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Letrilla

[Poema - Texto completo.]

Manuel Acuña

Sí, mi amigo don Gregorio,
tiene usted mucha razón,
eso mismo que usted dice,
eso mismo que digo yo…

I

Juzga usted que es una plaga,
que es un castigo de Dios,
esa turba de mocosos
sin quehacer ni ocupación,
que a falta de otra han tomado
la carrera de escritor;
que si hablan del Nigromante
no lo bajan de chambón,
que a Altamirano lo acaban,
que a Peredo le hacen fo,
que a Prieto lo ponen de asco,
que a Justo lo dejan peor,
y que llevando hasta Europa
su crítica erudición,
destrozan a Víctor Hugo
y a Dumas y a Campoamor
y a cuantos hallan al paso,
con su hidrofobia feroz;
y agrega usted que sería
muchísimo mejor
que hacerles caso o echarles
un indigesto sermón,
dejarlos a que los oiga
la madre que los parió.
Pues sí, señor don Gregorio,
tiene usted mucha razón,
eso mismo que usted dice,
eso mismo digo yo…

II

Juzga usted que es un espanto
piensa usted que es un horror,
ver tantas composiciones
como se publican hoy,
en que después de salirnos
el imberbe trovador
con uno de esos ideales
que ya se hacen de cajón,
muy sonrosados los labios,
muy argentina la voz,
muy los cabellos de seda,
(vaya una trasposición)
y muy llena de desdenes,
que los merece el autor,
termina éste con que la ama
con todo su corazón,
cuando mejor que ocuparse
en hablarnos de su amor
y en pintarnos los efectos
de su estúpida pasión
según usted, debería,
aquí para entre los dos,
decirse bruto tres veces
con mucha circunspección,
alzar al cielo los ojos,
rezar el “yo pecador”
y en seguida dispararse
media pistola de Colt.
Pues sí, señor don Gregorio,
tiene usted mucha razón,
eso mismo que usted dice,
eso mismo digo yo…

III

Dice usted que ya da miedo
que vale lo menos dos,
ver a tantos que pretenden
demostrar su erudición
llenando de latinajos
su inconocible español,
y que tal verso de Ovidio
lo dan por de Cicerón,
cuando nunca escribió versos
el pobrecito orador,
que a despecho suyo tiene
que pasar por un ladrón
gracias al atrevimiento
de esos benditos de Dios,
y agrega usted, amigo mío,
que en su muy pobre opinión
debieran esos señores
fijarse en que escriben hoy
que son tan raros los sabios
en la lengua de Catón,
y en que cada cita de esas,
sépase la lengua o no,
viene a ser como un peñasco
donde el mísero lector
tiene a fuerza que pararse
y aguantarse un tropezón
que bien puede hacer a alguno
que mande al diablo al autor.
Pues sí, señor don Gregorio,
tiene usted mucha razón,
eso mismo que usted dice,
eso mismo digo yo…

IV

Concluye usted en su carta,
mi buen amigo y señor,
diciéndome que no acierta
a encontrar la explicación
de esas ínfulas de sabio
y ese aire de hombre de pro
con que se presenta alguno
por haber sido orador
y haber gritado en septiembre,
¡Viva la Constitución!
Lo que le aplaudieron mucho,
según dice él que lo oyó;
y protesta usted por su alma,
que no halla puesto en razón
que por sólo ese motivo
se le haga miembro de honor
de cuanta academia existe
dentro de la población,
ni que se inscriba su nombre
como colaborador
a la cabeza de todos
los diarios que salen hoy,
haciéndolo revestirse
de este aire de protección
con que trata aun a los mismos
de donde el necio salió,
y a quienes usted querría
degollar de dos en dos
para acabar con la raza
y quedarnos usté y yo,
que somos tan campechanos
y hombres de tan buen humor
y que hacemos unos versos
que le gustan hasta a Dios.
Pues sí, señor don Gregorio,
tiene usted mucha razón,
eso mismo que usted dice,
eso mismo digo yo…


1873


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