En un lecho de ébano ornamentado con águilas de coral, duerme profundamente Nerón -inconsciente, tranquilo, y feliz; en la plenitud del vigor de la carne y el hermoso brío de 1a juventud. Pero en la sala de alabastro que encierra el antiguo larario de los Aenobarbos qué inquietos están los Lares. Tiemblan los pequeños dioses hogareños y tratan de ocultar sus cuerpos insignificantes. Porque escucharon un ruido siniestro, un ruido mortal que asciende las escalas, pasos metálicos que hacen estremecerse los peldaños. Y desfallecientes ahora los míseros Lares, se esconden en el fondo del larario, se empujan unos a otros y tropiezan, y un pequeño dios cae sobre el otro, pues han comprendido qué clase de ruido es éste, han percibido ya los pasos de las Furias.