Él.- Regazo contra regazo,
¿y si nos fuéramos,
por la luz fresca y radiante,
y el pecho lleno
de un alba azul que nos baña
de vino y sol?
Cuando el bosque sangra, trémulo,
mudo de amor:
verdes gotas, por las ramas,
retoños claros,
en cuanto se abren, las vemos,
carne temblando.
Hundirás, blanca, en la alfalfa,
tu bata de hilo
que tiñe en rosa la ojera
de tu ojo endrino
Amante del campo, siembras
tu risa loca
como espuma de champaña,
si te desbocas.
Risa en mí, ebrio salvaje,
¡quien te cogiera
de pronto: te bebería
la hermosa trenza!
Sabor de fresa y frambuesa
¡Carne de flor!
Risa en el viento que besa
como un ladrón.
Risa en el rosal silvestre
que amante incordia:
¡Y, risa, risa en tu amante,
cabeza loca!
[¡Dichosa!: ¡Diecisiete años!
¡Los grandes prados,
la campiña enamorada!
¡Vente, a mi lado!…].
-Tu pecho contra mi pecho,
juntos, cantando,
despacito hacia el bosque,
¡luego al barranco…!
Y, luego, muerta chiquita,
si te desmayas,
en brazos, me pedirías
que te llevara…
Iríamos, temblorosos,
por el atajo;
mientras cantara el pájaro:
Del avellano…
Boca a boca te hablaría
mientras aprieto
tu cuerpo, como el de un niño,
de sangre ebrio:
sangre azul, por tu carne
blanca y rosada;
hablándote, como tú hablas…
bien a las claras.
El bosque olería a savia
verde y bermejo,
y el sol sembraría de oro
fino su sueño
………………………………….
¿Cogeremos, por la tarde ,
la senda blanca,
sin rumbo, como el rebaño
que en tomo pasta…?
Hierba azul , corvos manzanos
de los vergeles
¡cómo su fuerte perfume
de lejos, huele!
Llegaremos, casi a oscuras,
hasta la aldea,
cuando el olor de la leche
la noche impregna;
olor de establo colmado
de estiércol cálido,
de lentos resuellos rítmicos
y lomos anchos
que blanquea una luz tenue…
y a nuestro lado,
pasito a paso, una vaca
ira cagando.
-Los anteojos de la abuela,
con la nariz
en su misal; la cerveza,
en bock de cinc,
espumosa entre las pipas
que fuman, tercas:
horrendos labios hinchados
fumando, mientras
el jamón se van tragando
todos a una;
cuando el lecho y los baúles
el fuego alumbra.
El culo craso y lustroso
de un niño gordo
que mete por los tazones
blanco, su morro
rozado por un hocico
que gruñe amable
y lame la oronda cara
del tierno infante…
[Negra, altiva, en su sillita
atroz contorno,
una vieja junto al fuego
hila su coco.]
¡Cuántas cosas podrás ver
en los chamizos,
cuando la luz, clara, alumbre
los grises vidrios…!
-Luego, la ventana oculta
entre las lilas
negras y frescas, que ríe
¡tan chiquitita!…
¡Vendrás, vendrás… que te quiero!
¡Será tan bello!
¡Vendrás! ¿verdad? porque incluso…
ELLA. – ¿Pero, y mi empleo?
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