Murallas altas que las novicias reverencian
viendo el batir seco de la luz
contra el atardecer.
Pasos muelles en las piedras del claustro
donde Teresa ora y escribe
—velad hermanas—
las rodillas en vuelo
y el dardo de fuego de Bernini
en la mano del ángel socarrón
penetrando en su aire de suspiro y arrobo.
Ojo volteado al toque de la Gracia.
Oh esta saciedad que no me excluye el hambre
o la impaciencia
la comezón del mundo en el polvo de las fundaciones.
Leche cuajada y panecillos amasados en las ventas
las yemas almendradas
-y muérame yo luego—
comiendo del espíritu que relumbra las ollas
y anida en los pucheros
y menea el campanil de las vísperas.
Demos gracias hermanas —dice ahora—
golosa de Dios y de las uvas
madrugadora andante de hábitos venteados
viviendo porque muere
un poco cada día contra la púrpura
los mitrados poderes
que entorpecían el ejercicio alto del cielo
a ritmo de borricos lentos
comedores de alfalfa.
Lengua encielada
en celo de los pájaros que en Castilla
memorizan a hidalgo y escudera:
Juan y Teresa en prédica de montes
y arroyuelos que aprenden la alabanza.
O sola con la epístola de Pablo
o de Jerónimo
-San José de medianero—
tallando en el puro diamante de sus interiores
la morada que se abre al más remoto oscuro
para el que llegará en la noche solapando su estrella
la esposa levantada o la sierva caída
una mano en el oficio
-rueca o devocionario—
otra en el pasmo
en la vestidura del alma que al fin encuentra arrimo.
Y eres fuego alto
desnudez vencida.
Hete aquí en vilo en el solaz de los corredores
porque no hay remedio de resistir
peleando con tu Dios como con jayán fuerte
llevada y traída por tus ráfagas
nube o águila caudalosa
que te coge en sus alas
aunque nos pese.
He aquí a la madre con la péñola en el postrer capítulo de su vida.
…según lo que he pasado en verme escrita
y traer a la memoria tantas miserias mías.
Toco las piedras de tu casa
piedras que escuchan todavía
postrándose de hinojos.
Luz de Teresa
y de España
en la subida del Carmelo.
Avila en vilo
blanca al atardecer
almenas coronadas
donde oliste a azucena en tu sepulcro de seis años.
Avila de la soledad
hueco de piedra en que discurren pláticas y visiones
para el propio beneficio y la gloria
de tanta Majestad. Amén.
Luz de Teresa acógeme
enciéndeme
resguárdame
a las puertas de tu ciudad
que yo atravieso con mi infierno a cuestas
con mis demonios preferidos
a los que lanzo tres higas en tu nombre.
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