huera donde él primero                 
               se metiera en mis entrañas
GILOTE:        Yo nieve ni lobo temo,
               sino es que tan atrevido,
               tan osado y tan resuelto
               que un día me quixo entrar                 
               en eso lóbrego seno,
               funesta gruta sagrada
               a la deidad de Morfeo,
               donde siempre andan visiones.
ERGASTO:       Nosotros mismos tenemos                           
               la culpa de que mos trate
               un rapaz con tanto imperio;
               que, si hubiera entre nosotros,
               aunque pesara a Cardenio
               que por nieto le ha crïado,                  
               uno que, osado y resuelto,
               le diera a entender quién es,
               a fe que tuviera menos
               soberbia.
GILOTE:                  Muchos hubiera;
               que si les dijeran eso,                           
               quizá abajaran los bríos.
BATO:          Decidme, para saberlo,
               ¿es cierto que si supiera
               quién es, desde aquel momento
               no diera los mojicones                            
               que suele dar?
ERGASTO:                      Y tan cierto
               que viviera desde allí
               más humilde y más modesto,
               sin atreverse a mirarnos
               a las caras.
BATO:                         ¡Vive el cielo,               
               que lo ha de saber de mí
               muy bien sabido!  Pues puedo
               decirlo mijor que todos
               como testigo del cuento.
               Una sola enfecultad                               
               se me ofrece. He aquí que empiezo
               la historia.  ¿Basta empezarla
               para que él se me esté quedo
               y no se atreva a mirarme
               a la cara?
GILOTE:                  No,  por cierto,                        
               porque la ha de saber toda.
BATO:          Pues entre otro, que no quiero;
               que, al principio de la hestoria,
               vea donde va el intento
               y, antes que ella llegue al fin,                  
               llegue yo al fin.
ERGASTO:                         Para eso
               habrá una traza.
BATO:                            ¿Qué traza?
GILOTE:        Nosotros te le tendremos
               de suerte que, aunque no quiera,
               todo te lo escuche. 
BATO:                              ¿Y luego?                
LOS TRES:      Luego seguro estás.
BATO:                              Manos
               a la labor; que reviento
               por decírselo en su cara
               dónde y cómo y cuándo, a trueco
               de que él no mire la mía

Sale PERSEO, vestido de villano
                         
PERSEO:        Villanos, ¿qué atrevimiento
               es llamaros yo y hüir?
GILOTE:        Como hacía tan mal tiempo,
               rehusábamos ir al monte.
PERSEO:        ¿Hácele para mí bueno?         
               Pues el que pasare yo,
               bárbaros, viles, groseros,
               no le pasaréis vosotros?
               Venid conmigo.
BATO:                         ¡Qué presto
               ha de bajar estos bríos!                   
PERSEO:        Que seguir la fiera quiero
               que escandaliza estos valles
               con tantos robos sangrientos
               de pastores y ganados.
               Hoy se la he ofrecido al templo                   
               de Júpiter que en las altas
               cumbres del monte es opuesto
               rebellín contra los rayos,
               los relámpagos y truenos
               que Acaya padece, a quien                         
               yo no sé por qué secreto
               aún más que todos adoro,
               más que todos reverencio.
               Siendo así, que no hay remota
               provincia, apartado reino                         
               que no envíe a consultarle
               los arduos casos; y, puesto
               que se la tengo ofrecida,
               hoy su armada testa tengo
               de clavar a sus umbrales.                         
               Ven, Ergasto.
ERGASTO:                      Ya obedezco.
PERSEO:        Ven, Gilote.
GILOTE:                     Ya voy yo.
PERSEO:        No te escondas tú, Riselo.
RISELO:        Ya voy tras ti.
PERSEO:                       Ven tú, Bato.
BATO:          Déjame a mí, porque quiero          
               estodiar toda la hestoria.
PERSEO:        ¿Qué historia?
BATO:                         Una que te tengo
               de contar.
PERSEO:                  ¿A mí?
BATO:                            Sí.
PERSEO:                               Pues,
               ¿qué historia es?

Abrázanse los tres con él, [PERSEO]
LOS TRES:                          Agora es tiempo. 
PERSEO:        ¿Qué es esto?  Pues, ¿cómo ansí                                                      
               a mí os atrevéis.
GILOTE:                          Queremos
               que sepas que no hay razón
               de tratarnos con desprecio
               no siendo mijor que todos.
ERGASTO:       ¿Cómo mijor?  ¡Ni aun tan bueno! 
PERSEO:        ¡Viven los cielos, villanos!
GILOTE:        Bato, dile sus sucesos.
BATO:          ¿Está bien tenido?
LOS TRES:                          Sí.
BATO:          ¿Bien, bien?
GILOTE:                      Tan bien que no creo
               que se escape de mis brazos.                      
ERGASTO:       Yo aquesta mano le tengo.
RISELO:        Yo, estotra.
BATO:                        Pues, finalmente
               como digo de mi cuento:
PERSEO:        ¡Que esto Júpiter permita!
BATO:          Desvanecido mozuelo,                              
               pisaverde de estos prados,
               pisapardo de estos cerros,
               ¿quién te imaginas y piensas
               que eres, para no tenernos
               mochísima estimación                
               y mochísimo respeto?
               ¿Qué cosa es que cada día
               mos trates como a tus negros
               siendo tus brancos?  ¿De qué
               nace el desvanecimiento?                          
               Si presumes que eres hijo
               de la hija de Cardenio
               nueso mayoral, te engañas;
               ni ella es hija, ni tú nieto.
               ¿Va bien?
LOS TRES:                Lindamente va.                          
PERSEO:        ¡Que esto consientan los cielos!
BATO:          Pues tenedle lindamente,
               no se deslinde el intento.
               Porque has de saber que un día,
               alterado el mar, corriendo                        
               fortuna, trujo un bajel
               a la vista de este puerto
               donde, encallando en los bajos,
               que son Escilas del griego
               piélago, del Negroponto,                   
               fue escollo de algas cubierto.
               Ni árbol, ni jarcia, ni vela
               traía el buque y, presumiendo
               que del deshecho del agua
               era ojeriza del viento,                           
               no causó más novedad
               que la lástima de verlo;
               hasta que unos pescadores
               que, de la cólera huyendo
               de Neptuno, a estas orillas                       
               volvían a vela y remo
               contaron que, al pasar cerca
               de aquel derrotado leño,
               habían escuchado humana
               voz que en mísero lamento                  
               favor pedía a los Dioses.
               ¿Va bien?
LOS DOS:                 Muy bien.
BATO:                             Pues, tenedlo
               hasta la postrer palabra.
PERSEO:        Ya no hay para qué, supuesto
               que más que esta fuerza atado              
               me tiene esa voz suspenso.
BATO:          Aplacó su saña el mar
               y, en mirándole sereno,
               la curiosidad llevó
               a conocer si era cierto                           
               que había gente, pescadores
               y villanos.  Uno de estos
               fui yo y, abordando al vaso,
               vimos una mujer dentro
               con un infante en los brazos                      
               que abrigándole en el pecho
               sin tenerle ella, le daba
               el calor y el alimento.
               Ni otra persona ni señas
               de haberla tenido vieron                          
               nuestros ojos.  La piedad
               la sacó a la tierra...¡Tenedlo,
               que parece que se escurre
               y ya falta poco al cuento!
PERSEO:        No temas que, aunque decirlo                      
               no quieras, querré saberlo.
BATO:          Entre cuanta gente, pues
               a tierra sacó el suceso,
               fue uno Cardenio y, movido
               de ver el semblante bello                         
               de la mujer que aún estaba
               diciendo el delito honesto,
               si ya no de la inocente
               culpa, del infante tierno,
               en su casa la albergó,                     
               dándola el anciano viejo,
               obrigado a su hermosura,
               a su vertud y a su ingenio,
               nombre de hija.  Ésta es tu madre
               y el infante tú.  Y sopuesto               
               que nunca por buena fue
               entregada al mar violento
               con tan grande desamparo,
               desabrigo y desconsuelo,
               ¿qué te persuade a pensar             
               que eres más que un extranjero
               advenedizo pastor,
               hijo vil de un adulterio
               u de otra traición?  Y así
               trata desde hoy de no vermos                      
               las caras, siendo desde hoy
               más humilde y más modesto.
LOS TRES:      ¿Tienes más que decir?
BATO:                                No.
GILOTE:        Pues, cuidado; que le suelto.
ERGASTO:       Y yo también.
RISEO:                        Y yo, y todo.                      
PERSEO:        ¿Esto sufro?  ¿Esto consiento
               sin haceros mil pedazos?
LOS TRES:      Vamos de su furia huyendo.

Vanse los tres
BATO:          ¿Para qué si se ha de estar
               quedito?
PERSEO:                  ¡Bárbaro, necio,            
               infame, loco, villano,
               qué has tenido atrevimiento
               para decirme en mi cara
               mi desdicha!
BATO:                        ¡Estése quedo,
               y trate de no mirarme                             
               a la mía!
PERSEO:                  ¡Vive el cielo
               que has de morir a mi mano!
BATO:          Algo se me olvidó al cuento;
               pues aún pega todavía.
               ¡Ay, que me mata!

Sale DANAE vestida de villana
DANAE:                           ¿Qué es esto?       
PERSEO:        Esto es vengar en quien no
               tiene la culpa, tus yerros.
BATO:          Tenle, señora, que está
               más loco que antes y, habiendo
               oídolo todo, aún no quiere          
               modesto ser.  ¡Y es molesto!

Vase [BATO]
DANAE:         ¿Siempre te tengo de hallar
               altivo, sañudo y fiero?
PERSEO:        ¿Razón tienes de reñirme,
               cuando no sólo no serlo                    
               mas ni aún atreverme a ver
               al sol debiera, sabiendo
               ya en tu fortuna mi agravio,
               y en tu traición mi desprecio?
DANAE:         ¿Qué dices?  ¡Ay, infelice!      
PERSEO:        Que, ¿por qué el nativo seno
               que a infame ser disponía
               mi infelice nacimiento
               no le hiciste mi sepulcro
               abortándome primero                        
               que darme a la luz del sol?
               O, ¿por qué, ya que pariendo
               víbora no reventaste,
               [a] aquel derrotado leño
               que fue mi primera cuna                           
               no hiciste mi monumento?
               ¿Por qué, antes que abrigaran
               las piedades de tus pechos,
               no me arrojaste a las ondas?
               Fuera mi desdicha menos,                          
               muerto en el primer umbral
               de la vida que no muerto
               al baldón de unos villanos
               que con todos tus sucesos
               me han dado en rostro, notado                     
               de advenedizo extranjero
               pastor, hijo de un delito,
               merecedor de aquel riesgo.
DANAE:         ¡Ah, Perseo!  Tu soberbia
               en este trance te ha puesto;                      
               que no fueran ellos libres
               si tú no fueras soberbio.
               Pocas veces el humilde
               escucha baldones.
PERSEO:                            Luego,
               ¿razón tienen?
DANAE:                        Razón tienen.               
PERSEO:        ¿No lo niegas?
DANAE:                        No lo niego
               porque contra la razón
               no hay más razón que el silencio.
PERSEO:        En fin, ¿que la tienen?
DANAE:                                 Sí.
PERSEO:        Pues ya que la tienen ellos,                      
               tengámosla todos.  Dime
               quién soy y quién eres, puesto
               que el presumir que soy más
               hará tu delito menos.
               Consuélame con que sepa                    
               si lo que alguna vez pienso,
               al mirar que no me viene
               el corazón el el pecho,
               es verdad; pues no hay latido
               que dé que no sea diciendo                 
               que no nació para verse
               de tosco sayal cubierto.
               Del extremo de una infamia
               pasemos a otro; que a precio
               de no ser villano vil                             
               te perdono cualquier yerro.
               Y, supuesto que no eres
               humilde hija de Cardenio,
               ¿qué puedes ser que no sea
               mejor?  Dime, pues te ruego,                      
               ¿quién eres?
DANAE:                      No sé quién soy.
PERSEO:        Pues, ¿quién fuiste?
DANAE:                             Eso sé menos.
PERSEO:        ¿Quién fue mi padre?
DANAE:                             No sé.
PERSEO:        ¿Por qué te echó airado y fiero
               al mar?
DANAE:                   No lo sé tampoco.                
PERSEO:        ¿Soy noble?
DANAE:                     No sé.
PERSEO:                           ¿Qué es esto?
               ¿Nada sabes?
DANAE:                        No sé nada
               y no me apures; que, puesto   
               que es secreto y soy mujer
               y no lo digo, no debo                             
               de poder decirlo. Y baste
               ver un prodigio tan nuevo
               como que en un pecho vivan
               juntos mujer y secreto.
               Pregúntaselo a los dioses.                 
               Quizá, enternecidos ellos,
               te responderán; que yo
               sólo con el llanto puedo
               decirte que hay soberano
               poder que me obligue a esto.                      
PERSEO:        ¿Por qué?
DANAE:                   Por  guardar tu vida.
PERSEO:        Yo desde aquí se la ofrezco
               y, pues me mata el dudarlo,
               haz que me mate el saberlo.
               Háblame claro.
DANAE:                        Es en vano.                        
PERSEO:        ¿Cómo?
DANAE:                 Como no me atrevo
               ni aún a respirar.
PERSEO:                           ¿Quién cerra
               tus labios?
DANAE:                      Poder supremo.
PERSEO:        ¿De quién?
DANAE:                   De injusta deidad.
PERSEO:        ¿Qué pudo obligarla?
DANAE:                                Celos.                     
PERSEO:        ¿Celos?
DANAE:                 Sí.
PERSEO:                   ¡Ay de mí!
DANAE:                                 ¿De qué
               suspiras?
PERSEO:                  De que no tengo
               ya apelación a no ser
               hijo de delito, puesto
               que no hay celos sin delito.                      
DANAE:         Bien puede sin él haberlos.
               (O ingrata deidad de Juno,         Aparte
               ¿en qué confusión me has puesto?)
PERSEO:        ¿Cómo?
DANAE:                No sé.
PERSEO:                      ¿Al "no sé" vuelves?
DANAE:         Tampoco sé dónde vuelvo.            
               Y déjame, no me aflijas;
               que no puedo, que no puedo
               decir más ni callar más.
               (Grande Júpiter supremo,               Aparte
               ya que ocasionaste el daño,                
               acude con el remedio.)

Vase [DANAE]
PERSEO:        ¡Oye, aguarda!  Mas, ¡ay triste!
               Que aunque seguirla pretendo,
               no sé qué oculto poder
               en viva estatua de hielo                          
               me ha transformado quedando
               sin alma, vida, ni aliento.
               ¡Oh, gran Júpiter, oh padre
               de los hados!  Mas, ¿qué es esto?
               Al decir padre, no sé                      
               qué no usado, qué violento
               impulso me alborotó
               el corazón acá dentro
               como que le dan las llaves
               de las cárceles del pecho.                 
               Mas, si padre y hados dije
               ¿por qué juzgo, por qué pienso
               que fue una voz y no otra
               la que dio el latido, puesto
               que de él no puedo ser hijo                
               ni de ellos dejar de serlo.
               ¡Oh, gran Júpiter, oh padre
               de los hados y los tiempos!
               Digo otra vez si a piedad
               te ha movido algún lamento,                
               sirva de ejemplar al mío;
               que yo a tus aras ofrezco
               en víctima cuantas fieras
               el monte contiene.  Al ruego
               te compadece de un triste                         
               que náufrago de los vientos
               navega a saber quién es
               en alas de un devaneo;
               que le persuade a que es más
               cuando le dicen que es menos.                     
               Y, pues mi madre lo calla,
               dime tú si habrá consuelo
               tal vez a mi duda.

Dentro la MÚSICA
MÚSICA:                          "Sí."
PERSEO:        ¿Qué armonïosos acentos
               oigo?  ¿Si fue ilusión?     
MÚ:SICA:                              "No."                
PERSEO:        Pues que ya en süaves ecos
               oigo las voces que suelen
               tener al aire suspenso
               cuando alguna deidad pisa
               la tierra, porque su acento                       
               métricamente sonoro
               suena más dulce que el nuestro,
               con él he de hablar.  ¡Oh tú, 
               deidad que escucho y no veo!
               Si eres mi oráculo, dime,                  
               ¿quién soy?
MÚSICA:                     "Tú lo sabrás presto."
PERSEO:        ¿Quién me lo ha de decir?
MÚSICA:                                 "Nadie."
PERSEO:        Pues, ¿cómo puede ser eso?
               ¿Decirlo, y nadie?
MÚSICA:                          "Llegando..."
PERSEO:        Prosigue; que no te entiendo.                     
MÚSICA:        "A decirlo sin decirlo,
               y a saberlo sin saberlo."
PERSEO:        "¿A decirlo sin decirlo,
               y a saberlo sin saberlo?"
               Ahora conozco --¡ay de mí!--          
               que es ilusión del deseo
               la que me persuade a que
               hablan conmigo los cielos;
               que ellos no usaran confusos
               enigmas, y más si atiendo                  
               a que todos los espacios
               del aire están tan serenos
               que apenas pequeña nube

Empieza a salir una nube
               se decubre en todos ellos
               que Boreal carro triunfal                         
               sea de sagrado dueño   
               de la voz, pues una sola,
               que allá en el perfil postrero
               del horizonte es apenas
               fingida garza del viento,                         
               no es capaz trono de hermosa
               deidad.  Mas con todo eso
               preguntar quiero otra vez,
               --¡Oh tu sonoroso estruendo,
               háblame claro!

Dentro voces [primero] a una parte [y luego] a otra
VOZ:                          ¡To, to,                      
               Barcino!
LIDORO:                  ¡A la cumbre!
FINEO:                                 ¡Al puerto!
PERSEO:        ¡Qué distinto voces ya
               de las que escuché primero
               responden!  Pequeña tropa
               allí, allí bajel pequeño,    
               el puerto y la población
               buscando vienen, a tiempo
               que de la parte del monte
               cazadores, y monteros
               salen también; pero a mí,           
               ¿qué me importa todo esto
               sino seguir a mi madre?
               Y, pues que del rendimiento
               tal vez se vale el rencor
               humilde a sus plantas puesto,                     
               solicitar que me diga
               mi hado antes que llegue el tiempo.
PERSEO y
MÚSICA:        "A decirlo sin decirlo,
               y a saberlo sin saberlo."

Vase, y mientas la MÚSICA se repite con las voces de adentro, viene creciendo la nube hasta la mitad del tablado donde se ha de abrir. Véese en un trono MERCURIO con alas en el sombrero y en los pies, y el caduceo en la mano, y PALAS armada con una asta en la mano, y embrazado un escudo en que ha de estar un espejo, y bajan a tierra y desaparécese la nube. Voces suenan dentro
VOCES:         ¡To, to!  Melampo, Barcino!                  
POLÍDITES:     ¡Al llano!
LIDORO:                  ¡A la cumbre!
FINEO:                                 ¡Al puerto!

MÚSICA:        "A decirlo sin decirlo,
               y a saberlo sin saberlo."

PALAS:         "Ya, hermoso galán Mercurio,
               alado dios del ingenio                            
               que has querido que, dejando
               el sacro palacio excelso
               de Júpiter nuestro padre,
               la fértil tierra pisemos
               de Acaya haciendo sus montes                      
               volcanes de nieve y fuego,
               dime, ¿qué intento te trae
               a sus campos pretendiendo 
               que yo en ellos te acompañe?"
MERCURIO:      "Oye, y sabrás el intento                   
               ya que, porque no le alcance
               el siempre sañudo ceño
               de nuestra madrastra Juno,
               contigo a estos montes vengo.
               Ya sabes, hermosa Palas,                          
               cuya beldad, cuyo acero
               las almas rinde a su agrado
               y las vidas a su esfuerzo,
               que de Júpiter divino
               hijo el infeliz Perseo,                           
               hermano es nuestro.  Y ya sabes
               que, por temor de los celos
               de Juno no le declara,
               obligando sus depechos
               a que en rústicos sayales                  
               le deje vivir muriendo.
               Yo, compadecido hoy,
               de ver su ultraje, atendiendo
               a que Júpiter quisiera
               responder a sus lamentos                          
               si aquella infausta deidad
               de la Discordia, a quien dieron
               las altiveces de Juno
               en nuestro dosel asiento,
               sus soberanas piedades                            
               no embarazara, pretendo
               que interesados los dos
               solicitemos un medio
               que, sin decirle quién es,
               le diga quién es, haciendo                 
               que ni le pene el dudarlo
               ni le embanezca el saberlo."
PALAS:         "¿Qué medio puede ser ése?
               Que, como tú le des, quiero
               yo ayudarle; que también                   
               su mal, como hermana, siento."
MERCURIO:      "Yo le he de representar
               en las fantasmas de un sueño
               toda su historia, con que
               alentado a un mismo tiempo                        
               y desconfïado viva
               pues, ignorando y creyendo.
               Ni aquello le tendrá humilde
               ni estotro le hará soberbio;
               que, viendo por una parte                               
               quién es y por otra viendo
               que no es, las cercanías
               disfrazadas en los lejos,
               le harán que intente labrarse
               la fortuna, conociendo                            
               que para cierto es engaño
               lo que para engaño es cierto.
               A este fin le he de llevar
               con algún fingido objeto
               que le arrebate tras sí                    
               a la gruta de Morfeo
               donde, entre confusas sombras,
               ha de ver su nacimiento."
PALAS:         "Pues si has de fingir alguno,
               el más hermoso, el más bello,       
               que puede para fingido
               prestarte lo verdadero
               es Andrómeda."
MERCURIO:                     "En su imagen
               transformado hablarle pienso.
               Sola la dificultad                                
               que resta es que, Juno viendo
               el fin, no intente estorbarlo;
               a cuyo advertido afecto
               tú, Palas, mañosamente
               la has de asistir, pretendiendo                   
               apartarla la Discordia
               de su lado aquel momento."
PALAS:         Yo te agradezco.  No solo
               lo piadoso del afecto    
               pero también lo sutil                      
               de la industria te agradezco.
               Y, pues lo que a mí me toca,
               para reparar los riesgos
               del hado que le amenaza,                          
               es divertir el inquieto                           
               semblante de la Discordia
               que a pesar de todo el cielo
               conserva en el cielo Juno,
               yo desde aquí te lo ofrezco
               con ánimo; que, si no                      
               basta mañoso el intento,
               baste el valor a arrojarla
               del no merecido asiento
               a cuyo glorioso fin
               sobre las alas del viento                         
               otra vez a los umbrales
               de nuestra alcázar me vuelvo."
MERCURIO:      "Pues yo en esta confïanza
               hoy en la tierra me quedo
               a fingir una hermosura                            
               y a representar un sueño."
PALAS:         "Pues queda en paz."
MERCURIO:                        "En paz partes
               porque llegue a un mismo tiempo."

LOS DOS:       "A decirlo sin decirlo,
               y a saberlo sin saberlo."

Vuela PALAS y vase MERCURIO. [Suenan voces] dentro
VOCES:         ¡To, to! Melampo, Barcino.
POLÍDITES:     Al valle.
LIDORO:                  Al campo.
FINEO:                             Al puerto.

Salen POLÍDITES y CRIADOS
POLÍDITES:        Retírese la gente y no prosiga
               la caza.
CRIADO:                  ¿Qué es, señor, lo que te obliga?
POLÍDITES:     Habiéndome informado                    
               la desvelada posta del cuidado
               que asiste con afectos singulares
               en guarda de estos montes y estos mares,
               por esperar que un día
               --si no miente la docta astrología--       
               ha de venir una beldad a ellos,
               madre de un joven que ha de enriquecellos
               de triunfos, de que el sol será testigo.
               Habiéndome informado, otra vez digo,
               la atenta centinela,                              
               que vela el mar y la campaña vela,
               que unos y otros espacios
               ocupan de estos rústicos palacios
               extranjeras naciones, cuya nueva,
               hallándome cazando el que la lleva,        
               en el monte me dio, saber deseo
               quién son.

Sale DANAE
DANAE:                      (Aquí a Perseo      Aparte
               en las dudas dejé de mi fortuna.
               Vuelvo a buscarle por si acaso alguna
               razón puede en mi honor asegurarle,        
               ya que posible no es desengañarle
               porque sellan mis labios,
               de Juno celos y de Jove agravios.) 
POLÍDITES:     Solicita informarte
               de alguién.
CRIADO:                     Una villana hacia esta parte         
               viene.
POLÍDITES:             Al ver perfección tan soberana
               de una deidad en traje de villana,
               decidme --¡ciego estoy a luz tan pura!--
               prodigio de estos montes --¡qué hermosura!--
               ¿qué gente es la que ve vuestro horizonte                                                        
               sulcar el golfo y discurrir el monte?
DANAE:         Aunque decirlo quiera,
               no me es posible, que de la ribera
               ni de camino vengo.
POLÍDITES:     Esperad.
DANAE:                  Haré mal si me detengo            
               porque en alcance voy de otro cuidado.
POLÍDITES:     Ya no lo llevaréis pues le habéis dado.
DANAE:         Eso es lo que no entiendo.
POLÍDITES:     Bien fácil es; pues lo que yo pretendo
               decir es, que si os lleva                         
               un cuidado y le dais, será acción nueva
               darle y quedar con él. 
DANAE:                               ¿A quién le he dado?
POLÍDITES:     A quien le tiene ya de haber mirado
               vuestra rara belleza.
DANAE:         Es error; que no puede mi tristeza                
               dar su cuidado a nadie, y bien lo pruebo,
               pues no es el que tenéis como el que llevo.
POLÍDITES:     ¿No es de amor?
DANAE:                        Bien podría
               ser que lo fuese; pero no sería
               posible que lo fuese                              
               tal que mi amor al vuestro pareciese.
               Quedad con Dios.
POLÍDITES:                     Oíd.

Sale PERSEO
PERSEO:                                 ¿Qué es lo que veo?
DANAE:         (A mal tiempo--¡ay de mí!--llegó Perseo.) Aparte
PERSEO:        Hidalgos cortesanos,
               queda la lengua esté, quedas las manos...  
               (¡Un nuevo fuego en mis entrañas arde!) Aparte
               ...que tiene la zagala quien la guarde.
POLÍDITES:     ¡Qué donairoso brío
               de joven!
DANAE:                   Perdonad, que es hijo mío
               y, crïado en aquestas caserías,       
               no sabe lo que son cortesanías.
POLÍDITES:     ¿Hijo es vuestro, o hermano?
PERSEO:        ¡Qué lisonjero chiste cortesano!
               ¡Hijo y muy hijo!
POLÍDITES:                     ¿Y es de aquesta aldea?
DANAE:         Aquí nació.
POLÍDITES:                 ¡Feliz la patria sea      
               de una y otra hermosura soberana!
               ¿Cómo os llamáis?
DANAE:                            Dïana.
POLÍDITES:     ¿Hija de quién?
PERSEO:                       ¿Quién vio preguntas tantas?
               No le respondas más.

Sale CARDENIO, viejo y los villanos
CARDENIO:                          Dame tus plantas.
TODOS:         Y a todos mos las dé.
BATO:                                 No más que a vellas 
               que su merced se quedara con ellas.
POLÍDITES:     Del suelo alzad.
CARDENIO:                         Habiéndome contado
               vuestros monteros como habéis trocado
               el bosque por la aldea,
               vengo a saber, ¿qué dicha nuestra sea 
               la que aquí os ha traído?
POLÍDITES:     Habiéndome informado que ha venido
               por tierra y mar a aqueste puerto gente,
               quise saber quién son.
CARDENIO:                             Pues facilmente
               podrá informaros ella,                     
               pues de tierra y de mar llegáis a vella.
DANAE:         ¿Quién es, señor, aqueste caballero?
CARDENIO:      El rey.
PERSEO:                 ¿Éste es el rey?  Sin duda hoy muero.

Salen por una parte LIDORO y gente, y por otra FINEO y gente
LIDORO:        Rústicos aldeanos,
               decid...
FINEO:                   Decid, ilustres cortesanos...           
LIDORO:        ...¿por dónde de esta cumbre
               antes podré vencer la pesadumbre?
               (Pero, ¿qué es lo que miro?)       Aparte
DANAE:                           (Lidoro es éste.)    Aparte
LIDORO:        (Justamente admiro                 Aparte
               su hermosura y su seña.                    
               Fuerza es callar, pues a callarme enseña.)
FINEO:         Lo mismo mi deseo
               os preguntara y, pues mi duda veo
               en otros labios puesta,
               satisfaga a los dos una respuesta.                
POLÍDITES:     Antes es bien que acuda
               a dos dudas mi voz con una duda.
               Quién sois saber pretendo
               primero que os informe.
LIDORO:                                 Yo siguiendo...
               (Fuerza es disimular) ...voy la ventura           
               de la más infeliz, triste hermosura
               que vio el sol, cuya mísera fatiga
               a consultar a Júpiter me obliga.
               No puedo detenerme ni hablar puedo.
FINEO:         Yo tampoco; que pierdo, si me quedo,              
               el mejor temporal para volverme
               al instante, que llegue a responderme
               el oráculo a una
               pregunta, hija también de otra fortuna.
               Perdonad; que hoy sin responder me vaya.          
CARDENIO:      Ved que es el rey Polidites de Acaya
               con quien habláis.
LIDORO:                            A vuestras plantas pido
               me perdonéis.
FINEO:                        También a ellas rendido
               me sirva de disculpa
               saber que la ignorancia nunca es culpa.           

POLÍDITES:     Ya que sabéis quién soy, saber es fuerza
               quién sois los dos.
FINEO:                             Aunque el efecto tuerza
               de mi primer intento,
               ley el respeto es.  Escucha atento.

                  Casiopea de Trinacria,                         
               hermosa infelice reina
               --que las infelicidades
               son lunar de las bellezas--
               de Cefeo, amante suyo,
               una hija tuvo tan bella                           
               que afrentó con su hermosura
               toda la naturaleza;
               puesto que desconfïada
               de hacer otra como ella
               en sus excelencias mismas                         
               apuró sus excelencias.
               Creció Andrómeda--que éste
               es su nombre--tan perfecta...
               ¿Pensarás que a decir voy
               que no hay nadie que la vea                       
               que no le enamore?  Pues
               tan al contrario lo piensa;
               que no hay nadie que la mire
               que la ame; que no deja
               esperanzas para amarla                            
               a nadie que llegue a verla.
               Y ansí, en su primer instante
               la voluntad más atenta
               no es posible quedar viva
               viendo su esperanza muerta.                       
               Dígalo yo; pero eso
               no es del caso.  Casiopea,
               mirando a Andrómeda un día
               que a la orilla lisonjera
               del Nereo festajada                               
               de las hermosas Nereidas,
               ninfas suyas, florecía
               el oro de sus arenas
               al contacto de sus plantas,
               desvanecida y soberbia,                           
               les dijo, "Decid a Venus,
               marítima deidad vuestra,
               que reina de la hermosura
               no se entitule; pues llega
               a ver que Andrómeda sola                   
               hay que ese imperio merezca;
               pues que ella sola debía
               ser de la hermosura reina."
               Ofendiéronse las ninfas;
               que, en tocando a esta materia                    
               de "más hermosa soy yo,"
               no hay deidad que no lo sienta.
               Sumergiéronse en las ondas
               y, ofendidas por sí mesmas,
               en voz de Venus pidieron                          
               satisfacción de la ofensa.
               Nereo, sagrado río
               que en el mar gozoso entra,
               sólo por ver si en el mar
               con alguna espuma encuentra                       
               de las que fueron de Venus
               cuna, pues amante de ella
               son sus lágrimas sus ondas,
               sintió de fuerte la afrenta;
               que en toda Trinacia quiso                        
               vengarla y satisfacerla.
               Marino monstruo escamado,
               de cerúleas verdinegras
               conchas, con pies y con alas
               en sus bóvedas engendra,                   
               de sus entrañas aborta,
               y de sus senos revienta,
               tan disforme que si nada,
               tan tremendo que si vuela,
               brama el aire y gime el mar                       
               confundidos de manera
               que no se sabe si es
               aire o mar adonde llega;
               pues escupidas las ondas
               hace, cada vez que alienta,                       
               que el mar se suba a las nubes
               y el aire a las ondas venga
               a ocupar aquel vacío,
               haciendo la azul esfera
               mil desiguales montañas                    
               de nubes y de cavernas.
               Éste, pues, fiero vestigio,
               ésta, pues, marina bestia
               con su saliva las aguas
               de todo el río avenena,                    
               con su anhélito inficiona
               del monte plantas y hierbas
               y de todos los ganados
               el templado ambiente infesta.
               A la orilla no es posible                         
               llegar nadie que no sea
               pasto suyo.  No hay bajel
               de cuantos al puerto llegan
               que no zozobre a su vista
               porque su estatura inmensa,                       
               si se mueve es huracán,
               escollo si se está queda.
               De suerte que horror y susto
               tienen a Trinacia hecha
               sepultura de sí misma                      
               en sed, hambre y pesta envuelta.
               De varios ritos ha usado,
               devota, la piedad nuestra,
               sacrificándola a Venus
               en sus altares diversas                           
               víctimas pero ninguna
               su sacra ojeriza templa.
               Yo, que más interesado
               que todos soy en su adversa
               fortuna porque infelice                           
               primo de Andrómeda bella
               espero lograr su mano
               siendo en tan gloriosa empresa
               el no merecerla medio
               de llegar a merecerla,                            
               a Júpiter en su templo
               que más antiguo celebra
               la anciandidad de los siglos
               que es ése, cuya eminencia
               sobre la siempre nevada                           
               cerviz de Acaya se asienta,
               ofrecí un precioso don
               que traigo conmigo en muestra
               del voto.  Y así te pido,
               señor, que me des liciencia                
               para penetrar su cumbre
               y saber de su respuesta
               qué sacrificios a Venus
               haremos con que se vea
               su beldad desagraviada                            
               y mi feliz patria exenta
               de este monstruo que le aflige,
               este susto que la cerca,
               este pasmo que la asombra,
               y este horror que la atormenta.                   
POLÍDITES:     ¡Extraño caso!
DANAE:                        ¡Notable
               prodigio!
PERSEO:                  ¡Rara extrañeza!
               No porque haya un monstruo, cuanto
               porque no haya quien lo venza.
LOS VILLANOS:  ¿Quién de oírlo no se admira?  
BATO:          ¿Quién de escucharlo no tiembra?
LIDORO:        Aunque de esta novedad
               tan grande el extremo sea,
               oye, señor, que no menos
               extraña es la que me lleva                 
               al templo también a mí
               de Júpiter con la mesma
               acción, si bien es la causa
               en sus principios opuesta.
               (¡Ay, Danae, no sé si al verte   Aparte                                                    
               palabras tendrá la lengua!)
               Yace a la falda de aquel
               monte africano que ostenta
               sobre su cerviz el cielo,
               bien que ya alguna experiencia                    
               mostró que sólo un cuidado     
               aun más que sus rumbos pesa,
               yace pues, digo, a su falda
               una fábrica pequeña,
               casa de camnpo a una parte                        
               y a otra una intricada selva,
               cuya varïado país
               tiene siempre en competencia
               de primores, aquí el arte,
               y allí la naturaleza.                      
               Ésta, pues, noble alquería
               nativa cuna primera
               fue de Medusa, beldad
               tan sin ejemplar que apenas
               le vendrán las alabanzas                   
               que otro de Andrómeda cuenta,
               bien que no tan venturosa,
               cuya infelice experiencia
               dice que es más su hermosura
               cuanto es más triste su estrella.          
               Entre cuantas perfecciones
               doró el cielo su belleza.
               En la que más se esmeró
               fue el cabello, cuyas hebras
               hiló el sol entre sus rayos,               
               siendo su frente una esfera
               que trenzada anochecía
               porque amaneciese suelta.
               Dígalo el efecto, pues
               un día que a la ribera                     
               [d]el mar a peinar salió
               el rubio Ofir de sus trenzas,
               envidioso al ver Neptuno
               que el aire en su espacio tenga
               más bello golfo de ondas,                  
               cuyos piélagos navegan
               en bajeles de marfil
               conchas de nácar y perlas,
               pasó la envidia a deseo
               si ya no a codicia necia                          
               de presumir que podía
               enriquecer su soberbia
               con el oro de otras Indias,
               más ricas cuanto más cerca.
               Amante pues, suyo no,                             
               se valió de las finezas
               de rendido; que el amor
               de un poderoso no ruega
               cuando puede la caricia
               valerse de la violencia.                          
               Y ansí, un día que la vio
               en el templo de Minerva,
               que a las orillas del mar
               sobre sus rizos se asienta,
               desatando de sus ondas                            
               toda la saña violenta
               para sus tranquilidades
               se valió de sus tormentas.
               El templo inundó y entre
               el susto que a todos cerca,                       
               el miedo que a todos turba,
               el pavor que todos ciega,
               reservando de Medusa
               la soberana belleza,
               por fuerza logró su amor.                  
               Mas miente, miente mi lengua;
               que aunque consigue, no logra
               el que consigue por fuerza.
               Minerva, ofendida al ver
               los dos sacrílegas muestras                
               que a su templo y su decoro
               hizo la ruina y la ofensa,
               no pudiendo de él vengarse,
               dispuso vengarse en ella;
               que un rencor que en el culpado                   
               no se satisface queda
               siempre rencor hasta que 
               en el que puede se venga.
               Y viendo que fue el cabello
               causa de su amor primera,                         
               las hebras que fueron de oro
               trocó en rizadas culebras
               cuyo veneno en los ojos
               se comunica y se ceba,
               tanto que a ninguno miran                         
               que en tronco no le conviertan.
               Rabiosa vive en los montes,
               tan sañuda bandolera
               de las vidas que no pasa
               peregrino que no muera                            
               a su vista, racional
               basilisco de la selva.
               Nadie se atreve a matarla
               porque nadie que a ver llega
               su rostro vive. Y porque                          
               darla la muerte no puedan
               dormida, sus dos hermanas
               están en su guarda puestas
               de suerte que cuando una
               descansa la otra está en vela.             
               Con que es posible que
               remedio este asombro tenga
               si ya Júpiter sagrado
               a quien yo traigo otra ofrenda
               como príncipe que soy                      
               de aquella Africana tierra
               --bien que príncipe infelice
               dado a fortunas adversas
               tanto que si hablara de otras
               no fuera la mayor ésta--                   
               con su piedad no socorre,
               con su poder no remedia,
               este escándalo, esta ruina, 
               este estrago, esta violencia,
               en sus oráculos dando                      
               a mis preguntas respuesta
               de cómo desenojar
               a la deidad de Minerva
               cuando libre mi patria
               de desdichas y miseras,                           
               ansias y calamidades,
               iras, muertes y tragedias.
POLÍDITES:     De vuestros raros sucesos
               tanto me admiran las nuevas
               que tengo de acompañaros                   
               al templo por ver qué llega
               Júpiter a responderos.
               (Mas miento --¡Ay zagala bella!--   Aparte
               por verte este rato más
               no doy a la corte vuelta.)

Vase [POLÍDITES]
FINEO:         Guárdete el cielo.

Vase [FINEO]
LIDORO:                            Tus plantas
               beso.  (¡Ay, Danae, quién pudiera      Aparte
               hablarte!)

Vase [LIDORO]
DANAE:                     (¡Quien por no verte,   Aparte
               Lidoro, ni que supieras
               de mí, se hubiera anegado                  
               en el mar!)
CARDENIO:                    Ven, Diana bella,
               a ver Júpiter qué dice
               en maravillas como éstas.
DANAE:         Ven, Perseo.

Vase NISEA
PERSEO:                     Ya yo voy.
GILOTE:        Ven, Bato.
BATO:                    Id vos norabuena                        
               que yo no pienso ir allá.
ERGASTO:       ¿Por qué?
BATO:                    Porque no quijera
               ver nada que me acordase
               de que hay monstruos y culebras
               en el mundo; pues me basta                        
               saber que hay suegros y suegras,
               que hay cuñados y cuñadas,
               que hay tíos, tías y viejas,
               y viejos, y finalmente
               que ay...
GILOTE:                  Di, ¿qué?
BATO:                               Dueños y dueñas.

Vanse [los villanos]
PERSEO:           ¿Loco pensamiento mío,
               que cuando ignoras quién eres
               pasar temerarios quieres
               de la duda al desvarío
               adonde te lleva el brío                    
               presumiendo, altivo y vano,
               que uno y otro horror tirano
               tú solo vencer podrás?
               ¿Si oyendo a un villano estás
               que aun no eres un villano?                       
                  ¿Quién de Trinacia venciera
               el monstruo?  Y de África, ¿quién
               venciera el pasmo también?
               ¿Para qué nadie pudiera
               decir que más que yo era?                  
               Pues a quien se hace por sí
               la fortuna es a quien vi
               dar mayor estimación
               que hijos de sus obras son
               los hombres; mas...

Dentro [ANDRÓMEDA]
ANDRÓMEDA:                       ¡Ay de mí!   
PERSEO:           El "ay de mí" aquella roca
               antes que yo pronunció.
               No sin causa me quitó
               el suspiro de la boca
               pues es mi suerte tan poca                        
               que ni aun suspirar merece
               por el alivio que ofrece
               el "ay" de un triste; y assí
               no digo yo el...

Dentro [ANDRÓMEDA]
ANDRÓMEDA:                   ¡Ay de mí!
PERSEO:        Oírse más cerca parece.             
                  Mal haré si osado no
               descubro cúya es la ira
               que anticipada suspira
               porque no suspire yo.

Sale ANDRÓMEDA de cazadora
ANDRÓMEDA:     Si el cielo, oh joven, te dio                  
               valor que desmienta el traje,
               siendo de tu vida ultraje,
               verse de sayal vestida,
               procura amparar mi vida
               de una fiera, antes que baje                      
                  de ese risco donde --¡ay cielos!
               andando a caza la vi.
PERSEO:        Cobra el aliento y de mí
               fía, oh beldad, tus recelos
               que no esos azules velos                          
               en vano a mí te han traído.
ANDRÓMEDA:     Que no me siga, te pido,
               mientras yo escapo.
PERSEO:                            Eso no;
               que mal podré vencer yo
               dejándome tú vencido.               
                  Si, mientras te dejo ir,
               ella de esos montes baja
               y en otra parte te ataja,
               ¿de qué te podré servir?
               Y ansí, pues he de morir                   
               en tu defensa, será
               bien que no te deje ya
               pues el riesgo de que huir quieres
               está donde tu estuvieres
               no donde la fiera está.                    
ANDRÓMEDA:        Eso es querer que yo hoy
               dé en un riesgo por huir,
               de otro.  Ni me has de seguir,
               joven, ni saber quién soy.
               Y ansí, mientras yo me voy,                
               buscar la fiera procura.
PERSEO:        ¿No ves que será locura
               de vario amor por hallar
               a una fiera aventurar
               el perder una hermosura?                          
                  Contigo he de ir pues contigo
               va tu peligro.
ANDRÓMEDA:                   ¡Eso no!
               Quédate.
PERSEO:                  Mal podré yo
               acabarlo ya conmigo.
ANDRÓMEDA:     Pues, sígueme.

Vase [ANDRÓMEDA]
PERSEO:                        Ya te sigo.

Vase [PERSEO, y hablan dentro dos versos]
ANDRÓMEDA:     Si a volar te atreves, mas...
PERSEO:        El viento se deja atrás.

Sale [ANDRÓMEDA]
ANDRÓMEDA:     ¿Aún seguirme intentas?

Sale [PERSEO]
PERSEO:                                  Sí.
ANDRÓMEDA:     ¡Ay, infelice de ti;
               que no sabes dónde vas!

Vase [ANDRÓMEDA]
PERSEO:           Como vaya donde fueres
               no temo infelicidad.

Dentro [ANDRÓMEDA]
ANDRÓMEDA:     Ya que mi velocidad,
               mísero joven, prefieres,

Sale [ANDRÓMEDA] y da vuelta
               búscame si hallarme quieres                
               en esta gruta.
PERSEO:                       Aunque veo
               que en la gruta de Morfeo
               se ha entrado, tras ella voy.

Dentro [ANDRÓMEDA]
ANDRÓMEDA:     Aquí me hallarás, pues soy
               la sombra de tu deseo.

Vase [PERSEO] y salen en lo alto luchando PALAS y la DISCORDIA
DISCORDIA:        No hallará, porque primero
               le diré yo cuanto pasa
               a Juno.
PALAS:                   "Calla, Discordia."
DISCORDIA:     ¿Cuándo la Discordia calla?
               ¡Sagrada deidad de Juno!                     
PALAS:         "No prosigas."
DISCORDIA:                  Suelta.
PALAS:                             "Aparta.
               No has de hablar."
DISCORDIA:                       No he de callar.
               Mira que en el cielo Palas
               y que Mercurio en la tierra...
PALAS:         "Suspende la voz."
DISCORDIA:                      Aguarda.                         
               Por declarar el bastardo
               hijo de Júpiter, andan
               en oprobio de tus celos;
               pues, si una vez le declaran
               sabrá el mundo que no estima               
               tu mérito el que te agravia.
PALAS:         "Suspende la aleve lengua,
               mentida deidad, pues basta
               que el acento de tu voz
               sonando sin consonancia                           
               diga quién eres sin que 
               lo diga también la saña
               de tu siempre escandalosa
               condición."
DISCORDIA:                 En vano tratas
               que calle; y si, para esto                        
               de Juno agora me apartas,
               yo sabré volverme a ella.
PALAS:         "No harás; porque hasta que haya
               Mercurio el fin conseguido
               que pretende, a cuya causa                        
               con la bellísima imagen
               de Andrómeda llevar traza
               a la gruta de Morfeo
               a Perseo, mi esperanza
               te tendrá aquí."
DISCORDIA:                    Mal podrás.                 
PALAS:         "Mira."
DISCORDIA:           Suelta.
PALAS:                       "Escucha."
DISCORDIA:                            Aparta
               o desde aquí daré voces.
PALAS:         "Pues mira; que, si no callas,
               te haré callar de otra suerte."
DISCORDIA:     ¡Qué soberbia con las armas           
               que te dio Marte, rendido
               a tu hermosura y tu gracia,
               estás!  Pero contra mí
               ni escudos ni arneses bastan
               porque, ¿qué puedes tú hacerme?                                                         
PALAS:         "Arrojarte de este alcázar."
DISCORDIA:     ¿Tú a mí?
PALAS:                   "¡Yo a ti!"
DISCORDIA:                          Pues si Juno
               en él me conserva y guarda,
               ¿de qué suerte podrás tú
               obligarme a que de él salga?               
PALAS:         "¡De esta suerte!  Recibid,
               montes, en vuestras entrañas
               esta mentida deidad
               que arroja del cielo Palas."
DISCORDIA:     ¡Ay infelice de mí!                   
PALAS:         "Sigue, Mercurio, la instancia
               sin temor que la Discordia
               ya de entre nosotros falta."

 

FIN DE LA PRIMERA JORNADA


JORNADA SEGUNDA

Dicen dentro, a un lado PALAS, a otro MERCURIO, y a otro ANDRÓMEDA y PERSEO
PERSEO:           Seguirte tengo, aunque te entres
               al centro más pavoroso.                    
ANDÓMEDA:      Aquí me hallarás, Perseo,
               rayo y sombra, en humo y polvo.

Sale ANDRÓMEDA de una parte a otra y se entra y múdase todo el teatro al pasar con estos dos versos. ANDRÓMEDA y PERSEO tras ella, como que la ha perdido de vista, y lo que se descubre es la gruta del sueño y MORFEO, viejo venerable sobra unas hierbas de su significación, como son beleños y cipreses, y sale PERSEO
PERSEO:        ¿Qué lóbrega estancia es ésta
               en cuyos cóncavos hondos
               delirios son cuantos veo,                         
               fantasías cuantas toco? 
               ¡Oh tú, caduca deidad
               que con nombre de reposo
               paréntesis de la vida,
               eres la muerte del ocio!                          
               Dime, si una sombra sigo,
               ¿cómo --¡ay, infelice!-- cómo
               entre tantas no la encuentro
               en sitio tan pavoroso?
               Si aquí tras ella llegando...              
               --¡mas ay!-- que cuando te invoco
               no ya los conceptos pero
               aun las palabras no formo.
               Recíbeme a tus umbrales
               que ya a tus fuerzas me postro,                   
               viva peña entre tus peñas,
               vivo tronco entre tus troncos.

[Duérmese PERSEO y canta MORFEO]
MORFEO:        "Felice infelice joven,
               pues en un instante propio
               eres de unos dios ceño                     
               y eres cuidado de otros,
               lo fiera de una deidad
               temple de otra lo piadoso,
               y quédese en mi silencio
               informe el amor y el odio.                        
               Quién eres has de saber,
               y, en aquel instante proprio,
               aún has de ignorar quién eres
               viendo que no es nada todo."

[Habla PERSEO como entre sueños]
PERSEO:        ¿Cómo es posible --¡ay de mí!--                                                     
               que si yo una vez me informo,
               vuelva a quedar con la duda?

MORFEO:        "Agora te diré cómo.
               Representadle ilusiones
               su nacimiento, de modo                            
               que le vea y que no sea
               creído después de los otros."

Vase [MORFEO] y descúbrese el retrete con DANAE, vestida de dama y y una DUEÑA, y cuatro DAMAS con ella cantando [y sigue hablando PERSEO como entre sueños]
PERSEO:        ¿Mi madre entre tantas reales
               pompas, estrados y adornos?
               ¿Qué es esto, cielos?
DANAE:                                Cantad,                    
               por si algún aliento cobro.
DUEÑA:         Canten haciendo labor;
               que bien puede hacerse todo.

Cantan
DAMAS:            "Ya no les pienso pedir
               más lágrimas a mis ojos             
               porque dicen que no pueden
               llorar tanto y ver tan poco."

DANAE:         Bien a la fortuna mía
               corresponden letra y tono
               pues lo que lloro y no veo                        
               son mi consuelo y mi enojo.   
               Mi consuelo, pues no tienen
               mis penas más desahogo
               que el de la piedad y el llanto
               que en estas prisiones formo,                     
               y mi enojo, pues al ver
               que de él el alivio gozo
               le aborrezco de manera
               que por no gozarle sólo...

DANAE y DAMAS: "Ya no les pienso pedir                        
               más lágrimas a mis ojos."

DANAE:         ¿Para qué, piadosos cielos
               --si es, cielos, que sois piadosos--
               en dar a un infeliz vida
               quitáis de la vida el logro?               
               Si a vivir presa nací,
               no nacer fuera más proprio;
               que no es lisonja de un preso
               el dorarle el calabozo.
               Si para llorar sin ver                            
               me habéis dejado los ojos,
               para todo los quitad
               o dádmelos para todo.
               Ved que quejosos de mí
               no quieren uno sin otro.                          

DANAE Y DAMAS: "Porque dicen que no pueden
               llorar tanto y ver tan poco."

DANAE:         ¿Qué delito cometí
               para que tan riguroso
               mi padre me la castigue?                          
               Si enamorado Lidoro
               de un retrato, a verme vino,
               ¿qué causa es de que celoso
               tema tanto de su amor
               y fíe de mi honor tan poco                 
               que me prenda?  Mas, ¡ay triste!
               ¿Para qué gimo ni lloro?
               Cantad, cantad repitiendo
               una y otra vez a coros.

Dentro música, y empieza a llover oro
COROS:            "El que adora imposibles llüeva oro    
               que sin él nada se vence y con él todo."

DANAE:         Oíd.  ¿Qué nuevo acento es
               el que por los aires oigo?
DAMA 1:        No sé, señora, mas sé
               que aún ése no es el asombro.       
DANAE:         ¿Pues qué?

DAMA 2:                Que de la dorada
               techumbre el artesón roto
               se viene abajo, lloviendo
               sobre nosotras el oro
               que le esmaltaba.
DAMA 3:                          Es en vano,                    
               que el que llueve a lo que noto;
               es de más sagrada nube.
DAMA 4:        Sea él fino, aunque es hermoso,
               y venga como viniere.

Cogen todas [el oro]
DAMA 1:        Sin duda que algún dios mozo,              
               recién heredado, quiere
               aplausos de generoso
               y echa el oro por ahí
               que le dejó en patrimonio
               el viejo dios de su padre.                        
DAMA 2:        Coge, Laura."
DAMA 3:                      Ya yo cojo.
               Desde hoy, senora, he de ser
               de escaparate y biombo.

Vase
DAMA 4:        Mañana hago treinta estrados
               que ya cinco o seis son pocos.

Vase
                              

DUEÑA:         Yo el solar de la montaña
               que fue de mi abuelo compro.
DAMA 1:        Por vida de cuantos hay
               que si mi dote recojo
               y una vez rica me veo,                            
               que no ha de gozarme esposo
               letrado.  Espada y guedeja
               ha de ser mi matrimonio.
PERSEO:        ¿Qué dulce sueño me tiene
               aún más que dormido, absorto?       
DANAE:         ¿Qué prodigio es éste, cielo?

Baja el águila y en ella JÚPITER, vestido de Cupido
JÚPITER:       "Ya yo a tus dudas respondo."

Cantan dentro
                  "El que adora imposibles llüeva oro;
               que sin él nada se vence y con él todo."

JÚPITER:       "Hermosísima beldad,                     
               en cuyo divino rostro
               por uso de lo desdichado
               se ha vengado de los hermoso,
               Favonio, el galán de Flora,
               que es el que penetra sólo                 
               tu alcázar porque no hay
               alcaide para Favonio,
               con sus flores me ha pintado
               tus perfecciones, de modo
               que a tu fama los oídos                    
               se han rendido sin los ojos.
               Y para llegar a verte
               del aire mismo celoso
               divirtiéndome las guardas
               aquesta lluvia dispongo."

Canta
                   "...el que adora imposibles llüeva oro;
               que sin él nada se vence y con él todo."

DANAE:         Alada deidad, ¿quién eres;
               que tus señas desconozo;
               que el oro, el ave y las alas                     
               piensan uno y dicen otro.

Baja al tablado y vuela el águila
JÚPITER:       "Júpiter soy aunque ves
               que de las plumas me adorno
               de Amor; que para llegar
               a tu vista más dichoso                     
               depuesto el ceño sagrado,
               depuesto el semblante heroico
               con que los rayos esgrimo
               y los relámpagos formo,
               liberal y hermoso quise                           
               que me vieses, y así tomo
               de la ave, de Cupido
               la ala, y el metal de Apolo.
               Si bien sólo esto bastara
               que para llegar airoso                            
               a los ojos de una dama,
               no hay más gala que el soborno;"

Canta
                  "...el que adora imposibles llüeva oro;
               que sin él nada se vence y con él todo."

DANAE:         Si eres Jove, como dices,                         
               y es fuerza que seas piadoso,
               duélete de mí.  No quieras
               que de tu afecto amoroso
               sea trofeo mi vida.
               Decreto hay, que al punto propio                  
               que entre aquí, aunque sea deidad,
               me echen derrotada al golfo
               del mar.
JÚPITER:          "Yo sabré ampararte
               cuando alguien te diere enojo.'
DANAE:         ¿No es mejor no darle tú              
               que vengar que los dé otro?

Ásela [JÚPITER] de las manos
JÚPITER:       "¿Cuándo lo fue el rendimiento?"
DANAE:         Ahora lo es.  ¡Cielos, socorro!
JÚPITER:       "Porque sus voces no escuchen,
               decidme conmigo vosotros..."

Canta
                  "...el que adora imposibles llüeva oro;
               que sin él nada se vence y con él todo."

DANAE:         Aunque los cientos confundas,
               mi voz saldrá sobre todos.
               ¡Cielos, piedad; favor, cielos!              
               ¡Socorro, dioses, socorro!

Cantan
MÚSICA:        "El que adora imposibles llüeva oro;
               que sin él nada se vence y con él todo."

Cúbrese toda la gruta de MORFEO y el retrete, y vuelve a quedarse la selva como antes estaba, con las caserías nevadas, quedando admirado PERSEO
PERSEO:        ¡Oye, aguarda, escucha, espera!
               ¡Que aunque seas poderoso,                   
               Júpiter, vengaré en ti
               de mi madre!  Mas, ¿qué loco
               del sueño despierto?  Pues
               nada veo, nada oigo
               de cuanto veía y oía.               
               ¿No es éste aquel sitio propio
               donde mentida ilusión
               contra el sangriento destrozo
               de una fiera, me pidió
               favor?  Sí, pues, como...

Sale DANAE, de villana
DANAE:                                 ¿Cómo,        
               Perseo, cuando caminan
               al templo llevados todos
               de dos tan nuevos prodigios,
               tú aquí te has quedado sólo?
               A cuya causa a buscarte                           
               como esposa y madre torno.
PERSEO:        ¿Quién vio aquellas majestades
               y ve estos sayales toscos?
DANAE:         ¿Qué te suspende?
PERSEO:                           No sé.
DANAE:         ¿Qué tienes?
PERSEO:                     No sé.
DANAE:                             ¿Qué ahogo        
               te aflige?
PERSEO:                  No sé.
DANAE:                          ¿Qué pena
               lloras?
PERSEO:                  No lo sé tampoco.
DANAE:         ¿Nada sabes?
PERSEO:                       No sé nada,
               y pienso que lo sé todo.
DANAE:         ¿Cómo?
PERSEO:               No sé.
DANAE:                       ¿Al "no sé" vuelves?    
PERSEO:        Conmigo hiciste lo propio,
               y déjame.  No me apures
               obligándome a que absorto
               te pregunte, ¿qué se hicieron
               tus galas y tus adornos,                          
               tus faustos, tus majestades,
               presa entre los reales solios
               de un alcázar?  Mas, ¿qué digo?
               Mienten las voces que formo,
               mienten los sueños que creo,               
               y las fantasmas que ignoro.
DANAE:         Perseo, de cuanto has dicho
               nada entiendo.
PERSEO:                       Yo tampoco.
DANAE:         Dale al aire lo que es suyo.
PERSEO:        Sí, haré; pues basta estar loco     
               sin que sepan que lo estoy.
DANAE:         ¡Qué sentimiento!
PERSEO:                          ¡Qué ahogo!
DANAE:         ¡Qué confusión!
PERSEO:                        ¡Qué delirio!
LOS DOS:       ¡Qué pasmo!

Dentro FINEO y otros
FINEO:                    ¡Qué horror!
LIDORO:                                ¡Qué asombro! 
PERSEO:        Segunda vez de la boca                            
               me ha quitado licencioso
               el aire el suspiro.
DANAE:                            ¿Quién
               de la lengua y de los ojos,
               embargándome el gemido,
               me ha embarazado el sollozo?                      
PERSEO:        Cuantos al templo subieron
               parece que temerosos
               vienen al valle.
DANAE:                         ¿Quién duda
               que Júpiter riguroso   
               les ha respondido?
PERSEO:                          Yo                              
               no lo dudaré.  Si noto
               que a dios que sueño en delitos,
               no es mucho hallarle en enojos.
               Y, si es consuelo del triste
               la sociedad del ahogo,                            
               callemos en nuestras penas
               y oigamos las de los otros.

Sale BATO
BATO:          Yo no entiendo aquestos dioses
               que andan siempre con mosotros
               en oráculos, habrando                      
               allá por sus circumlquios
               que nadie hay que los entienda.
PERSEO:        ¡Bato!
BATO:                 ¡Válgame el dios Momo
               que es dios de los que habran más     
               que deben!
PERSEO:                    No temeroso                           
               huyas de mí; que ya quiero
               ser tu amigo.
BATO:                         ¿De qué modo?
               Porque hay modos en amigos
               y hay modillos y hay modorros.
PERSEO:        Agradeciéndote el que                      
               me desengañes tú solo.
BATO:          Oigan.  Ya la purga va
               obrando.  También y todo
               era golloria el querer
               que obrase al instante propio.                    
DANAE:         Dime a mí, ¿qué hubo en el templo
               que vuelven tan tristes todos?
BATO:          Que hicieran sus sacrificios
               los dos, y al uno y al otro
               Júpiter respondió...
LOS DOS:                           ¿Qué?             
BATO:          Dos casos bien espantosos.
LOS DOS:       ¿Qué son?
BATO:                    De uno no me acuerdo
               bien, mas del otro tampoco.
               Y, pues ya aquí los he dicho
               voy a decirlos a otros,                           
               que no hay cosa como andar
               con sus nuevas de retorno
               uno engañando a otros tantos,
               a otros tintos y a otros tontos.

[Vase BATO] y salen FINEO, LIDORO, POLIDITES, CARDENIO y villanos
LOS DOS:       ¿Qué les habrá sucedido?       
FINEO:         ¡Triste pena!
LIDORO:                      ¡Fiero asombro!

FINEO:            No hay consuelo para mí.
LIDORO:        Ni para mí le ha de haber.
POLÍDITES:     Aunque con vosotros fui
               al templo para saber                              
               vuestras respuestas, y oí
                  la voz de Júpiter, no
               entendí de su sentido
               el sentido que causó
               vuestro temor, y así os pido               
               me la repitáis.
FINEO:                          Mal yo
                  podré con discursos sabios
               articular mis agravios
               ni sus venganzas porque,
               al pronunciarlas, no sé                    
               si aliento tendrán los labios.
                  "Ofrecida al monstruo muera
               Andrómeda," su confusa
               voz dijo, horrible y severa,
               "pues con solo eso se excusa                      
               de Trinacria la ira fiera."
                  Con que dos desdichas lloro:
               si al oráculo no creo,
               el sacrilegio no ignoro;
               y si le creo, trofeo                              
               de un monstruo hago a la que adoro,
                  de suerte que a un tiempo me hallo
               entre creerlo y dudallo,
               fiel de uno y otro castigo
               pues muero yo si lo digo,                         
               y ella y todos si lo callo.
LIDORO:           En mí de no menos fiera
               respuesta su deidad usa,
               pues dijo de esta manera,
               "De la sangre de Medusa                           
               uno y otro alivio espera."
                  De modo que da a entender
               que hasta que haya quien dé muerte
               a Medusa, no ha de haber
               quien nos pueda defender                          
               de persecución tan fuerte.
POLÍDITES:        De las dos respuestas creo,
               habiendo oído cada una
               de por sí, que se hace una.
LOS DOS:       ¿Cómo?
POLÍDITES:             Repita el empleo                          
               cada cual de su fortuna.
FINEO:            "Ofrecida al monstruo muera                    
               Andrómeda; que esto excusa
               de Trinacia la ira fiera."
LIDORO:        "De la sangre de Medusa                           
               uno y otro alivio espera."
POLÍDITES:        Luego bien se da a entender
               que uno de otro haya de ser
               el remedio.  Y, siendo así,
               que ya no tenéis aquí               
               que esperar, pues el poder
                  de Júpiter, indignado
               hoy con los dos, ha mostrado
               en uno y otro sentido
               que está en Venus ofendido                 
               y está en Minerva agraviado.
                  Sin otra particular
               causa de oculto destino
               que a mí me obliga a guardar
               el puerto, ése es tu camino                
               y el tuyo también el mar.
                  Id en paz.
FINEO:                        Dudando iré.
               ¡Ay, Andrómeda!  ¿Qué haré
               entre callar o morir!

Vase [FINEO]
LIDORO:        Tus pies beso.  Fuerza es ir;                     
               mas yo, Danae, volveré.

Vase [LIDORO]
POLÍDITES:        Cardenio, yo también quiero
               dejar la aldea.
CARDENIO:                     Señor,
               no es éste el favor primero
               que viene, como favor,                            
               tardo y se vuelve ligero.
POLÍDITES:        El cielo or guarde, Dïana.
DANAE:         Él aumente vuestra vida.

[Hablan aparte POLÍDITES y LIBIO, su criado]
POLÍDITES:     (¡Qué beldad tan soberana!
               Aunque ves que mi partida                         
               finjo, Libio, sólo es gana
                  de quedarme retirado
               de ese monte en lo intricado
               por si alguna ocasión veo
               en que hablar pueda el deseo                      
               a esa esfinge que ha robado
                  con su hermosura, su brío,
               y su ingenio mi albedrío;
               pues pensé que le tenía,
               y era porque no sabía                      
               que era suyo y no era mío.)

[Vanse el rey POLÍDITES y LIBIO]
DANAE:            Padre, de un grande pesar
               cuenta te quisiera dar.
CARDENIO:      Pues de aquí nos retiremos.
DANAE:         Ven conmigo; que tenemos                          
               muchas cosas que tratar.
PERSEO:           (Pues de mí se han recatado    Aparte
               dejarlos quiero.  ¡Oh, hado!
               Dime sin tanto desdén
               si fue soñado mi bien;                     
               pero, ¿qué bien no es soñado?)

Vase [PERSEO]
DANAE:            Sabrás, padre, que ya están
               nuestros sucesos...

Dentro voces
VOCES:                             ¡Aparta!                 
               ¡Ténganse!
DANAE:                   ¡Ay de mí!
CARDENIO:                          Hacia allí
               oí ruidos de cuchilladas.                  
               Voy a saber si es Perseo.

Vase [CARDENIO]
DANAE:         Tras ti iré.

Sale LIDORO
LIDORO:                       ¡Detente, aguarda!
               Que yo he fingido este ruido                      
               porque su industria me valga
               para hablarte.

Salen POLÍDITES y LIBIO al paño
POLÍDITES:                  Sola el viejo                 
               la dejó.  Bien es que salga;
               mas otro --¡ay de mí!--- por mano
               me ganó.
LIBIO:                   Pues oye y calla.                       
DANAE:         Lidoro, ¿pues no bastó
               la seña de que callaras,                   
               para que la obedecieras?
LIDORO:        Con gente, sí, pero...
DANAE:                                Aparta.
LIDORO:        Estando sola, ¿cómo es                
               posible que mi esperanza
               que llora tu muerte, pueda?                       
DANAE:         No prosigas.  ¡Basta, basta!
               Que importa mucho que nadie
               sepa quién soy.
POLÍDITES:                  Oye y calla.                  
               que aquí, sin duda, algún grave
               secreto hay que los dos guardan.                  
LIDORO:        Si por un retrato tuyo,
               bella Danae soberana...
POLÍDITES:     ¡Danae dijo!  ¿Si es aquélla
               que es asunto de la fama?
LIDORO:        ...vine a verte; si celoso                        
               Acrisio tu padre, a causa
               de nuestras enemistades,
               te encerró en aquel alcázar
               que apenas rompió Favonio,
               veloz amante de Laura,                            
               si de él, no sé por qué...
DANAE:                                    ¡Ay triste!
LIDORO:        ...transcendiendo su venganza
               de crüel a escandalosa,
               de terrible a temeraria,
               en un derrotado leño                       
               supe que te echó a las aguas,
               y sobre tantas fortunas
               te hallo en traje de villana.
               ¿Cómo es posible que deje,
               a costa de via y alma,                            
               de socorrer tus desdichas,
               de socorrer tus desgracias,
               y saber, Danae, en qué puedo
               ampararte?

Sale CARDENIO
CARDENIO:                   No fue nada
               el ruido. Ven, Diana bella.

Sale POLÍDITES
POLÍDITES:     Detente, Danae, no vayas...
CARDENIO:      ¿Qué escucho?
DANAE:                        ¿Qué oigo?
LIDORO:                                 ¿Qué veo?
POLÍDITES:     ...sin que primero mi saña
               castigue dos osadías,
               contra mi decoro ambas,                           
               bien que la tuya, extranjero,
               mandándote que te vayas
               y habiendo vuelto, parece
               que hay sagrado que la valga,
               y así, a precio de que sepa                
               de ti quién es esta rara
               perfección, quiero a la queja
               hacer de tu vida gracia.
               Vete, pues, y advierte que
               si aquí otra vez...
LIDORO:                            Señor...
POLÍDITES:                                Nada            
               me digas.
LIDORO:                  ¡Ay infelice!
               Yo me iré pues mi contraria
               suerte, para volver sólo
               a perderla, volvió a hallarla.
               ¡Ah, fortuna de extranjeros,                 
               por cuántos desaires pasan!

Vase [LIDORO]
POLÍDITES:     ¿Cómo, bárbaro villano,
               cuando tengo puestas guardas
               a estos montes y a estos mares
               porque nadie entre ni salga                       
               sin que yo lo sepa, vos
               ocultáis en vuestra casa
               quizá la beldad que espero,
               de quien mis reinos aguardan
               los trofeos, las victorias                        
               y los aplausos que sabia
               anticipa en las estrellas
               la luz de la judiciaria?
               ¡Vive el cielo, que a mis manos
               has de morir!  
DANAE:                      ¡Señor...!
POLÍDITES:                           Nada                 
               ha de valerle tu ruego
               porque eres tú a quien agravia.
CARDENIO:      Señor, yo...

Sale PERSEO
PERSEO:                      ¿Qué es lo que miro?
POLÍDITES:     ¡Muere, traidor!
PERSEO:                         Ten la daga,
               señor, y emplea...
DANAE:                            ¡Ay de mí!         
PERSEO:        ...su cuchilla en mi garganta
               que mejor cortará en estos
               bríos que en aguellas canas.
POLÍDITES:     Levanta, Perseo, del suelo,
               que tú y Danae...
PERSEO:                         (¡Pena rara! Aparte  
               Danae dijo.)
POLÍDITES:                  ...desde hoy   
               habéis de deberme tantas
               finezas que la primera
               su vida es...
LOS DOS:                    Beso tus plantas.
POLÍDITES:     ....y porque no aquí se quede           
               el principio a mi esperanza,
               ¡Libio!
LIBIO:                 ¿Señor?
POLÍDITES:                   A la corte
               es bien que al instante partas
               y que prevenido vuelvas
               de carrozas, joyas, galas,                        
               y todos los aparatos
               que convienen a una infanta
               de Epiro.  Y a ti, porque
               iguales extremos hagas
               con los dos, mi amor te ofrece                    
               darte ejércitos y armadas
               con que vengues tus agravios
               y restituyas tu patria. 
               Porque has de saber, Perseo,
               que eres de sangre tan alta                       
               que en aquesta obligación
               me pone el cielo, venganza
               de la tiranía de Acrisio,
               tu abuelo, que en una barca
               al arbitrio de la espuma                          
               pobre, sola y derrotada
               a Danae contigo en brazos
               al mar, sin vela ni jarcia
               entregó a las fieras ondas.
               Paréceme que te extrañas            
               de que lo sepa; pues no
               lo extrañes porque crïadas,
               si con oro callan, Danae,
               dos días, cuatro no callan.
               Y así, pues con tus sucesos                
               hoy mis sucesos se enlazan,
               dándose la mano a un tiempo
               tu noticia y mi esperanza,
               ven conmigo en tanto que
               Libio de la corte traiga                          
               lo que he mandado, y vosotros,
               pastores de estas montañas,
               venid a pedirme albricias.
TODOS:         ¡Vivan Perseo y Dïana!
POLÍDITES:     No digáis Dïana, Danae             
               es el nombre que la ensalza.
PERSEO:        ¿Si es que sueño todavía?
               Pero sueñe o no, me basta
               ser hijo de mis delirios
               para emprender cosas altas.                       
GILOTE:        ¡Viva Danae, y tú perdona
               a quien se pone a tus plantas!
PERSEO:        Alzad, amigos, que todos
               habéis de ser en tan raras
               fortunas interesados.                             
DANAE:         De confusa y de turbada,
               nada a responder acierto.
CARDENIO:      Ni yo acierto a decir nada.
DANAE:         Padre, adiós.
CARDENIO:                    En dos pedazos
               el corazón me arranca.                     
POLÍDITES:     Venid, y si fue hasta aquí
               vuestra fortuna contraria,
               ya favorable será.

Vanse [TODOS] y sale la DISCORDIA
DISCORDIA:     No será, porque mi rabia
               impedir sabrá sus dichas.

Sale MERCURIO y canta
MERCURIO:      "Sí será, porque mi instancia
               todas sabrá hacer que llegue
               a cumplirlas y lograrlas."
DISCORDIA:     ¿Qué es esto, traidor Mercurio?
               ¿No basta--¡ay de mí!--, no basta                                                            
               que con tan pública nota
               me echase del cielo Palas
               sino que en la tierra tú
               también me persigas?
MERCURIO:                            "Calla,
               y persuádete a que yo                      
               asistirle tengo en cuantas
               acciones intente."
DISCORDIA:                       Pues,
               yo tengo de embarazarlas
               con mayor poder, y ansí
               al arma, Mercurio.
MERCURIO:                          "Al arma,                   
               Discordia.  Y viva quien venza."

Vase la DISCORDIA y sale BATO
BATO:          ¡Bravas novedades andan
               en estos montes, pardiez!
               Que dicen que la arrogancia
               de Perseo va saliendo                             
               verdad.  Éste de las alas
               me lo dirá.  Callabero,
               ¿es verdad el runrún que anda
               de que es príncipe Perseo
               y que su madre Dïana                         
               es una reina?

[Siempre MERCURIO habla] cantando
MERCURIO:                     "Verdad
               es."
BATO:                ¡Ay, Dios, y qué bien canta!    
               No vi tan buen pajarote
               jamás en tronco ni rama.
               Vuelva a decirme otra vez                         
               si es verdad.
MERCURIO:                     "Verdad es clara."
BATO:          ¡Ay Dios, y qué gorgoritos
               que tiene aquí en la garganta!
               ¿Es algún ruin-señor?
MERCURIO:                           "Sí."
BATO:          Lo creo en Dios y en mi alma                      
               que aunque lo señor no veo
               lo ruin sí.
MERCURIO:                  "¿Dónde?"
BATO:                               En la barba.                 
MERCURIO:      "Ya que te agradas de mí,
               págame lo que te agradas
               de una cosa."
BATO:                        Sí, haré.             
MERCURIO:      "Tras esa mujer te anda
               por donde quiera que fuere                        
               y sábeme cuanto trata;
               que cuando tú me lo digas,
               yo te aseguro la paga."                        
BATO:          Yo lo haré, e iré tras ella
               por donde quiera que vaya,                        
               a cuyo efeto me quedo
               escondido entre estas matas
               desde donde alcanzo a verla.                      
MERCURIO:      "Con aquesta vigilancia
               sin que se guarde de mí,                   
               vendré a saber cuánto trata
               para que anden mis favores
               delante de sus venganzas."

Vase [MERCURIO] y vuelve a salir la DISCORDIA por otra parte, recatándose
DISCORDIA:        Hermosa deidad de Juno divina,
               dime, pues sola te invoca mi voz,                 
               ¿cómo consientes los ojos de Argos
               que aduerma Mercurio también al pavón?
               Mira que van en tu ofensa y mi ofensa             
               Palas altiva y Mercurio traidor,
               mejorando aquestas fortunas                       
               y que yo no puedo lidiar con los dos.
               Escucha mi acento.

Sale JUNO en una tramoya pasando y canta
JUNO:                              "Ya escucho tu acento,
               Discordia, y verás que te amparo y te doy  
               tales armas que puedas con ellas
               lidiar esa diosa y vencer ese dios."           
BATO:          Otro pájaro canta en el aire
               y no menos bien está. ¡Vive ños,
               que pienso que andan los dioses en celo!          
DISCORDIA:     Pues, ¿qué arma ha de ser que esperándola estoy?
JUNO:          "Recibe esta vara, y sacude con ella            
               las duras entrañas de aquese terror;
               que expira entre nieve el fuego que guarda
               por muerta pavesa de su corazón.           
               A su golpe el Báratro todo
               verás que obedece, y rasgando veloz        
               sus entrañas en cuyo Cocyto
               la Hidra y Cerbero primer guarda son.
               A su contacto adormece con ella                   
               el uno y el otro tartárico horror,
               y pasa a las Furias y di que dispongan            
               de Danae y Perseo la persecución.
               Con cuya asistencia no dudo, Discordia,
               que pueda tu aliento sangriento y atroz           
               no sólo embotar a Mercurio y a Palas,
               en ésta lo fiero, en aquél lo veloz;                                                           
               pero de Jove, mi adúltero esposo
               la publicidad de dorada traición
               y si a las luces del sol la sacare                
               empañe también las luces del sol."

Cruza [JUNO] el teatro y desaparece
DISCORDIA:     Pues ya que me dejas la vara en la mano,          
               verás que al Vesuvio de Acaya feroz
               hoy, rasgando las duras entrañas,
               penetro lo horrible y descubro lo atroz.          
BATO:          Bien raras cositas me han sucedido
               pero, con todo, tras ella me voy.                 
DISCORDIA:     ¡Oh, tú, duro centro!
BATO:                                Allí se ha parado.
               Bien para echar a este parte estoy.
DISCORDIA:     Al precepto de Juno tus senos                     
               franquee al acento infeliz de mi voz
               y, en disonante música opuesta
               a la de los dioses, oíd mi invocación.

Cantan dentro las tres FURIAS
FURIAS:        "¿Qué quieres, Discordia?  Que ya a tu obediencia
               nos mandan abrir Proserpina y Plutón."  

BATO:          ¡Ay de mí!  ¿Qué demonios es esto?
DISCORDIA:     ¿Quién habla a esta parte?
BATO:                                      Un maldito mirón                                                     
               que se ha metido en garitos del diablo
               sin qué, ni por qué, a mirar tal visión.
              
DISCORDIA:        Ya que seguirme quisiste--                     
               y aun a mí este horror me espanta--
               ve tú delante; que un miedo                
               de otro miedo se acompaña.
BATO:          ¿Yo delante?  Aqueso no;
               que a mí el ir detrás me mandan.    
DISCORDIA:     Pasa adelante.

Aparece la HIDRA de siete cabezas
BATO:                         ¡Ay de mí!
               ¡Qué mal manojo de caras!
DISCORDIA:     No temas.
BATO:                    No es fácil eso.
DISCORDIA:     Pues a buen lado te apartas.

[Aparece CERBERO] de tres cabezas
BATO:          Tres bocas tiene sin ser                          
               pistola, boleta o llaga
               este, a un tiempo perro, gozque                   
               y perro braco, y de falda.
DISCORDIA:     Toma esta vara y con ella
               sacude aquellas gargantas                         
               y esas fauces.
BATO:                        ¿Qué son frauces?
DISCORDIA:     Llega.
BATO:                 Llegue ella y su alma.                     
DISCORDIA:     En virtud de Juno, duerme,
               Hydra, y tú, Cerbero, calla,
               y vosotras responded,                             
               oh Furias, que encarceladas
               yacéis.
FURIA 1:               "¿Qué nos atormentas?"
FURIA 2:       "¿Qué nos quieres?"
FURIA 3:                        "¿Qué nos mandas?"
DISCORDIA:     Que de este centro saliendo,
               me ayudéis a que deshaga                   
               de Perseo las fortunas
               que ya su gran nombre ensalza.
FURIA 1:       "Yo ofrezco alterar las ondas
               de suerte que sus armadas,
               al primer paso que den,                           
               corran en el mar borrasca."
FURIA 2:       "Yo, donde fuere perdido,
               furias le sembraré tantas
               que la menor será amor                     
               con celos, sin esperanza."                     
FURIA 3:       "Yo ese amor y esa tormenta
               creceré a penas tan raras
               que le pondré en los mayores
               riesgos, tormentas y ansias."
DISCORDIA:     Pues con esa condición                     
               yo aceto las tres palabras;
               y, en fe de que asistiréis
               las tres siempre a mi venganza
               salid del centro y volved
               a cerrar de sus entrañas                   
               el duro horroroso seno.
BATO:          Eso no hasta que yo salga,    
               seor Cancerbero, Hidra adiós;
               y veámonos mañana.

Vase [BATO]
LAS TRES:      "Ve segura, que a las tres                      
               tendrá siempre tu esperanza 
               prontas para tu obediencia."    
DISCORDIA:     Pues, Furias, al arma.
LAS TRES:                             "Al arma."
DISCORDIA:     Que tengo de ver, si el infierno os desata,
               qué vale Mercurio ni qué puede Palas.

Vanse y cúbrese todo. Salen FINEO y CELIO
FINEO:            A tierra, a tierra, y haciendo                 
               alto todos, nadie llegue
               primero que yo a las plantas
               de Andrómeda, que la breve
               esfera de aquella quinta                          
               hizo su fábrica verde                      
               o bien de su oriento ocaso
               o mal de su ocaso oriente.
CELIO:         Dicha ha sido que tan presto 
               saliera a tierra la gente                         
               antes de verse asaltada                           
               de dos contrarios crüeles.
FINEO:         ¿Cómo?
CELIO:                 Como apenas vio
               la foca el varado huésped
               de sus ondas cuando horrible                      
               las turbadas alas mueve                           
               haciéndole que zozobre
               al espolón de su frente
               al tiempo que amotinado
               de espuma el imperio leve                         
               montes de piélagos hace                    
               que al sol la cerviz encrespen.
FINEO:         ¡Oh mar, y de cuántas vidas
               eres deudor!
CELIO:                      ¡Triste suerte
               mandó a la armada que vimos                
               que hecha ciudad de bajeles,
               a Epiro iba.
FINEO:                       Al cielo gracias
               que arribé yo, aunque no tiene   
               mucho de piedad el que   
               para ser vencido vence.                           
               ¿Avisaste, Celio --¡ay triste!--
               a cuantos conmigo vienen
               que a nadie a decir se atreva                     
               el oráculo inclemente
               de Andrómeda?
CELIO:                        Sí, señor,           
               bien que inútil me parece.
FINEO:         ¿Por qué?
CELIO:                   Porque no hay secreto
               que entre muchos se conserve;                     
               y más cuando de un peligro
               están los demás pendientes.         
FINEO:         Cumpla mi amor con mi amor
               que menos inconveniente
               es quitar a todos vida                            
               que dar a Andrómeda muerte.

Sale el REY de Trinacria, ANDRÓMEDA y damas
REY:           Por las señas del bajel                    
               conocí que el tuyo fuese.
               No tanto porque su porte,
               velas y jarcias me acuerden,
               cuanto porque lo que previne
               que otro ninguno pudiese                          
               sulcar estos mares, pues
               nadie sin los intereses
               particulares, tocara
               las amenazas crüeles
               de ese bandido pirata                             
               que nunca en mi daño duerme.
FINEO:         Mayores riesgos, señor,
               es justo que yo desprecie
               en tu servicio, y mayores
               peligros e inconvenientes                         
               en el de Andrómeda a quien 
               suplico, después que bese
               tus pies, que me dé licencia
               para que rendido intente
               poner los labios adonde                           
               ella las plantas; pues tienen
               tan buenas señas labios
               que no es posible que yerren
               el sitio, pues al hermoso
               contacto de fuego y nieve                         
               cuantos va ajando en jazmines
               viene brotando en claveles.
ANDRÓMEDA:     Guárdete el cielo. (¡Ay Fortuna!   Aparte
               ¿Dónde dicen que estar suelen
               Sirtes y Escilas, si al fin,                      
               sin que unas y otras encuentre
               un aborrecido parte,
               y un aborrecido vuelve?)
REY:           ¿Qué hay, Fineo, del intento
               que te ausentó?  ¿Ahora enmudeces?    
               ¿Mirando al cielo suspiras?
               Y si los ojos no mienten,
               ¿las lágrimas que recatas
               bien, como hurtadas las viertes?
               ¿Qué es esto?
FINEO:                       No sé, señor;         
               mas sí sé.  (¡Amor, no me afrentes!)
               Júpiter en Venus bella,
               por los informes aleves
               de las ninfas de Nereo,
               ofendido está, de suerte                   
               que con víctimas humanas
               desea satisfacerse.
               Vírgenes vidas, aun no
               de amor las nevadas sienes
               domadas al yugo, que                              
               fácil peso y carga débil,
               han de ser su sacrificio
               si ya de su sed ardiente
               la hidropesía no apaga
               sangre de Medusa aleve.                           
               Medusa, monstruo africano,
               cuyo cabello de sierpes
               coronado, es duro asombro
               de cuantos desde su albergue
               basilisco de las vidas                            
               en duros troncos convierte.
               Su sangre, de nuestro monstruo
               es el tósigo que puede,
               con su veneno postrarle
               con su tosigo vencerle.                           
               De suerte que, hasta que haya
               quien uno matar intente
               no es posible morir otro;
               y aún no es el mayor mal éste,
               sino alguno que quizá                      
               es fuerza que yo reserve,
               porque es tan escandaloso,
               tan riguroso, tan fuerte
               que aun callado mata.  Mira
               lo que hará dicho.
REY:                             Suspende                        
               la voz, Fineo.  Y pues no
               hay medio que nos consuele,
               muramos todos a manos
               de esta venenosa peste
               hasta que Venus aplaque                           
               tantas cóleras y cesen
               las repetidas querellas
               de las Nereidas crüeles.
ANDRÓMEDA:     Ya extrañaba yo que había
               consuelo que tú trajeses.                  
FINEO:         Pues aun, si bien lo supieras,    
               lo extrañaras de otra suerte.
ANDRÓMEDA:     ¿Cómo?
FINEO:                Como sólo hay uno
               para todos, y no debes
               saber tú de él.
ANDRÓMEDA:                   No me espanto;               
               que si tú le traes, no puede
               ser consuelo para mí.
FINEO:         Por más, señora, que esfuerces
               de tus aborrecimientos
               los no olvidados desdenes,                        
               por lo menos esta vez
               no me quitarás que llegue
               a saber yo para mí
               que es mucho lo que me debes.
ANDRÓMEDA:    ¿Yo?
FINEO:              Sí.
ANDRÓMEDA:              ¿Qué te debo?
FINEO:                                  Nada.                    
ANDRÓMEDA:     Nada y mucho.  ¿Cómo puede 
               ser?
FINEO:              Como es mucho, señora,
               para que yo...
ANDRÓMEDA:                   Di.
FINEO:                            ...lo aprecie;
               y nada para que tú
               lo agradezcas, que quien quiere                   
               tan rendido como yo,
               tan constante, y tan prudente
               nunca es mucho lo que calla,
               siempre es poco lo que siente.
ANDRÓMEDA:     Huélgome de no saber                    
               la causa porque no quede
               en obligación.
FINEO:                        Y yo
               me huelgo de que te huelgues;
               que no es poca granjería
               de un triste hacer un alegre.                     
ANDRÓMEDA:     No lo estoy yo, que antes sufro
               destemplados accidentes
               de muchas melancolías
               que la tregua que hoy conceden
               sólo es ignorar que haya                   
               que tenga que agradecerte.
FINEO:         Pues ignorarlo no importa;
               que el que una fineza ofrece
               por ganar las gracias, no
               la sirve sino la vende.                           
ANDRÓMEDA:     Eso es decir que la hay,
               y basta para que deje
               de ser fineza.
FINEO:                        No basta;
               que hay unas de tal especie
               que, aunque se dicen, se callan.                  
ANDRÓMEDA:     ¿Cómo?
FINEO:                Como no se pueden
               adivinar y se quedan
               dichas y calladas siempre.
ANDRÓMEDA:     Tan poca curiosidad
               la mía es que no me mueve                  
               a saberla.
FINEO:                     Eso me basta
               para que yo serlo piense.
ANDRÓMEDA:     Y esotro, para que cansen
               groserías tan corteses.
               ¡Hola!
LAURA:                ¿Señora?
ANDRÓMEDA:                    Un venablo                  
               me da, Laura.
LAURA:                      Aquí le tienes.
ANDRÓMEDA:     Ninguna al monte me siga.
               Quieren los cielos que encuentre
               con alguna fiera en quien
               tan necios desaires vengue.

Vase [ANDRÓMEDA]
FINEO:         ¿Cuándo, Laura, han de tener
               término las altiveces
               con que siempre me ha tratado?
LAURA:         Tarde o nunca me parece;
               porque tarde o nunca hay quien                    
               lo que es natural enmiende.
FINEO:         Luego, ¿tarde o nunca --¡ay triste!--
               será posible que lleguen
               a enmendarse mis desdichas?
               Y así habré de vivir siempre        
               diciendo...

[Habla] dentro la DISCORDIA
DISCORDIA:               ¡Ay de mí, infelice!
FINEO:         ¿Qué nuevo lamento es éste?
LAURA:         Están tan acostumbrados
               a repetidos desdenes
               estos montes y estos mares                        
               que no hay quien saber intente
               quien se queja; bien que allí
               derrotado me parece
               que ha dado en tierra un pequeño
               esquife.

[Habla] dentro PERSEO
PERSEO:                  ¡Cielos, valedme!                  
FINEO:         Menos la segunda voz
               que la primera me mueve
               porque de mujer aquélla
               me pareció, y pues no puede
               a lástimas de mujer                        
               noble oreja ensordecerse,
               seguir tengo el boreal norte
               de su suspiro.

Vase [FINEO]
LAURA:                         Crüeles
               hados, ¿cuándo han de acabarse
               tantas ansias?

[Sale al paño] la DISCORDIA
DISCORDIA:                    Cuando llegue                      
               la venenosa sed mía
               en sangre a satisfacerse
               de Perseo, por quien hoy
               Mercurio y Palas me ofenden.
               Y pues que las desatadas                          
               Furias su armada acometen
               de suerte que no hay bajel
               que por rumbos diferentes
               no haya arribado, dejando
               en su amparo solamente                            
               un esquife, que a esta playa
               le ha sacado, en ella intenten
               perseguirle mis rencores,
               a cuya causa pretenden
               darle en Fineo un contrario                       
               tan poderoso, tan fuerte,
               que con sus celos le mate
               o, por lo menos, le empeñe
               a que muera despechado.
               A cuyo fin será este                       
               bosque de amor y de celos,
               teatro en que represente
               sus tragedias su fortuna.
               Y para que el acto empiece,
               --¡ay infelice de mí!--               
               repetiré tantas veces
               cuantas muevan a Fineo
               que, tras mis ecos, se acerque
               donde vea sus desdichas.
               Atención, orbes celestes,                  
               al mayor de mis engaños.

[Hablan] dentro PERSEO vestido de galán y BATO, de soldado ridículo
PERSEO:        ¡Valedme, cielos!
BATO:                              Valedme
               a mí también, si es que hay
               piedad para los sirvientes.

Salen [PERSEO y BATO]
PERSEO:        ¿Qué intricada selva es ésta,  
               donde las iras crüeles
               del mar nos han derrotado? 
BATO:          Muy lindo descuido es ése
               pues, ¿a quién se lo preguntas?
               ¿Sé yo más de que imprudente   
               después que de aquel infierno,
               que te he contado otras veces,
               salí, te hallé de una armada
               general y, por hacerte
               lisonja, quise seguirte                           
               pasándome neciamente
               a ser escudero andante?
               ¿Sé más de que tus bajeles
               embestidos de las Furias
               que desatadas te ofenden,                         
               apartados unos de otros
               todos de vista se pierden?
               ¿Sé más que por tomar tierra
               en un esquife te metes
               conmigo?  Pues, ¿qué me haces         
               preguntas impertinentes?
PERSEO:        Mira si acaso descubres
               población, cabaña o gente
               por aqueste despoblado.
BATO:          ¡Muy linda flema te tienes                   
               cuando ves que en todo el monte
               sólo hay riscos con que encuentre.
PERSEO:        ¿Para qué, deidad injusta,
               que a cargo mi vida tienes,
               verdad los sueños hiciste                  
               de aquella sombra aparente?
               ¿Para qué la revelaste
               por extraños accidentes
               a Polídites quién era
               Danae?  ¿Para qué, inclemente,        
               le pusiste en que la armada
               a la conquista me diese
               de mi patria si al primero
               paso a mi dicha previenes
               que para dar con los males                        
               sólo acechase los bienes?
               Dejárasme en mi desdicha
               sin que de un punto a otro hiciese
               la cuna de mis pesares
               sepulcro de mi placeres.                          
               Mas, ¿qué temo de los hados
               ni contrastes, ni vaivenes;
               que nunca crece a ser grande
               el que sin desdichas crece?
               Sígueme por esta parte.

Sale ANDRÓMEDA
ANDRÓMEDA:     Allí las hojas se mueven.
               Sin duda, allí alguna fiera
               emboscada yace.  Muere 
               a la acerada cuchilla
               de mi venablo.
PERSEO:                       Detente,                           
               divino asombro, porque,
               si es que mi vida te ofende,
               a menos costa del golpe
               tienes lograda mi muerte.
ANDRÓMEDA:     Galán joven es.  No en vano             
               vista y acción se suspenden.     
DISCORDIA:     ¡Ay, infelice de mí!
               ¿No hay quien a amapararme llegue?

Vase [la DISCORDIA] y sale FINEO [al paño]
FINEO:         Si llamas huyendo, ¿cómo
               habrá quien contigo encuentre?             
               Mas, ¡ay infeliz!, ¿qué miro?    
               ¿Cúyo, errado acento, eres
               que me llamas con piedades
               y con rigores me ofendes?
PERSEO:        ¿Para qué segunda vez,                
               hermosa deidad, pretendes     
               que con tus sombras me alumbre
               y con tus luces me ciegue?
               Para rendirme a tus plantas
               no es menester que ensangrientes                  
               el asta, que ya tú sabes    
               cuán sin peligro me vences.
FINEO:         ¿Gallardo joven --¡ay triste!--
               a Andrómeda humildemente
               postrado adora?  Estas ramas                      
               me oculten hasta que llegue   
               a ver si mienten mis celos;
               mas, ¿cuándo los celos mienten?
ANDRÓMEDA:     Extranjero peregrino,
               enmudecida dos veces                              
               me tienes a tus acciones
               y a tus razones me tienes.
               ¿Cuándo me viste otra vez?
PERSEO:        Si importa que yo me deje
               engañar--porque quizá               
               alguien en tu alcance viene--
               yo lo haré; pero no quieras
               que conmigo no me acuerde
               de otra vez que vi tus soles
               para mi menos crüeles.                       
ANDRÓMEDA:     ¿Tú me has visto otra vez?
PERSEO:                                    Sí.
               Por señas de que tú eres
               a quien debo honor y vida.
ANDRÓMEDA:     Hombre, ¿tú a mí, qué me debes?
FINEO:         Sin duda que ella me ha visto                     
               y disimular pretende.
PERSEO:        Débote el primer aliento
               para que imagine y piense
               que soy más de lo que soy
               al ver que me favoreces                           
               llevándome donde vea
               de aquél, mi primer oriente,
               el extraño origen.
ANDRÓMEDA:                      ¿Yo?
               ¿Dónde, cómo u de qué suerte?
BATO:          Mas, ¿qué la hace creer               
               él que la ha visto otra veces?
PERSEO:        Tú lo sabes.
ANDRÓMEDA:                No sé nada,
               y déjame.  No me fuerces
               a decirte que te engañas.
               Y que para que pretendes                          
               valerte de otras traiciones
               si puedes, joven, valerte
               de tu gala y de tu brío.
               ¿Pero quién mi aliento mueve?
               ¿De cuándo acá --¡ay infelice!--                                                      
               se dieron mis altiveces
               al partido del agrado?
               Miente el labio, la voz miente,
               huya el peligro.
PERSEO:                          Eso no.
ANDRÓMEDA:     Suelta.
PERSEO:                Aguarda.
ANDRÓMEDA:                    Aparta.
PERSEO:                                 Tente,                   
               que no ya como otra vez
               has de ser sombra aparente
               que desvanecida huyas.
ANDRÓMEDA:     Pues, ¿quién podrá detenerme?

Sale FINEO, empuñando la espada
FINEO:         Yo podré para que veas,                    
               dando a ese joven la muerte
               a tus ojos...
ANDRÓMEDA:                 ¡Ay de mí!
PERSEO:        ¿Uno de los dos no es éste
               que vi en el templo de Acaya?
FINEO:         Que el duelo de las mujeres                       
               está en que ellas nos agravien
               y en que en los hombres se vengue.
               Muera un infeliz a manos
               de un feliz, y quien merece
               de ti el honor y la vida                          
               que confiesa que te debe.     
PERSEO:        Primero será la tuya
               de mi espíritu valiente
               trofeo.
BATO:                  Esto nos faltaba.
ANDRÓMEDA:     Tente, joven.  Fineo, tente.                   
FINEO:         Deja que quien muere mate.
PERSEO:        Deja que mate quien muere.

Dice la DISCORDIA dentro
DISCORDIA:     Ya que conseguí el principio,
               conseguir el fin no deje.
               Llegad todos; que a Fineo                         
               dan dos extranjeros muerte.
BATO:          No da sino solo uno;
               que yo soy, si bien se advierte,
               cero veces cero, nada.

Salen el REY [de Trinacria] y soldados
REY:           Muera quien mi sangre ofende.                     
PERSEO:        ¿Qué es morir?  Todos sois pocos
               como a mí este sol me aliente.
BATO:          No son, señor, sino muchos.
               Huye.
PERSEO:               ¿Qué eso me aconsejes
               pudiendo morir matando?                           
BATO:          Pues si el consejo no quieres,
               mira cómo yo le tomo.

Vase BATO
ANDRÓMEDA:     ¡Quien vio confusión más fuerte!
FINEO:         Esperad.  No le matéis.
REY:           ¿Pues tú su vida defiendes?           
FINEO:         Sí, porque no ha de morir
               con tan generosa suerte
               como a vista de quien ama
               desesperado y valiente.
               No quiero que muera airoso                        
               a vista de lo que quiere
               porque el acero y los ojos
               no le equivoquen la muerte
               y muriendo de la herida
               que muere del amor piense.                        
               Y, pues que en llegando a celos,
               no hay pundonor que no cese;
               pues el que siente más noble
               es quien más infame siente.
               Civilmente de los dos                             
               mis sinrazones me venguen.
               Quien me acuse de tirano
               de ingrato, fiero y aleve,
               vea sus celos, verá
               que el más atento y prudente               
               puede callar con desprecios,
               pero con celos no puede.
               Quien pierde una dama, menos
               sensible dolor padece
               para que muera, que cuando                        
               para otro galán la pierde.
               El Oráculo, que yo
               callé sacrilegamente,
               manda que al sañudo, al fiero
               monstruo, Andrómeda se entregue.           
               No creáis a mis desdichas;
               creed a todos los que vienen
               conmigo.  Y pues del silencio
               mi ceguedad os absuelve.
               Hablad todos, decid todos                         
               si es verdad que el cielo quiere
               que a Venus se satisfaga
               con la que a Venus ofende.
               Entregadle si queréis
               que vuestras desdichas cesen;                     
               cesarán también las mías
               si a la distancia se atiende
               de la lástima a la envidia;
               pues menos inconveniente
               será ver a la que adoro                    
               --ya que a perderla me fuercen--
               en poder de quien la mate
               que en poder de quien la aprecie.
REY:           Oye...
ANDRÓMEDA:           Aguarda...
REY:                         ...escucha...
ANDRÓMEDA:                          ... espera...
REY:           ...tirano...
ANDRÓMEDA:              ...traidor...
REY:                             ...aleve...                     
ANDRÓMEDA:     ...que celoso te recuso
               pues miente tu voz.
CELIO:                             No miente.
               Esto Júpiter ordena
               y, pues ya público viene
               a estar, entregarla trata                         
               que sea al fin cuya fuere.
               Menos importa una vida
               que tantas como perecen.
UNOS:          Andrómeda muera.
OTROS:                           Muera.
REY:           Vasallos y amigos fieles,                         
               no un despecho os ocasione
               a seguirle y a creerle.
TODOS:         La verdad es la que ha dicho.
REY:           Dadme plazo en que lo llegue
               a averiguarlo.
CELIO:                        Una luna                           
               por mí el pueblo te concede.

Vanse
REY:           Yo lo aceto.  ¡Oh, si entre tanto
               mi fin y no el tuyo viese!
ANDRÓMEDA:     ¡Suerte injusta!
REY:                             ¡Triste hado!
ANDRÓMEDA:     ¡Fiera pena!
REY:                         ¡Estrella fuerte!              
               ¡Ay, hija, lo que me cuestas!

Vase [el REY]
ANDRÓMEDA:     ¡Ay, joven, lo que me debes!

Vase [ANDRÓMEDA]
PERSEO:        ¿Qué es lo que pasa por mí?
               ¿Quién vio en un espacio breve
               tantas penas, tantas ansias,                      
               como mi vida acometen,
               como mi discurso asaltan,
               y mis pensamientos vencen?
               ¿Para qué le revelaste
               por extraños accidentes                    
               a Polídites, quién era
               Danae?  ¿Para qué, inclemente,
               le pusiste en que la armada
               a la conquista viniese
               de mi patria, si al primero                       
               paso a mi dicha previenes
               que para dar con los males
               solo acechase los bienes?
               Dioses, si algún auxiliar
               de una hermosura se duele,                        
               de unos celos se lastima,
               de un amor se compadece,
               permitidme que me diga
               piadoso, humano y clemente,
               ¿de qué suerte podré yo        
               volver por mí?

Sale MERCURIO, cantando
MERCURIO:                         "De esta suerte:

                  Ama, espera y confía; porque no puede
               el que vence sin riesgo decir que vence."      

PERSEO:        ¿Quién eres, hermoso joven,
               que dulce y veloz dos veces                       
               suspendes, no sin asombro,
               el aire en que te suspendes?
               ¿Quién eres, que tremolando
               los alados martinetes
               del sombrero y del coturno                        
               vuelas pájaro celeste?
MERCURIO:      "Soy quien de tus altos hechos,
               Perseo, a su cargo tiene;
               que la Discordia no logre 
               las iras con que te ofende.                       
               Mercurio soy, que a animarte
               vengo, para que no entregues
               al acaso la esperanza,
               ni al valor al accidente.
               No temas, pues, de los hados                      
               ni contrastes ni vaivenes;
               que nunca crece a ser grande
               quien sin sobresaltos crece."

Llega al suelo
                  "Ama, espera y confía; porque no puede
               el que vence sin riesgo decir que vence."      

PERSEO:        Perdóname, que de ociosa
               a tu persuación moteje,
               pues el brío a que persuades
               yo le tengo.
MERCURIO:                    "Pues, ¿qué temes?"
PERSEO:        Que falten medios al brío                  
               con que generoso intente
               la ejecución.
MERCURIO:                     "Pues, porque
               lo menos de mí no pienses,
               quiero de mi caduceo
               hacerte dueño.  Con este                   
               cetro de áspides atado                     
               los ojos de Argos se aduermen.
               Aduerme con él los ojos
               de Medusa, porque llegues
               vencido un monstruo a vencer                      
               otro."
PERSEO:              Aunque es justo que acepte,                 
               humilde puesto a tus plantas,
               el alto don que me ofreces,
               ¿de qué suerte podrá el cetro
               asegurar que me acerque                           
               sin que a lo lejos su vista                       
               me mate antes?

PALAS, en una apariencia en alto
PALAS:                          "De esta suerte:

                  Ama, espera y confía; porque no puede
               el que vence sin riesgo decir que vence.

               Yo que la deidad de Palas                         
               soy, a quien también competen
               tus triunfos porque no menos
               que a Mercurio me engrandecen,
               a su don vengo a añadirte
               este escudo transparente                          
               que de Estérope y de Bronte
               le dio la fatiga temple.
               Experiencia es que si el fiero
               basilisco a sí se viese
               a sí se mate porque                        
               en sí su veneno vierte."
PERSEO:        Sí, mas ¿cómo recibirle
               puedo?  Porque no es decente
               pedirte que tú le bajes
               que si Mercurio desciende                         
               a la tierra.  No es lo mismo 
               que tú el alto solio dejes
               de tu epiciclo; que, al fin,
               deidad de otro sexo eres
               cuyo respeto me turba,                            
               me embaraza y me suspende,
               para que no te suplique
               que del orbe que transciendes
               abatas el vuelo; pues                             
               para que se privilegien                           
               mujeres que son deidades,
               no dejan de ser mujeres.
PALAS:         "Agradecida de oír
               tus atenciones corteses,
               quiero, que el camino partan                      
               rendimientos y altiveces.
               Y ansí, porque no descienda
               yo, ni tú recibir dejes
               el don, te envío esa nube.
               Baje ella y yo me quede,                          
               para que, puesto tú en ella,
               subas adonde te entregue
               el escudo."

Sube PERSEO en la nube
PERSEO:                       ¡Qué favor!
MERCURIO:      "Tú, Perseo, le mereces
               que eres de Júpiter hijo,                  
               y pues mi hermana lo quiere,
               conmigo hasta el cielo sube."
PERSEO:        Tu caduceo el tridente
               será con que yo, felice,
               piélagos de luz navegue.                   
PALAS:         "Sube a mi sagrado solio..."
MERCURIO:      "Sube a los orbes celestes..."
PALAS:         "...donde mi escudo recibes..."
MERCURIO:      "...donde mi favor te aliente..."
PALAS:         "...para que felice triunfes..."             
MERCURIO:      "...para que dichoso reines..."
PALAS:         "...venciendo dificultades."
MERCURIO:      "...allanando inconvenientes."
PERSEO:        Ninguno habrá para mí
               que no postre, no atropelle                       
               como aqueste escudo embrace                       
               y este caduceo gobierne.
LOS DOS:       "Pues en esta confïanza
               digamos una y mil veces:"

                  "Ama, espera y confía; porque no puede                                                            
               el que vence sin riesgo decir que vence."

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA


JORNADA TERCERA

 

Salen BATO y PERSEO, con el escudo y caduceo
PERSEO:           Si no me mienten las señas,
               allí del caduco Atlante,
               allí de noble alquería,
               allí de intricado parque,                  
               éste es el sitio que vengo
               buscando.
BATO:                    Así Dios te guarde,
               que, si no es contra etiqueta
               de caballeros andantes
               decir a sus escuderos                             
               algunos de los dislates
               que se les ponen en testa,
               que me digas qué te trae
               a estos africanos montes
               con tanta prisa.
PERSEO:                        Si sabes,                         
               que desatadas las Furias
               embravecieron los mares,              
               que derrotado llegué
               a las discreción del aire
               a la boca del Nereo                               
               que en el mar trinacrio se hace
               medio mar y medio río,
               centauro de dos cristales;
               si sabes que venturoso
               vi, en su avenenada margen,                       
               en luces una hermosura   
               que había visto en sombras antes;
               que celoso del engaño
               que padeció loco amante,
               a despecho de su amor                             
               osadamente cobarde,
               dijo el oráculo que
               manda que Andrómeda aplaque
               las iras de Venus, siendo
               víctima del formidable                     
               monstruo cuyas altas peñas
               que el mar repetido bate,
               han de ser del sacrificio
               los sacrílegos altares;
               si sabes que de su vida                           
               mi vida pendiente yace,
               siendo el término una luna
               que ya declina al menguante;
               porque siempre altos deseos
               se ejecutan mal o tarde;                          
               y si sabes finalmente,
               que el verme en tantos pesares                    
               Mercurio y Palas, en quien
               hierve sin fuego la sangre
               del gran Júpiter, me adornan               
               de este escudo de diamante
               y este caduceo con que 
               venciendo el común ultraje
               de Medusa volver pueda,
               donde, altivo y arrogante,                        
               con un horror venza otro,
               ¿qué preguntas?
BATO:                           ¿Ahora sales
               con que a buscar a Merluza
               vienes?  Por ventura, ¿sabes
               que es una mujer que tiene                        
               por moño y por aladares
               milagros y basiliscos,
               con licencia del romance?
PERSEO:        Sí, sé.
BATO:                  Pues, ¿cómo con esa
               flema vienes en su alcance?                       
PERSEO:        Como no hay riesgo que no
               venza, temor que no allane,
               peligro que no atropelle,
               dificultad que no arrastre
               un amor que lo que adora                          
               ve en peligro. Si llegases
               tú a saber cómo se siente
               el menos violento achaque
               de quien gasta a un mismo tiempo
               su vida y la de su amante,                        
               vieras que aun el más difícil
               remedio parece fácil.                      
               Mas tú, ¿por qué has de saberlo;
               que primores semejantes
               no caben en pechos viles?                         
               Sólo en reales pechos caben.
               Y pues no veo la hora                             
               de conseguir el fin antes
               que de los contados días
               el breve término pase,                     
               mira si habrá quien nos diga
               por ese monte, ese valle,                         
               del sitio donde esta fiera
               se alberga.
BATO:                       ¿No es disparate
               que de la que todos huyen                         
               quieras que te diga nadie?
PERSEO:        Pues sígueme.
BATO:                        ¿Qué papel              
               me he de hacer yo?
PERSEO:                            El de ayudarme                
               a dale muerte.
BATO:                         Para eso
               mejor es que un doctor llames                     
               y a un boticario, que son
               asesinos familiares.                              
PERSEO:        Sígueme digo.
BATO:                         ¿Habrá, cielos,
               nacido en el mundo alguien
               menos a los sastres dado                          
               y más dado a los desastres?
PERSEO:        No temas, pues vas conmigo.                       
BATO:          Contigo iba, y si no echase
               a correr, me hubieran dado
               con algo un poquito antes;                        
               y pues ya tengo experiencia
               que es remedio saludable                          
               el huír, déjame huír.

[Habla] dentro LIDORO
LIDORO:        ¡O prendeles o matadles!
BATO:          Pues que nos dan a escoger,                       
               el prendernos es más fácil.
PERSEO:        ¿Qué gente y armas es ésta?

Sale LIDORO con algunos, con arcos y flechas
LIDORO:        Ignorados caminantes,
               a quien trae su destino
               sin saber adonde os trae,                         
               daos a prisión.
BATO:                         Yo por mí
               dado estoy. ¿Dónde es la cárcel?                                                   
PERSEO:        ¿Éste no es el otro joven
               de Acaya?
LIDORO:                  ¿Qué esperas?  Date 
               a prisión.
PERSEO:                   ¿Pues qué delito           
               es que este monte pisase?
LIDORO:        Ninguno; mas sin ninguno                          
               hay hados inexorables
               que dan la muerte sin culpa
               de quien muera ni quien mate.                     
               Y, porque con el consuelo
               mueras de que ellos te hacen                      
               la sinrazón y no yo,
               infelice joven, sabe
               que este monte de Medusa                          
               teatro es en cuyo boscaje
               no hay verde tronco que no                        
               sea un humano cadáver.
               No han bastado contra ella
               sacrificios, hasta darle                          
               a Júpiter en Acaya
               humos, que ardieron en balde.                     
               De su sangre, respondió,
               que habían de fabricarse
               los remedios de otras ruinas;                     
               y así hoy los naturales
               hemos elegido un medio                            
               para derramar su sangre.
               Éste es que todos, armados
               de arcos y flechas, se amparen                    
               de las sombras de los troncos
               y, poniendo a sus umbrales                        
               condenado a muerte a uno,
               sea el reclamo que la saque 
               para que, mientras él muere,               
               todos los demás disparen
               y corone amor de plumas                           
               a la flecha que la alcance.
               Sobre cuál había de ser
               al que la suerte tocase                           
               fue voto ser el primero
               que por esta senda pase.                          
               A los dos cupo la suerte;
               y, pues en desdichas tales
               podéis quejaros de todos                   
               sin ofenderos de nadie
               y uno es el que ha de morir,                      
               agora entre los dos echarse
               podrá otra suerte.
UNO:                              Es en vano
               supuesto que hay ley que mande                    
               que cuando de dos el uno
               muera y el otro se salve,                         
               sea el que muera el de peor
               cara; y así ése se ate
               de pies y manos.

Cogen a BATO
BATO:                           ¿Pues yo,                   
               cuando esa ley se guardase,
               soy el de peor cara?
UNO:                                 Sí,                  
               y mucho peor.  
BATO:                    No se engañen.
               Facción por facción me miren;
               verán que soy como un ángel.        
               Miren ¡qué rostro si lloro!
               Si río, ¡miren qué semblante!
               Al mesurarme, ¡qué tez!
               Y ¡qué ceño! al enojarme.
UNO:           Éste ha de ser el que muera.               
BATO:          Miren que soy como un ángel
               sino que no caen el ello.
PERSEO:        Si la novedad os place
               de que haya quien morir quiera,
               haced cuenta que me cabe                          
               la suerte.  Yo me prefiero
               ser quien a Medusa llame.
               Y, como espada ni escudo
               me quitéis, a sus umbrales
               iré delante de todos.                      
LIDORO:        Si a aquesto te atreves, parte;
               que aquel edificio que                            
               a tierra en ruinas se abate
               es su albergue.
PERSEO:                        Retiraos
               todos, y solo dejadme.                            
LIDORO:        Retiraos y cada uno
               detrás de su tronco aguarde.               
UNO:           Tengamos aquéste preso
               por si esotro se escapare.
BATO:          Sayón de capa y espada,                    
               ¿qué os va a vos en que me maten?
LIDORO:        ¿Quién será este joven, cielos,                                                          
               tan soberbio y arrogante?
BATO:          Es un joven cosicosa,
               que se sabe y no se sabe.

Vanse [todos y queda PERSEO]
PERSEO:        ¿Qué es aquesto, corazón?
               ¿Agora con pavor lates?                      
               Mas, ¡ay!, que el primer recelo
               no es de ánimo cobarde
               porque una cosa es temerle                        
               y otra cosa es despreciarle.
               Sus dos hermanas, sin duda,                       
               son las que a la puerta salen.
               Hasta mejor ocasión
               estas ruinas me recaten.

Salen SIRENE y LIBIA. [Escóndese PERSEO]
LIBIA:         Mientras que Medusa duerme
               porque no nos sabresalte                          
               ningún temor, la campaña
               reconozcamos.
SIRENE:                       De nadie
               pisada se mira.
LIBIA:                        En tanto                           
               que nuestros desvelos guarden
               su sueño, para engañar              
               la posta, el cuidado cante.

Canten
LIBIA:            "Pisa, pisa con tiento las flores
               quedito, pasito, amor, que no sabes               
               en cual de ellas se esconden los celos."
SIRENE:        "Y puesto que son de tus flores el áspid..."
LOS DOS:       "...no, no los despiertes; duerman y callen."

PERSEO:        Quien, al tomar uno y otra                        
               vuelta, a una y a otra tocase                     
               con aqueste caduceo
               introduciendo el süave
               sueño de Argos en sus ojos
               porque, ellas dormidas, pase

Toca con el caduceo a LIBIA y después a SIRENE
               yo adonde duerme Medusa.                          
               Mercurio, mi intento ampare.

LIBIA:            "Pisa, pisa, [con tiento] las flores,
               quedito, pasito, amor, que no sabes..."

               ¿Qué es esto?  ¿Qué ardiente hielo                                                            
               hay que en mis venas se esparce?
               ¿Qué me extremece?
SIRENE:                           ¿Qué tienes?
LIBIA:         No sé.  Pasa tú adelante.

SIRENE:        "...en cual de ellas se esconden los celos,     
               y puesto que son de sus flores el áspid..."

               Mas, ¡ay triste!  A mí también
               hay letargo que me embargue
               los sentidos.
LIBIA:                       ¿Qué te turba?
SIRENE:        Tampoco lo sé.
PERSEO:                       Ya hace                            
               su efecto el sueño.
LIBIA:                             A pesar                       
               velamos, de efectos tales.

Cantan
LAS DOS:       "No, no los despiertes; duermen y callen."

SIRENE:        En vano yo me resisto.
LIBIA:         También yo me animo en balde.
SIRENE:        Vela tú, mientras yo duermo.               
LIBIA:         No a mí el cuidado me encargues,           
               mejor velarás que yo.
SIRENE:        Pues venzámonos iguales
               diciendo una y otra vez
               para que el sueño se engañe.

Cantan
LAS DOS:          "Pisa, pisa con tiento las flores
               quedito, pasito, amor, que no sabes
               en cual de ellas se esconden los celos,           
               y puesto que son de tus flores el áspid...
               No, no los despiertes; duerman y callen."

Duérmense
PERSEO:        Ya al sueño las dos rendidas,
               no hay quien la entrada me guarde.
               Por medio pasaré de ellas.
               Mas, ¡ay, que al paso me sale
               Medusa!  ¿Qué haré después                                                   
               de verme si helado, antes
               que me vea, me ha dejado
               el ver monstruo semejante?

Sale MEDUSA vestida de pieles y la cabeza llena de culebras
MEDUSA:        ¿Cómo de mis dos hermanas
               hoy el siempre vigilante                          
               cuidado fallece?  ¿Cuándo
               fue posible que me falte
               de una la asistencia el tiempo
               que el venenoso coraje
               de mis nunca muertas iras                         
               rendido al sueño descanse?
               ¿Qué hubiera sido si alguno,
               de tantos como combaten
               mi vida, hubieran gozado
               de esta ocasión y, al hallarme             
               sin ojos que me defiendan,
               hubieran podido darme
               la muerte?  ¡Libia!  ¡Sirene!
               ¡En profundo sueño yacen!
PERSEO:        Cobrado el primer asombro                         
               que el verla me dio, acercarme
               puedo ya en fe de este escudo.
MEDUSA:        ¡Sirene!  ¡Livia!  No trate
               despertarlas; que no es sueño
               sino letargo el que hace                          
               tan no usado efecto en ellas.
               ¡Oh, vengativas deidades,
               en cuya ojeriza vivo
               para horror de los mortales,
               racional fiera en los montes,                     
               humano monstruo en los valles!
               ¿Qué novedad será ésta  
               de que hoy me desamparen
               las que me velan?
PERSEO:                           ¡Medusa!
MEDUSA:        ¿Quién puede haber que a nombrarme    
               se atreva, siendo mi nombre
               tan escándalo en el aire
               que aun a los ecos, tal vez,
               cayeron muertas las aves?
PERSEO:        ¡Medusa!
MEDUSA:                  ¿Cúya eres, voz             
               tan osada que me llames
               cuando otras me huyeron?
PERSEO:        Vuelve los ojos.
MEDUSA:                       Y en ellos tales
               iras que ellas te escarmienten
               de osadía semejante...

Enseñale el espejo
               mas, ¡ay infeliz de mí!
               ¿Qué es lo que miro?
PERSEO:                            Tu imagen.
MEDUSA:        ¿Ésta soy yo?
PERSEO:                       Sí, ésta eres.
MEDUSA:        ¿Qué mucho que a todos mate
               si aún me da la muerte a mí         
               el horror de mi semblante?
               ¡Qué horrible forma!  ¡Qué fea!                                                             
               ¡Qué asombrosa!  ¡Qué espantable!
               Quita, o tú quien quiera que eres,
               ese cristal de delante                            
               de mis ojos.  No cometas
               en mí barbarismos tales
               como hacer la que padece
               de la persona que hace.
PERSEO:        Si das la muerte a quien miras,                   
               mírate a ti.
MEDUSA:                       Que me espante
               de mí es fuerza, y que de mí        
               huya.

Entra MEDUSA huyendo y PERSEO detrás de ella
PERSEO:                Seguiré tu alcance.
MEDUSA:        ¡Sirene, Libia, acudidme
               a valerme, y ampararme                            
               que me dan muerte!
SIRENE:                            Las voces
               de Medusa el viento trae.                         
LIBIA:         Si ha despertado, a asistirla
               las dos acudamos, antes
               que sepa el descuido.

[Habla] dentro MEDUSA
MEDUSA:                             ¡Ay triste!             
SIRENE:        Pues, ¿de cuándo acá sus ayes
               lastimosamente suenan?
LIBIA:         Vamos a ver qué lo cause.

Vanse [LIBIA y SIRENE]. Salen MEDUSA y PERSEO
PERSEO:        A tu vista muere.
MEDUSA:                           No
               me aflijas más.  Baste, baste              
               el saber que mi veneno
               ya por mis venas se esparce
               y que cebado en mi mismo
               corazón tan sin mí late
               que neutral de fuego y nieve                      
               ni bien hiela ni bien arde.
PERSEO:        Hasta que tu mismo aliento
               te ahogue, te deje y te falte,
               te ha de estar dando en los ojos
               la luz de aquestos cristales.                     
MEDUSA:        Cerraré los ojos yo;
               mas, ¡ay de mí que ya es tarde!       
               Pues ya mi ponzoña ha hecho
               su efecto en mí; que cobarde     
               no hay ira que no fallezca.                       
               No hay rencor que no desmaye;
               mas con todo huiré de ti                   
               porque yo conmigo acabe
               respirando Etnas de fuego,
               Mongibelos y volcanes                             
               sólo porque no blasones,
               sólo porque no te alabes                   
               que tú me diste la muerte.
PERSEO:        Por más que de mí huir trates,
               te he de seguir hasta que                         
               vierta mi acero tu sangre.

Éntrase huyendo y salen las dos [SIRENE y LIBIA]
LIBIA:         De un hombre huyendo, vencida,
               aquí tropieza allí cae.             
SIRENE:        Huyamos, Libia, pues fuimos
               de desdicha semejante                             
               causa, no a las dos también
               su venganza nos alcance.                          
LIBIA:         Dices bien, aquestos montes
               nos favorezcan y amparen.

Salen LIDORO y gente
LIDORO:        Deteneos.  ¿Dónde vais?               
SIRENE:        Huyendo por no ver darle
               la muerte a Medusa un joven.

Vanse [SIRENE y LIBIA]
LIDORO:        Vamos todos a ayudarle;
               que es vergonzosa omisión
               que un extranjero nos gane                        
               el aplauso.
BATO:                      ¿Para qué
               hemos de ir si ya ella sale
               huyendo de él?

[Salen MEDUSA seguida de PERSEO]
PERSEO:                         Aunque intentes
               huir al monte, he de alcanzarte.
MEDUSA:        ¿Qué más pretendes de mí                                                        
               si ya me resisto en balde,
               y tropezando en mi sombra
               soy de mi misma cadáver?
PERSEO:        Agora, que ya en la tierra
               muerta a tu veneno yaces,                         
               este acero será bien
               que con tu púrpura esmalte                 
               las flores de África, adonde
               nazca en cada gota un áspid.

Córtale [a MEDUSA] la cabeza y salta por el tablado
BATO:          Eso, yo también lo hiciera                 
               a saber que era tan fácil.
               Salte hacia otra parte usted,
               seora cabeza, y no salte
               hacia mí, se lo suplico.
LIDORO:        Al ver acción semejante,                   
               la admiración y el silencio
               sólo es justo que te alaben.
               Dame los brazos y piensa
               qué premio habrá con que pague
               tan heroica acción.
PERSEO:                            El premio                     
               me le ha de dar aquesta sangre
               y, pues he de cobrar de ella,
               no es bien que tú me lo pagues.
LIDORO:        Pues, ¿qué premio de ella aguardas?
PERSEO:        No sé más de que es constante,      
               si a aquel oráculo creo
               de Acaya, que ella ha de darle.
LIDORO:        ¿Eres tú de Acaya?
PERSEO:                            Estaba
               en ella cuando llegaste
               tú a su gran templo.
LIDORO:                            Bien dices,                   
               porque si vuelvo a acordarme
               de la sangre de Medusa                            
               dijo que había de formarse
               el remedio de otras ruinas.
               Mas, aunque el creerlo es fácil,           
               no es fácil el verlo, pues
               aunque su sangre derrames,
               ¿adónde el remedio está
               que de ella puede esperarse?
PERSEO:        Para responder, la tierra                         
               pienso que en bocas se abre.

Ábrese la tierra y sale el caballo Pegaso
LIDORO:        ¡Horrible bostezo!  Es
               una grieta, y de ella nace,
               si no me miente el asombro,
               un bruto.
PERSEO:                  No es sino una ave                      
               pues las alas en el viento
               es lo primero que bate.
LIDORO:        Monstruo es de dos especies
               pues hijo es de tierra y aire.
PERSEO:        Sobre la cumbre del monte                         
               Parnaso, émulo de Atlante,
               ha parado el primero vuelo.
LIDORO:        No aquí la admiración pare,
               pues hiriendo con la uña
               el fuego a sus pedernales,                        
               en vez de brotar centellas
               brotan líquidos cristales.                 
BATO:          La fuente de los poetas 
               será.
UNO:                ¿Qué hay de que lo saques?
BATO:          De que quitará la sed                      
               y no quitará el hambre.
PERSEO:        ¿Bato?
BATO:                 ¿Qué quieres?
PERSEO:                            Que al monte
               subas al punto y me bajes
               aquel caballo en que pueda
               volver volando.
BATO:                         No es fácil                 
               que suba yo y que él se deje
               coger de mí.
PERSEO:                     Yo a alcanzarle
               subiré, pues para mí
               la tierra le aborta.  Tráete
               tú esa cabeza y conmigo                    
               ven.
BATO:                ¿Qué cabeza?
PERSEO:                          Ignorante,
               ésa de Medusa.
BATO:                         ¿Yo?
PERSEO:        ¿Pues quién?
BATO:                       El turco.
PERSEO:                                No tardes.
               Ázale del suelo y ven.

[BATO] vala a coger y ella salta
BATO:          Lleve el diablo quien tal hace.                   
PERSEO:        ¡Vive Júpiter, villano!
               Si no la traes que te mate
               porque ella ha de ser blasón
               de mis hechos inmortales.
BATO:          ¿Por dónde tengo de asirla?           
PERSEO:        Por cualquier truncado áspid.
BATO:          Buenas señas para mí.               
               ¡Ay, que muerden!
PERSEO:                         No te espanten;
               que muertos están
BATO:                             Sepamos
               cuando yo con ella cargue                         
               y te siga, ¿en qué he de ir yo
               si tú volando te partes?
PERSEO:        A las ancas del Pegaso
               irás.
BATO:                 Pues, ¿y de qué sabes
               que sufre ancas?
PERSEO:                          Tráela, pues.            
BATO:          Yo llevo para librarme
               de los peligros del vuelo
               linda cabeza de mártir.
PERSEO:        Vosotros quedad en paz
               que el volverme es importante.                    
LIDORO:        ¿No admitirás de nosotros
               las gracias de semejante
               acción?
PERSEO:                No, que las que espero
               amor me ha de dar triunfante
               de otra fiera.
LIDORO:                       Oye,
PERSEO:                             Es en vano.                  
LIDORO:        Pues, dinos ya que te partes, 
               ¿quién eres?
PERSEO:                      Perseo, hijo                        
               de Júpiter y de Danae.

Vanse [PERSEO y BATO]
LIDORO:        ¿Danae y Júpiter?  ¡Cielos!
               Sin duda éste es de sus graves             
               fortunas causa en los celos
               del rey Acrisio su padre;
               y, aunque me acuerden los míos,
               tanto me obliguen sus partes
               que he de seguirle a saber                        
               si puedo en algo pagarle
               esta fineza, inquiriendo
               en qué las fortunas paren
               de Perseo, ilustre hijo
               de Júpiter y Danae.

Vase LIDORO. Sale la DISCORDIA
DISCORDIA:        Ya en Trinacria ninguno
               hay que esta vara trágica de Juno
               no le haya tocado;
               porque atento a las cóleras del Hado
               contra Andrómeda pida                      
               que salve tantas vidas una vida.
               Ya que cumplió la luna,
               sombra condicional de la Fortuna,
               su término, Perseo,
               no has de lograr el fin de tu deseo,              
               por más que honrar te pudo
               de Palas bella el cristalino escudo,
               de Mercurio el dorado caduceo.
               Y, puesto que ya veo
               el pueblo conmovido,                              
               sea el tumulto música a mi oído;
               porque no me baldone la ignorancia
               de bastarda deidad, cuando veloces
               vea mi idioma en acordadas voces,
               que suenan con más dulce consonancia,      
               repitiendo la instancia
               de mi cólera altiva
               y de mi envidia fiera.

[Hablan] dentro.
VOCES:         Muera Andrómeda.
TODOS:                          ¡Muera!
VOCES:         ¡Viva Trinacria!
TODOS:                           ¡Viva!                     
DISCORDIA:     Aquésta sí que es cláusula festiva
               para la vanidad de mi deseo,
               y más cuando ya veo
               lograrse de mis cóleras el fruto;
               pues vestida de luto,                             
               al funesto compás de destempladas
               cajas, de triste canto acompañadas,
               Adrómeda camina
               al teatro fatal de la marina,
               donde ha de ser de mi rencor indicio,             
               verla de unmonstruo humano sacrificio,
               antes que volver pueda
               del África Perseo donde queda
               imaginando que esta ruina es culpa
               la derramada sangre de Medusa.                    
               Pero, por más que su favor aguarde,
               ha de llegar o mal o nunca o tarde,
               pues ya llegan veloces,
               al compás de las cajas y las voces,
               al mar, los que publican                          
               que esta víctima a Venus sacrifican.
               Y, aunque tan triste su lamento ha sido,     
               dulce linsonja es para mi oído
               cada vez que le escucho y a ella veo
               sin que darla favor pueda Perseo,                 
               diciendo con severa
               lástima a un tiempo crüel y compasiva.
UNOS:          ¡Viva Trinacria!
TODOS:                           ¡Viva!
UNOS:          ¡Muera Andrómeda!
TODOS:                             ¡Muera!
DISCORDIA:     Mal de Perseo su favor espera,                    
               aunque el Pegaso ya le dé sus alas,
               Mercurio el cetro y el escudo Palas.

Vase [la DISCORDIA]. Sale una tropa de MÚSICOS y detrás ANDRÓMEDA, vestida de luto, llorando, y delante CELIO. Cantan
MÚSICOS:          "La que nace para ser
               estrago de la fortuna,
               supla, calle, llore y sufra,                      
               y consolada con que
               la que es desdicha no es culpa,
               supla, calle, llore y sufra."
ANDRÓMEDA:        "La que nace para ser
               estrago de la fortuna,                            
               supla, calle, llore y sufra,
               y consolada con que                               
               la que es desdicha no es culpa,                   
               supla, calle, llore y sufra."

                  Miente la alevosa voz                          
               que consolarme procura
               inútilemnte, asentando
               en los ecos que pronuncia;
               que, porque culpa no es
               la que a este fin me reduzca,                     
               no es desdicha porque antes,
               si bien lo advierte y lo juzga,
               es ser desdicha dos veces;
               que el que culpado se angustia
               en la culpa que comete,                           
               halla honestada la injuria.
               Mas quien la padece,--¡ay triste!--
               sin cometerla, es locura
               persuadirse a que es consuelo
               el fracaso a que se ajusta.                       
               Y así, miente, otra vez digo,
               la voz que aleve articula;
               que es disculpa de su hado
               no siendo el hado disculpa.

MÚSICOS:          "La que nace para ser                 
               estrago de la fortuna,
               supla, calle, llore y sufra."                  

ANDRÓMEDA:     ¿Cuánto le fuera mejor
               a mi fatal desventura
               morir culpada que no                              
               inocente?  Estrella injusta,
               ¿por qué a mí no me dictaste
               la vanidad, que perjura
               me condena?  Fuera mía
               pues es mía la fortuna                     
               la causa de ella, que yo
               me holgara, en pena tan dura,
               de ser la culpada siempre
               porque no llorara nunca.

MÚSICOS:       "Que consolada con que                      
               la que es desdicha no es culpa,
               supla, calle, llore y sufra."                  

CELIO:         Andrómeda, ya es en vano
               el llanto.  Esta peña dura,

Enseña una peña
               que dentro del mar permite                        
               que en sus golfos se descubra
               tan a todas partes, que                           
               por todas partes la inundan,
               cerrando el paso a que puedas
               desde ella ponerte en fuga,                       
               es donde hemos de dejarte
               entregada a la sañuda
               cólera de las Nereidas,
               sacras enmigas tuyas.
               Ellas han de recibirte                            
               para que la ofensa suya
               en Venus se satisfaga
               pues Venus es en quien dura.
               Retiraos todas.  Sagradas
               deidades justas o injustas,                       
               ahí os queda vuestra ofensa,
               ahí os queda vuestra injuria.
               O remitidla o vengadla
               que a nuestra obediencia suma
               toca el ponérosla donde                    
               gima ciega y diga muda.

Cantan
TODOS:         "La que nace para ser                           
               estrago de la fortuna,
               supla, calle, llore y sufra."

Vanse [todos, dejando a ANDRÓMEDA]
ANDRÓMEDA:     ¡Oíd, esperad!  Mas--¡ay triste!--                                                        
               en vano un infeliz busca
               piedad en orejas que oyen
               cuando oyen lo que no escuchan.
               Altos montes de Trinacia,
               que al cielo elevan las puntas,                   
               siendo el cóncavo palacio
               del alcázar de la luna,
               rocas rústicas, pilastras
               de sus dóricas columna,
               abrid en el centro vuestro                        
               la más horrorosa gruta
               para que a un vivo cadáver
               le sirva de sepultura
               antes que siendo este golfo
               de sus verdes años tumba,                  
               la dé un monstruo en sus entrañas
               pira, monumento y urna.
               Viva estatua soy de hielo,
               y como a otra pena acuda...,
               miento, de fuego la soy,                          
               sintiendo dos iras juntas;
               sin que aquésta aquélla aplaque,
               ni aquélla a esotra consuma.
               ¿Quién creerá que en tanta pena,
               desconsuelo, ansia y angustia,                    
               hacerse sepa lugar
               otra ira, rabia y furia,
               dando paso la primera 
               a que quepa la segunda?
               ¿Es posible que aquel joven,                 
               después que ciego aventura
               mi vida y mi honor, se ausente,
               sin que de mis desventuras
               sea testigo?  Siquiera
               consolara mis injurias                            
               su lástima; que el ver que otro
               siente, si no alivia, ayuda
               a hacer más tratable el daño.
               Mas--¡ay de mí, qué locura!
               y más cuando dulces ecos

Música dentro
               
               la esfera del aire turban,
               porque mi llanto y su acento
               uno en el otro confunda.

Salen seis NEREIDAS vestidas de azul y oro, cantando y bailando todas
TODAS:            "¡Albricias hermosa
               deidad de la espuma,                              
               que ya es sacrificio
               la que antes fue injuria!"
NEREIDA 1:     "Ya la que soberbia..."
NEREIDA 2:     "...quiso que presuman,..."
NEREIDA 3:     "...que reina podía..."               
NEREIDA 4:     "...ser de la hermosura,..."
NEREIDA 5:     "...víctima es sagrada..."
NEREIDA 6:     "...a las aras tuyas."
TODAS:         "¡Albricias hermosa
               deidad de la espuma,                              
               que ya es sacrificio
               la que antes fue injuria!"
ANDRÓMEDA:     Bellas ninfas de Nereo,
               sagrado río, que inunda
               los imperios de Trinacria,                        
               patria mía y patria suya,
               desde el alto Lilibeo
               que fue su cuna y mi cuna
               hasta esta funesta boca,
               donde con el mar se junta,                        
               si sois, como sois, deidades,
               a quien toda esta cerúlea
               república no hay escollo
               en que no os labre y construya
               templos de coral y nácar                   
               en sus bóvedas profundas,
               mostrad que lo sois en ser
               piadosas; que no hay ninguna
               acción en que más se muestre        
               la deidad, que a un dios ilustra,
               que en la piedad.  Y más, cuando
               a la cuchilla que empuña,
               el ruego le embota el filo,
               le mella el llanto a punta.                       
               A vuestra plantas postrada
               yace una pompa caduca
               que sólo para morir
               infausta, amaneció augusta.
               Si mi madre apasionada                            
               con amor y sin cordura
               me alabó, sobradamente
               el afecto la disculpa.
               ¿Cuándo el amor de los padres
               hizo fe?  ¿Qué sierpe astuta          
               sus viboreznos no cría
               con cariño y con blandura
               pareciéndole que son,
               llenos de escamas y arrugas,
               más hermosos que las aves                  
               que ramilletes de plumas
               cuando ellos la tierra arrastran,
               esotras el aire surcan?
               Y cuando fuese indecoro
               que con los dioses presuma                        
               competir, ¿fue culpa mía
               la que fue vanidad suya?
               Duélaos la flor de mis años.
               Mirad que el prado os acusa,
               que cuando floridas todas                         
               ésta sola dejéis mustia.
               Acordaos de que fuimos
               amigas cuando estas rubias
               arenas a nuestros bailes
               la escena dieron, de cuyas                        
               mudanzas el viento agora
               no sin ocasión murmura,
               viendo que de extremo a extremo
               pasan; pues siendo las unas
               festivas, queréis contra arte              
               que a trágicas se reduzcan.
               Más airosas quedaréis
               en pasión tan absoluta,
               como el decir que yo era
               más hermosa, bella y pura                  
               que Venus y que vosotras
               en hacer, como seguras,
               desperdicio del baldón
               y de la arrogancia burla.
               Contra la enseñanza, no hay                
               silogismo que concluya
               sin que él mismo a su primera
               consecuencia se confunda.
               Dígalo el sol.  ¿Qué importara
               a sus bellas luces rubias                         
               que hubiera uno que dijera
               que le parecían oscuras?
               ¿Ofendiérase por eso?
               No, que la venganza suya
               fuera al que su luz disfama,                      
               ver que a su luz se deslumbra.
               Pues, siendo así, ¿qué más noble,
               más piadosa, ni más justa
               satisfacción puedo daros
               que absorta, elevada y muda                       
               arrojarme a vuestras plantas?
               Pues no puede haber ninguna
               que más claramente diga
               quién obedece y quién triunfa.
               Y pues como allá en el sol,                
               nada a su esplendor perturba
               y yo confieso que el vuestro
               a mí, a su sombra me ilustra,
               no vengativas, no fieras,
               no crüeles, no sañudas...             
UNAS:          No prosigáis.
OTRAS:                       Calla, calla.
NEREIDA 1:     No con piedad nos arguya.
NEREIDA 2:     Sin tiempo nos lisonjeas.
NEREIDA 3:     Sin ocasión nos adulas.
NEREIDA 4:     Y pues ya echada la suerte                        
               a vista de la Fortuna,
               humildades afectadas,
               más que virtud, son industria.
               De tus ropas te despoja.
TODAS:         De ti adorno te desnuda.

Desnúdanla
ANDRÓMEDA:     ¡Amigas!
NEREIDA 5:               En competencia
               de discreción y hermosura,
               no hay amigas que no sean
               enemigas.
ANDRÓMEDA:             ¡Suerte injusta!
NEREIDA 6:     En este elevado escollo                           
               están las cadenas duras
               que han de atarla.
ANDRÓMEDA:                      ¡Ay infelice!
TODAS:         En él arrastrando suba.

Átanla a un escollo con unas cadenas
ANDRÓMEDA:     ¿Para qué?  Soltad; que yo,
               corrida de que la angustia                        
               úsase del rendimiento,
               quiero apelar a la furia.
               Falsas, mentidas deidades,
               de vuestro rencor se induzca,
               pues no puede serlo, en quien,                    
               rogada, la saña dura.
               Ya no quiero que piadosas
               conmigo estéis, pues ninguna
               desdicha puede ya serlo
               para mí más importuna               
               que ver desaprovechada
               de las lágrimas la astucia
               en quien usa tan mal de ellas
               que de ellas con fieras usa.
               Y así por echarle a mal,                   
               ya el llanto de afecto muda
               que ninguna piedad vuestra
               será mejor que ninguna.
               Y supuesto que el despecho
               mejor que yo lo divulga,                          
               voluntariamente doble
               la cerviz a la coyunda.
               Este destinado escollo,
               cátedra de mi fortuna,
               el peso de mis desdichas                          
               sobre sus espaldas sufra.
               Y habiendo de llorar a alguien
               llore a aquesta peña ruda,
               antes que a vosotras; pues
               menos toscas, menos brutas                        
               son las que ostentan el serlo
               que las que lo disimulan.
NEREIDA 1:     Llega esas argollas, ata.
NEREIDA 2:     Ve, y esa cadena añuda.
NEREIDA 3:     Sí haré.
NEREIDA 4:               Y yo también.
NEREIDA 5:                            Agora,                     
               verás si el viento te escucha.
TODAS:         ¿Quién merece ser, tú o Venus,
               la reina de la hermosura?

Vanse, dejándola atada al escollo
ANDRÓMEDA:     ¿Cuál de vosotras, estrellas,
               de cuantas la arquitectura                        
               celeste esmaltáis, a quien 
               es dado que ansias influyan,
               la mía es?  No es porque quiere
               darla quejas, lo pregunta 
               la voz, que antes para darla                      
               gracias, en saberlo estudia,
               el ver que tan liberal
               en mí su influjo ejecuta,
               que haga que quepan en mí
               todas las desdichas juntas.                       
               ¿Habrá, dime,  ¡o tú entre tantas
               la más pobre, más oscura,
               más trémula, más infausta
               más apagada y más turbia!
               ¿Habrá, digo, en este estado,         
               porque digas que no apura
               mi voz tu poder, algún
               consuelo, esperanza alguna?

[Con estos versos va saliendo en la mar un monstruo que viene acercándose al escollo. Cantan dentro los Ecos
ECO:           "Una..."

ANDRÓMEDA:     Una el eco me responde;
               mas, ¡ay! que no es piedad suya              
               sino delito; pues siempre
               algo de lo que oye hurta.
               Y así por mi desconsuelo
               volver pretendo a la duda.
               ¿Qué más puede ser que sea     
               mi infelice desventura?

ECO:           "...ventura..."

ANDRÓMEDA:     Segunda vez, ladrón eco,
               la postrer sílaba usurpas
               de mi última razón.
               Mas no por eso, segunda                           
               causa, creeré que te trae.

ECO:           "...hay..."

ANDRÓMEDA:     Pues nada en ti me asegura.

ECO:           "...segura."

ANDRÓMEDA:     ¿Qué fuera--¡ay de mí!-- que el eco
               algo en mi favor pronuncia?
               Pues a mis preguntas dice,                        
               si sus respuestas se aúnan,
               que en el estado que estoy
               "una ventura hay segura."
               Mas, ¿qué ventura--¡ay de mí!--
               puede ser si ya se enturbian                      
               las ondas a la batida
               que al disforme estatura
               de un vivo escollo que, ya

Saliendo fuera la fiera toda de escamas
               bajel animado, surca
               al mar encrespa la tez                            
               de su verdinegra bruma,
               de sus presas y sus garras
               viene aguzando las puntas
               contra mí?

[Hablan dentro PERSEO y BATO]
PERSEO:                    En aquesta peña
               te apea.
BATO:                    Es cosa muy justa.

Aparece PERSEO en el caballo, en lo alto, con lanza y escudo
PERSEO:        Ya que a Andrómeda y al monstruo
               quiere el cielo que descubra
               a tan buen tiempo...
ANDRÓMEDA:                        ¡Piedad,
               altos dioses!
PERSEO:                       ¿Qué te angustia,
               hermosa Andrómeda bella,                   
               si Perseo es en tu ayuda?
               Alado Belerofonte,
               bruto y ave en piel y pluma,
               que aborto fuiste, engendrado
               de la sangre de Medusa,

Bájese el caballo, interponiéndose entre ANDRÓMEDA y el monstruo
               abate el vuelo a esas ondas;
               que su campaña cerúlea
               hoy el teatro ha de ser
               de la más desigual lucha
               que vio el sol en cuantos giros                   
               dora, ilumina e ilustra.
ANDRÓMEDA:     ¿Qué es esto, cielos, que veo?
               De la más alta, más suma
               región, nuevo alado asombro,
               la esfera del aire cruza.                         
               Un joven trae, y si no
               me mienten y me perturban
               o la admiración o el miedo
               que mis sentidos ofuscan,
               el joven es de la selva.                          
               Oye, aguarda, espera, escucha,
               que a tanta costa no quiero,
               como tu riesgo, tu ayuda.
               Menos importa que yo
               muera, que ver que aventuras                      
               tu vida tú por mi vida.
PERSEO:        Por más que a las iras tuyas
               los polos cel cielo giman,
               los ejes del orbe crujan,
               sobresaltados del mar                             
               que a apagar sus luces suba
               cuando en horribles bramidos
               sus ondas al sol escupas,
               no has de ponerme pavor.
ANDRÓMEDA:     Deja, deja que esa furia                       
               se cebe antes en mi pecho
               que en el tuyo.  No presumas;
               que es favor el que tirano
               más que me alivia, me asusta.
               En partida lid los dos                            
               ya se apartan, ya se juntan.
               ¡Piedad, dioses!  Y esta vea
               concederla no se excusa,
               pues para mí no la pido.

El monstruo se retira cayendo
PERSEO:        Ya que la aleve cicuta                            
               de su sangre, la azul playa
               vuelve campaña purpúrea,
               huye vencido a mi acero.
               Y porque en el mar te hundas,
               a nunca más ver tu horror,                 
               mira en la acerada luna
               de este escudo en quien impresa
               quedó la faz de Medusa.
ANDRÓMEDA:     Rastros de sangre dejando,
               el monstruo se ha puesto en fuga.                 
PERSEO:        Ya que vencido de mí
               el mar su terror sepulta,
               es bien, hermosa beldad,
               que agora a desatarte acuda.

Apéase PERSEO, y desata a ANDRÓMEDA
               Libre estás.
ANDRÓMEDA:                  De dos albricias              
               soy deudora a mi fortuna;
               mas miento, que no lo soy,
               sino solamente de una,
               pues no es mi vida acreedora
               donde está anterior la tuya.               
               Dime quién eres, porque
               agradecida y confusa,
               sepa a quién esta fineza
               debo. 
PERSEO:             Quien tu amparo busca
               con tal riesgo, que no es                         
               éste el mayor de quien triunfa.
               Mas, ¿qué mucho facilite
               más que el hado dificulta
               amor, que en esta fineza
               todos sus méritos funda,                   
               para arrojarme a tus plantas?
               ¡Qué gran dicha!
ANDRÓMEDA:                     ¡Qué ventura!
PERSEO:        ¡Qué felicidad!
ANDRÓMEDA:                   ¡Qué suerte!

Sale BATO
BATO:          Bien podéis, cuantos oculta
               el miedo, por esas peñas                   
               llegar, que ya con mi ayuda
               mi amo dio la muerte al monstruo,
               quitando a su dentadura
               el que hoy no tenga por postre
               manjar blanco de pechugas.

Voces dentro
UNOS:          ¡Viva quien la fiera vence!
OTROS:         ¡Viva quien del monstruo triunfa!

Sale el REY de Trinacria y los que pudieren
REY:           Dame, extranjero, los brazos,
               y supuesto que es sin duda
               que quien ha hecho tal hazaña              
               heroica sangre le ilustra,
               en premio de ella, porque 
               ella sola es paga justa,
               en diciéndonos quién eres,
               Andrómeda será tuya.                
PERSEO:        Pues oye...Yo soy...

Dentro
LIDORO:                            ¡Qué asombro!
REY:           Tente, espera. ¿Qué os asusta
               segunda vez que esas voces
               dais?

Sale LIDORO
LIDORO:                Yo te lo diré.  Escucha.           

                  Mató a Medusa el ínclito Perseo  
               y de su sangre concibió la tierra
               aquel blanco caballo en quien le veo
               los rummbos acertar por donde yerra.
               Yo, llevado del noble alto deseo
               de ver qué en sí tanto prodigio encierra,                                                        
               sabiendo que a Trinacria venía, intento
               seguir por agua al que navega en viento.
                  Embarquéme tras él y, cuando hacía 
               punta el bajel del África a la Europa,
               gozando en tormentosa travesía             
               dulce tranquilidad del viento en popa,
               absorto vi que sobre mí venía
               frisando con las nubes en quien topa,
               un bulto tal, que en el boreal espacio
               era templo tal vez, tal vez palacio.              
                  Éste, pues, estrechándole la esfera
               al aire, en quien ocupa lo que oprime,
               sus espaldas fatiga de manera
               que, cuando más bramar intenta, gime.
               Bien que pesada fábrica y ligera           
               ni senda deja en él, ni huella imprime,
               siendo de un horizonte a otro horizonte
               monte y ciudad, sin ser ciudad ni monte.
                  Alguna vez que acaso él declinaba
               o que acaso el bajel hacia él subía,                                                    
               nuestra atención en ecos escuchaba
               ya numana voz, ya métrica armonía;
               de suerte que el horror que nos causaba
               en lisonjas a tiempos convertía,
               haciendo el gusto aquí, y allí el disgusto,                                                        
               pesado al gozo y apacible al susto.
                  Con este, pues, prodigio siempre a vista,
               navegué hasta la orilla de esa playa
               donde he visto del monstruo la conquista,
               de quien jamás es fuerza ejemplar haya,    
               donde porque un asombro a otro resista,
               o porque uno en aumento de otro vaya,
               donde del monstruo fue la lid sangrienta,
               parece que la fábrica se asienta.

REY:              Absorto estoy.
ANDRÓMEDA:                      Yo confusa.               
PERSEO:        Yo turbado.
LIDORO:                     Yo suspenso.
BATO:          ¿Y habrá algún bobo después
               que piense que es verdad esto?

Cantan dentro, en el aire, y [salen JUNO] en su carroza con la DISCORDIA, y MERCURIO y PALAS sentados en dos nubarrones
MÚSICA:        "A tierra, a tierra, que aquí
               manda Júpiter supremo                      
               por patrón de esta victoria,
               trasladar de Acaya el templo."
JUNO:          "Por no asistir al aplauso,
               que ya, declarado el cielo,
               da de Júpiter al hijo                      
               a pesar de mis desprecios,
               dejé el coro de los dioses,
               Discordia, y contigo vengo
               desde aquí a verle porque
               la necedad de los celos                           
               siempre anda acechando el daño.
               Y así, aquí no retiremos,
               ya que vencidas las dos
               quedamos."
DISCORDIA:               De mis deseos
               servida estás; pero no,                    
               señora, de mis afectos
               porque trató de impedirlos
               el gran Júpiter supremo
               que de Mercurio y de Palas
               poco importara el esfuerzo.                       
PALAS:         "No importara sino mucho,
               pues escudo y caduceo
               fueron de su triunfa causa."
JUNO:          "Pues, ¿por qué, si es triunfo vuestro,
               no le asistís el el coro                   
               de dioses?"
MERCURIO:                  "Porque queremos
               no perderos a las dos
               de la vista, previniendo
               que no intentéis perturbarle
               cuando a decir vuelve el viento..."

Vuelve la música en el aire y baja de los más alto un templo. Vienen en la fachada del [templo], sentada, la tropa de la música, y en habiéndose asentado en la tierra, salen de él el rey POLÍDITES, DANAE, CARDENIO, GILOTE, ERGASTO, RISELO y otros
MÚSICA:        "A tierra, a tierra, que aquí
               manda Júpiter supremo
               por patrón de esta victoria,
               trasladar de Acaya el templo."
PERSEO:        ¡Qué maravilla!
ANDRÓMEDA:                  ¡Qué asombro!     
BATO:          ¡Qué prodigio!
REY:                          ¡Qué portento!
LIDORO:        Aún más es, señor, si miras
               la gente que viene dentro;
               porque aquél, si no me engaño
               y bien sus señas acuerdo,                  
               es Polídites, de Acaya
               rey, y aquel milagro bello
               de hermosura y discreción,
               Danae, madre de Perseo.
PERSEO:        ¿Qué es esto, cielos, que miro?       
POLÍDITES:     Escucha.  Sabrás qué es esto.
PERSEO:        En sabiendo tú que te oyen.
DANAE:         ¿Quién?
PERSEO:                 Andrómeda y Cefeo.
POLÍDITES:     Los brazos nos da.
LOS TRES:                        ¿Qué hay, Bato?
BATO:          ¡Gilote, Ergasto, Riselo!                    
GILOTE:        Todos estamos acá.
BATO:          Aunque me espanto de veros,
               no me espanto de que haga
               Júpiter tales extremos;
               porque por grande que sea                         
               un padre, no puede menos
               de hacer fiestas viendo un hijo
               que le ha puesto en paz dos reinos.
CARDENIO:      Dame a mí también los brazzos.
PERSEO:        ¡Oh, padre, cuánto me huelgo          
               de verte en aqueste traje!
CARDENIO:      Honras son que no merezco,
               de Polídites.
PERSEO:                      Yo, como
               mías, se las agradezco.
REY:           No tan grande admiración                   
               embarace el cumplimiento.
POLÍDITES:     Sabiendo de tus fortunas
               los prodigioses sucesos...
DANAE:         ...y los peligros en que
               Discordia y Furias te han puesto,...              
POLÍDITES:     ...yo y Danae, a quien ya hizo
               mi amor reina de mi imperio,...
DANAE:         ...sacrificios ofrecimos
               al gran Júpiter inmenso...
POLÍDITES:     Lo que le pedimos fue                          
               que a nuestras ansias atento...
DANAE:         ...nos revelase en qué estado
               la Fortuna te había puesto.
POLÍDITES:     Él, agradecido al voto,...
DANAE:         ...él, compadecido al ruego...             
POLÍDITES:     ...no sólo en el templo quiso
               revelarnos tus sucesos...
DANAE:         ...pero el templo elevó todo,
               arrancado de su centro...
POLÍDITES:     ...y, navegando veloces                        
               enjutos golfos de viento...
DANAE:         ...a cuantos en él estaban
               ha traído en él a verlos.
REY:           A tanta admiración, sólo
               responder puede el silencio                       
               y, pues antes que tu voz
               quién eres dijo el portento,
               dale a Andrómeda la mano.

Sale FINEO
FINEO:         No dará tal, que primero                   
               que sus extrañas fortunas                  
               a lograr lleguen tal premio,
               morirá al arrojadizo
               rayo del templado acero
               de este arpón.
LIDORO:                       No morirá
               sin que tú mueras primero.

Dispara LIDORO una flecha
FINEO:         ¡Ay, infelice de mí!
               Que antes de matar he muerto.

Cae FINEO
               Justamente esta venganza
               de mí han tomado los cielos.
LIDORO:        Ya con esto te he pagado                          
               aquella fineza, puesto
               que si mataste una hidra
               que tenía en el cabellos
               los áspides, yo maté
               a quien los tenía en el pecho,             
               no siendo menos rabiosos
               los áspides que los celos.
REY:           Retirad ese cadáver
               y tú, gallardo extranjero,
               por aquesta acción de quien                
               eligió por instrumento
               el cielo, en venganza noble
               de las iras de Fineo,
               dame los brazos.
DANAE:                           Y a todos.
ANDRÓMEDA:     Sí, pues todos le debemos               
               que puesto en salvo el amor,
               muera el aborrecimiento.
DISCORDIA:     Todo nos sucede mal;
               que éste era el último esfuerzo
               que de las Furias tenía                    
               reservado.
JUNO:                     "Sus efectos 
               siguieron a los demás."
PALAS:         "Claro está que el favor nuestro
               había de hallar en Lidoro
               lo que perdiera en Fineo."                     
MERCURIO:      "Y aún no ha de parar aquí
               su aplauso, que todo el cielo
               la gala le ha de cantar."
LAS DOS:       "¿Cómo?"
LOS DOS:               "Dígalo el efecto."

Ábrese el cielo
REY:           ¿Qué nueva luz nos alumbra?           
LIDORO:        Iluminado los vientos...
PERSEO:        ...se transparentan a visos,...
DANAE:         ...se traslucen a reflejos.
ANDRÓMEDA:     Todo el coro de los dioses
               rasga sus azules velos.                           
TODOS:         Nueva música se escucha.
BATO:          ¿En qué ha de parar aquesto?

Cantan
MÚSICA:        "¡Viva, viva la gala del gran Perseo;
               que de Júpiter hijo, merece serlo!
               Cuando a padre tan grande ponen sus hechos,       
               con dos monstruos vencidos, en paz dos reinos!"

Aparécese JÚPITER en un sol
JÚPITER:       "Yo el festivo parabién
               de vuestro aplauso agradezco,
               y en el traje de Cupido
               que fue mi disfraz primero                        
               le recibo por hacer
               de mis finezas acuerdo,
               somo al fin primera causa
               de tan gloriosos efectos.
               Y así, para que prosiga,                   
               vuelva a decir vuestro acento..."

Todos, con música, y representado
CORO 1:        "¡Viva, viva la gala del gran Perseo,..."
CORO 2:        "...que de Júpiter hijo, merece serlo...."
CORO 3:        "...cuando a padre tan grande ponen sus celos,..."
TODOS:         "...con dos monstruos vencidos en paz dos reinos!"                                                      

REY:           ¿Qué nueva música es
               la que en varios coros vemos
               aquí de voces, y aquí
               de rústicos instrumentos,
               que a la del cielo acompaña?

Salen, por una parte, la nueve MUSAS, y por otra rústicos dioses, vestidos de labradores
MUSAS:         Atento oye.
PASTORES:                    Escucha atento.
MUSA:          Las nueve musas, a quien
               es concedido el imperio
               del Parnaso, cuya fuente
               dio el caballo de Perseo,                         
               agradecidas al docto
               cristal, puro, claro y terso,
               que no menos fertiliza
               los prados que los ingenios,
               vienen también a cantarle                  
               la gala, y con más afecto
               que otros, pues árbitros son
               de la música y los versos.
PASTOR:        Aquí la festiva tropa
               de rústicos semideos,                      
               a quien tocan alquerías
               de prados y montes, viendo
               que el que hoy es héroe divino, 
               fue pastor en otro tiempo,
               al compás de sus silvestres                
               zampoñas, flautas, salterios,
               vienen en su pastoril
               modo, a aplaudirle diciendo...

Cantan y bailan las musas y los dioses
TODOS:         "¡Viva, viva la gala del gran Perseo;
               que de Júpiter hijo, merece serlo!         
               Cuando a padre tan grande ponen sus hechos,
               con dos monstruos vencidos, en paz dos reinos!"

PERSEO:        Mal, ¡oh Júpiter divino!,
               podrá mi agradecimiento
               responder a tantas honras;                        
               pero a tus aras ofrezco,
               no como satisfacción
               sino como rendimiento,
               la cabeza de Medusa,
               el escudo y caduceo,                              
               como de Mercurio y Palas
               principales instrumentos.
POLÍDITES:     En habiendo recibido
               el don, parece que el templo
               vuelve a elevarse.
CARDENIO:                         Esto es                        
               decirnos que otra vez dentro
               de él, los que dentro venimos
               volvamos al patrio suelo.
REY:           Permitid que mi hospedaje
               antes os sirva.
DANAE:                        Primero                            
               es la obediencia que el gusto
               y, aunque tan grande lo tengo,
               viéndote lograr la mano
               de tan venturoso dueño,
               contra lo que Dios ordena,                        
               no es posible detenernos.

Vuelve a arrebatarse el templo con todos los que trujo
UNOS:          Id en paz.
OTROS:                      En paz quedad.
BATO:          A Dios rogad y rogad al cielo,
               en metáforas de carro,
               que no se derriengue el templo.                   
JÚPITER:       "Pues el viento es dueño suyo,
               vuelva a publicar el viento
               en los ecos repetidos
               de unos y otros acentos..."

TODOS:         "¡Viva, viva la gala del gran Perseo;      
               que de Júpiter hijo, merece serlo!
               Cuando a padre tan grande ponen sus hechos,       
               con dos monstruos vencidos, en paz dos reinos!"

MERCURIO:      ¡Qué grande dicha!
JUNO:                            ¡Qué rabia!
PALAS:         ¡Qué alegría!
DISCORDIA:                   ¡Qué tormento!          
ANDRÓMEDA:     ¡Qué felicidad!
REY:                          ¡Qué gusto!
PERSEO:        ¡Qué ventura!
BATO:                         Y más si veo
               que vuestro perdón merecen
               las fortunas de Perseo
               cuando en festivos aplausos                       
               repiten todos a un tiempo:

TODOS:         "¡Viva, viva la gala del gran Perseo;
               que de Júpiter hijo, merece serlo!
               Cuando a padre tan grande ponen sus hechos,       
               con dos monstruos vencidos, en paz dos reinos!"

FIN DE LA TERCERA JORNADA

FIN DE LA COMEDIA



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