Casa digital del escritor Luis López Nieves


Recibe gratis un cuento clásico semanal por correo electrónico

Milón

[Cuento - Texto completo.]

María de Francia

Quien quiera tratar cuentos diferentes debe empezar de forma distinta y hablar tan certeramente que resulte agradable a todos. Aquí empezaré Milón y con buenas palabras mostraré por qué y cómo fue compuesto el lai que así se llama.

***

Milón nació en el sur de Gales. Desde el día en que fue armado caballero no encontró a nadie que lo derribara de su destrero; era muy buen caballero, noble y decidido, cortés y valiente. Fue muy conocido en Irlanda, en Noruega y en Jutlandia; en Logres y en Albión eran muchos los que le envidiaban. Por su valor era muy querido y honrado por muchos príncipes.

En su tierra había un noble, aunque no sé cómo se llamaba; tenía una hermosa hija, doncella muy cortés. Esta oyó hablar de Milón y se enamoró de él. Con un mensaje¬ro le hizo saber que si él quería, ella le daría su amor. Milón se puso contento con la noticia y le dio las gracias a la doncella; con gusto otorgó su amor: nunca lo dejaría. La respuesta era bastante cortés. Le dio ricos regalos al mensajero y le prometió una gran amistad.

-Amigo —le dijo—, procura ahora que pueda hablar con mi amiga y oculta nuestro secreto. Llevadle mi anillo de oro y dádselo de mi parte. Cuando le parezca bien, ven a por mí y yo iré contigo.

El mensajero se despide y lo deja. Vuelve a su doncella, le entrega el anillo y le dice que ha cumplido bien lo que le había pedido. La doncella se puso muy contenta por el amor que así se le había otorgado.

***

Junto a su habitación, a un jardín al que iba a solazarse, allí van los dos, Milón y ella, muy a menudo. Tanto fue allí Milón y tanto la amó que la doncella se quedó encinta. Cuando se dio cuenta de que estaba embarazada, llamó a Milón y se lamentó, diciéndole lo ocurrido: su honra y su bien va a perder por haber hecho tal cosa. Con ella se haría gran justicia: con espada será castigada o vendida en otro país. Ésa era la costumbre de los antiguos, así se comportaban en aquel tiempo. Milón le responde que hará lo que ella quiera.

-Cuando el niño nazca —dice ella—, lo llevaréis a mi hermana que está casada en Northumbria, es dama, rica, noble y de buen sentido; le haréis saber por escrito, con palabras y con dichos, que es el hijo de su hermana, que ha sufrido mucho dolor por él. Que procure que sea bien criado, ya sea niña o niño. Vuestro anillo colgaré del cuello del niño y se lo enviaré con una carta; en ella estará escrito el nombre de su padre y lo que le ocurrió a su madre. Cuando sea grande y crecido y haya llegado a la edad de uso de razón, le entregará la carta y el anillo, y le ordenará que los guarde hasta que encuentre a su padre.

***

A su consejo se atienen, de tal forma que ha llegado el término para que la doncella dé a luz. Una vieja que la guardaba, a la que descubrió todo el asunto, la ocultó tanto, tanto la encubrió, que en ningún momento se enteró nadie ni por palabras ni por su aspecto. La joven tuvo un hijo muy hermoso. Le colgaron del cuello el anillo y una limosnera de seda con la carta, para que nadie pudiera verla; a continuación lo acuestan en una cuna, envuelto en una sábana de lino blanco. Debajo de la cabeza del niño pusieron una almohada de gran valor y por encima un cobertor orlado de marta alrededor. La vieja lo entregó a Milón, que le esperaba en el jardín y que a su vez lo dio a otros que lo llevaron con toda lealtad. En las ciudades por las que pasaban descansaban siete veces al día; ha¬cían amamantar al niño, vestirlo de limpio y bañarlo.

Han mantenido el camino durante tanto tiempo que por fin han encontrado a la dama. Ésta lo recibe, le parece muy bien; le entregan también la carta y el sello. Cuando supo quién era, lo amó de forma extraordinaria. Los que habían llevado al niño volvieron a su tierra.

Milón salió de su país en soldada, para ganar fama. Su amiga queda en la casa. Su padre la da por esposa a un noble, un hombre muy rico del país, muy valiente y de gran prestigio. Cuando se enteró de esto, la muchacha se puso profundamente triste y con frecuencia se lamenta por Milón, pues teme ser menospreciada porque había tenido un niño; pronto lo sabría.

-¡Ay! —decía—. ¿Qué voy a hacer? ¿Tendré señor? ¿Cómo lo tomaré? Ya no soy doncella; para toda la vida seré esclava. Yo no sabía que iba a ser así; antes pensaba mantener a mi amigo; entre los dos ocultaríamos el asunto, nadie se atrevería a recriminarnos. ¡Más me valdría morir que vivir! Pero yo no soy libre, sino que tengo numerosos guardianes, viejos y jóvenes, son mis camarlengos, que odian siempre el buen amor y se deleitan con la tristeza. Ahora tendré que soportarlo así, ¡ay! pues no puedo morir.

En el plazo establecido, su señor se la ha llevado.

***

Milón regresa a su tierra. Se puso muy triste y quedó apesadumbrado, hizo un gran duelo, un gran duelo tuvo, pero se consolaba porque estaba cerca de su región aquélla a la que tanto había amado. Se puso a pensar cómo podía hacerle saber, sin ser descubierto, que había regresado al país. Escribió sus cartas, las selló. Tenía un cisne al que quería mucho: le ata la carta al cuello y la ocultó entre las plumas. Llamó a un escudero suyo y le encargó el mensaje:

-Ve rápido —le dice—, cámbiate de ropa. Vas a ir al castillo de mi amiga, llevarás contigo mi cisne; procura que lo reciba: o por un sirviente o por una criada, que le sea presentado el cisne.

Aquél cumple sus órdenes; se marcha y se lleva el cisne; por el camino más recto que conoce llega al castillo en cuanto puede. Ha atravesado la ciudad, llega a la puerta principal. Llama al portero:

-Amigo —le dice—, escúchame soy un hombre de tal oficio que me ocupo de cazar pájaros. A un tiro de arco por encima de Carlión cogí un cisne en mi lazo. Para mayor tranquilidad y seguridad quiero regalárselo a la dama, para no ser molestado ni acusado en este país.

El portero le respondió:

-Amigo, nadie habla con ella; pero no obstante iré a saber si la puedo ver y llevarte a su presencia, te haré hablar con ella.

El portero acudió a la sala, en la que no encontró más que a dos caballeros; estaban sentados a una gran mesa, con un ajedrez se entretenían. Rápidamente regresa, llevándolo de tal forma que nadie lo supo, lo molestó ni se dio cuenta. Llegó a la habitación, llama; les abrió la puerta una doncella. Han acudido ante la dama y le han entregado el cisne. Ella llamó a un criado suyo y le dijo:

-Ocúpate de que mi cisne sea bien guardado y que tenga abundante alimento.

-Señora —dice el que lo había llevado—, nadie más que vos lo puede recibir; esto es un presente regio: mirad qué bueno y hermoso es.

Entre sus manos se lo entrega y lo deja, ella lo recibe de buena gana. Le acaricia el cuello y la cabeza, bajo las plumas toca la carta: el sentido se le altera y se estremece: bien sabe que venía de su amigo. Hizo que le dieran riquezas al mensajero y le ordena que se vaya. Cuando la habitación quedó vacía, llama a una criada. Habían desatado la carta, ella rompe el sello y al comienzo encuentra «Milón»; reconoció el mensaje de su amigo: cien veces lo besa llorando, antes de poder continuar. Al cabo del rato ve las letras, lo que le pide y dice, las grandes penas y dolor que Milón sufre noche y día: ahora está en situación de darle la muerte o de sanarlo. Si ella sabe una treta para hablar con él, que le mande sus cartas y le reenvíe el cisne; que primero haga que lo cuiden bien, y después lo hagan ayunar durante tres días sin que le den alimento; que le cuelgue la carta al cuello y que lo deje ir: volará a donde primero vivió.

Después de leer todo el escrito y de comprender lo que había en él, hizo guardar bien al cisne, que le dieran de comer y de beber. En su habitación lo tuvo un mes.

***

Pero escuchad ahora lo que ocurrió. Buscó la dama tanto con habilidad e ingenio que por fin tuvo tinta y pergamino. Escribe una carta tal como le apetecía, la selló con un anillo. Mantiene al cisne en ayunas, le cuelga la carta al cuello y luego lo deja marchar. El ave estaba hambrienta y deseosa de comida: rápidamente regresa al lugar en el que había vivido al principio. Va a la ciudad y a la casa, baja a los pies mismos de Milón. Cuando éste lo vio, se puso muy contento. Rápidamente lo sujeta por las alas; llama a un despensero y hace que le den de comer. Le quita la carta del cuello, la mira de cabo a cabo, se reconforta con las señales que encuentra y con los saludos. No puede tener ningún bien sin él, que le haga saber todos sus deseos del mismo modo, con el cisne.

Y así lo hará inmediatamente Milón.

***

Durante veinte años llevaron esta vida Milón y su amiga. Hicieron del cisne su mensajero, no tenían otra forma de hablar, y lo hacían ayunar antes de dejarlo ir. Aquél a quien le llegaba el ave, lo alimentaba bien. Juntos se encontraron varias veces: nadie puede ser tan custodiado, vigilado tan de cerca, que no encuentre el momento oportuno.

La dama que les criaba al hijo, lo había tenido tanto tiempo consigo que el niño ya se había hecho mayor, hizo que lo armaran caballero: era un doncel de buen aspecto.

Le entregó la carta y el anillo, luego le ha dicho quién es su madre, y de lo ocurrido con su padre, lo buen caballero que es, tan noble, tan valiente y tan decidido, que no hay en la tierra otro mejor, de su mérito, ni que tenga el valor que él tiene. Después de que la dama le hablara y cuando él ha prestado bien atención, se alegra por el padre que tiene. Está contento por lo que ha oído. Para sí mismo piensa y se dice:

-Poco se debe estimar quien fue engendrado de esa forma y teniendo un padre tan digno de alabanza, no se esfuerza en conseguir mayor mérito fuera de la tierra y del país.

Tenía de todo lo necesario, se queda allí solo aquella noche. Por la mañana se despide; la dama le da consejos y le recomienda obrar bien, le da abundantes riquezas.

Pasa por Southampton; en cuanto puede se hace a la mar. Llega a Barfleur, va directamente a Bretaña. Allí gastó e intervino en torneos, frecuentó a los ricos hombres. No hubo combate en el que participara en el que no lo tuvieran por el mejor. Amaba a los caballeros pobres: lo que ganaba de los ricos, se lo daba y así los mantenía, y con gran generosidad gastaba. Nunca se quedaba por su voluntad más tiempo del necesario: en todas las tierras de allí consiguió fama y renombre. Fue muy cortés, supo mucho de lo que eran las honras.

Llega a su país la noticia de su bondad y de su fama, de que un joven de aquella tierra que había pasado el mar en busca de prestigio, ha hecho tantas proezas, se ha portado tan bien y con tanta generosidad, que todos aquellos que no sabían cómo se llamaba lo llamaban por todas partes «Sin Par».

***

Milón lo oyó alabar y contar sus virtudes. Lo sintió mucho, mucho se lamentaba por el caballero que tanto valía: mientras él pudiera cabalgar, ir a torneos y llevar armas, no debería ser tan preciado y alabado nadie que hubiera en aquella tierra. Decidió una cosa: pasará rápidamente el mar, se enfrentará con el caballero para deshonrarlo y rebajar su fama. Con rabia combatirá contra él: si lo puede derribar del caballo, por fin lo dejará deshonrado. Luego irá en busca de su hijo que había salido del país, pero que no sabía qué había sido de él. Se lo dirá a su amiga, quería tener su permiso; le hará saber todo su pensamiento. Le envía una carta y un sello con el cisne, según creo: que ella le respondiera con lo que pensaba. Cuando ésta oyó su voluntad, se lo agradece y le parece bien, pues él quería salir de la tierra a buscar y seguir a su hijo para hacerle saber todo su bien; no quería estorbárselo. Milón oye la respuesta; se prepara con riqueza. Pasa a Normandía, luego va a Bretaña. Frecuentó a mucha gente, buscó mucho los torneos; con frecuencia tenía ricas invitaciones y daba con generosidad.

Todo un invierno, según creo, vivió Milón en aquel país; mantuvo a su lado numerosos caballeros buenos. Hasta que después de Pascua empezaron los torneos, las guerras y los enfrentamientos. Se reunieron en el Mont-Saint-Michel; acudieron normandos, bretones, flamencos y franceses, pero apenas había ingleses. Milón es el primero en ir, pues era muy decidido y valiente. Preguntó por el buen caballero. Hubo bastantes que le contaron de qué parte se había puesto, cuáles eran sus armas y su escudo; pronto se lo mostraron a Milón y él lo contempló bien. Se reunieron para el torneo. Quien deseaba justa, pronto la encontró; quien quiso buscar las filas, pronto pudo perder o ganar y encontrar un compañero.

Ahora os quiero hablar de Milón: lo hizo muy bien en ese enfrentamiento y fue muy apreciado aquel día, pero el joven del que os estaba hablando fue proclamado por encima de los demás; nadie se le pudo comparar ni en los torneos, ni en las justas. Milón lo vio comportarse de tal forma, aguijar y golpear tan bien, que en medio de todo lo que lo envidiaba, le resultaba muy hermoso y mucho le gustaba. Se pone en la fila frente a él, juntos combatieron ambos. Milón lo golpea con tanta dureza, que rompe su lanza ciertamente, pero no consigue derribarlo. Por su parte, él lo alcanzó de tal forma que abajo del caballo lo derribó, le bajó la ventana, vio la barba y los cabellos canosos: mucho sintió que fuera cano. Sujeta el caballo por la rienda, se lo acerca como presente y le dice:

-Señor, montad. Siento mucho y estoy muy apenado, pues a ningún hombre de vuestra edad debería haber hecho semejante afrenta.

Milón salta encima, le resultó muy agradable; cuando le entregó el caballo, en el dedo reconoció el anillo. Le habla al muchacho:

-Amigo —le dice—, espérame. Por amor de Dios omnipotente, dime cómo se llama tu padre. ¿Cómo te llamas tú? ¿Quién es tu madre? Quiero saber la verdad. He visto mucho, he cabalgado mucho, he buscado mucho en otras tierras, en torneos y combates: nunca caí de mi caballo por el golpe de un caballero. Tú me has derribado en la justa: de forma admirable debo quererte.

El muchacho le responde:

-Os diré de mi padre todo lo que sé. Creo que nació en Gales y que se llama Milón. Amaba a la hija de un rico hombre, en secreto me engendró. Fui enviado a Northumbria y allí fui criado y educado. Una tía mía me crió y me tuvo a su lado, me dio caballo y armas y me envió a esta tierra. Mucho tiempo he vivido aquí. Tengo en deseo y pensamiento pasar pronto el mar y volver a mi país. Quiero conocer la condición de mi padre, cómo se porta con mi madre. Le mostraré un anillo de oro y le daré tales pruebas que no podrá renegar de mí, sino que me amará y me querrá.

Cuando Milón lo oye hablar así, no puede seguir escuchando: se precipita hacia adelante con rapidez, le coge el faldón de la cota.

-¡Ay Dios! ¡Estoy salvado! ¡Por mi fe, amigo, tú eres mi hijo! Para encontrarte y en tu busca salí este año de mi tierra.

Al oírlo el joven descabalga, besa a su padre con dulzura; mucho se alegran los dos y se dicen tales palabras que los demás que estaban mirando, de alegría y de compasión lloraban. Cuando el torneo termina, Milón se marcha; mucho le tarda poder hablar con su hijo a su gusto y que éste le diga qué quiere. Fueron a un albergue aquella noche; tuvieron bastante alegría y deleite, hubo una gran cantidad de caballeros. Milón le cuenta a su hijo cómo amaba a su madre y cómo su padre la casó con un noble de la región, cómo luego la ha amado y ella a él con todo su corazón, y cómo hicieron mensajero del cisne: hacía que llevara sus cartas, no se atrevía a confiar en nada.

El hijo le contesta:

-Por mi fe, buen padre, me reuniré con vos y con mi madre. Le daré la muerte al señor que tiene y haré que se case con vos.

Dejaron de hablar de esto y la mañana siguiente se prepararon para la marcha; se despiden de sus amigos y regresan a su tierra. Pasaron rápidamente el mar, tuvieron buena brisa y fuerte viento. Cuando estaban en camino, se encontraron con un creado que venía de parte de la amiga de Milón y quería pasar a Bretaña; ella lo había enviado. ¡Se ha evitado ese trabajo! Le entrega una carta sellada: con palabras le cuenta que debía regresar sin tardanza: había muerto su señor, que se diera prisa. Cuando Milón oyó la noticia, le pareció muy hermosa. A su hijo se la muestra y se la dice. No hubo tardanza ni retraso: cabalgan hasta llegar al castillo donde estaba la dama. Mucho se alegró ella, y su hijo que era tan valiente y noble. No convocaron a los parientes: sin que se reuniera la gente, su hijo los unió a los dos, dio la madre a su padre. Con gran alegría y dulzura vivieron después noche y día.

***

De su amor y de su fortuna hicieron los antiguos un lai, y yo te lo he puesto por escrito; al contarlo me deleito mucho.

*FIN*


Más Cuentos de María de Francia