Miles de motas centelleantes
Se apiñan ávidamente juntas
En círculos temblorosos.
Se entregan al desenfreno con exceso
Durante una hora entera que se desvanece velozmente,
Deliran, delirantes, un agudo zumbido,
Estremeciéndose de gozo frente a la muerte.
Mientras reinos, hundidos en la ruina,
Cuyos tronos, pesados de oro, se dispersaron al instante
En la noche y la leyenda, sin dejar rastro,
Jamás conocieron una danza tan frenética.