Su mano alarga la muerte y de un glorioso general la frente toca. Al atardecer un diario la noticia da. La casa del enfermo se llena con muchísima gente. A él los dolores le paralizaron los miembros y la lengua. Su mirada gira y mucho rato se fija en cosas conocidas. Impasible, a los viejos héroes recuerda. Por afuera -lo han cubierto silencio e inmovilidad. Por dentro -lo ha podrido la envidia de la vida, miedo, lepra de placer, necia obstinación, ira, maldad. Pesadamente gime. -Ha expirado-. Llora la voz de cada ciudadano: “¡Su muerte ha arruinado a nuestro estado! ¡Ay, la Virtud con él ha muerto!”