Muchas personas
me han preguntado por ti,
como si fuera posible
preguntarle a un muerto
qué fue en vida.
No fue nada.
También yo,
cuando preguntan si soy poetisa,
me avergüenzo,
me avergüenzo de manera amable y gentil,
como tú te avergonzabas de “ser” la poesía
y la vida.
Jorge, no soy un vals,
y si la obra de arte lo es por casualidad,
es, por el contrario, como el vals triste de Sibelius,
algo amargo y muy dulce
que se aleja hacia la muerte.
Sabes, una mujer descompuesta,
como lo estoy yo,
un hombre descompuesto,
como lo estabas tú,
no podían sino transmigrar
en dos figuras de sueño,
un gran Pinocho
y una pequeña hada insolente y miserable que,
como Coppelia, van a encontrarse
en lo alto de un palco
de papel maché.
Idealmente, tú y yo, vestimos
un sombrero de bufón
durante toda la vida.
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