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Magnis vocibus

[Poema - Texto completo.]

José de Diego

A los pueblos latinos

Trágicamente bella, en pie sobre una roca,
de un rictus doloroso contraída la boca,
tiende hacia el mar los brazos, trémula y delirante,
y al mundo de su raza en su clamor invoca
¡una pobre Isla inerme, una pobre Isla loca,
bajo las férreas garras de un Águila rampante!

¿Dónde están en el mundo nuestras madres latinas?
¿Dónde están en América nuestras fuertes hermanas,
que no escuchan los gritos que a las ondas marinas
confiaron las tristes riberas borincanas?
¡Los gritos de socorro de angustias sobrehumanas
que llevan en sus senos las ondas cristalinas!

¿Dónde estás, vieja Lola que, en la cuna del Lacio,
criabas a tus pechos infantes de naciones,
como infantes de mundos el sol en el espacio?
¿Dónde están, que no vienen, tus Césares caudillos,
tus lanzas invencibles, tus ínclitas legiones,
tus fauces tenebrosas, tus épicos colmillos?

Cuando en la decadencia de estos días infaustos,
juzgaban tus rivales ya tus pechos exhaustos,
su linfa inextinguible la humanidad absorbe…
¡el rayo de tu genio en el éter se crispa
y expande por los ámbitos la milagrosa chispa
que une a los pueblos, desde las cúpulas del Orbe!

Y si ahora no puedes ¡oh, dulce madre Italia!,
como un día en auxilio de Iberia y de la Galia,
mandar a nuestros campos tu hueste en son de guerra…
¡el rayo de tu alma proyecta al Infinito
y alumbra sobre el cielo nuestro expirante grito
para que se oiga en todos los radios de la tierra!

Conviértelo tú, Musa, en estrofas airadas,
evocando los manes del cantor de LUSIADAS
sobre la nave intrépida, que por sus alboradas
cruzó prístina el Globo ¡y así el Bardo guerrero
desde su prora cante, frente a su derrotero,
la tragedia del Águila que sorprendió al Cordero!

Y tú, rebelde Francia, que por una centuria
gemiste en servidumbre, bajo la horrenda furia
de la sajona garra que a nuestro pueblo oprime,
y con la débil mano de una niña sublime
ahuyentaste a la fiera… ¡Duélete de la injuria
un pueblo de tu raza que por tu raza gime!

Tú, que ayudaste al Águila contra el Leopardo regio,
con iluminaciones de espadas y doctrinas,
ante ella erguirte puedes augusta, como Palas,
para rememorarle con alto privilegio
¡que no triunfó en América de las garras felinas,
sino para que abriese la Libertad sus alas!

Santa madre Castilla, de místicos pendones,
santa madre Castilla, de pendones morados,
que encendieron a España sus rojos pabellones,
las brillantes banderas de fulgores dorados,
florecidas de rosas de tumbas de soldados,
florecidas de luces de orientes de naciones.

Una gota de sangre de tu León herido,
una gota de sangre quedó en nuestra bandera,
la última que te llama, la última que has perdido
en el mundo sagrado que tu fe descubriera…
¡y esa gota de sangre será un astro encendido,
o la ceniza ardiente de un pueblo en una hoguera!

Quebrantados tus miembros del esfuerzo glorioso,
no volverán a América por vengar el ultraje;
pero más nos defienden tu espíritu en reposo,
tu ideal en la altura, tu ritmo en el lenguaje,
y la hermandad de pueblos que, en tributo amoroso
América te rinde con filial homenaje.

Las jóvenes Repúblicas, aquellas desdichadas
que viven en la zona sujeta a las zarpadas
de la terrible Bestia, en su fiero transporte…
¡las pobres perseguidas! ¡las pobres mutiladas!
¡y aquellas más felices cuanto más alejadas,
cuanto más alejadas de la Bestia del Norte!

Si hubiera un artificio de máquina diabólica
para hacer de una Isla un gigante navío,
o el propulsor oculto de una corriente eólica
que desatara a un tiempo todos los huracanes…
¡se iría por las olas el territorio mío,
del Septentrión huyendo, con rumbo a Magallanes!

¡El Sur! ¡El Sur Olímpico del genio americano!
¡allí brota la fuente que en sus raudales lleva
al porvenir la onda del pensamiento humano!
¡allí la antigua raza se funde y se renueva
y entre la excelsa bóveda y el inmenso Océano
la Cruz del Sur, cual signo de redención, se eleva!

¡Ya se mueven las sombras! ¡Ya en 1os cielos australes
colúmbrase del magno Libertador el sueño!
¡ya en tres núcleos enérgicos la creación germina!
¡tríptico de simbólicas banderas siderales!
¡Constelación naciente del Mundo brasileño
y la Estrella de Chile y el Sol de la Argentina!

¡A nosotros, hermanos! ¡Venid, cual Precursores,
a la Isla desgraciada que sufre los rigores
y pugna por librarse de sus dominadores!
¡venid desde las cumbres, envueltos en fulgores,
al punto del abismo que ahoga los clamores
del pueblo abandonado que os dice sus dolores!

¡Venid a nuestros gritos y ruja vuestro cántico,
como las clamorosas tormentas del Atlántico,
ante el último mártir de la progenie ibérica!
¡Venid a nuestros gritos, oh Naciones hispánicas,
y, como a Prometeo las Ninfas Oceánicas,
dad vuestra ayuda al último Prometeo de América!

El Águila de Júpiter nuestra entraña devora,
pero la misma entraña renace a cada hora;
el dolor no nos vence, ni nuestra fe declina…
¡sabemos la potencia de nuestra alma divina
y sabemos que existo la mano redentora
del Hércules invicto de la raza latina!


Cantos de rebeldía, 1916


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