Leyendo a Silva
[Poema - Texto completo.]
Guillermo Valencia
Vestía traje suelto de recamado viso y en el diván tendida, de rojo terciopelo, sostenían un libro de corte fino y largo, De aquellos dedos pálidos la tibia yema blanda por cuyas blancas hojas vagaron los pinceles era un lindo manojo que en sus claros lucía sus cuerpos de serpiente dilatan las mayúsculas o trazan por los bordes caminos plateados Para el poema heroico se vía allí la espada donde evocó las formas del ciclo legendario Allí la dama gótica de rectilínea cara allí las hadas tristes de la pasión excelsa: Allí los metros raros de musicales timbres: ya diáfanos, que visten la idea levemente Allí la vida llora y la Muerte sonríe Allí, cual casto grupo de núbiles Citeres, que vivieron sus vidas, invioladas y solas la rusa de ojos cálidos y de bruno cabello, la que robó al piano en las veladas frías que fueron por los vientos perdiéndose una a una Aquesa, el pie desnudo, gira como una sombra de un templo… y como el ave que ciega el astro diurno do al fatigado beso de las vibrantes clines —————————————————— La luna, como un nimbo de Dios, desde el Oriente de un lánguido mancebo que el tardo paso guía Busca a su hermana; un día la negra Segadora abatiendo sus alas, sus alas de murciélago, que cayó como un trigo… Amiguitas llorosas céfiro de las tumbas, un bardo israelita a ella, que en su lecho de gasas y de blondas, por ella va buscando su hermano entre las brumas, y por ella… «Pasemos esta doliente hoja dijo entre sí la dama del recamado viso y prosiguió del libro las hojas volteando, los perfumes de oriente, los vívidos rubíes Leyó versos que guardan como gastados ecos que hacen crujir, al tacto, cálices inodoros; de las locas campanas que en El día de Difuntos lanzados en racimos entre las sepulturas —————————————————— …Y en el diván tendida, de rojo terciopelo, doblaron lentamente la página postrera y se quedó pensando, pensando en la amargura del bardo, que en la calma de una noche sombría, exangüe como un mármol de la dorada Atenas, Ambicionar las túnicas que modelaba Grecia, pedir en copas de ónix el ático nepentes; ansiar para los triunfos el hacha de un Arminio; amando los detalles, odiar el Universo; querer remos de águila y garras de leones para gustar lo exótico que el ánimo idolatra seguir los ideales en pos de Don Quijote esperar en la noche las trémulas escalas oír los mudos ecos que pueblan los santuarios, (poetas que diluyen en el espacio inmenso sentir en el espíritu brisas primaverales tener la frente en llamas y los pies entre lodo; eso fuiste, ¡oh poeta! Los labios de tu herida modulan el gemido de las desesperanzas, ——————————————————- ¡Oh Señor Jesucristo! por tu herida del pecho ¡de piedra a despertarlo! Con tus manos divinas Pensó mucho: sus páginas suelen robar la calma; ¡amó mucho! circulan ráfagas de misterio —————————————————— No manchará su lápida epitafio doliente: digno del fresco Adonis en muerte de Afrodita: que llore su caída, que cante su belleza, ——————————————————- ¡Amor! dice la dama del recamado viso ¡Dolor! dijo el poeta: los labios de su herida modulan el gemido de la desesperanza; su muerte fue la muerte de una lánguida anémona, ebrio del vino amargo con que el dolor embriaga ¡Así rindió su aliento, bajo un sitial de seda, |