Mi patria es dulce por fuera, y muy amarga por dentro; mi patria es dulce por fuera, con su verde primavera, con su verde primavera, y un sol de hiel en el centro.
¡Qué cielo de azul callado mira impasible tu duelo! ¡Qué cielo de azul callado, ay, Cuba, el que Dios te ha dado, ay, Cuba, el que Dios te ha dado, con ser tan azul tu cielo!
Un pájaro de madera me trajo en su pico el canto; un pájaro de madera. ¡Ay, Cuba, si te dijera, yo que te conozco tanto, ay, Cuba, si te dijera, que es de sangre tu palmera, que es de sangre tu palmera, y que tu mar es de llanto!
Bajo tu risa ligera, yo, que te conozco tanto, miro la sangre y el llanto, bajo tu risa ligera.
Sangre y llanto bajo tu risa ligera; sangre y llanto bajo tu risa ligera. Sangre y llanto.
El hombre de tierra adentro está en un hoyo metido, muerto sin haber nacido, el hombre de tierra adentro. Y el hombre de la ciudad, ay, Cuba, es un pordiosero: Anda hambriento y sin dinero, pidiendo por caridad, aunque se ponga sombrero y baile en la sociedad. (Lo digo en mi son entero, porque es la pura verdad.)
Hoy yanqui, ayer española, sí, señor, la tierra que nos tocó siempre el pobre la encontró si hoy yanqui, ayer española, ¡cómo no! ¡Qué sola la tierra sola, la tierra que nos tocó!
La mano que no se afloja hay que estrecharla en seguida; la mano que no se afloja, china, negra, blanca o roja, china, negra, blanca o roja, con nuestra mano tendida.
Un marino americano, bien, en el restaurant del puerto, bien, un marino americano me quiso dar con la mano, me quiso dar con la mano, pero allí se quedó muerto, bien, pero allí se quedó muerto el marino americano que en el restaurant del puerto me quiso dar con la mano, ¡bien!
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