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 Si tu alma pura es un broche 
que para abrirse a la vida 
quiere la calma adormecida 
de las sombras de la noche; 
si buscas como un abrigo 
lo más tranquilo y espeso, 
para que tu alma y tu beso 
se encuentren sólo conmigo; 
y si temiendo en tus huellas 
testigos de tus amores, 
no quieres ver más que flores, 
más que montañas y estrellas; 
yo sé muchas grutas, y una 
donde podrás en tu anhelo, 
ver un pedazo de cielo 
cuando aparezca la luna. 
Donde a tu tímido oído 
no llegarán otros sones 
que las tranquilas canciones 
de algún ruiseñor perdido. 
Donde a tu mágico acento 
y estremecido y de hinojos, 
veré abrirse ante mis ojos 
los mundos del sentimiento. 
Y donde tu alma y la mía, 
como una sola estrechadas, 
se adormirán embriagadas 
de amor y melancolía. 
Ven a esta gruta y en ella 
yo te daré mis desvelos, 
hasta que se hunda en los cielos 
la luz de la última estrella. 
Y antes que el ave temprana 
su alegre vuelo levante, 
y entre los álamos cante 
la vuelta de la mañana, 
yo te volveré al abrigo 
de tu estancia encantadora, 
donde el recuerdo de esa hora 
vendrás a soñar conmigo… 
Mientras que yo en el exceso 
de la pasión que me inspiras 
iré a soñar que me miras, 
e iré a soñar que te beso. 
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