Junta tu roja boca con la mía, ¡oh Estrella la gitana! Bajo el oro solar del mediodía morderá la manzana.
En el verde olivar de la colina hay una torre mora, del color de tu carne campesina que sabe a miel y aurora.
Me ofreces en tu cuerpo requemado el divino alimento que da flores al cauce sosegado y luceros al viento.
¿Cómo a mí te entregaste, luz morena? ¿Por qué me diste llenos de amor tu sexo de azucena y el rumor de tus senos?
¿No fue por mi figura entristecida? (¡Oh mis torpes andares!) ¿Te dio lástima acaso de mi vida, marchita de cantares?
¿Cómo no has preferido a mis lamentos los muslos sudorosos de un San Cristóbal campesino, lentos en el amor y hermosos?
Danaide del placer eres conmigo. Femenino Silvano. Huelen tus besos como huele el trigo reseco del verano.
Entúrbiame los ojos con tu canto. Deja tu cabellera extendida y solemne como un manto de sombra en la pradera.
Píntame con tu boca ensangrentada un cielo del amor, en un fondo de carne la morada estrella de dolor.
Mi pegaso andaluz está cautivo de tus ojos abiertos; volará desolado y pensativo cuando los vea muertos.
Y aunque no me quisieras te querría por tu mirar sombrío, como quiere la alondra al nuevo día, sólo por el rocío.
Junta tu roja boca con la mía, ¡oh Estrella la gitana! Déjame bajo el claro mediodía consumir la manzana.
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