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Los relinchos

[Minicuento - Texto completo.]

Alfonso Reyes

Se han poblado de relinchos las calles, el campo y los desmontes vecinos. ¡Gran fiesta para los caballos! Casi ni les ha faltado la alegría a los dioses: comer carne humana.

Los relinchos.

¡Potros piafantes de la vida! En la mitología y la pintura, el mar y la luz y los vientos y los santos vienen a caballo.

¡Potros piafantes de la muerte! En la superstición y la pintura, la guerra y la peste y el diablo y las cosas fatídicas vienen a caballo pisando cráneos.

Los relinchos.

Hay relinchos que van al paso, de gran parada; otros, incómodos, que trotan; relinchos ligeros, que galopan; y relinchos desgarrados que huelen a viento y a pólvora. Dejan regueros de chispas en el aire. Hay relinchos extáticos, de estatua de bronce que canta con el sol.

Los relinchos suben desde la calle burguesa, como llamaradas de selva virgen. O como recuerdos del vivac. (La tienda, la noche, los dados sobre el tambor.) Suben, y rompen con sus pezuñas las vidrieras, y se andan por toda la casa. Nos abren el corazón con sus tajos metálicos.

Cohetes del alma del caballo, unos corren por el suelo como buscapiés. Otros suben, rectos, y estallan como una palmera momentánea de oro.

Los relinchos.

FIN



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